El socialismo del orden económico (1). ¿Cuáles son, según la concepción colectivista, las funciones económicas de la sociedad nueva? A decir verdad los socialistas, más cuidadosos de destruir que de construir el edificio social, responden frecuentemente a esta pregunta con palabras huecas o promesas vagas. Sin embargo, se puede extraer de los articules de Schäffle, Engels, Georges Renard, Stiegler y Benito Malon, desde el punto de vista de la producción, del cambio de la distribución y del consumo de las riquezas, el plan general del orden económico en la sociedad colectivista.
1.° Producción de las riquezas.
Todos los ciudadanos, sin excepción, son empleados en la producción nacional. El trabajo es obligatorio; se desempeña en talleres corporativos o nacionales. A cada rama del trabajo la dirige un comité de dirección y de explotación. Oficinas técnicas forman estadísticas todo lo exactas posible de los objetos de consumo necesarios a la colectividad. Cuanta mayor sobreproducción, más producción anárquica. Se producirá el número de sombreros, de zapatos, de vestidos, etc., y la cantidad de carne, de trigo, de legumbres, etc., necesarias para el sostenimiento de los ciudadanos sin despilfarro ni déficit.
2.° Cambio de las riquezas.
Todos los productos de la fabricación nacional serán depositados en almacenes públicos. El obrero, en cambio de su trabajo, recibe un bono de horas de trabajo; este bono es cambiable por los diversos objetos de consumo cuyo valor está marcado en horas de trabajo. Así, con un bono de diez horas podéis proporcionaros un cuarto de hora de cerillas, un cuarto de hora de hilo, media hora de jabón, un sombrero de ocho horas y lo demás en proporción.
La moneda metálica o fiduciaria, de la misma manera que el comercio, se excluyen de la sociedad futura como escorias del capitalismo burgués. De la masa de productos, sólo se hace una deducción destinada al sostenimiento de los niños y de los incapaces de trabajar, por inválidos o por viejos.
3.° Distribución de las riquezas.
El reparto de las riquezas sociales, se hace entre los trabajadores proporcionalmente al trabajo ejecutado y a los servicios prestados. Otros reformadores más humanitarios dan a cada uno, según sus necesidades, el bienestar para todos. ¿No es necesario que la sociedad regenerada sea una estancia de delicias?
4.° Consumo de las riquezas.
El consumo es absolutamente libre en lo que hace a los objetos de uso. No se tolera el testamento más que cuando versa sobre objetos de goce personal; los instrumentos de producción retornan a la colectividad. Tal es el nuevo orden económico propuesto por el colectivismo.
El poder destructivo de los doctores del socialismo contemporáneo, no deja de ejercitarse con la misma fuerza, en la esfera de los intereses civiles, morales y religiosos de la sociedad. Esto es lo que vamos a mostrar.
El socialismo y la igualdad.
El socialismo implica la igualdad más absoluta de, todos los hombres. Sin duda los socialistas no reivindican la igualdad de todos los hombres desde el punto de vista físico in concreto, porque este es un absurdo que salta a la vista; pero todos reclaman la plena igualdad de derechos.
Es una conclusión ineludible, la de que la plena igualdad de derechos in concreto, supone la igualdad absoluta de todos. Siendo el derecho concreto aquel que puede ejercitarse en determinadas condiciones y circunstancias, la absoluta igualdad de derechos concretos entraña, por el mismo hecho, la igualdad de las condiciones concretas en que se mueve la actividad de los ciudadanos.
Así, cuando los socialistas arrojan su grito de unión: «los mismos derechos y los mismos deberes para todos, abolición de toda desigualdad social o política (2), igualdad de condiciones de existencia para todos (3), igualdad absoluta de derechos, no entienden ni mucho menos la igualdad ante la ley—ante la Revolución de 1789 esta igualdad está inscrita en casi todos los códigos europeos sino que reclaman la igualdad de hecho, la igualdad real y entera de los derechos en la vida práctica.
¡Qué diferencia, en efecto, qué variedad de derechos efectivos en la vida social! Hay ricos y pobres, sabios e ignorantes, empresarios y obreros, hombres que mandan y hombres que obedecen; y a cada una de estas clases, que a su vez se ramifican en diversos grupos, corresponden derechos y deberes diferentes. Tal es, a no dudarlo, la desigualdad de derechos que el socialismo pretende nivelar.
Si los utopistas que quieren reformar el orden social, reivindicaran simplemente la igualdad de derechos de la naturaleza humana considerada in abstracto, nadie les saldría al paso. Nada más evidente que la verdad de que los derechos y los deberes esenciales de la naturaleza humana son comunes a todos los hombres; pero lo que no resulta de la igualdad de los derechos esenciales de la naturaleza humana in abstracto, es que sean los mismos, para todos, los derechos adquiridos y las condiciones de existencia.
Consecuentes con sus falsos principios, los socialistas extienden la igualdad de los derechos y de las condiciones de existencia a la familia. «La mujer, dice Babel, es dueña de su corazón y lo entrega a quien quiere. En cuanto deje de agradarle una relación, libre es de romperla y encauzar su afecto a otra parte. En el matrimonio, y fuera del matrimonio, debe colocarse frente al hombre bajo un mismo pie de igualdad» (4). Max Nordau coloca al matrimonio entre las mentiras convencionales de la civilización. El amor libre es una tesis corriente de la Revue socialiste (5). Lo importante, escribe B. Malon, es abolir radicalmente la autoridad del padre y su poder casi mayestático en la familia... ¿No son los hijos tanto como los padres? ¿Por qué mandarlos? ¿Con qué derecho? Nada de obediencia, que es incompatible con la igualdad (6).
En virtud del mismo principio igualitario, los socialistas quieren suprimir toda desigualdad en las profesiones. Por medio de la educación y de la formación unitaria, se puede, según Babel, hacer a todo el mundo igualmente apto para ejercer, cuando le toque su vez, todas las funciones sociales. Por otra parte, la alta cultura literaria y científica será accesible a todos. ¿No nos presenta un escritor socialista a un herrero colectivista del porvenir, interrumpiendo el movimiento acompasado de su martillo para leer una oda de Horacio o una égloga de Virgilio? (7) Y B. Malón ¿no declara que, en la sociedad nueva, el trabajo será una distracción higiénica, un deber claramente aceptado adonde se irá en amigable procesión, con música y bandera a la cabeza como a una fiesta, dejándose llevar por un sentimiento a la vez afectuoso y social? (8) De hecho, en el país de la utopía no tiene uno nada por qué sorprenderse.
En el programa colectivista, ¿tiene la libertad mejor suerte que la igualdad?
El socialismo y la libertad.—Si se ha de creer a los doctores del nuevo orden social, el colectivismo será el reino de la libertad pura; de él se desterrará toda opresión; nada de patronos ni de amos; la autoridad será reemplazada por la libertad contractual. He ahí promesas que nada cuestan a sus autores. La realidad es que, en la sociedad colectivista, el individuo no posee otros derechos que los que la colectividad tenga a bien reconocerle o concederle; la verdad es que la sociedad está armada de un poder discrecional sobre el individuo, del cual, ante todo, reclama sus servicios para la obra de la producción. En el fondo, el ideal social de los reformistas difiere poco del régimen de los trabajos forzosos.
Por otra parte, a la puerta de este presidio, es preciso abandonar toda esperanza, porque hay que deshacerse de la religión.
El socialismo y la religión (9).-Para el socialista demócrata, toda la vida humana se halla contenida en los límites del mundo terrestre. Para él, no existe el más allá. Esta afirmación frecuentemente explícita y formal en boca de los jefes del socialismo, se halla oculta en el programa colectivista oficial. Despojada de frases huecas y de afirmaciones sonoras, la religión del demócrata socialista se reduce a estos elementos: Dios es el Estado popular democrático; el fin último, los goces terrestres, el decálogo, los derechos del hombre y el culto social, la producción.
El leader del colectivismo francés, Jaurés, ¿no ha declarado en la Cámara de diputados que la religión es «una vieja canción, un hábito y no una creencia?» (10) Otro diputado socialista, Julio Guesde, ha hecho en varias ocasiones profesión pública de ateísmo. En la Revue Socialiste el Doctor Pioger y el Doctor Delon sostienen el más crudo materialismo.
¿No ha declarado fríamente en la tribuna del parlamento alemán, Bebel, el jefe autorizado del socialismo democrático: «en materia de religión, nosotros somos ateos»? ¿No abandona, con Reine, «el cielo a los ángeles y a los gorriones»? ¿No afirma que, convencido de que el cielo está sobre la tierra y que morir es sinónimo de concluir, cada cual se verá conducido a vivir en conformidad- a las exigencias de la, naturaleza (11)? Schäffle ¿no ha referido la doctrina socialista a esos tres dogmas: ateísmo en religión, republicanismo democrático en el Estado y colectivismo en economía política (12)? «Como socialistas, decía en Gante M. Fontaine, queremos el anonadamiento de toda religión y de toda Iglesia.» «Es preciso, clamaba en Basilea el socialista Cholein, derribar definitivamente a Dios, si es que queremos levantar la humanidad.» Y el Travaillear beige: «La idea de Dios es inmoral, absolutamente contraria a todo progreso; es preciso que caiga el catolicismo. Hay que ahogar al papismo en el fango. Si no descatolizáis a Francia no habréis hecho nada. ¡Guerra a Dios! El progreso estriba en esto.»
¿Cuál es la fuente de esos monstruosos errores? Como hace notar muy bien Claudio Januet, «uno de los rasgos salientes del movimiento científico contemporáneo es el que haya penetrado en la economía social la teoría de la evolución» (13). En Francia el colectivismo se inspira en la evolución materialista. En Alemania, los fundadores del socialismo científico se habían iniciado en las universidades, en la evolución idealista. Al transformar las nociones jurídicas morales y económicas en simples cate yacías históricas o en productos de la idea, la filosofía de Hegel había preparado los espíritus para el transporte a la economía social de los dogmas del evolucionismo (14).
Acabamos de exponer las doctrinas colectivistas; no es necesario un largo examen para adquirir la certidumbre de que son las antípodas de la tesis liberal; y, sin embargo, estudiándolas atentamente, se percibe más de un punto de contacto entre el liberalismo económico y el socialismo.
(1) Leroy-Beaulieu, le Collectivisme.—Dr. Julio Wolf.—Socialimus und Kapitalistische Gesellschaftsordnung.- Steccanella, S. J., Del Comunismo --Cirilo Van Oververgh, Caracteres generaux du socialisme scientifique.
(2) Programa de Gotha.
(3) Bebel, la Mujer,--Stern, Thesen über den socialismos, p. 19.
(4) La Mujer.
(5) La Monogamie et l' Union libre, Mayo de 1894, p. 535 y sig. - Benito Malon, Précis du socialisme, liv. V, ch. XXI. --Engels, El origen de la familia.
(6) Le Socialisme integral.
(7) Jeannin, Egoisme et Missere, p. 90.
(8) Précis du Socialisime, p. 317.
(9) Winterer, Le Socialisme contemporain, p. 29 y sig.
(10) Discurso del 21 de Noviembre de 1893.
(11) Unsere Ziele, p. 38. --La Mujer.
(12) Aussichtslosigkeit der Socialdemokratie, p. 3.
(13) Le Socialisme d'Etat, ch. I.
(14) Sobre la influencia del hegelianismo en el socialismo alemán, véase Rae, Il socialismo contemporaneo, p. 120.—Stimmen, t. XLI, 1891, p. 245 y sig.—J. Bourdeau, le Parti de la Democratie sociale en Allemagne (Revue des Deux Mondes, 1.º de Marzo y 15 de Abril de 1891). Funk-Brentano, Sophistes allemands et Nihilistes russes.