Textos selectos de Econom�a y Sociedad

 

Brev�sima relaci�n de la destruici�n de las Indias, colegida por el obispo don fray Bartolom� de Las Casas o Casaus, de la orden de Santo Domingo, a�o 1552

DE LOS GRANDES REINOS Y GRANDES PROVINCIAS DEL PER�

En el a�o de mil e quinientos e treinta y uno fu� otro tirano grande con cierta gente a los reinos del Per�, donde entrando con el t�tulo e intenci�n e con los principios que los otros todos pasados (porque era uno de los que se hab�an m�s ejercitado e m�s tiempo en todas las crueldades y estragos que en la tierra firme desde el a�o de mil e quinientos y diez se hab�an hecho), cresci� en crueldades y matanzas y robos, sin fee ni verdad, destruyendo pueblos, apocando, matando las gentes dellos e siendo causa de tan grandes males que han sucedido en aquellas tierras, que bien somos ciertos que nadie bastar� a referirlos y encarecerlos, hasta que los veamos y conozcamos claros el d�a del Juicio; y de algunos que quer�a referir la deformidad y calidades y circunstancias que los afean y agravian, verdaderamente yo no podr� ni sabr� encarecer.

En su infelice entrada mat� y destruy� algunos pueblos e les rob� mucha cantidad de oro. En una isla que est� cerca de las mesmas provincias, que se llama Pugna, muy poblada e graciosa, e rescibi�ndole el se�or y gente della como a �ngeles del cielo, y despu�s de seis meses habi�ndoles comido todos sus bastimentos, y de nuevo descubri�ndoles los trojes del trigo que ten�an para s� e sus mujeres e hijos los tiempos de seca y est�riles, y ofreci�ndoselas con muchas l�grimas que las gastasen e comiesen a su voluntad, el pago que les dieron a la fin fu� que los metieron a espada y alancearon mucha cantidad de gentes dellas, y los que pudieron tomar a vida hicieron esclavos con grandes y se�aladas crueldades otras que en ellas hicieron, dejando casi despoblada la dicha isla.

De all� vanse a la provincia de Tumbala, ques en la tierra firme, e matan y destruyen cuantos pudieron. Y porque de sus espantosas y horribles obras hu�an todas las gentes, dec�an que se alzaban e que eran rebeldes al rey. Ten�a este tirano esta industria: que a los que ped�a y otros que ven�an a dalles presentes de oro y plata y de lo que ten�an, dec�ales que trujesen m�s, hasta que �l v�a que o no ten�an m�s o no tra�an m�s, y entonces dec�a que los resceb�a por vasallos de los reyes de Espa�a y abraz�balos y hac�a tocar dos trompetas que ten�a, d�ndoles a entender que desde en adelante no les hab�an de tomar m�s ni hacerles mal alguno, teniendo por l�cito todo lo que les robaba y le daban por miedo de las abominables nuevas que de �l o�an antes que �l los recibiese so el amparo y protecti�n del rey; como si despu�s de rescebidos debajo de la protecci�n real no los oprimiesen, robasen, asolasen y destruyesen y �l no los hubiera as� destru�do.

Pocos d�as despu�s, viniendo el rey universal y emperador de aquellos reinos, que se llam� Atabaliba, con mucha gente desnuda y con sus armas de burla, no sabiendo c�mo cortaban las espadas y her�an las lanzas y c�mo corr�an los caballos, e qui�n eran los espa�oles (que si los demonios tuvieren oro, los acometer�n para se lo robar), lleg� al lugar donde ellos estaban, diciendo: "�D�nde est�n esos espa�oles? Salgan ac�, que no me mudar� de aqu� hasta que me satisfagan de mis vasallos que me han muerto, y pueblos que me han despoblado, e riquezas que me han robado". Salieron a �l, mat�ronle infinitas gentes, prendi�ronle su persona, que ven�a en unas andas, y despu�s de preso tractan con �l que se rescatase: promete de dar cuatro millones de castellanos y da quince, y ellos prom�tenle de soltarle; pero al fin, no guard�ndole la fee ni verdad (como nunca en las Indias con los indios por los espa�oles se ha guardado), lev�ntanle que por su mandado se juntaba gente, y �l responde que en toda la tierra no se mov�a una hoja de un �rbol sin su voluntad: que si gente se juntase creyesen que �l la mandaba juntar, y que presto estaba, que lo matasen. No obstante todo esto, lo condenaron a quemar vivo, aunque despu�s rogaron algunos al capit�n que lo ahogasen, y ahogado lo quemaron. Sabido por �l, dijo: "Por qu� me quem�is, qu� os he hecho? �No me prometistes de soltar d�ndoos el oro? �No os di m�s de lo que os promet�? Pues que as� lo quer�is, env�ame a vuestro rey de Espa�a", e otras muchas cosas que dijo para gran confusi�n y detestaci�n de la gran injusticia de los espa�oles; y en fin lo quemaron.

Consid�rese aqu� la justicia e t�tulo desta guerra; la prisi�n deste se�or e la sentencia y ejecuci�n de su muerte, y la cosciencia con que tienen aquellos tiranos tan grandes tesoros como en aquellos reinos a aquel rey tan grande e a otros infinitos se�ores e particulares robaron.

De infinitas haza�as se�aladas en maldad y crueldad, en estirpaci�n de aquellas gentes, cometidas por los que se llaman cristianos, quiero aqu� referir algunas pocas que un fraile de Sant Francisco a los principios vido, y las firm� de su nombre enviando traslados por aquellas partes y otros a estos reinos de Castilla, e yo tengo en mi poder un traslado con su propia firma, en el cual dice as�:

"Yo, fray Marcos de Niza, de la orden de Sant Francisco, comisario sobre los frailes de la mesma orden en las provincias del Per�, que fu� de los primeros religiosos que con los primeros cristianos entraron en las dichas provincias, digo dando testimonio verdadero de algunas cosas que yo con mis ojos vi en aquella tierra, mayormente cerca del tractamiento y conquistas hechas a los naturales. Primeramente, yo soy testigo de vista y por experiencia cierta conosc� y alcanc� que aquellos indios del Per� es la gente m�s ben�vola que entre indios se ha visto, y allegada e amiga a los cristianos. Y vi que aqu�llos daban a los espa�oles en abundancia oro y plata e piedras preciosas y todo cuanto les ped�an que ellos ten�an, e todo buen servicio, e nunca los indios salieron de guerra sino de paz, mientras no les dieron ocasi�n con los malos tractamientos e crueldades, antes los resceb�an con toda benevolencia y honor en los pueblos a los espa�oles, d�ndoles comidas e cuantos esclavos y esclavas ped�an para servicio.

"�tem, soy testigo e doy testimonio que sin dar causa ni ocasi�n aquellos indios a los espa�oles, luego que entraron en sus tierras, despu�s de haber dado el mayor cacique Atabaliba m�s de dos millones de oro a los espa�oles, y habi�ndoles dado toda la tierra en su poder sin resistencia, luego quemaron al dicho Atabaliba, que era se�or de toda la tierra, y en pos d�l quemaron vivo a su capit�n general Cochilimaca, el cual hab�a venido de paz al gobernador con otros principales. Asimesmo, despu�s d�stos dende a pocos d�as quemaron a Chamba, otro se�or muy principal de la provincia de Quito, sin culpa ni haber hecho por qu�.

"Asimesmo quemaron a Chapera, se�or de los canarios, injustamente. Asimesmo a Luis, gran se�or de los que hab�a en Quito, quemaron los pies e le dieron otros muchos tormentos porque dijese d�nde estaba el oro de Atabaliba, del cual tesoro (como pareci�) no sab�a �l nada. Asimesmo quemaron en Quito a Cozopanga, gobernador que era de todas las provincias de Quito. El cual, por ciertos requerimientos que le hizo Sebasti�n de Benalc�zar, capit�n del gobernador, vino de paz, y porque no di� tanto oro como le ped�an, lo quemaron con otros muchos caciques e principales. Y a lo que yo pude entender su intento de los espa�oles era que no quedase se�or en toda la tierra.

"�tem, que los espa�oles recogieron mucho n�mero de indios y los encerraron en tres casas grandes, cuantos en ellas cupieron, e peg�ronles fuego y quem�ronlos a todos sin hacer la menor cosa contra espa�ol ni dar la menor causa. Y acaesci� all� que un cl�rigo que se llama Oca�a sac� un muchacho del fuego en que se quemaba, y vino all� otro espa�ol y tom�selo de las manos y lo ech� en medio de las llamas, donde se hizo ceniza con los dem�s. El cual dicho espa�ol que as� hab�a echado en el fuego al indio, aquel mesmo d�a, volviendo al real, cay� s�bitamente muerto en el camino e yo fu� de parecer que no lo enterrasen.

"�tem, yo afirmo que yo mesmo vi ante mis ojos a los espa�oles cortar manos, narices y orejas a indios e indias sin prop�sito, sino porque se les antojaba hacerlo, y en tantos lugares y partes que ser�a largo de contar. E yo vi que los espa�oles les echaban perros a los indios para que los hiciesen pedazos, e los vi as� aperrear a muy muchos. Asimesmo vi yo quemar tantas casas e pueblos, que no sabr�a decir el n�mero seg�n eran muchos. Asimesmo es verdad que tomaban ni�os de teta por los brazos y los echaban arrojadizos cuanto pod�an, e otros desafueros y crueldades sin prop�sito, que me pon�an espanto, con otras innumerables que vi que ser�an largas de contar.

"�tem, vi que llamaban a los caciques e principales indios que viniesen de paz seguramente e prometi�ndoles seguro, y en llegando luego los quemaban. Y en mi presencia quemaron dos: el uno en And�n y el otro en Tumbala, e no fu� parte para se lo estorbar que no los quemasen, con cuanto les prediqu�. E seg�n Dios e mi conciencia, en cuanto yo puedo alcanzar, no por otra causa sino por estos malos tractamientos, como claro parece a todos, se alzaron y levantaron los indios del Per�, y con mucha causa que se les ha dado. Porque ninguna verdad les han tractado, ni palabra guardado, sino que contra toda raz�n e injusticia, tiranamente los han destru�do con toda la tierra, haci�ndoles tales obras que han determinado antes de morir que semejantes obras sufrir.

"�tem, digo que por la relaci�n de los indios hay mucho m�s oro escondido que manifestado, el cual, por las injusticias e crueldades que los espa�oles hicieron no lo han querido descubrir, ni lo descubrir�n mientras rescibieren tales tractamientos, antes querr�n morir como los pasados. En lo cual Dios Nuestro Se�or ha sido mucho ofendido e su Majestad muy deservido y defraudado en perder tal tierra que pod�a dar buenamente de comer a toda Castilla, la cual ser� harto dificultosa y costosa, a mi ver, de la recuperar".

Todas estas son sus palabras del dicho religioso, formales, y vienen tambi�n firmadas del obispo de M�jico, dando testimonio de que todo esto afirmaba el dicho padre fray Marcos.

Hase de considerar aqu� lo que este Padre dice que vido, porque fu� cincuenta o cien leguas de tierra, y ha nueve o diez a�os, porque era a los principios, e hab�a muy pocos que al sonido del oro fueran cuatro y cinco mil espa�oles y se extendieron por muchos y grandes reinos y provincias m�s de quinientas y setecientas leguas, que las tienen todas asoladas, perpetrando las dichas obras y otras m�s fieras y crueles. Verdaderamente, desde entonces ac� hasta hoy m�s de mil veces m�s se ha destru�do y asolado de �nimas que las que han contado, y con menos temor de Dios y del rey e piedad, han destru�do grand�sima parte del linaje humano. M�s faltan y han muerto de aquellos reinos hasta hoy (e que hoy tambi�n los matan) en obra de diez a�os, de cuatro cuentos de �nimas.

Pocos d�as ha que aca�averearon y mataron una gran reina, mujer del Inga, el que qued� por rey de aquellos reinos, al cual los cristianos, por sus tiran�as, poniendo las manos en �l, lo hicieron alzar y est� alzado. Y tomaron a la reina su mujer y contra toda justicia y raz�n la mataron (y aun dicen que estaba pre�ada) solamente por dar dolor a su marido.

Si se hubiesen de contar las particulares crueldades y matanzas que los cristianos en aquellos reinos del Per� han cometido e cada d�a hoy cometen, sin dubda ninguna ser�an espantables y tantas que todo lo que hemos dicho de las otras partes se escureciese y paresciese poco, seg�n la cantidad y gravedad dellas.


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