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Krugman, Paul: "El monento de la verdad" en Textos Selectos de EUMEDNET. Accesible a texto completo en http://www.eumed.net/textos/08/krugman-verdad.htm
El mes pasado, cuando el Departamento del Tesoro [Ministerio de
Hacienda] estadounidense permitió que Lehman Brothers quebrase,
escribí que Henry Paulson, el secretario del Tesoro, estaba jugando
a la ruleta rusa financiera. Sin duda, había una bala en la
recámara: la quiebra de Lehman hizo que la crisis financiera
mundial, ya grave de por sí, empeorase, mucho, mucho más.
Las consecuencias de la caída de Lehman quedaron de manifiesto en
cuestión de días, pero los principales actores políticos han
desperdiciado en buena medida las pasadas cuatro semanas. Ahora han
llegado al momento de la verdad: más les vale hacer algo rápido -de
hecho, más les vale anunciar un plan coordinado de rescate este fin
de semana- o la economía mundial podría sufrir su peor recesión
desde la Gran Depresión.
Hablemos de dónde nos encontramos en estos momentos. La crisis
actual comenzó con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que causó
una morosidad hipotecaria generalizada y, por lo tanto, grandes
pérdidas en muchas instituciones financieras. La crisis inicial se
ha visto agravada por los efectos secundarios al verse forzados los
bancos a reducir su actividad por falta de capital, lo cual ha
inducido una caída aún mayor del precio de los activos, y a su vez
ha provocado pérdidas todavía mayores, y así sucesivamente, o sea,
un círculo vicioso de desapalancamiento. La pérdida generalizada de
confianza en los bancos, incluso por parte de otros bancos, ha
reforzado este círculo vicioso.
La espiral descendente se aceleró después de la caída de Lehman. Los
mercados de capital, que ya lo estaban pasando mal, se cerraron a
efectos prácticos; uno de los chistes que circulan por ahí es que
ahora mismo lo único que la gente quiere comprar son bonos del
Tesoro y agua embotellada.
La respuesta a esta espiral descendente por parte de las dos grandes
potencias monetarias mundiales, Estados Unidos y los 15 países que
utilizan el euro, ha sido lamentablemente inadecuada.
Europa, que carece de un gobierno único, ha sido incapaz de trabajar
unida; cada país ha ido inventándose su propia política, con escasa
coordinación, y las propuestas para responder con una sola voz no
han llevado a ninguna parte.
Estados Unidos debería de haber estado en una posición mucho más
fuerte. Y cuando Paulson anunció su enorme plan de rescate hubo una
breve oleada de optimismo. Pero rápidamente quedó claro que el plan
adolecía de una falta crítica de claridad intelectual. El secretario
del Tesoro propuso gastar 511.000 millones de euros en "activos
problemáticos", valores hipotecarios tóxicos, de las entidades
financieras, pero no logró explicar de qué manera resolvería esto la
crisis.
Muchos economistas coinciden en que lo que debería haber propuesto
Paulson, en cambio, es una inyección directa de capital en las
empresas financieras: el Gobierno estadounidense proporcionaría así
a las instituciones financieras el capital necesario para funcionar,
para de este modo frenar la espiral descendente, a cambio de una
participación. Cuando el Congreso modificó el plan de Paulson,
introdujo disposiciones que hacían posible, pero no obligatoria, una
inyección de capital de este tipo. Y hasta hace dos días, el
secretario del Tesoro seguía negándose en redondo a hacer lo
correcto.
Pero el pasado miércoles el Gobierno británico, haciendo gala de la
lucidez de pensamiento que se ha echado en falta a este lado del
charco, anunció un plan para proporcionar a los bancos un capital
nuevo de 62.000 millones de euros. Es decir, el equivalente, si se
tiene en cuenta el tamaño de la economía del Reino Unido, a un plan
de 368.000 millones de euros en Estados Unidos; además de numerosas
garantías para las transacciones financieras interbancarias. Y ahora
los responsables del Tesoro estadounidense dicen que piensan hacer
algo parecido, utilizando la autoridad de que no querían disponer,
pero que el Congreso les ha otorgado de todas las maneras.
La cuestión ahora es si estos pasos son demasiado cortos y se han
dado demasiado tarde. Creo que no, aunque será muy alarmante si pasa
este fin de semana sin que se haya anunciado con credibilidad un
nuevo plan de rescate en el que participe no sólo Estados Unidos
sino todos los actores importantes.
¿Por qué necesitamos la cooperación internacional? Porque tenemos un
sistema financiero globalizado en el que una crisis que empezó con
una burbuja en los chalés de Florida y las McMansiones de California
ha causado una catástrofe monetaria en Islandia. Estamos juntos en
esto y necesitamos una solución compartida.
¿Por qué es necesario que se lleve a cabo este fin de semana? Porque
resulta que en Washington han tenido lugar dos reuniones
importantes: una, el viernes, de altos cargos financieros de las
principales naciones avanzadas, y tras ella la reunión anual del
Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, el sábado y
hoy domingo. Si estas reuniones acaban sin que se llegue por lo
menos a un principio de acuerdo sobre un plan de rescate mundial -si
todo el mundo se va a casa sin más que vagas declaraciones de que
piensan controlar la situación-, se habrá dejado pasar una
oportunidad de oro, y la espiral descendente podría fácilmente
empeorar todavía más.
¿Qué se debería hacer? Estados Unidos y Europa deberían limitarse a
decir: "Sí, primer ministro". El plan británico no es perfecto, sin
embargo, los economistas están en su mayoría de acuerdo en que
representa, con creces, el mejor modelo para un rescate más amplio.
Y el momento de actuar es ahora. Puede que piensen que las cosas no
pueden empeorar más, pero sí que pueden, y si no se hace nada en los
próximos días, lo harán. -