DE LAS PROVINCIAS DE LA TIERRA FIRME POR LA PARTE QUE SE LLAMA LA FLORIDA
A estas provincias han ido tres tiranos en diversos tiempos, desde el a�o de mil e quinientos y diez o de once, a hacer las obras que los otros e los dos dellos en las otras partes de las Indias han cometido, por subir a estados desproporcionados de su merescimiento, con la sangre e perdici�n de aquellos sus pr�jimos. Y todos tres han muerto mala muerte, con destruci�n de sus personas e casas que hab�an edificado de sangre de hombres en otro tiempo pasado, como yo soy testigo de todos tres, y su memoria est� ya ra�da de la haz de la tierra, como si no hubieran por esta vida pasado. Dejaron toda la tierra escandalizada e puesta en la infamia y horror de su nombre con algunas matanzas que hicieron, pero no muchas, porque los mat� Dios antes que m�s hiciesen, porque les ten�a guardado para all� el castigo de los males que yo s� e vide que en otras partes de las Indias hab�an perpetrado.
El cuarto tirano fu� agora postreramente, el a�o de mil y quinientos e treinta y ocho, muy de prop�sito e con mucho aparejo; ha tres a�os que no saben d�l ni parece: somos ciertos que luego en entrando hizo crueldades y luego desapareci�, e que si es vivo �l y su gente, que en estos tres a�os ha destru�do grandes e muchas gentes si por donde fu� las hall�, porque es de los marcados y experimentados e de los que m�s da�os y males y destruiciones de muchas provincias e reinos con otros sus compa�eros ha hecho. Pero m�s creemos que le ha dado Dios el fin que a los otros ha dado.
Despu�s de tres o cuatro a�os de escrito lo susodicho, salieron de la tierra Florida el resto de los tiranos que fu� con aqueste tirano mayor que muerto dejaron; de los cuales supimos las inauditas crueldades y maldades que all� en vida, principalmente d�l y despu�s de su infelice muerte los inhumanos hombres en aquellos innocentes y a nadie da�osos indios perpetraron; porque no saliese falso lo que arriba yo hab�a adivinado. Y son tantas, que afirmaron la regla que arriba al principio pusimos: que cuanto m�s proced�an en descubrir y destrozar y perder gentes y tierras, tanto m�s se�aladas crueldades e iniquidades contra Dios y sus pr�jimos perpetraban. Estamos enhastiados de contar tantas e tan execrables y horribles e sangrientas obras, no de hombres, sino de bestias fieras, e por eso no he querido detenerme en contar m�s de las siguientes.
Hallaron grandes poblaciones de gentes muy bien dispuestas, cuerdas, pol�ticas y bien ordenadas. Hac�an en ellos grandes matanzas (como suelen) para entra�ar su miedo en los corazones de aquellas gentes. Aflig�anlos y mat�banlos con echarles cargas como a bestias. Cuando alguno cansaba o desmayaba, por no desensartar de la cadena donde los llevaban en colleras otros que estaban antes de aqu�l, cort�banle la cabeza por el pescuezo e ca�a el cuerpo a una parte y la cabeza a otra, como de otras partes arriba contamos.
Entrando en un pueblo donde los rescibieron con alegr�a e les dieron de comer hasta hartar e m�s de seiscientos indios para ac�milas de sus cargas e servicio de sus caballos, salidos de los tiranos, vuelve un capit�n deudo del tirano mayor a robar todo el pueblo estando seguros, e mat� a lanzadas al se�or rey de la tierra e hizo otras crueldades. En otro pueblo grande, porque les pareci� que estaban un poco los vecinos d�l m�s recatados por las infames y horribles obras que hab�an o�do dellos, metieron a espada y lanza chicos y grandes, ni�os y viejos, s�bditos y se�ores, que no perdonaron a nadie.
A mucho n�mero de indios, en especial a m�s de docientos juntos (seg�n se dice), que enviaron a llamar de cierto pueblo, o ellos vinieron de su voluntad, hizo cortar el tirano mayor desde las narices con los labios hasta la barba todas las caras, dej�ndolas rasas; y as�, con aquella l�stima y dolor e amargura, corriendo sangre, los enviaron a que llevasen las nuevas de las obras y milagros que hac�an aquellos predicadores de la santa fe cat�lica bautizados. J�zguese agora qu� tales estar�n aquellas gentes, cu�nto amor tern�n a los cristianos y c�mo creer�n ser el Dios que tienen bueno e justo, y la ley e religi�n que profesan y de que se jactan, inmaculada. Grand�simas y estra��simas son las maldades que all� cometieron aquellos infelices hombres, hijos de perdici�n. Y as�, el m�s infelice capit�n muri� como malaventurado, sin confesi�n, e no dudamos sino que fu� sepultado en los infiernos, si quiz� Dios ocultamente no le provey�, seg�n su divina misericordia e no seg�n los dem�ritos d�l, por tan execrables maldades.
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Brev�sima relaci�n de la destruici�n de las
Indias
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