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Juan Carlos Martínez Coll
T E R C E R A P A R T E
A P L I C A C I Ó N D E L M O D E L O
11-b. Animales o Personas.
Quiero comentar con cierto detalle algunas implicaciones de estos análisis que considero más susceptibles de ser rechazadas por un lector presumiblemente antropocentrista.
Cuando Maynard Smilh aplica estos modelos a los conflictos entre animales, la conclusión que deduce es la siguiente: dadas las características de las EEE, cuando en alguna especie animal, a partir de alguna mutación y por efecto de la deriva aleatoria genética, la mayoría de los individuos, hayan adoptado una estrategia de este tipo, sus genes se difundirán en el acervo génico, quedando asegurada la pervivencia evolutiva de la EEE.
Mediante el tratamiento informático expuesto en este trabajo obtengo dos conclusiones más radicales: Primera, que algunas EEE simples, como la Gato y la Burgués, no necesitan llegar a ser mayoritarias para tener asegurada su supervivencia; su presencia, aún en pequeña proporción, garantiza que, si se eliminan los efectos del azar, llegarán a ser mayoritarias. Segunda, que no simplemente permanecerán mayoritarias, sino que tenderán a estar presentes en el 100% de la población.
Los trabajos de Maynard Smilh habían tenido su origen en la constatación de que los combates entre individuos de la misma especie animal, tienen habitualmente un carácter ritualizado y es muy poco frecuente que se produzcan heridas graves como consecuencia de escaladas en agresividad. La EEE Gato, bautizada por Maynard Smilh como 'Vengador' ('retaliator'), viene por tanto a dar una explicación coherente con la teoría evolutiva de fenómenos ya observados. También la EEE Burgués se manifiesta con mucha frecuencia en el comportamiento animal. Ha sido descrita por de muchos biólogos (Maynard Smith, 1983) tanto en observaciones de campo como en experimentos de laboratorio diseñados especialmente para probar su existencia; tanto entre insectos, como entre peces, aves o mamíferos; tanto en conflictos de tipo territorial, como en los combates entre machos en la época de celo, o en las raras veces en las que un individuo observe que otro de su especie pretende quitarle la presa obtenida.
Ni los animales ni sus genes tienen la misma capacidad de analizar los costes y beneficios de diferentes estrategias alternativas antes de tomar una decisión. Ignoramos con exactitud cuáles son los mecanismos por los que los genes determinan el comportamiento social animal y en que grado lo hacen. Lo que si podemos suponer es que, como consecuencia de los mecanismos de la evolución, los genes que determinan comportamientos eficientes, como por ejemplo las EEE, se difundirán y transmitirán de una generación ala siguiente. Y los genes ineficientes serán eliminados.
El hombre es un mamífero. Gran parte de nuestra dotación genética la compartimos con los tigres y los elefantes. Nuestro parentesco es aún mayor con los roedores y los monos. Con las técnicas descubiertas recientemente para medir la distancia inmunológica entre animales de distintas especies ha podido detectarse que somos genéticamente más parecidos a los chimpancés que los caballos a las cebras (F. J. Ayala, 1.978). Se puede por tanto presumir como consecuencia de esto que también somos portadores de los genes determinantes de las EEE Gato o Burgués.
Efectivamente, nosotros tenemos la capacidad de reprimir culturalmente nuestros instintos naturales. Pero ¿Hasta que punto? Además ¿No es posible que nuestra cultura, elaborada por nuestras mentes, y por tanto, indirectamente, por nuestros genes, haya surgido para reforzar lo que es un instinto natural de probada eficacia más que para contrarrestarlo? La ciencia económica busca mecanismos que aumenten la eficacia individual y social. ¿Podemos encontrar esos mecanismos eficientes en la "sabia naturaleza"?
Sin duda en alguna ocasión alguien habrá intentando quitar al lector algo de su propiedad. Un billetero tal vez, o un puesto de trabajo, o cualquier cosa sobre la que el lector considerase que "tenia derecho". En mi experiencia personal, en las ocasiones que me he considerado robado, he sentido una rabia ciega y llamo 'ciega' a mi rabia, porque entonces hubiera sido capaz de cualquier cosa: De golpear al ladrón, de causarle el mayor daño posible, aunque ello hubiera supuesto un perjuicio para mi aún mayor que el ocasionado por el robo. Aunque me considero una persona civilizada y racional, no puedo evitar que cuando algún vehículo no cede el paso al mío, teniendo yo la preferencia, me suba por el cuerpo una ola de indignación. Esa ola está posiblemente formada por secreciones de glándulas endocrinas, adrenalina tal vez, y cualquier otra más. Personalmente no tengo la menor duda de que entre mis genes hay uno determinante de la EEE Burgués.
Se considera que los dirigentes de empresa, que los políticos que toman decisiones que afectan a todo un país, no deberían verse influidos por este tipo de sentimientos. Se considera que deben ser fríos y calculadores. Racionales en suma. Es posible que esa apreciación sea correcta. Pero una de las conclusiones que se pueden extraer de ésta tesis es que, fríamente, racionalmente, deben considerar también la conveniencia de seguir sus instintos. De que cuando alguien ataque a su empresa o país agresivamente, causándole perjuicios, se responda de la misma forma aunque los costes sean superiores al recurso origen del conflicto. Que cuando alguien pretenda arrebatar a su empresa o país algo sobre lo que se tenga derecho, se defienda éste "a cualquier precio".
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