La economía política es una ciencia.—En las consideraciones que preceden hemos supuesto que la economía social es una ciencia. ¿Es legítima esta suposición? La economía política ¿tiene derecho al título y dignidad de ciencia? Seguramente, porque presenta una serie de conclusiones rigurosas, deducidas de principios ciertos, y expone las leyes generales de un objeto determinado. Como hace notar muy bien M. Charles Périn, en el orden económico, donde en un principio no se veía más que variedad, divergencia y confusión, se comprueba la universalidad y la persistencia de ciertos hechos que, evidentemente, responden a leyes generales. De estos hechos persistentes, los unos se deben a la misma constitución de la persona humana, los otros a la disposición de las fuerzas en el mundo exterior. El trabajo, agente necesario de toda producción, los límites asignados por la naturaleza al poder de los agentes físicos que el trabajo emplea, la natural preocupación de todo trabajador de obtener el mayor resultado posible con el menor esfuerzo posible, el incremento de fecundidad que el trabajo recibe en la mayor parte de sus aplicaciones cuando se halla convenientemente dividido; todos estos hechos y otros muchos, indican claramente que el orden económico está fundado en bases fijas y obedece a leyes generales (1).
La economía política, ciencia práctica.—La economía es una ciencia; pero ¿dónde se la debe colocar, entre las ciencias especulativas o entre las prácticas? Para resolver esta cuestión tenemos que advertir previamente que la ciencia o el arte pueden tomarse en dos sentidos: subjetiva u objetivamente.
La ciencia objetiva, no es otra cosa que un conjunto de verdades o de leyes sobre un asunto dado; la ciencia subjetiva es el conocimiento que se posee de estas verdades o de estas leyes.
Recordemos también la distinción fundamental de lo verdadero y de lo bueno magistralmente opuesta por Santo Tomás en estos términos: «El objeto de una facultad apetitiva puede ser lo verdadero en tanto sea considerado como bien; por ejemplo, cuando alguien desea conocer la verdad. Así, el objeto de la inteligencia práctica es el bien, en vista de la acción considerada como verdad. Como la inteligencia especulativa, la inteligencia práctica conoce lo verdadero, pero ordena a la acción la verdad conocida» (2).
De ahí esta conclusión: la verdad es el fin común de toda ciencia; pero, para cada una de ellas, existe, además, un fin práctico, esto es, un bien espiritual o temporal que puede procurarse por esta ciencia. Es una verdad incontestable que hay una distinción entre las ciencias teóricas y las prácticas; pero esta distinción no se halla en modo alguno fundada en el fin extrínseco hacia el cual 4el sabio dirige esta ciencia, sino más bien en el objeto propio, o mejor todavía, sobre una manera de ser del objeto de esta ciencia.
Una ciencia puede considerar el ser real en sí mismo ens reale (das Sciende in sich, como dice Stóckl) o bien obrarlo el ser moral (das Handeln) (3). En el primer caso la ciencia es especulativa, práctica en el segundo. La ciencia práctica se refiere, pues, a la inteligencia, y a la voluntad; a la inteligencia, porque su objeto es una verdad; a la voluntad, porque esta verdad es un querer y un obrar (4).
Apliquemos estas consideraciones a nuestro asunto. ¿No considera la economía política a la riqueza como un medio de satisfacer las necesidades del hombre y de la sociedad? ¿No estudia la riqueza social, no solamente en sus elementos abstractos, trascendentes y meramente especulativos, sino sobre todo en sus relaciones con el hombre en la producción, la distribución y el consumo de la riqueza? Tiene por objeto inmediato la libre actividad del hombre en la persecución de los bienes materiales. ¿No son esos los caracteres de una ciencia completamente práctica?
«La riqueza, dice el sabio economista católico M. Perin (5), es cosa esencialmente relativa al hombre; no tiene valor sino en tanto que ayuda a éste a cumplir su destino». La ciencia pura de la riquezala economía pura—no será, pues, la ciencia real y completa de la economía política, como tampoco la anatomía y la fisiología son la ciencia real y completa de la medicina. Es una verdad incontestable la de que la economía encuentra en su camino varias nociones o teorías abstractas, como las del valor del cambio y del crédito; pero no por eso deja de ser menos cierto, que estas mismas teorías se estudian para el fin principal de la ciencia económica, fin práctico entre todos. Esto es lo que ha notado muy bien M. Ott. «La economía social entera es una ciencia práctica porque concierne a una de las ramas de la actividad humana; y las ideas abstractas de que, como todas las ciencias, hace uso, no pueden alterar en nada su naturaleza fundamental» (6).
1. Doctrines économiques.
2. Summ. Theol., I. p., q. 79 a. 11 ad. 2.—Conf. q. 14 a. 16.
3. Lehrbuch der Philosophie, p. 4. § 5.
4. Devas, Groundworks, apéndice A.
5. Doctrines économiques.
6.Traité d'économie sociale, t I, 27.Worms, La Sciencie et l'Art en économie.