¿Qué es un organismo? ¿Qué es, pues, un organismo? Nadie niega que la constitución propia de los cuerpos vivientes esté organizada. ¿Qué vemos en un cuerpo viviente? Desde luego partes heterogéneas dotadas de actividad: células, tejidos y aparatos muy diversos. Sin embargo, considerando la cosa de más cerca, vemos que el carácter propio de la constitución orgánica no consiste, en modo alguno, en la heterogeneidad de actividades elementales que se agreguen numéricamente, porque una máquina, por ejemplo, un aparato eléctrico, contiene muy frecuentemente acciones auxiliares, físicas y químicas, acciones que seguramente son heterogéneas. ¿Cuál es, pues, el carácter dominante de una estructura orgánica, aquel mediante el cual pueda distinguirse con facilidad el organismo del mecanismo? Helo aquí: en un organismo las diversas partes tienen una actividad propia, autónoma; están subordinadas entre sí, unidas por un principio directivo de orden superior que forman un todo armónico y concurren al bien común de ese todo.
Considerad el cuerpo humano: la mano, el pie, el hígado, el estómago, el corazón y los demás órganos tienen su función distinta; están unidos en conformidad a una ley de armonía, se prestan mutuo concurso y contribuyen en su esfera respectiva al bien y a la prosperidad de todo el cuerpo. Por el contrario, en un mecanismo no se encuentra actividad específica y autónoma, consistiendo el papel de cada parte únicamente en recibir y transmitir un impulso, un movimiento venido del exterior. «El organismo, nos dice el P. Liberatore (1), difiere del mecanismo en que este último toma una materia absolutamente inerte y la dispone hábilmente, pero sin producir un movimiento que una fuerza particular imprime a todo el aparato; el otro, por el contrario, se compone de partes dotadas de una estructura particular que se mueven con fuerza propia en la órbita de su acción. Así, en el cuerpo humano, la cabeza no reivindica el oficio de los demás miembros, sino que los guía y los gobierna para el bien de todo el cuerpo.»
Estas consideraciones nos suministran los dos rasgos característicos del organismo: actividades propias y específicas; unión de esas acciones en y para el todo, esto es, el cuerpo. Apliquemos a la sociedad estos dos caracteres.
El organismo social. ¿Se halla compuesta la sociedad de grupos heterogéneos con derechos propios, un modo de actividad distinto y una autonomía relativa? Después de lo arriba dicho, la respuesta no es dudosa. Las familias, los municipios y las clases, ¿tienen derechos e intereses especiales e independientes del Estado? Estas diversas partes independientes, ¿están ligadas por un principio de unidad? ¿Tienden armónicamente a un fin común, el bonun commune de la sociedad? Esto es lo que hemos demostrado en varias ocasiones, y puesto que esto es así, se impone una conclusión: la sociedad se compone de partes heterogéneas que, dotadas de una cierta autonomía, gozan de una actividad propia, están unidas para el bien común del todo. Eso es lo que llamamos un organismo moral (2). Como hace notar M. Ch. Périn, «todas las funciones particulares en que se distribuye la actividad social se reunen para formar, por la asistencia mutua, la vida común y completa de un pueblo. Así, no sin razón, se ha comparado a la sociedad con un organismo que vive y se mueve por la fuerza de un principio interno de unidad que liga sus partes unas con otras» (3).
No digais que esta concepción de la sociedad es nueva, todavía fresca, importada de los países de más allá piel Rhin, pues en muchos pasajes la expone Aristóteles, la adopta Santo Tomás (4) y sus comentadores, y la reproducen los filósofos católicos (5). León XIII la trae a cuento en los pasajes de la Encíclica De Rerum novarum, donde alude al cuerpo y a los miembros de la sociedad, al cuerpo social, etc. Habiendo sido atacada con rudeza por varios escritores modernos (6) esta teoría de la, sociedad-organismo, es muy importante precisar con cuidado su significación. Por de pronto la sociedad no es un organismo físico, un organismo fisiológico que ejerza acciones propiamente vitales. La sociedad es un organismo moral, porque presenta varios rasgos de semejanza con el organismo físico y eso que respecto de éste, presenta numerosas divergencias (7). Me explicaré: La unidad del todo, de las partes heterogéneas y autónomas, la acción armónica de las partes en interés del cuerpo; he ahí los tres puntos de semejanza entre los dos organismos. Pero se marcan con mucha precisión las divergencias. En el organismo fisiológico la unidad es física, moral en el organismo social; en el primero la autonomía de las partes no es más que aparente, pues el principio vital es la fuente única de la vida de los órganos y es real en el segundo. En el cuerpo viviente los miembros existen enteramente para el cuerpo, su actividad se halla orientada directamente al bien común; por el contrario, en el organismo moral las diferentes partes tienen un fin particular, existen independientemente de la colectividad y no concurren sino indirectamente al bien común del cuerpo social.
Apurando más la analogía entre los dos organismos, los socialistas han sacado la conclusión de que el individuo tiene frente al Estado deberes y no derechos, y que depende de la colectividad como la molécula del cuerpo viviente. Eso es confundir el organismo moral con el organismo físico. Ese mismo sofisma ha conducido a otros escritores a una conclusión opuesta. Se llaman órganos, así razonan, ciertas partes del ser viviente de estructura y de función propias, que tienen por primer principio de su creación el mismo principio vital y, por fin directo, el bienestar del ser total; luego, la familia y las asociaciones no son los órganos de la sociedad. La única conclusión que fluye lógicamente de esta definición, es que la sociedad no es un organismo físico y fisiológico. También se dice: la policía, el ejército y la magistratura; he ahí verdaderos órganos porque no existen más que para la sociedad; reciben su dirección de la autoridad suprema y concurren directamente al bien común. Pero precisamente porque la policía y el ejército reciben directamente su impulso del Estado, porque no tienen actividad inmanente, es por lo que no son en sentido preciso, órganos de la sociedad. La policía, el ejército y los funcionarios concurren directamente al bien común de la sociedad; he ahí por qué son instrumentos puestos por la sociedad en manos del Estado. La administración es un tipo acabado de un mecanismo automático, inerte e irresponsable, que distribuye hasta las extremidades del cuerpo social el impulso que parte del motor central.
(1) Institutiones Eticae et Juris naturolis, p. 2, cap II, art. 4, prop. 3.
(2) H. Pesch, Die sociale Frage VIII, Heft págs. 46 y 57. Weiss. Sociale Frage und sociale Ordnung, p. 539 y sig. y 259 y sig. - Costa Rossetti, Philosophie moralis, p. 834. Meyer, Die Sociale Frage, I. Heft, p. 42 y sig.
(3) Premiers principes d'écon. polit., p. 138.
(4) DeRegiminePrincipum, lib. I, cap. I. Summ. Theol., 1:a, p. q. 60, a. 5.
(5) Habría precisión de citar los nombres de todos los profesores de filosofía católica que han publicado sus cursos. Cons. la excelente obra de Santa María de Paredes, El Organismo social.
(6) Conferences d'Etudes sociales de Notre Dame-du-Haut-Mont, 1894, n. 3, p. 67 y sig.
(7) P. Vicent, Socialismo y Anarquismo, p. 76-78.