Si ha de juzgase por el número de las obras, grandes o pequeñas, importantes o mediocres, que aparecen cada año, por las discusiones severas o apasionadas suscitadas en los Parlamentos de los diversos países, por los congresos nacionales o internacionales, por las agrupaciones y asociaciones de toda especie que se multiplican en Francia y en el extranjero, no han perdido su actualidad los problemas de economía social. Esta circunstancia, añadida a la benévola acogida que tuvo este Curso de economía social, me han determinado a dar a luz una segunda edición, revisada y corregida del mismo.
Al rehacer mi trabajo, he tenido en cuenta las observaciones y las críticas que se me han hecho, tanto en la prensa como de una manera privada. Me complazco en reconocer que la mayor parte de ellas eran juiciosas y fundadas, así como también que he tenido mucho gusto en hacerlas justicia, en la medida de mis fuerzas.
No se han cambiado en esta nueva edición ni el objeto ni el plan general ni el método de la anterior, sino que permanecen en conformidad con el verdadero papel de la economía social, que no se contenta con exponer las leyes abstractas de la riqueza en un estado ideal, ni con acumular documentos, cifras y estadísticas, sino que establece principios, busca conclusiones y traza las reglas de la prosperidad material, subordinada al progreso intelectual y moral de la nación.
Siendo mi empeño el hacer una obra útil; he sacado de aquí y de allá detalles superfluos, controversias anticuadas, estadísticas envejecidas; por otra parte, a causa de la importancia especialísima que posee en el orden social y económico, me ha parecido necesario completar la cuestión del derecho de propiedad. De diversas partes se me ha señalado la ausencia de la teoría de la moneda y la discusión del problema monetario. Se ha colmado este vacío. En las filas de la escuela católica se señala por su ardor, así como también por los ataques de que es objeto, un partido joven que combate bajo la bandera de la democracia cristiana. A ese partido se le consagra un título especial.
A pesar de mi buena voluntad y de mis cuidados diligentes, mi trabajo, tengo clara conciencia de ello, está lleno de imperfecciones. Ruego a mis lectores me las perdonen y me ayuden en la tarea de hacerlas desaparecer, Partícipe o no de las ideas que expongo, nadie tendrá inconveniente en convenir que este es un libro de buena fe.
Angers 8 de Septiembre de 1898.