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Dr. Rigoberto Soria Romo
PARTE I LA VÍA DE LOS ESTUDIOS ORGANIZACIONALES HACIA LA ESFERA INSTITUCIONAL
LA TOMA DE DECISIONES EN EL ANÁLISIS ORGANIZACIONAL Y LA POLÍTICA PÚBLICA
La decisión es el momento culminante de un proceso de cambio en una esfera institucional. La toma de decisiones resume la dinámica generada por el comportamiento de los actores que se rige por las instituciones formales e informales, los demás elementos provistos por el NIE y mediada por el poder relativo de los participantes en el SNCF como esfera institucional.
Dada la importancia del tema, en este capítulo se pretende revisar los diversos modelos de toma de decisiones en los estudios organizacionales y en la política pública, como parte de la construcción de un marco teórico para analizar el SNCF.
Se inicia con el modelo de elección racional, para seguir con la crítica de Simon y su propuesta de racionalidad limitada y las decisiones programadas. Posteriormente se desarrolla el modelo de “salir del paso” de Lindblom, su reformulación por el mismo autor, sus críticas y ampliaciones, para rematar con un esquema de toma de decisiones en una esfera institucional.
5.1 Homo economicus y comportamiento racional
Uno de los temas dominantes en los estudios organizacionales, del que casi todos los autores hablan, a favor o en contra, es el supuesto de comportamiento racional del individuo en la organización. Este modelo proviene de la teoría económica neoclásica desarrollada por varios tratadistas en diferentes países entre la segunda mitad del siglo XIX y 1914 .
Una de las ideas fundamentales en esta perspectiva es el homo economicus, la cual se basa en tres propiedades: a) tiene información completa, b) es infinitamente sensible y c) es racional (Edwards, 1979: 16). La información completa implica que el homo economicus no sólo conoce todos los cursos de acción susceptibles de tomar, sino todos los resultados posibles de cada uno de ellos. La sensibilidad infinita implica que las alternativas disponibles para un individuo son funciones continuas y los precios son infinitamente divisibles. Estos supuestos se hacen para que las funciones representadas sean diferenciables, aunque estos supuestos pueden abandonarse sin cambios importantes (Edwards, 1979: 17; para una visión crítica véase Sen, 1991).
Por su parte la elección racional en la teoría neoclásica parte de una serie de axiomas como base del comportamiento de los agentes económicos y de la acción de los individuos en general, (una excelente exposición se encuentra en Newman, 1978: 10-17). En este caso se ilustra el comportamiento del consumidor.
Axioma I, comparabilidad: Para cualquier par de mercancías X y Y, X es preferible a Y ó Y es preferible a X. El conectivo se usa en un sentido inclusivo, lo que implica que no existen vacíos en la estructura de preferencias del agente, es decir es un campo completo. El agente se pronuncia ya sea por X o por Y, pero no puede abstenerse.
Axioma II, consistencia. Señala que en un conjunto de tres mercancías X, Y, Z, si el agente considera que X es al menos tan bueno como Y y Y es al menos tan bueno como Z, entonces X es tan bueno como Z. En otras palabras la relación es transitiva y el cumplimiento de este axioma impide que el agente económico caiga en contradicción, es decir su comportamiento es consistente.
Axioma III, selección. Dada una estructura de preferencias, si existe un conjunto obtenible, dentro del cual existe un subconjunto X, que produce la máxima utilidad, el individuo siempre seleccionará el subconjunto X, que maximiza su utilidad.
Axioma IV, dominancia. Este axioma señala que si existen dos mercancías X, Y, tal que X domina a Y, luego X se prefiere a Y. Este axioma se conoce como de no-saturación o no-saciación, y permite predecir las preferencias de una persona de la observación y la medición de cantidades de mercancía que se trate.
Estos axiomas se expresan en una “función de utilidad” o una “ordenación de preferencias” que jerarquiza todos los conjuntos de consecuencias desde los más preferidos a los menos preferidos. Lo anterior implica ciertas características de las preferencias: son consistentes o estables, son exógenas al proceso de selección y no se afectan por las decisiones tomadas.
Si, y sólo si, el comportamiento de un agente económico obedece a los axiomas I a III, se considera un comportamiento racional, mientras que el axioma IV lo refuerza. De acuerdo con esta teoría “el comportamiento racional no es bueno ni malo, tonto o sabio, bello o monstruoso; sino simplemente el comportamiento que obedece estos axiomas” (Newman, 1978: 16-17). Un segundo requisito, pero no menos importante, de la racionalidad es que el homo economicus debe tomar sus decisiones de tal manera que maximice una variable: utilidad, ingreso, riqueza o ganancias entre otras variables.
En síntesis, el comportamiento del homo economicus presente en la teoría económica neoclásica y en los inicios de los estudios organizacionales plantea que al tomar una decisión, los agentes económicos tienen una estructura de preferencias completa, conocen todas las posibles alternativas de acción presentes y futuras, así como todas las consecuencias de cada una de las mismas, es decir poseen información completa y perfecta, lo que implica racionalidad absoluta. Además siempre preferirán más que menos y las alternativas dominantes a las dominadas. La concepción del homo economicus fue retomada y trasplantada por Taylor (1975 y 1997) a la práctica de la administración y a los estudios organizacionales y es denominada por Simon racionalidad sustantiva. Otra característica del modelo de elección racional es que es lineal, secuencial y asume una coherencia absoluta.
Aunque provenientes de distintas tradiciones, el modelo de elección racional es congruente con dos paradigmas de su época: por un lado el estructural-funcionalismo que visualizó a la gerencia como interesada principalmente en la toma de decisiones racionales y como un mecanismo facilitador del funcionamiento armónico y la obtención de los objetivos de la organización moderna, compleja, estructural y funcionalmente diferenciada. Por otra parte, también fue congruente con el tipo ideal racional weberiano que parecía dar poder y presionar a los gerentes a tomar decisiones impersonales, objetivas y sin emociones, de acuerdo a las creencias de los dirigentes de las organizaciones (Miller, Hickson y Wilson, 1996: 293).
Una ejemplificación clásica de la aplicación de este modelo en la política pública es el paradigma de política racional descrito por Allison (1969) para explicar la crisis de los misiles soviéticos en Cuba en 1962. De acuerdo con éste, la nación o el gobierno es un agente racional monolítico o unitario, con un conjunto de metas explícitas (función de utilidad coherente), que percibe un conjunto único de opciones y tiene una medida única para estimar las consecuencias que resultan de cada alternativa.
Este actor selecciona un curso de acción para responder a un problema estratégico enfrentado por la nación. Dicha acción se entiende como una elección constante y estable entre opciones alternativas, que plantea metas y objetivos, distintos cursos de acción u opciones pertinentes para abordar un problema estratégico, en la cual cada opción desencadena una serie de consecuencias que son conocidas o previstas de antemano, con costos y beneficios, por lo que el gobierno como agente racional esta en posibilidad de maximizar los valores buscados (Allison, 1969: 131-132).
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