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Aproximaci�n al concepto del Derecho desde la perspectiva tri�dica: Descripci�n de su estructura, su din�mica y su finalidad

Sebastiao Batista
 

Segunda Parte - Desarrollo del marco te�rico

 

5 El paradigma tri�dico en el campo de los sistemas jur�dicos

La cultura de la humanidad es producto del modo c�mo el hombre ha usado su mente, es decir, c�mo ha usado sus procesos mentales a lo largo de la historia. En cada momento hist�rico hubo hegemon�a de una cultura inherente a un conjunto de procesos mentales propios. Primero fueron hegem�nicos los procesos pr�cticos, inherentes a una cultura operativa y pragm�tica, con car�cter de agresividad y fuerza, adecuado a un �estado de guerra de todos contra todos�, seg�n el modelo presentado por Hobbes1. Conforme a la teor�a de la evoluci�n, esto es lo que sigue ocurriendo entre los animales de la selva2. Ultrapasada esa cultura de la guerra, emergieron los procesos creadores de lo sagrado con sus doctrinas civilizadoras, sus corolarios morales, mandamientos y c�digos sagrados. Por otra parte, con la ilustraci�n, comienzo de la edad moderna, del protestantismo y de la expansi�n de la cultura anglosajona, tuvieron hegemon�a los procesos l�gicos inherentes a la cultura de la raz�n, con car�cter investigador y ordenador de las leyes cient�ficas y jur�dicas. En cambio, al final de la edad moderna, reaparecieron y recobraron hegemon�a los procesos mentales o modos de ser inherentes a la cultura pragm�tica, con su tradicional modo de imponer un orden social dado por medio de la violencia e irracionalidad, independiente de la ley o �tica3. Estos procesos y respectivas culturas pueden representarse esquematicamente as�:

 

 

Por otra parte, debe considerarse que el pensamiento humano, en general, y la ciencia, en particular, son productos de la experiencia humana acumulada, dependientes de muchos hechos accidentales, actitudes equivocadas y actitudes cr�ticas o planeadas, que permiten aprender de los errores, corregirlos y superarlos seg�n nuevas hip�tesis4 y paradigmas. Sobre todo su evoluci�n es c�clica y recurrente, y est� sometida a determinaciones externas de la cultura, de la sociedad, de la historia, etc., y especialmente sometida a determinaciones intr�nsecas al propio pensamiento y a la ciencia, que son sus principios organizadores, sus paradigmas, sus creencias, sus modelos explicativos del mundo, que gobiernan y controlan, de forma imperativa y prohibitiva, la l�gica de los discursos, pensamientos, teor�as y pr�cticas5.

 

En esta perspectiva, el hombre es parte del universo y de la ciencia, raz�n por la que no es neutral y objetivo en sus investigaciones. No es �l un observador o actor externo que ordena y sistematiza datos inconexos, sino que construye modelos y paradigmas sobre restricciones, extrapolaciones e hip�tesis con sus tres procesos mentales cargados de elementos subjetivos6 y de modos de percepci�n e interpretaci�n del mundo que le sean m�s favorables. Por otro lado, del mismo modo que elabora la racionalidad cient�fica tambi�n construye y estructura las racionalidades morales y pragm�ticas alrededor de  determinados paradigmas7.

 

En cuanto a la multiplicidad de perspectivas, en torno a las que los paradigmas se estructuran, se encuentran fundamentalmente tres, que son, en sentido amplio, las que corresponden a las percepciones o visiones de mundo inherentes a los procesos de la cultura: pragm�tica, m�stica y racional. Seg�n el modo de conjugarlas - o si se considera una de esas aislada -, se estructuran los principales paradigmas o las principales cosmovisiones, que delimitan y balizan los modos de percepci�n, comprensi�n y actuaci�n del hombre en el mundo, o bien estructura su modo de sentir, pensar y actuar en el mundo.

 

En la hip�tesis de �nica perspectiva de percepci�n, que adem�s viene aislada y sin cualquier interacci�n con otras, se obtiene una visi�n mon�dica, que es la que percibe, teoriza y act�a en la realidad desde un enfoque unidimensional, o a partir de una referencia �nica, de la cual resulta una percepci�n, una explicaci�n o una experiencia excluyente8 de otras posibilidades simult�neas en competencia o en cooperaci�n.

 

                                        

 

Si se enfoca desde la perspectiva racional, cient�fica, s�lo se considera lo que pasa por los criterios y c�nones de los m�todos y l�gicas oficiales9. Seg�n este enfoque, no se admiten otros conocimientos que no sean adquiridos por los m�todos racionales.  En esta perspectiva, el conocimiento se resume a lo que proviene de la ciencia, pertinente a los procesamientos mentales l�gicos, y niega la existencia o la posibilidad de conocer todo lo que no est� bajo su dominio. Por esto pone al margen todo el conocimiento y la toda realidad que no se encaje en su estructura l�gica o que no cumpla sus criterios[1].  Sus m�s expresivas defensas se encuentran en las escuelas del positivismo o neopositivismo, en contra especialmente de todo lo que tiene car�cter metaf�sico. Por estos c�nones se representan los paradigmas de las ciencias positivas, de la f�sica cl�sica, de las especializaciones del conocimiento, etc11.

 

En este sentido, tambi�n resulta unidimensional o mon�dica la perspectiva funcional, pragm�tica o utilitaria, cuando se abstiene de reflexiones abstractas y de fundamentos morales para la consecuci�n de sus fines. Ser� unilateral o mon�dica si sus fundamentos se reducen a uno de estos aspectos, o bien si sus criterios se resumen al inter�s por resultados o por la utilidad12.

 

Lo pr�ctico, en general, se refiere a lo que efectivamente se lleva o puede llevarse a cabo en el terreno de la realidad, o aquello cuyo fin es llegar a ser en el orden de lo real y no algo meramente ideal; sin embargo, en este campo, a veces, tambi�n se juega con lo �til, y se habla de la inutilidad de las teor�as, de la �tica, de la moral, etc13.

 

De la misma manera, resulta mon�dica la perspectiva de percepci�n de la realidad desde un enfoque exclusivamente intuicionista, sentimental, moral o m�stico, alejada de suficientes razonamientos y praxis14. As�, tambi�n resulta reduccionista y unidimensional.

 

En la visi�n mon�dica, resultante del enfoque unidimensional, la percepci�n de la realidad suele presentarse con car�cter de universalidad y necesidad, independiente de variaciones de contextos. Como se trata de enfoque unidimensional, de ah� resulta una �nica percepci�n posible, que se impone como excluyente, inmutable y verdad absoluta. Se fundamenta en la raz�n15, en la creencia (mito, fe)16 o en la pr�ctica (procesos)17. Cualquier de estos fundamentos, cuando se adopta excluyendo otras posibilidades, rechaza todo lo que no satisfaga a los criterios establecidos en su perspectiva. Por esto limita, arbitrariamente, el conocimiento y la acci�n a sus dominios y establece orden �nico, excluyente y sectario. Se trata de un enfoque que representa parte de la realidad como si fuera la totalidad, por esto la distorsiona y la reduce.

 

El conocimiento en perspectiva mon�dica resulta del pensamiento lineal y se realiza en plano �nico, independientemente de las interconexiones necesarias en otros planos. Establece v�nculos exclusivos y necesarios como los de causa-efecto, sujeto-objeto, etc. Su car�cter lineal le impide abarcar  estructuras complejas. Por su condici�n de pensamiento unidimensional, excluyente y reduccionista, las diferencias o variaciones de percepci�n, interpretaci�n o conducta deben ser rechazadas, puesto que en otras dimensiones, planos o perspectivas son patol�gicas y contrarias a sus criterios. Ante esto, se concluye que se trata de un paradigma que no tiene estructura y complejidad suficiente para percibir, interpretar y actuar en realidades con m�s de una dimensi�n. Con un enfoque as�, cuando una dimensi�n de la realidad se revela, las dem�s se ocultan, puesto que no se permite que diferentes perspectivas coexistan. El orden conocido se desvanece si se cambia de perspectiva, puesto que la verdad reside en �nico plano o dimensi�n y se sostiene en la creencia de que las cosas son absolutas en el mundo objetivo y que se las conoce directamente y en su totalidad si son aisladas o separadas de las relaciones con las dem�s. Se encuadra exclusivamente en la l�gica cl�sica, donde cada proposici�n s�lo tiene un valor: verdadero o falso, sin posibilidad de relacionar o agregar elementos de otras dimensiones del mismo sistema que permitir�an respuestas diferentes18.

 

As� pues, desde una percepci�n e interpretaci�n mon�dica de la naturaleza - del orden natural de las cosas - y del orden social, en un ambiente cultural del subgrupo social dominante, se crearon innumerables variantes del Derecho natural, del derecho positivo o bien del derecho consuetudinario, con  absoluta unilateralidad y parcialidad de la responsabilidad o imputabilidad del sujeto individual o colectivo; todas las dem�s circunstancias y relaciones complementarias no son m�s que efectos o atenuantes colaterales.

 

Por otro lado, en la segunda perspectiva, est� la percepci�n di�dica, la que, alej�ndose de la supremac�a del orden est�tico, inmutable y absoluto, se vuelve al din�mico, al cambio y al transitorio, y se apoya en la contradicci�n o complementariedad de las partes, a pares, que van en confrontaci�n o separadas en polos opuestos. En esta perspectiva, la dimensi�n operativa o la de relaci�n de partes recibe m�s �nfasis. As�, desde las grandes esferas de la realidad, la espiritual y la material, hasta las m�s diminutas, todo tiene su par: ricos y pobres, capital y trabajo, ciencia y religi�n, buenos y malos, epistemolog�a y fe, forma y contenido, ciencia y tecnolog�a, te�rico y pr�ctico, subjetivo y objetivo, productor y consumidor, p�blico y privado, etc. Y todo se desarrolla hac�a un lado o, al rev�s, hacia su negaci�n, seg�n el modo de percepci�n di�dico que se adopte. Hay siempre dos valores y dos fuerzas que bajo diversos matices determinan la identidad del ser19.

 

Para Bachelard, que comenta la epistemolog�a no-cartesiana, el hombre, en su esfuerzo de cultura cient�fica, se apoya en dos actitudes filos�ficas fundamentales, asociadas al esp�ritu cient�fico moderno. Son dos metaf�sicas contradictorias, a las que, bajo las etiquetas cl�sicas, se denomina racionalismo y realismo. Ellas presentan dos aspectos igualmente necesarios, uno subjetivo y otro objetivo, dado que no es posible prescindir o cambiar las leyes del esp�ritu o las leyes del mundo natural. Con esto se debe respetar la extra�a ambig�edad que exige que todo el pensamiento cient�fico se interprete a la vez en el lenguaje racionalista y en el lenguaje realista. Con este nuevo esp�ritu cient�fico se sustituye la intuici�n de la doctrina de las naturalezas simples y absolutas por un estudio discursivo que realiza una especie de dualidad fundamental. As�, todas las nociones de base pueden de alg�n modo ser desdobladas y marginadas por nociones complementarias, que llevan por tanto a una especie de ambig�edad esencial en la base de la descripci�n cient�fica. Esta epistemolog�a perturba el car�cter inmediato de la evidencia cartesiana, puesto que ning�n m�todo unidimensional, sea racional sea experimental, garantiza la fecundidad del proceso cient�fico20. Ya no se puede ser realista o racionalista. Para el sabio, el Ser no se capta en un bloque ni por la experiencia ni por la raz�n. Es preciso, pues, que la epistemolog�a se encargue de la s�ntesis m�s o menos m�vil de la raz�n y de la experiencia21.

 

                            

 

Por otro lado, para Lefebvre, la l�gica dial�ctica (refiri�ndose a la dial�ctica di�dica) a�ade a la antigua l�gica la idea de las transiciones, de los desarrollos, del �enlace interno y necesario� de las partes en el todo. Muestra, a la vez, el enlace, su necesidad y �el origen inmanente de las diferencias�. Afirma, con Lenin, que la dial�ctica muestra la l�gica interna objetiva del desarrollo y la lucha de las diferencias polarizadas. As�, de la l�gica formal dependen las relaciones abstractas y generales, como inclusi�n-exclusi�n, y de la l�gica dial�ctica dependen las relaciones duales y m�s concretas, como reciprocidad, complementariedad, doble determinaci�n, y tambi�n recurrencia, simetr�a, repetici�n y diferencia, etc22.

 

Aunque la humanidad se haya dado cuenta de la d�ade, de la interdependencia, la complementariedad m�nima de dos lados, partes o actores, las nociones de Justicia y de Derecho a�n no han asimilado eso en su filosof�a y en su pr�ctica legislativa o judiciaria. Todo sigue mon�dico, a excepci�n de las conciliaciones con o sin mediaci�n; ah� las dos partes desisten de llevar la disputa hasta el extremo de �todo o nada� y aceptan un acuerdo en que las dos partes pierden y ganan dentro de los l�mites de proporcionalidad.

 

Sin embargo, en la percepci�n de la realidad conforme los c�nones o procesos inherentes a las tres culturas, simult�neamente, o en la perspectiva que la considera con tres partes y tres fuerzas elementales entrelazadas y posicionadas o en cooperaci�n y oposici�n, �jugando dos contra una�, es decir, dos en cooperaci�n y una en oposici�n o dos en oposici�n y una en cooperaci�n, se tiene una din�mica tri�dica. Esas tr�adas componen estructuras, sistemas y cadenas de sistemas que se repiten en distintos niveles de complejidad.

 

Cuadro de texto:

 

 

 

 

En la f�sica cu�ntica se adopta un paradigma tri�dico. Gell-mann, en sus planteamientos, lo plantea todo en �tr�adas23. En el marco del paradigma de la f�sica cu�ntica, la realidad se define como momentos de estructuras tri�dicas de part�culas interconectadas componiendo un conjunto estructural superior, seg�n el principio de la incertidumbre y ante la presencia de la ley de convertibilidad de la energ�a, seg�n la cual la materia, como masa, puede transformarse en energ�a y viceversa a lo largo de cualquier escala o cadena sist�mica24. As�, v.g., se tiene una cadena como la de los quarks, protones, neutrones, �tomos, mol�culas, c�lulas, organismos o materias m�s complejas que convierten en sistemas menos complejos de energ�a �l�quida� o desmaterializada etc. As�, la energ�a tri�dica, como sustancia b�sica de la materia, de las cosas y del todo, en su estructura y movimiento, es tomada como paradigma para la interpretaci�n de toda la realidad. Las ciencias han estado reflexionando  durante la �ltima mitad del siglo XIX y todo el siglo XX sobre la interpretaci�n de la realidad seg�n esos dos principios:

 

           - todo est� en permanente co-evoluci�n sist�mica;

- todo obedece a un patr�n o molde tri�dico en su composici�n e

  interacciones de supervivencia, reproducci�n y convivencia.

 

Por eso se han integrado, cada vez m�s, la F�sica con la Qu�mica y la Biolog�a, bajo el t�tulo general de Teor�a de los Sistemas Din�micos, conocida tambi�n como Teor�a del Caos, cuya aplicaci�n pr�ctica se presenta en la ecolog�a, ambientalismo, econom�a, sicolog�a, etc. Con fundamento en estos nuevos descubrimientos, tambi�n las corrientes de la ciencia jur�dica y de la filosof�a del derecho tendr�n que revisar sus fundamentos.

 

En el caso que ahora se presenta, se trata de un paradigma que unifica y relaciona tri�dicamente aspectos o elementos de la realidad antes tratados separadamente, tanto con relaci�n a los aspectos de la estructura, como del movimiento y del fin de las cosas. En este supuesto, se afirma que en los debates �ticos, por ende en los debates jur�dicos, las ciencias positivas tambi�n pueden presentar valiosos elementos de percepci�n, interpretaci�n y actuaci�n, especialmente modelos de coherencia para sus paradigmas, que �no s�lo pueden aclarar, sino que hoy no se concibe un debate �tico que no se apoye en resultados cient�ficos25.

 

En el debate sobre el orden jur�dico-social vigente predomina el paradigma mon�dico, donde reinan disociados e irreconciliables los imperios del racionalismo, del realismo y del iusnaturalismo, cada cual intentando argumentar, respectivamente, por medio de la raz�n, de la fuerza o de la creencia y mito, y excluir los dem�s aspectos de las diversas esferas de los ordenamientos nacionales o internacionales26.

 

La escasa distribuci�n y garant�a de bienes satisfactorios y condiciones elementales en el campo de las tres culturas (educaci�n, ciencia y ley; bienes materiales; espiritualidad, disfrute y felicidad) entre los part�cipes de una sociedad indica que la ordenaci�n y ejecuci�n del ordenamiento jur�dico se orientan por un modelo mon�dico, que representa el pensamiento y las demandas dominantes (y excluyentes) de un grupo, en detrimento del pensamiento y de las demandas sociales de los dem�s. Las consecuencias de la adopci�n de un ordenamiento jur�dico seg�n un paradigma mon�dico, basado en la percepci�n unilateral de la realidad, son, entre otras, la intolerancia, la segregaci�n, el fundamentalismo religioso o pol�tico, el totalitarismo y el despotismo, el imperialismo, el monopolio econ�mico, la concentraci�n de riqueza y poder para unos y la miseria para otros, etc.

 

Como alternativa al paradigma mon�dico concentrador de poder y riqueza, especialmente en contraposici�n al pensamiento �nico y a favor de la diversidad de posiciones y de conocimiento, an�lisis y cr�tica del sistema social, o para dividir el poder, el siglo XX hab�a adoptado el paradigma di�dico o marxista para gran parte de la humanidad. Pero tampoco ha tra�do respuestas adecuadas a las necesidades sociales. Las altas tensiones entre las partes antag�nicas no permiten s�ntesis aceptables, por eso se vuelve al monismo y a la exclusi�n de una de las partes y a la posici�n o verdad del m�s fuerte. Conlleva, entonces, el dualismo a una dicotom�a insuperable, que divide la realidad en dos partes antag�nicas, irreconciliables e incapaces de cooperaci�n, donde la s�ntesis es la sumisi�n m�xima para una y el poder m�ximo para la otra. Adem�s de que sigue siendo un paradigma excluyente, reduccionista y mutilante, por no admitir en un mismo contexto o nivel de realidad otra afirmaci�n que no sea la oficial y su negaci�n. Le falta, por lo menos, otro elemento que pueda ejercer la funci�n de mediador.

 

Por otro lado, la realidad, ya se sabe, en diferentes momentos de su estructura comporta antagonismos complementarios que no se pueden traducir por contradicci�n. M�s bien es una invitaci�n al pensamiento complejo, capaz de absorber las aparentes contradicciones e incertidumbres. �No se trata de tolerar blandamente la contradicci�n, ni siquiera de esperar que un nuevo progreso cognitivo la haga desaparecer, se trata de servirse de ella para reactivar y complejizar el pensamiento. Hace falta un pensamiento que sepa tratar, interrogar, eliminar, salvaguardar las contradicciones. Esa es la tarea del pensamiento complejo27.

 

Por esto se afirma la necesidad de un paradigma capaz de romper los estrechos l�mites mon�dicos del objeto jur�dico y reubicarlo e integrarlo en la din�mica tri�dica efectiva de la realidad con su correspondiente representaci�n formal tri�dica, sin mutilarlo en su naturaleza racional, trascendente y pragm�tica, puesto que el Derecho lleva en s� una estructura cognoscible, una esencia trascendente y una relaci�n constitutiva en el espacio/tiempo.

 

Con referencia al pensamiento l�gico/anal�tico, m�s identificado con el cerebro izquierdo, lo que precisamente lo constituye son los v�nculos que relacionan las cosas con todo lo dem�s, por el principio de la no-contradicci�n y por el principio de la identidad. Seg�n el primero,  puesto que �A es A�, �A es no-B�; o conforme el segundo, A es m�s A, cuanto m�s se identifica consigo mismo. Por el primero solo se puede identificar algo si se consigue diferenciarlo de todo lo dem�s; por el segundo s�lo se puede diferenciarlo si se consigue identificarlo mostrando que no es como todos los dem�s28. Pero la identificaci�n implica la relaci�n y la diferenciaci�n. Se identifica relacionando y diferenciando elementos de una misma o diferente categor�a o sistema. As�, el tercer elemento no es propiamente excluido sino mediata o inmediatamente relacionado. Seg�n el orden o las relaciones establecidas, factores componentes adquieren mayor o menor (o ning�n) peso en la identidad, calificando o descalificando un ente para determinados fines en un contexto. Son las funciones elementales del pensamiento l�gico. Los conceptos, razones, juicios, resultan de este proceso recurrente de identificaci�n, relaci�n y diferenciaci�n.

 

Por su parte, la historia del pensamiento sint�tico/intuitivo, m�s relacionado con el cerebro derecho, en la comunicaci�n de las experiencias humanas al margen de las leyes f�sicas, l�gicas, y del mundo visible y material, est� llena de registros del pensamiento apoyado en la percepci�n tridimensional de la realidad. Esa intuici�n se manifiesta con toda claridad en las m�s expresivas doctrinas religiosas, que retratan la constituci�n ternaria del hombre (cuerpo, alma y esp�ritu) y del universo (mundo divino, humano y natural) y revelan lo absoluto en su naturaleza unitri�dica. En la enc�clica �Fides et Ratio - La fe y la Raz�n�29, por ejemplo, el Sumo Pont�fice Juan Pablo II ense�a que en el camino de la doctrina cristiana, �la fe y la raz�n (fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el esp�ritu humano se eleva hacia la contemplaci�n de la verdad... El fin �ltimo de la existencia personal, pues, es objeto de estudio tanto de la filosof�a como de la teolog�a. Ambos, aunque con medios y contenidos diversos, miran hacia este sendero de la vida` (Sal 16[15]11), que, como nos dice la fe, tiene su meta �ltima en el gozo pleno y duradero de la contemplaci�n del Dios Uno y Trino�.  En esta doctrina, se ve, con claridad, rasgos del pensamiento tri�dico.

 

Tambi�n la l�gica de la ciencia y tecnolog�a de este nuevo siglo exige un pensamiento complejo. En las palabras de Hawking, en la mec�nica cu�ntica �se basa casi toda la ciencia y la tecnolog�a modernas. Gobierna el comportamiento de los transistores y de los circuitos integrados, que son los componentes esenciales de los aparatos electr�nicos, tales como televisores y ordenadores, y tambi�n es la base de la qu�mica y la biolog�a modernas30.

 

Para Gregori, seg�n el paradigma dial�ctico tri�dico, la realidad es una red de siste�mas en la que se efect�an permanentemente transformaciones energ�ticas, de la cual todos participan. Se trata de una transformaci�n evolutiva recurrente y diferen�ciadora (como entre hijos, padres y ancestros), en ciclos plausibles o probabil�s�ticos, que pueden moverse en cualquier direcci�n y en secuencias regula�res o ca�ticas. Es una red que tiene auto-movimiento tri�dico, formando ciclos y secuencias de juegos unitri�dicos diversos y con diferentes apariencias, como manifestaciones de un gran juego tri�dico universal. Cada sistema y toda la red tienen capacidad de feedback, que es la capacidad de informarse intuitiva y l�gicamente para conseguir autorregulaci�n y autoconducci�n en la b�squeda por supervivencia y reproducci�n, entre otras metas espec�ficas, seg�n el grado de complejidad de cada sistema31.

 

En este sentido, seg�n distintos puntos de vista y en todos los niveles de la realidad, la energ�a se manifiesta siempre en una triple estructura o unidad tri�dica, sea cuando se manifiesta en forma pura (energ�a cu�ntica), material (minerales, vegetales y animales), no�nica (mental: conciencia, pensamientos y emociones), econ�mico-social (productos, monedas, servicios), como tambi�n en forma gregaria (organizaciones, instituciones, pol�tica) o teleol�gica (ideales, metas, utop�as), etc.

 

De hecho, la realidad no es una unidad perfecta, ni se compone de unidades perfectas, o tampoco una pluralidad aleatoria e incomunicable, por eso el paradigma dial�ctico tri�dico permite comprenderla con amplitud y profundidad. Es pues, la realidad, seg�n este paradigma, una relaci�n constitutiva de sistemas que componen nuevas unidades en la diversidad y en otros niveles. Cada sistema se constituye en un nudo de una red de relaciones de varios nudos que en la tr�ada componen nuevos sistemas en una din�mica de probabilidad.

 

La conformaci�n e interacci�n de las tres fuerzas de un sistema en competencia y cooperaci�n constituye una realidad unitri�dica. Su estructura se manifiesta ya desde la naturaleza tripartita de la energ�a, conforme a la teor�a de los quark-lepton, y se hace presente en todos los niveles de la organizaci�n de los sistemas. Son tres tendencias, tres fuerzas o tres cargas de energ�a que componen la unidad. De ah� el unitri�dico. En cuanto a las cargas, se denominan: positiva, negativa y neutra; en cuanto a las direcciones: derecha, izquierda y centro; o bien: neguentrop�a, entrop�a y home�stasis; con relaci�n a los quarks: up, down y strange, y a�n top, bottom y charm32.

 

En el fondo, todo sistema resulta de la interacci�n o tensi�n de tres componentes; por esto se le llama tambi�n juego tri�dico. Es un concepto m�s amplio que el de dial�ctica de dos lados o juego di�dico, que a su vez es m�s amplio que el concepto mon�dico, en el cual ocurre la percepci�n de una sola cosa cada vez. Cuando se toman dos lados a la vez, en contradicci�n o competencia, se est� usando un paradigma di�dico. Y cuando se toma un s�lo lado o aspecto cada vez, sin relacionarlo con sus complementarios (concurrente y cooperativo), se tiene un �paradigma mon�dico�.

 

El juego tri�dico resulta del estado de tensi�n entre los componentes de un sistema, y puede ser en el sentido de interacci�n, composici�n, cooperaci�n, neguentrop�a, choque, competencia, entrop�a, movimiento pendular, circulatorio  u ondulatorio, para transformar, extinguir o perfeccionar el sistema. Es una relaci�n constitutiva de partes entrelazadas en un sistema en evoluci�n o involuci�n. La relaci�n puede ser interna, entre sus componentes, o externa con otros sistemas.

 

 

 

El movimiento puede ser hacia el grado m�s alto de organizaci�n y complejidad o en direcci�n a la desintegraci�n del sistema. Cuando es en direcci�n ascendente, hacia el perfeccionamiento, lo absoluto, se debe a la fuerza neguentr�pica y cuando es en direcci�n descendente, hacia la destrucci�n, la negaci�n o muerte del sistema, se debe a la fuerza entr�pica. La oscilaci�n alrededor del punto medio, resultante de la atracci�n de los polos opuestos, es la home�stasis o porporcionalidad entre los extremos. Esto significa que las partes est�n en permanente movimiento oscilatorio adaptativo, pero siempre dentro de los l�mites y proporciones que garanticen las identidades y las diferenciaciones. Informa Gregori que la home�stasis no significa igualdad entre masas, fuerzas, cargas, velocidades, etc. de los elementos integrantes de un sistema. M�s bien significa proporcionalidad (que supone la diferenciaci�n y la jerarquizaci�n) entre los elementos que se equilibran en todo momento entre s� y con el medio ambiente33.

 

En su trabajo de sistematizaci�n del lenguaje tri�dico, preexistente en diferentes campos de conocimientos, Gregori propone, como denominador  com�n de las tres fuerzas, clases, o subgrupos interactuantes en todas las ciencias sociales y humanas,  las siguientes denominaciones:

 

- lado o subgrupo oficial para el que est� en la posici�n superior, de dominio, de mando y direcci�n; es el due�o de la situaci�n y est� direccionado por la inteligencia operacional, buscando primac�a para la riqueza y el poder.

 

- lado o subgrupo anti-oficial para el que est� en contra del primero,  en posici�n divergente, digresiva, transgresora; manteni�ndolo de esa forma despierto, actuante, renovado; es el competidor, el cr�tico y est� direccionado por la inteligencia racional, buscando primac�a para la raz�n y la verdad,.

 

- y lado o subgrupo oscilante para el que est� disponible para cualquiera de los anteriores, porque es neutral, centrista, subordinado, con poca auto conducci�n pero que sirve de equilibrio y base de subsistencia de los subgrupos oficial y antioficial, cooperando a veces con uno, otras veces con otro, seg�n sus conveniencias; est� dirigido por la inteligencia  emocional del cerebro derecho buscando primac�a para el amor, el reconocimiento, el goce34.

 

                

 

El lado oficial es el que domina el sistema. Es el organizador y coordinador interno; es el conductor del sistema para la neguentrop�a o para la entrop�a. El lado antioficial representa sentido y fuerza divergentes, creando o manteniendo la tensi�n necesaria al sistema para renovarse. El lado oscilante es el que se adhiere tanto al oficial como al antioficial, seg�n las leyes de gravedad tri�dica; es el estabilizador o moderador de las tendencias opuestas de los otros dos lados35.

 

Para el paradigma dial�ctico tri�dico, la interacci�n ocurre siempre entre los tres lados en su b�squeda incesante de bienes satisfactorios de sus necesidades de supervivencia, reproducci�n, informaci�n y convivencia. Una representaci�n sumaria de las necesidades y sus satisfactorios se puede hacer alrededor de los tres cerebros:

 

                

 

El forcejeo por la b�squeda de satisfactorios entre los subgrupos humanos (en la familia, en la empresa, en la sociedad nacional e internacional) adem�s de incesante es maximocr�tico, es decir, con car�cter de concentraci�n monopol�stico, insaciable, infinito... En las teor�as tradicionales del derecho, de la pol�tica, de la econom�a, etc., ese car�cter se interpreta, eufemisticamente, como escasez. En realidad, cada subgrupo maneja un arsenal de medios para imponerse al m�ximo a sus competidores, con innumerables estrategias y t�cticas para maximizar sus ganancias. Este  fen�meno se reduce a los juegos de competencia/cooperaci�n36.

 

La competencia puede darse entre el antioficial y el oficial ante la cooperaci�n del oscilante con el oficial, produciendo as� la estabilidad del sistema; o puede darse la cooperaci�n del oscilante con el subgrupo antioficial, en contra del oficial, produciendo as� las huelgas, revoluciones o medios de presi�n contra el sistema; o tambi�n puede darse la cooperaci�n (o complicidad) entre el antioficial y el oficial,  en las escasas ocasiones en que el oscilante se ponga en contra de los otros dos, convirti�ndose en antioficial, fen�meno conocido como desobediencia civil o anarquismo (negaci�n del poder y del orden establecido), mientras no sea reprimido.

 

Lo peor y lo mejor - negativo/positivo del juego de los tres subgrupos - se puede presentar como en el cuadro siguiente37:

 

SUBGRUPO ANTIOFICIAL:

Revolucionario, disidente,  he-  reje, invasor o competidor econ�mico.

META: cambio, renovaci�n, substituci�n del oficial con ayuda de los oscilantes.

 

 

SUBGRUPO OFICIAL:

Dominante, hegem�nico - sa- cro, socialista o neoliberal pol�tico y econ�mico.

META: mantenerse en el poder, liberarse de los antioficiales y depredar a los oscilantes.

COMUNICACION t�ctica

VERBAL Y NO-VERBAL (estrategia de despiste):

Concientizaci�n, cr�tica, de- nuncia, duplipensar, ret�rica brillante y virulenta, pasi�n por el debate sin fin, predicaci�n mesi�nica a favor de los pobres y de la justicia.

 

SUBGRUPO OSCILANTE

populacho capitalista, socialista y sacro (fieles).

META: unidad, amor, paz.

COMUNICACION t�ctica

VERBAL Y NO-VERBAL: (despiste): explicaciones mito- l�gicas, m�gicas, sagradas, familiares. Uso de slogans y proverbios.

COMUNICACION t�ctica

VERBAL Y NO-VERBAL

(despiste): simular virtudes de civismo y bien com�n. Autocanonizaci�n, solemnidad. Fuente exclusiva de la verdad mon�dica  (unipensar).

Ritual�smo del poder y discursos despistadores con ma�a sin fin.

COMUNICACION FACTUAL (estrategias para ganar):

Asociaci�n, sindicatos, rei- vindicaciones, marchas,

Huelgas, tumultos,

Clandestinidad, terrorismo,

Guerrilla, revoluci�n.

COMUNICACI�N FACTUAL

(estrategias para ganar):

Inconsciencia y conformismo de v�ctima aliada su verdugo. Traficar peque�as  ventajas,  suavizar los  extremos. Centrismo pol�tico.

COMUNICACION FACTUAL

(estrategias para ganar): Uso de la burocracia, la ley,  la cooptaci�n, el control de la informaci�n, del dinero, de los empleos, de los favores notariales. Clientelismo. Alian zas de pa�ses hegem�nicos.

 

Por otro lado, a continuaci�n se presentan las caracter�sticas inherentes a los subgrupos positivos o proporcionales.

Cuadro de texto:

 

 

 

 

 

 

 
 

En cambio, la supervivencia de cualquier sistema u organismo depende de encontrar, conservar o mantenerse conectado a fuentes de energ�a que les abastezcan. Cualquier amenaza al suministro de lo que necesita para renovarse permanentemente y mantener su estructura u organismo vivo, o en funcionamiento, conforme a sus fines, ser� prontamente rechazada38. Cada parte dentro del mismo sistema u organismo a la vez que interact�a con las dem�s tambi�n disputa con ellas los satisfactorios de sus necesidades, a parte de que tambi�n interact�an intensamente con el ambiente a su alrededor39. En medio a la complejidad de tantas acciones, interacciones y retroacciones, surge entonces la  necesidad de mecanismos de regulaci�n de estos procesos, para que se establezcan l�mites de tensi�n y relajaci�n a los sistemas u organismos. Se trata, pues, de la home�stasis, que se constituye con los mecanismos necesarios a la manutenci�n de relativa estabilidad de sus estados internos.

 

En los sistemas sociales, los l�mites de tensi�n y forcejeo incesante  por satisfactorios necesarios a la supervivencia giran en torno a la proporcionalidad del punto de oro40. En sus proximidades se produce la homeostasis, el equilibrio del sistema. Sin embargo, cualquier desviaci�n hacia los extremos tiende a producir reacci�n y entrop�a, sea hacia la desigualdad (90% y 10%) sea hacia la igualdad (50% y 50%). A cada intervalo de distanciamiento del �punto de oro� impuesto por un lado corresponde a un grado de esfuerzo, energ�a y tiempo de reacci�n por parte del agredido para retornar al dominio del 62% y del 38 %. Cuanto m�s lejos uno logra desviar los l�mites de la proporcionalidad, en cualquier sistema o sector de la vida, sea por ley (dictadura, imperialismo, trapacer�a, etc.) sea por la fuerza (saqueo, expolio, etc.), m�s fuerte y violenta ser� la reacci�n de los dem�s para restablecerlos. La proporcionalidad, en estos t�rminos, crea condiciones e incentivos para intercambios de bienes, servicios, afectos, etc., en la sociedad, permitiendo movimiento y equilibrio en las relaciones de grupo, empresarial, nacional e internacional. El panorama puede representarse como a seguir (90/10%, l�ase: xx% de las personas con xx% de los bienes satisfactorios):

 

 

El movimiento o juego es a veces sutil, s�lo perceptible a ojos bien entrenados; otras veces es escandaloso, poni�ndose de manifiesto a los ojos de cualquiera. Pero est� siempre presente en todos los sistemas sociales.

 

Lo que hay de nuevo, sin embargo, en el an�lisis por medio del juego tri�dico, es que los l�mites y gradaciones del orden y desorden, del justo e injusto, de la violencia y de la paz, del bienestar y malestar social, etc., queden patentes, porque toma como punto de referencia el principio del proporcionalismo - secci�n �urea o punto de oro -  y no s�lo los extremos �negativo/positivo�. As�, se considera como esencia del Derecho la formulaci�n y aplicaci�n de reglas para mantener el juego de los tres subgrupos, ante los bienes satisfactorios de sus necesidades e intereses, dentro de los l�mites de proporcionalidad; y que sean lo m�s cercanas posible a las proporciones del punto de oro, con aplicaci�n de penas seg�n el grado de alejamiento de estas proporciones, para restablecimiento de la proporcionalidad del sistema.

 

Con estas proporciones, tambi�n, se debe estructurar el juego de los componentes del sistema jur�dico, en sus dimensiones anal�tico/l�gica, sint�tico/intuitiva y pragm�tico/operativa, as� como en los contenidos de lo  privado a lo p�blico, y viceversa, o de las tres culturas y de los tres poderes que las promueven y las controlan.

                    

Cuadro de texto:     REALIDAD JUR�DICA: 
TRES SUBGRUPOS, TRES CULTURAS, TRES PODERES

 

 

 

 

 


 

As�, establecido un fundamento y un paradigma para la estructuraci�n del fen�meno jur�dico, se trata, pues, de buscar un cuadro de referencia para clasificar, ordenar e integrar los diferentes factores operacionales que lo componen y convertirlo en un sistema ordenado, coherente y funcional.

 

 

5.1  Conclusiones

 El paradigma unitri�dico es un instrumento para el an�lisis y descripci�n del Derecho que permite percepci�n integradora de las dimensiones l�gico-formal, pragm�tica y moral del fen�meno jur�dico.
 
 Por medio del paradigma dial�ctico tri�dico pueden superarse las carencias y dificultades de las corrientes del pensamiento jur�dico reduccionistas o unidimensionales, que suelen trabajar desde las perspectivas de las concepciones iusnaturalistas, positivistas o sociologistas.

 

Desde perspectiva dial�ctica tri�dica pueden integrase en el orden jur�dico principios de la ciencia, de la moral y de la t�cnica y establecerse un sistema de  valores coherente con la pluralidad de culturas, de clases, de etnias, de desarrollo econ�mico, etc.


 

1 Hobbes, T. Leviat�n, Madrid 1977, Editora Nacional, p. 224.

2 Darwin, D. El origen de las Especies, Buenos Aires 1999, Errepar, pp. 82-88.

3 Gregori. W. Construcci�n Familiar-Escolar de los Tres Cerebros, Bogot� 2001, MacGraw-Hill Panamericana, p. 67;

Seg�n Harris, �el �xito de la teor�a de Darwin de la supervivencia de los m�s aptos (que llamaba selecci�n natural) increment� enormemente la popularidad del punto de vista de que la evoluci�n cultural depend�a de la evoluci�n biol�gica. Despu�s de la publicaci�n de El origen de las especies de Darwin, apareci� un movimiento conocido como darwinismo social, que se basaba en la creencia de que los progresos cultural y biol�gico depend�an del libre juego de las fuerzas competitivas en la lucha de individuo contra individuo, de naci�n contra naci�n y de raza contra raza. El darwinista social m�s influyente fue Herbert Spencer, quien lleg� a abogar por el final de todos los intentos de proporcionar caridad y auxilio a los desempleados, a las clases pobres y a las as� llamadas razas atrasadas, porque esta ayuda interferir�a en la actuaci�n de la as� llamada ley de supervivencia de los m�s aptos, y porque simplemente prolongar�a la agon�a y har�a m�s profunda la miseria de los no aptos. Spencer utiliz� el darwinismo social para justificar el sistema capitalista de libre empresa, y su influencia contin�a sinti�ndose entre los partidarios del capitalismo sin restricciones y entre los partidarios de la supremac�a de los blancos (Harris, M. Introducci�n a la antropolog�a general, Madrid 1993, Alianza, p.619).

 

4 Popper, K. Et al.  El yo y su cerebro, Barcelona, 1982, Editorial Labor, p. 166.

5 Morin, E. El M�todo IV -  Las ideas, Madrid, 1992, Edit. C�tedra, p. 27.

6 Lanceros-Mendez, S. �F�sica�, Diccionario interdisciplinar de Hermen�utica, Bilbao 1997, Universidad de Deusto, p. 195.

7 Fourez, G. La construcci�n del conocimiento cient�fico: Filosof�a y �tica de la ciencia, Madrid 1994, Editorial Narcea, p.182.

8 En realidad, esto se trata de un reduccionismo, que, en la lecci�n de Quine,  corresponde a que todo enunciado con sentido debe referirse a la experiencia inmediata. (Quine, W.V.O. Desde un punto de vista l�gico, Barcelona 1962, Ariel, p. 49). 

9 El aut�ntico conocimiento es el saber cient�fico. Seg�n Ayer, �para tener significado un enunciado debe ser o un enunciado formal, un enunciado que yo llamar�a anal�tico, o emp�ricamente contrastable, y tratar�a de derivar este principio de un an�lisis del entendimiento. Dir�a que comprender un enunciado significa saber lo que es el caso si el enunciado fuera verdadero. Saber lo que es el caso si fuera verdadero quiere decir saber qu� observaciones lo verificar�an, y esto significa, a su vez, estar dispuestos a aceptar ciertas situaciones como justificaci�n de la aceptaci�n o rechazo del enunciado en cuesti�n� (Ayer, A. J. El sentido de la vida y otros ensayos (recopilaci�n), Barcelona 1992, Pen�nsula, p. 55).

[1] Seg�n Morin, el hombre no puede verse reducido a su aspecto t�cnico de homo faber, ni a su aspecto racional�stico de homo sapiens. Hay que ver en �l tambi�n el mito, la fiesta, la danza, el canto, el �xtasis, el amor, muerte, la desmesura, la guerra [...] No deben despreciarse la afectividad, el desorden, la neurosis, la aleatoriedad. El aut�ntico hombre se halla en la dial�ctica sapiens-demens (Morin, E. El paradigma perdido: el para�so olvidado. Ensayo de bioantropolog�a. Kair�s, Barcelona 1974, p.230-35).

11 Para el C�rculo de Viena, la filosof�a debe proceder cient�ficamente, conforme el positivismo, seg�n el cual ella no investiga un campo propio de la realidad. Si se trata de una realidad emp�rica, ella se halla repartida entre las ciencias especiales; si se trata de una realidad no emp�rica, trascendente, no puede ser objeto del conocimiento. Los objetos tradicionales de la metaf�sica, un ser absoluto y tambi�n valores y normas absolutos, no pueden proporcionar un �mbito cient�fico propio, pues las cuestiones y afirmaciones relacionadas con ellos no tienen ning�n contenido objetivo; son �nicamente pseudocuestiones y pseudoproposiciones (Kraft, V. El C�rculo de Viena, Madrid 1977, Taurus, p. 204-208).

12 En el pragmatismo, afirma James, lo verdadero es s�lo lo ventajoso, de igual forma que lo justo es s�lo lo ventajoso en el modo de conducir� (James, W. El significado de la verdad, Aguilar, Buenos Aires 1980, p. 29-30). As�, el pragmatismo ser�a, pues, en primer lugar, un m�todo y, en segundo, una teor�a gen�tica de lo que se entiende por verdad (James, W. Pragmatismo, Aguilar, Buenos Aires 1973, p. 65);

13 En la opini�n de Bunge, para que el saber sea cient�fico, no basta que sea verdadero. En cambio, debe-se saber c�mo se ha llegado a saber, o a presumir, que el enunciado en cuesti�n es verdadero. Debe-se ser capaz de enumerar las operaciones (emp�ricas o racionales) por las cuales se verifica (confirma o desconfirma) de una manera objetiva, al menos en principio. Afirma: �quienes no deseen que se exija la verificabilidad del conocimiento deben abstenerse de llamar �cient�ficas� a sus propias creencias, aun cuando lleven bonitos nombres compuestos con ra�ces griegas. Se les invita cort�smente a bautizarlas con nombres m�s impresionantes, tales como reveladas, evidentes, absolutas, vitales, necesarias para la salud del Estado, indispensables para la victoria del Partido, etc�tera (Bunge M. La ciencia, su m�todo y su filosof�a, Buenos Aires 1972, Siglo Veinte, p. 62.)

14 Para Abell�n, la m�stica se puede estudiarse desde la actividad filos�fica y como una variedad muy caracter�stica y peculiar de la misma. Con Men�ndez Pelayo afirma en los siguientes t�rminos: �El m�stico, si es ortodoxo, acepta esta teolog�a [la cat�lica], la da por supuesto y base de todas sus especulaciones, pero llega m�s adelante: aspira a la posesi�n de Dios por uni�n de amor y procede como si Dios y el alma estuviesen solos en el mundo. Este es el misticismo como estado del alma, y su virtud es tan poderosa y fecunda que de �l nacen una teolog�a m�stica y una ontolog�a m�stica en que el esp�ritu, iluminado por la llamada de amor, columbra perfecciones y atributos del ser al que el seco razonamiento no llega; y una psicolog�a m�stica que descubre y persigue hasta las �ltimas ra�ces del amor propio y de los afectos humanos, y una poes�a m�stica que no es m�s que la traducci�n en forma de arte de todas estas teolog�as y filosof�as animadas por el sentimiento personal y vivo del poeta que canta sus espirituales amores� (Abell�n, J. L Historia del pensamiento espa�ol. De S�neca a nuestros d�as, , Madrid 1996, Espasa, p. 245-246).

15 Moster�n, J. Racionalidad y acci�n humana, Madrid 1978, Alianza, p. 17-23;

Oliv�, L.Racionalidad, objetividad y verdad, en L. Oliv� (ed.), Racionalidad epist�mica, Trotta-CSIC, Madrid 1995, p. 94-95.

16 Malinowski, B. Magia ciencia y religi�n, Madrid 1978, Guadarrama, p.26-27;

Wartofsky, M. W. Introducci�n a la filosof�a de la ciencia, Madrid 1973, Alianza,  vol. I, p. 70-71.

17 James, W. Pragmatismo, Aguilar, Buenos Aires 1973, 5� ed., p. 169.

18 Tradicionalmente, desde Arist�teles, se considera que son tres las leyes generales del pensamiento. Estos primeros principios (principios indemostrables), que rigen la actividad correcta del pensar, son los principios: de identidad, de la no contradicci�n y del tercero excluso (Arist�teles. Metaf�sica (XI, 5), Espasa Calpe, Madrid 1988, p. 279-280).

19 En las distintas manifestaciones de dualismo, total o parcial, los pares de elementos opuestos se expresan en un dado sistema. Las dualidades m�s conocidas son: caliente-fr�o, �seco-h�medo�, �limitado-ilimitado� (en los presocr�ticos), luz-oscuridad, mundo visible-mundo inteligible (en Plat�n), materia-forma, acto-potencia (en Arist�teles), sujeto-objeto, mente-cuerpo (en la tradici�n occidental). Estas dualidades son a veces constitutivos b�sicos del mundo, o bien aspectos formales fundamentales de un sistema metaf�sico(Guthrie, W.K.C. Historia de la filosof�a griega, Madrid 1984, Gredos, vol. I, p. 242).

 

20 Bachelard, G. O novo esp�rito cient�fico, Lisboa 1996, Edi��es 70 Lda. , ps. 10/101.

21 Bachelard, G. O novo esp�rito cient�fico, o.c. , p. 18.

22 Lefebvre, H. L�gica formal L�gica dial�ctica, Madrid 1975, Siglo XXI de Espa�a Editores. 5� ed., p. 26-30.

 

23 Gell-Mann, M. El Quark y el Jaguar, Barcelona 1998, Editorial Tusquets, p. 198.

24 Hawking, S. W. Historia del Tiempo, Barcelona 1999, Editorial Drakontos, p. 40. - F�rmula de la convertibilidad de la energ�a: E = mc�, donde �E� es la energ�a, �m� es la masa, y �c� la velocidad de la luz).

 

25 Fourez, G. La construcci�n del conocimiento cient�fico: Filosof�a y �tica de la ciencia, Madrid 1994, Editorial Narcea, p. 181.

 

26 Para Ortega y Gasset, la realidad, vista desde �nica perspectiva, resulta un concepto absurdo. Toda perspectiva que pretende ser la �nica resulta falsa. As�, concluye que la filosof�a, hasta ahora, ha sido ut�pica, ya que cada sistema ha pretendido valer para todos los tiempos y para todos los hombres. Sin embargo, la realidad, como un paisaje, tiene infinitas perspectivas, todas ellas igualmente ver�dicas y aut�nticas. Por lo tanto, desde la doctrina del punto de vista, exigese que cada sistema vaya articulado con otros sistemas futuros o ex�ticos. As�, �la raz�n pura tiene que ser sustituida por una raz�n vital, donde aqu�lla se localice y adquiera movilidad y fuerza de transformaci�n� (Ortega y Gasset, J. �El tema de nuestro tiempo�, en Obras completas, vol. III, Madrid 1966-69, Revista de Occidente, p. 201).

27  Morin, E. El M�todo IV -  Las ideas, Madrid, 1992, Edit. C�tedra, p. 202.

28 Panikkar, R. La intuici�n cosmote�ndrica, Madrid 1999, Editorial Trotta, p.89.

 

29 Juan Pablo II. Fides et Ratio, Madrid 1998, Ed. San Pablo, 2� ed. , p. 7/30.

30 Hawking, S. W. Historia del Tiempo, Barcelona 1999, Editorial Drakontos, p. 85.

31 Gregori, W. Capital Intelectual e Administra��o Sist�mica - Um manual de jogos de intelig�ncia, mercado e poder, S�o Paulo 2000a, Pancast Editora, p. 20.

32 Gregori, W. Cibern�tica Social I, S�o Paulo 1984, Editora Cortez, p. 42.

33 Gregori, W. Cibern�tica Social I, o. c., p. 43.

34 Gregori, W. Cibern�tica Social I, o.c., p. 46 .

35 Gregori, W. Cibern�tica Social I,  o. c. p. 46.

 

36 En el pensamiento de Warrat, el convivir humano nunca fue totalmente pac�fico, sino que enmarcado por el enfrentamiento de diversos sectores, en todos los tiempos. Adem�s, �ste es uno de los factores, innegablemente, promotores de las transformaciones habidas en las sociedades humanas. As�, se percibe, por ejemplo, que la convivencia entre amos y esclavos, sea en la antig�edad sea en tiempos m�s recientes, nunca fue tranquila; tampoco entre se�ores y siervos de la gleba, de los se�ores feudales y burgueses, o entre los burgueses y proletarios, etc.( Warrat, L. A. Lenguaje y definici�n jur�dica, Buenos Aires 1973, Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales, p. 27).

 

37 Lo que se presenta en el cuadro es un resumen de las caracter�sticas, metas, tipo de comunicaci�n te�rica (discurso despistador) y comunicaci�n factual (acciones) utilizadas en el juego tri�dico. Se trata de subgrupos negativos o desproporcionales y sus trucos (Gregori, W. Constru�ao familiar-escolar dos 3 cerebros, Belo Horizonte 2000, Editora Luz, p. 166-167).

 

38 Dam�sio, A. O mist�rio da consci�ncia - Do corpo e das emo��es ao conhecimento de si, S�o Paulo 2000, Companhia das Letras, p. 43.

39 Dam�sio, A. O erro de Descartes - Emo��o, raz�o e o c�rebro humano, S�o Paulo 1996, Companhia das Letras, p. 117.

40 El valor num�rico de la media y extrema raz�n es 1+�5/2 =1,618. Esta es la expresi�n aritm�tica  de la secci�n �urea o n�mero de oro, la raz�n con la cual se establece la �divina proporci�n�, la funci�n est�tica, arm�nica, r�tmica, sim�trica, etc. entre los t�rminos relacionados (Ghika, M. C. Est�tica de las proporciones en la naturaleza y en las artes, Barcelona 1983, Poseid�n,3� Ed., p. 24-29; Nota en la p 74).

 


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