¿Cómo citar estas
tesis doctorales?

¿Cómo poner un
enlace a esta página?

 






ÍNDICE DE
CONTENIDOS

Esta página web está hecha para facilitar la búsqueda en Internet y una revisión rápida de los contenidos. Puede faltar texto o carecer de formato, gráficos, tablas y notas.

Para obtener la tesis completa, debe bajarse los archivos en formato DOC comprimido ZIP (330 páginas, 375 Kb).

La construcción del Sistema Nacional de Coordinación Fiscal: Poder y toma de decisiones en una esfera institucional

Dr. Rigoberto Soria Romo

 

 

PARTE I LA VÍA DE LOS ESTUDIOS ORGANIZACIONALES HACIA LA ESFERA INSTITUCIONAL

EL PODER EN LA ESFERA INSTITUCIONAL


Siendo el poder un elemento omnipresente en la vida económica y social, su importancia en la organización no es la excepción. El poder es un concepto controversial o debatible ya que se han desarrollado diversas disputas acerca de su significado, sus usos adecuados y de los sujetos que lo ejercen, sin lograr acuerdos en lo esencial (Lukes, 1984: 26; Boulding, 1993). Existen tres concepciones especialmente relevantes para los estudios organizacionales. La primera se desprende de la teoría funcionalista, de manufactura principalmente norteamericana, la segunda es heredera del pensamiento weberiano, denominada perspectiva crítica por Hardy y Clegg (1996: 623) y la tercera se desprende de los desarrollos recientes asociados con Foucault (1979) relativos a la microfísica del poder. También se han desarrollado diversos modelos relacionados con género, identidad y resistencia reseñados por Hardy y Clegg (1996), así como los que se desprenden de la tradición marxista, que no se tratan en este trabajo, por no considerarse directamente relevantes al tema.


4.1 El poder en la teoría funcionalista


El surgimiento de esta corriente puede trazarse a Hobbes (1651, citado por Nagel, 1975: 8) que definió el poder como “los medios presentes para obtener algún bien futuro”. Hobbes, inspirado en la concepción física y mecánica de Galileo, describe un mundo ordenado, armónico, mecánico y autodirigido, que no requiere la conducción de un ente superior o soberano (Clegg, 1989: 22). De esta definición básica Hobbes identifica poder con algunos atributos y posesiones como la fuerza física, la destreza personal, la riqueza y los instrumentos de guerra, entre otros.
A partir de esta visión clásica, el funcionalismo percibe al poder como un medio para hacer algo, como un recurso, como un capacidad, habilidad o atributo de quien lo ejerce o posee (Handy, 1982; Pfeffer, 1990 y 2000: 185-202; Lukes, 1984: 31). Como tal, tiene una estrecha relación con el concepto de influencia y se asocia a distintas fuentes y métodos para su ejercicio. Handy (1982) distingue entre poder e influencia. El primero es un recurso y la segunda, un proceso. La influencia y el poder conforman un fino tejido en el cual los individuos o grupos de la organización buscan hacer pensar o actuar a otros individuos o grupos en formas particulares.
Las fuentes de poder. Para los funcionalistas, el poder surge de diversas fuentes. Handy (1982) hace referencia al poder físico, al generado sobre la base de recursos, al derivado de la posición, al experto y al personal. Estas fuentes son de alguna forma reproducidas y aplicadas en los trabajos de Pfeffer (1990; 1992; 2000).
En este enfoque, el poder físico deviene de la fuerza superior de quien lo aplica. No tiene que ser usado necesariamente para imponerse, pues es suficiente la creencia de su existencia. Pocas organizaciones se basan en la fuerza física, por ejemplo las prisiones y los hospitales mentales, en donde se emplea como último recurso.
La posesión o control de recursos (Handy, 1982: 114) o la capacidad para proporcionarlos a la organización (Pfeffer, 2000: 197) es una segunda fuente de poder. Para éste sea efectivo, los recursos deben ser deseados por el recipiente potencial y no tienen que ser materiales, sino que pueden ser elementos tan intangibles como el status o el prestigio. Una tercera fuente de poder es el lugar o rol del actor, que emerge como resultado de la posición que un individuo tiene en la organización, que le permite el acceso a información clave y a diversas cadenas de comunicación e influencia. Otra fuente de poder es el conocimiento o expertise de los miembros de la organización. Destaca la capacidad de enfrentar con éxito la incertidumbre que la rodea (Pfeffer, 2000: 196). El poder también puede derivarse de las características personales como facilidad de expresión, sensibilidad, habilidad social, competencia o carisma.
Hardy y Clegg (1996: 626) critican la inclinación a destacar las fuentes de poder, pues señalan que en la medida en que diferentes fenómenos o activos se convierten en recursos en contextos diversos, la lista de fuentes de poder puede llegar a ser muy grande e indefinida, por lo que hacer factible esta perspectiva teórica, requiere del entendimiento de todos los posibles entornos de la organización, lo cual es imposible de lograr en términos prácticos. De esta manera una fuente de poder puede ser cualquier cosa, bajo las circunstancias apropiadas, por lo que la perspectiva funcionalista termina siendo indefinida o indeterminada.
Un punto importante de resaltar es que este enfoque analiza únicamente al poder que se considera ‘legítimo’, es decir, aquel que se deriva de, o se asocia con, la autoridad o jerarquía formal de la organización y a sus posiciones y líneas de mando reconocidas en el organigrama oficial. En esta perspectiva, aunque se reconoce otro tipo de poder que deviene de fuentes distintas a la autoridad formal, se considera ‘poder ilegítimo’ o informal y se asocia a la política (entendida en sentido negativo como politiquería o grilla) que se da al interior de la organización (Lukes, 1984: 28). El enfoque funcionalista, tiene dos características adicionales: el poder se asigna al individuo o al agente por medio del cual se manifiesta o se ejerce y sus proponentes tratan de medirlo empíricamente a través de vectores y otros medios.
El ejercicio del poder. Acompañando a sus fuentes, se postulan una serie de mecanismos mediante los cuales se ejerce el poder. Handy (1982: 121) los divide en abiertos y ocultos. Los primeros son el uso de la fuerza, las reglas, el intercambio y la persuasión, y los ocultos son la ecología y el magnetismo (Handy, 1982: 121-128). El ejercicio del poder requiere la aplicación de uno o varios de éstos métodos a la vez.
El primer método es la coerción. Éste es el mecanismo más crudo y se deriva del poder físico, o la amenaza de su uso y, ocasionalmente, de los recursos como fuente del poder. Un caso especial es el uso, o amenaza de utilización, de la fuerza económica, que es más común que el de la fuerza física.
El poder también se aplica a través de reglas y procedimientos que involucran jerarquía o autoridad. Este método requiere que se reconozca el derecho de instaurar dichas normas y procedimientos y que existan los medios para hacerlos efectivos. Éste método se asocia con el poder que surge de la posición y es respaldado por los recursos.
Un tercer método de ejercer el poder es el intercambio o negociación. Este proceso puede incluir sobornos, promociones, amistad, inclusión en un grupo, status, entre otros. El intercambio puede surgir de cualquier fuente de poder, dependiendo de lo que se ofrezca, pero los recursos y la posición son las bases más frecuentes. Idealmente ambas partes deben obtener algo que buscan o desean. El cuarto método es la persuasión. Ésta se basa en la lógica, el argumento y la evidencia de los hechos. Es el método preferido y es el primero en utilizarse, pero normalmente se contamina con el uso de otro mecanismo.
Las anteriores son formas abiertas de uso del poder, pero existen otros dos métodos que no son percibidos como tales: la ecología y el magnetismo o carisma. Convencionalmente la ecología es el estudio de la relación entre un organismo y su entorno. En términos organizacionales, todo comportamiento se realiza en un ambiente que contiene elementos físicos, psicológicos y sociales, entre otros y cada uno de éstos impacta a los demás, los condiciona o los facilita, de manera tal que entender la ecología permite comprender el comportamiento de las personas, grupos y organizaciones, y por lo tanto, de influenciarlo.
Por su parte, el magnetismo o carisma es el uso del poder personal por alguien que posee esta cualidad, que puede provenir de la confianza que genera, la habilidad que tiene, el respeto que provoca, la lealtad a los principios que sustenta, entre otros factores que generan empatía o simpatía. El carisma o magnetismo permite influenciar y ejercer el poder, sin que aparentemente se imponga.
La selección del método aplicado depende de las circunstancias y del contexto. En un ambiente coercitivo, la fuerza física o económica, será el método aplicado. En un ambiente de cooperación, el poder experto y el carismático funcionan mejor y en una organización en donde imperan la motivación y la recompensa como fuentes de estímulo, la negociación es el método ideal.
Relacionada con el funcionalismo, se encuentra la visión pluralista del poder o perspectiva unidimensional en términos de Lukes (1984). Este enfoque supone que no gobierna una sola élite, sino que el poder se distribuye entre todos los niveles de una organización con cierta homogeneidad y diferentes actores prevalecen sobre distintos asuntos. Su principal foco de estudio es el comportamiento de los individuos en la toma de decisiones en asuntos sobre los cuales existe un conflicto observable entre preferencias subjetivas de los actores, reveladas por medio de su participación política (Lukes, 1984:15). En otras palabras en este enfoque el poder se incorpora y se refleja en decisiones concretas. Analizando a través de quien prevalece en la toma de decisiones se puede observar la estructura de poder en una organización, campo organizacional o esfera institucional.         
 


 

Volver al INDICE DE CONTENIDOS de esta tesis

Volver al índice de Tesis Doctorales de Economía

Volver al índice de la Enciclopedia de Economía EMVI


Google

Web Enciclopedia EMVI