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CAPÍTULO II

AMÉRICA LATINA.

 

Aquí corresponde abordar las cuestiones relativas a la que F. Braudel denomina La otra América: “...la más extensa mitad del continente, ...a la que, primero Francia (en 1865 y entonces no sin segundas intenciones) y después toda Europa, han concedido el epíteto de latina. Es una América unitaria y múltiple, con muchas peculiaridades, dramática y desgarrada, en lucha consigo mismo.” El historiador agrega: “...queremos considerarla en sí misma como merece ser observada: en su humanismo de gran calidad, en sus problemas particulares, en sus evidentes progresos. Hasta hace poco, estaba muy adelantada con respecto a América del Norte (Estados Unidos y el Canadá), fue la primera América rica, y, por lo mismo, la primera codiciada. Pero esto es ya una realidad del pasado y la suerte ha cambiado. Actualmente, América latina está muy lejos de ser un continente feliz: tiene un exceso de aspectos sombríos. En ella no se puede decir que haya amanecido totalmente.”[1]

          El mismo autor otorga una importancia fundamental a lo que, él así lo juzga, es la primera diferencia entre las dos Américas: “el liberalismo espontáneo...respecto de los prejuicios étnicos. Sin duda nada es perfecto en el campo de los colores de la piel. Pero en pocas partes del mundo, por no decir en ninguna, se ha conseguido algo mejor o ni siquiera equivalente.” Ello ha producido la “casi-fraternidad de las razas.”[2] Circunstancia que, a su vez, es resultado de
otras circunstancias históricas que reúnen, como resultado de las imposiciones del conquistador blanco, a las otras dos vigorosas razas: la amarilla (para Braudel sólo los estadunidenses podrían llamar “pieles rojas” a los indígenas) y la negra.

          Por lo que hace a la ubicación de América latina en el sistema mundial, Braudel afirma que: “Las fluctuaciones económicas son marejadas imprevisibles. Esta América corre tras su destino material. Lleva siglos así, casi siempre más en calidad de víctima que de beneficiaria. Tiene que actuar con precipitación y si quiere vender tiene que producir, cueste lo que cueste, azúcar, café, caucho, charqui o nitratos, cacao, y siempre a bajo precio.”

          “Este proceso es la clave, tanto del pasado como del presente de América latina. Se ha tenido que someter a todas las exigencias de la demanda mundial: en materias primas, en una economía que, al principio, fue estrictamente de tipo colonialista y que, después de la época colonial, se perpetuó bajo la forma de una economía de dependencia.”[3]

          Esta circunstancia no sólo especializó a ciertas elementales ramas y a determinadas regiones de la América latina, en perjuicio de otras, sino que, al presentarse cambios frecuentes de la demanda exterior, el auge conseguido era efímero y estaba imposibilitado para extender sus beneficios, al tiempo que tales cambios de dirección supusieron un derroche incalculable de espacio y hombres. En opinión del mismo Braudel: “fueron, por doquier, un impedimento para el establecimiento de estructuras económicas duraderas, estables, sanas y para el arraigo de los campesinos.[4] “América latina es víctima de su enorme crecimiento biológico, del carácter arcaico de sus estructuras, de la insuficiencia de sus cuadros, de la toma de conciencia de su inferioridad material. No es un país subdesarrollado, como tantos otros, ya que tiene plena conciencia de su retraso y de su condena injusta por el mundo actual que le deja atrás y no le permite ni le da oportunidad alguna para alcanzarle.”[5] Resulta claro que, complementando a esta visión general del historiador europeo, debe convidarse a los paradigmas realmente latinoamericanos de las ciencias sociales, las teorías del desarrollo y de la dependencia, para profundizar el análisis de América latina.

          En esta parte se trata de abordar -como sugiere Jaime Osorio- a América latina como problema teórico; “de diferenciar entre el discurso que habla de América Latina, de aquel otro que la asume como interrogante, como un tema que demanda análisis y respuestas sobre sus particularidades.”[6] Corresponde, en fin, examinar los eventos claves que “obligan a las ciencias sociales, en las fronteras de la mitad del siglo, a preguntarse sobre las especificidades de esta zona. El primero es el tema del desarrollo. El segundo, la Revolución Cubana.”[7]

          Para Octavio Rodríguez, un destacado analista de las contribuciones teóricas y de las propuestas de políticas del desarrollo y económicas de la CEPAL, es el carácter estructuralista del pensamiento cepalino el que determina tanto los alcances como las limitaciones de ese pensamiento.[8]

          Al ser el punto de partida el esbozo de una teoría de la economía periférica, una teoría del subdesarrollo, la unidad teórica se ve favorecida por el papel orientador de este gran principio para el desarrollo de las formalizaciones posteriores. Se parte de la idea de que la economía mundial está compuesta por dos polos, el centro y la periferia, entre los que se mantienen diferencias sustanciales por lo que hace a las estructuras productivas de uno y otro; la periferia cuenta con una estructura productiva heterogénea, que alude a la coexistencia de actividades tanto de alta como de baja productividad. Esta estructura es especializada, en un doble sentido: las exportaciones se concentran en uno o en muy pocos bienes, mientras que una gama muy amplia de otros bienes se obtiene mediante la importación.

          Heterogeneidad y especialización son las características opuestas a aquellas que están presentes en el centro, al que se considera que cuenta con una estructura productiva homogénea y diversificada. De ahí se derivan tareas distintas en la división internacional del trabajo, así como un intercambio de materias primas y alimentos por bienes industriales. La periferia adopta las características precitadas durante el crecimiento hacia afuera, respondiendo a la demanda externa.

          La prolongada crisis del centro, que arranca al finalizar los años veinte y concluye con el término de la guerra de Corea, más el incremento del ingreso mundial, incluido el de la propia periferia, posibilitan una alteración del patrón de crecimiento, que se denomina hacia adentro, con la instalación y ampliación de un sector industrial de manufactura ligera cuya producción se destina al mercado interno; en esta etapa, la heterogeneidad y la especialización no desaparecen, tienden a reproducirse y a reaparecer bajo nuevas formas, bajo el cobijo de un proceso de interconexión y de cambio estructural, operado en ambos polos.[9]

          El análisis estructural, el de las estructuras productivas del sistema centro-periferia, habrá de permear al resto del cuerpo teórico cepalino, ya en el análisis del desequilibrio externo y el desempleo de la fuerza de trabajo, ya en el correspondiente al deterioro de los términos de intercambio.

          Por lo que hace al desequilibrio externo, conviene recordar el enunciado de la ley de Engel, que ilustra el lento crecimiento de las estructuras productivas de bienes cuya demanda crece menos que el ingreso gastable, las exportaciones primarias por ejemplo, mientras que los bienes industriales suelen contar con alta elasticidad ingreso.[10] Entre mayor sea la disparidad en estas elasticidades, mayor la diferencia entre el ingreso céntrico y el periférico y mayores los déficit comerciales en la periferia. De ahí la propuesta cepalina de otorgar una orientación sustitutiva de importaciones a la estructura industrial, así como de proponer un cambio en la composición de las importaciones a la que habrá de corresponder un cambio en la composición de las exportaciones del centro, donde los bienes intermedios y de capital tengan una alta tasa de crecimiento, mientras los de consumo apenas puedan crecer.[11]

          "El mérito principal consiste en brindar una réplica de cómo se transforma la estructura productiva, durante el proceso de industrialización de las economías periféricas, y en el marco de sus relaciones comerciales con los centros; y en conectar esa transformación estructural a los desajustes y problemas que acompañan la expansión de la industria. La principal limitación se vincula al hecho de que, al concentrar el análisis en la transformación de la estructura productiva, el pensamiento cepalino deja de lado (o sólo examina lateral y superficialmente) a las relaciones entre las distintas clases y grupos sociales, que son las que en última instancia impulsan la transformación antedicha." [12]

          La unidad de pensamiento de la CEPAL, consiste en que los análisis y recomendaciones de política económica son, grosso modo, consistentes entre sí y con los aportes de teoría que les sirven de base conceptual. Ello significa que las aportaciones teóricas cepalinas[13] cobijan tanto a las políticas del desarrollo[14], cuanto la periferia que establece las proporciones que han de cumplirse entre sus diversos sectores y ramas de actividad, a fin de evitar el desequilibrio externo. "...la tendencia al desequilibrio externo se logra superar mediante una mayor complementariedad intersectorial de la producción de dicha economía; es decir, reduciendo el grado de su especialización."[15] (y sentando las bases de su diversificación).

          En la realidad, "El desequilibrio se explica, en última instancia, por desproporciones en la composición sectorial de la producción o, si se quiere, en los ritmos de crecimiento de los diversos sectores productivos de la periferia. Se aprecia asimismo que estas desproporciones expresan la dificultad de superar la especialización peculiar de la periferia."[16]

          Por lo que hace al examen de la heterogeneidad estructural y el desempleo, las propuestas cepalinas parten de suponer que, en la periferia, las actividades productivas son tres: la industria, la agricultura moderna y la agricultura atrasada, y las condiciones técnicas descansan sobre los supuestos de que:

“a) Los recursos productivos -trabajo, tierra y capital- son perfectamente homogéneos y 

     divisibles;

b)      En las dos actividades modernas, el capital (K) y el trabajo (T) se combinan en una única proporción, que define la densidad del capital existente;[17]

c)      En la agricultura moderna, la proporción en que esos dos recursos se combinan con la tierra es también fija;

d)      En la agricultura atrasada se dispone igualmente de una sola técnica, cuya densidad de capital es más baja que la del sector moderno, y

e)      En la agricultura atrasada, todos los recursos tienen un nivel de productividad inferior a la de los restantes, o sea, la técnica prevaleciente es ineficaz y obsoleta."[18]

          Igualmente, se adoptan los supuestos de que:

"-   La escasez de tierra impide que la agricultura atrasada absorba
los incrementos de su propia población activa, que resultan totalmente expelidos de la misma;

-         La agricultura moderna compite con la atrasada, de tal modo que cualquier inversión que genere empleo en la primera, origina a la vez desempleo en la segunda, y

-         El resultado neto es negativo, debido a la menor cantidad de trabajo por unidad de capital que utiliza la técnica avanzada."[19]

          Por lo anterior, la CEPAL propone que, para enfrentar el desempleo, " es necesario que las tasas de acumulación en la industria y en la agricultura moderna sean tales que dichas actividades absorban en su totalidad el crecimiento de la población activa, tanto el que se produce en ellas como el que proviene del sector rezagado; y además, que la ocupación de este último se reduzca, hasta ser totalmente reabsorbida en el mismo sector moderno, al cabo de un lapso definido. Las reglas o leyes de proporcionalidad establecidas por este patrón, en realidad no se cumplen y, por tanto, el desempleo creciente está relacionado con desproporciones que surgen al irse transformando la estructura productiva periférica."[20] (Como consecuencia lógica del carácter dinámico del propio sistema).

          Pese a las limitaciones que el propio análisis estructuralista impone a las formulaciones cepalinas, se les ha dispensado la característica de la primera "corriente estructurada y, bajo muchos aspectos, original de pensamiento sobre la región en tanto tal a partir del Informe Económico de América Latina de 1949, divulgado por la CEPAL en 1950.", justamente por uno de sus más incisivos críticos.[21]

          El propio Marini insiste en que: "El análisis de las concepciones cepalinas es, pues, indispensable a quien desee conocer la evolución del moderno pensamiento latinoamericano."[22]

          Este autor le otorga una importancia considerable a la biografía intelectual de los principales exponentes del pensamiento cepalino, destacadamente Raúl Prebisch, quien fue director del Banco Central Argentino bajo el régimen de Perón, afirmando que su formación era, en general, keynesiana con apreciable dominio de la economía política clásica, aún cuando sus incursiones en el marxismo solían ser desafortunadas.[23]

          Esta afirmación resulta contradictoria con la apreciación que el mismo Prebisch hace de su propia biografía intelectual, ya que él afirma que durante los años veinte "creía firmemente en las teorías neoclásicas", y que en los treinta "recomendé medidas anti-inflacionarias ortodoxas para eliminar el déficit fiscal y reprimir las tendencias inflacionarias."[24] Con todo lo que representan las posibilidades ciertas, verificadas en la Alemania Nazi, según Joan Robinson, de que existiera keynesianismo sin Keynes, la forma en la que Prebisch afirma haber abandonado la ortodoxia es resultado de la experiencia profesional -haber afrontado un grave desequilibrio de la balanza de pagos argentina, en funciones de banquero central- y no de la reflexión teórica.

          El surgimiento de la CEPAL, como una agencia de difusión de la teoría del desarrollo que se planteara en Estados Unidos y Europa al término de la Segunda Guerra Mundial, muy tempranamente conduce a la elaboración teórica ya mencionada que resulta distante de la tesis central de la teoría del desarrollo. En esta última, "el desarrollo económico representa un continuum, en el que el subdesarrollo constituye una etapa inferior al desarrollo pleno. Éste representaría, empero, algo accesible a todos los países que se empeñaran en crear las condiciones adecuadas a ese efecto."[25]

          Dos características de este cuerpo teórico merecen destacarse. Primero, la insistencia en que la ruta al desarrollo habrá de construirse mediante la modernización de las condiciones económicas, sociales, institucionales e ideológicas, acercándolas a las vigentes en los países capitalistas centrales; segundo, la proyección metodológica resultante que sólo permite hacer diferenciaciones cuantitativas entre desarrollo y subdesarrollo. En opinión de Marini, el resultado no podía ser sino "una perfecta tautología: una economía presenta determinados indicadores porque es subdesarrollada y es subdesarrollada porque presenta esos indicadores."[26] Como se ha planteado previamente, la CEPAL partió de esta concepción para introducirle cambios que representan su contribución propia, original, que la hacen distinta a una simple calca de la teoría del desarrollo.

          A la teoría dominante en el comercio internacional, la de las ventajas comparativas de David Ricardo, que postula la conveniencia de que cada economía se especialice en las actividades donde obtenga la mayor productividad, con arreglo a la determinación de la naturaleza, la fuerza de trabajo y el horizonte tecnológico, para así obtener condiciones privilegiadas de competencia en el mercado mundial, la CEPAL opone la evidencia de un creciente deterioro en los términos de intercambio, desde el último tercio del siglo XIX, de donde surge la idea de fomentar un intenso proceso de industrialización, deliberadamente orientado a sustituir importaciones.[27]

          La orientación de este proceso, que llevó a la producción de bienes de consumo y originó la importación de los intermedios y de capital, no hizo sino favorecer una nueva expresión de la dependencia, misma que se agudiza con los magros efectos sociales de la propia industrialización (efectos sobre los que la CEPAL pone atención tardíamente) y con la forma en que tales importaciones son financiadas; primero, con cargo a las tareas del sector primario-exportador y, posteriormente, con las diversas formas de captación de liquidez internacional (inversión directa, endeudamiento, donaciones, etc.).

          Todo ello se derivó, en opinión de Marini, de que la CEPAL "no consideraba el desarrollo y el subdesarrollo como fenómenos cualitativamente distintos, signados por el antagonismo y la complementariedad -como lo hará, a su tiempo, la teoría de la dependencia-, sino tan sólo como expresiones cuantitativamente diferenciadas del proceso histórico de acumulación de capital."[28]

          La crisis de los años sesenta, expresada como crisis de producción y crisis de realización, evidenciaba los límites tanto del objetivo cepalino fundamental, la industrialización, cuanto de su instrumento privilegiado, la política económica, y construía la crisis misma del desarrollismo, al que el proceso del pensamiento económico latinoamericano dejó atrás, "dando lugar a nuevas manifestaciones teóricas."[29]

          El desarrollo, que en la versión rostowiana se alcanzaría por la vía de la imitación del capitalismo maduro, y en la cepalina mediante la industrialización, se convirtió en el centro de la controversia y provocó, incluso, que la lucha por el socialismo en América latina fuese considerada como asignatura obligatoria en el proceso de búsqueda del desarrollo.

          Es ésta una historia de confluencias y de yuxtaposiciones de cuerpos teóricos, en sí mismos distantes y enfrentados, a los que -digamos- acerca un grupo de temas problematizados que, por lo que hace a periodizaciones y a objetos de estudio, permite que confluyan, en un primer momento, las concepciones de la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL) y el nuevo marxismo latinoamericano que se alimenta de la irrupción de la Revolución Cubana. Los temas son:

“a)     La concepción del capitalismo como un sistema mundial y como un punto de partida para reflexionar sobre América Latina;

b)      La concepción del desarrollo y del subdesarrollo como dos manifestaciones (o dos caras) de un mismo proceso: la acumulación de capitales en escala planetaria;

c)             Interrogantes sobre las especificidades del capitalismo latinoamericano, ya que diversos procesos tendían a mostrar que los movimientos y conductas del capitalismo en esta zona eran distintos a los producidos en otras regiones, y

 

d)      Críticas al modelo de desarrollo que madura en los años sesenta (que para efectos de esta exposición podemos definir como un patrón industrial diversificado).”[30]

          Según el propio Osorio, “En la segunda mitad de los años cuarenta, el tema del desarrollo comienza a convertirse en una de las preocupaciones centrales en la economía internacional. Tres décadas de crisis en las relaciones económicas internacionales (Primera Guerra Mundial, desajustes en los años veinte en Europa, depresión de los treinta, y Segunda Guerra Mundial) fueron razones suficientes para que políticos y economistas buscaran fórmulas que permitieran, de manera estable elevar el bienestar de la población.”[31]

          “La idea de que existe una economía mundial, y que sus diversas partes se encuentra interrelacionadas en tanto que los desajustes o guerras en una región han terminado por afectar a otras, son dos de las percepciones presentes a la hora en que surge la CEPAL (1948). Su punto de partida son las teorías clásicas sobre el comercio internacional, pero las especificidades históricas de su nacimiento la llevarán rápidamente a rupturas con aquellas visiones.”[32]

          Entre las nuevas concepciones con las que opera la CEPAL habrá de destacar la relativa a la periodización de la economía regional, como un gran principio en el que continuará buena parte de la teoría de la dependencia. Una descripción clara y esquemática, como la propuesta por Aníbal Pinto[33], resulta pertinente:

La economía de América latina inicia su participación en el sistema mundial, a partir de la inserción en el mercado mundial capitalista; esto es al mediar el siglo XVI. Esta primera etapa, denominada de crecimiento hacia afuera, habrá de concluir con la gran crisis del sistema mundial, conocida como la gran depresión, que arranca con el crack financiero de la economía estadunidense.

          El ambiente crítico del mercado mundial, específicamente la imposibilidad de continuar la marcha importadora de bienes de consumo para las capas de mayor ingreso, origina el proceso de sustitución de importaciones que funda la etapa de crecimiento hacia adentro, la más importante propuesta cepalina toma cuerpo en esta etapa, ya que en ella se inicia la industrialización de algunas de las economías de la América latina.

          La conclusión, y más específicamente la forma en que opera el desenlace, de la prolongada crisis del mercado mundial capitalista, origina la etapa de crecimiento reciente, en la que se continúa aprovechando al mercado interno de las economías incipientemente industrializadas, pero para favorecer de manera indiscutible un proceso de acumulación de capital internacional.

          Pinto propone analizar a cada una de las etapas del crecimiento, mediante tres elementos fundamentales, a saber:

a)     La fuerza que dinamiza al sistema económico;

b)    El sector o actividad productiva que responde a esa fuerza dinamizadora, y

c)     La contradicción específica de cada etapa.

          Bajo esta lógica, el crecimiento hacia afuera está caracterizado, como su nombre lo indica por una demanda externa que constituye la fuerza dinamizadora del sistema económico. Vale la pena incorporar, desde ya, la aportación que los dependentistas hacen a este respecto, la del análisis marxista por cuanto se refiere a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia[34] . Ello conduce a arrojar alguna luz sobre los bienes que eran demandados desde el exterior.

          El punto de partida es la propia interpretación de la tasa de ganancia y de lo que, en la lógica de Marx, conduciría tendencialmente a su descenso:

          La tasa de ganancia será igual a la tasa de explotación, o de plusvalía (p/v), dividida por la unidad más la composición orgánica del capital (c/c+v). Mientras el sistema económico esté constreñido a la exclusiva obtención de plusvalía absoluta, dependiente del tamaño de la jornada de trabajo y de la intensidad en la explotación de la fuerza de trabajo, el crecimiento de la tasa de explotación encontrará límites cercanos; de otro lado, si la evolución capitalista que transita del uso de herramientas al de máquinas y posibilita que cada trabajador transforme mayores cantidades de materias primas, fatalmente el crecimiento preferente de la inversión se observará en capital constante ( c ), con la disminución relativa del gasto en capital variable o salarios ( v ). En pocas palabras, el crecimiento de la composición orgánica del capital enfrenta menos problemas que el correspondiente a la tasa de explotación, y de ello deriva la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

          Esto explica por qué la demanda externa para la economía de América latina, al menos desde el punto de vista de Marini, se expresa en la compra de bienes-salario, especialmente alimentos, y en la de materias primas. El primer cuerpo de compras favorecería el más importante salto cualitativo del capitalismo maduro, consistente en

 

pasar de la producción de plusvalía absoluta a la producción de plusvalía relativa, toda vez que la creación de un mercado mundial de alimentos, de una especialización productiva latinoamericana y de un creciente deterioro en los términos de intercambio, invariablemente adverso a la causa latinoamericana, son factores que permitirían realizar la desvalorización de la fuerza de trabajo, la explotación indirecta de los trabajadores, con lo que es posible la reducción del capital variable, siempre que se defina al salario como la sumatoria de precios de aquellos bienes y servicios que permiten la reproducción de las cualidades físicas y mentales de los trabajadores, consumidas en el proceso productivo (fuerza de trabajo).

          Esta explotación indirecta de los trabajadores constituye el corazón de la producción de plusvalía relativa que, en sí misma, es el mejor remedio ante la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

          El segundo cuerpo de compras, el de materias primas, también sometido a un intercambio desigual, corresponde a reflejar monetariamente una proporción de capital constante mucho menos que proporcional a su expresión física. Si la composición orgánica del capital no refleja sino datos monetarios (c, v), los montos físicos sometidos a precios extraordinariamente bajos hacen crecer realmente a una composición orgánica de capital que aparece mucho menos agrandada en términos monetarios. Por ello es que el sector que responde a la demanda externa que constituye la fuerza dinamizadora del sistema económico, por fuerza debió ser un sector primario-exportador, entendiéndose por primario, no la tradicional referencia a agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca, sino como un sector fundamentalmente cercano a las fuentes naturales de la producción (agricultura, ganadería, silvicultura, pero también minería).

          Para efectos de un debate de largo aliento, Marini incluiría, como relevante diferencia productiva entre el desarrollo y el subdesarrollo, el proceso de sobre-explotación, en el capitalismo avanzado, y super-explotación, en el sistema económico de América latina. Para el primer caso, aún cuando la economía política ricardiana sugiere que los salarios pagados correspondan a los salarios de subsistencia, siempre el salario será igual a la suma de precios de los bienes-salario, destacadamente los alimentos, mientras, para el segundo, en el caso de existir relaciones salariales, el salario no estaría definido por sus capacidades reproductoras de la fuerza de trabajo, permanentemente colocado por debajo de tal requerimiento y unilateralmente establecido  por el propietario de haciendas, minas o estancias. En esto consiste el fenómeno de la super-explotación.

          La contradicción específica de esta etapa correspondería, entonces, a la estructura primitiva de la producción, enfrentada a la estructura civilizada del consumo. Esto quiere decir que los propietarios de los medios productivos en América latina, beneficiados por el fruto de las ventas al exterior, debían importar los más diversos bienes de consumo, por cuanto la propia producción nativa, la de bienes primarios exportables, no le proveía de los bienes necesarios para su propio consumo. Mientras se pudiesen realizar estas compras al exterior, no habría razones para la modificación de los elementos definitorios de esta etapa.

          Es justamente en las dificultades que experimenta el capitalismo maduro, las que hemos denominado como el prolongado periodo crítico del mercado mundial capitalista, fundamentalmente para exportar los bienes de consumo precitados, lo que favorece el tránsito -no en todas las economías latinoamericanas- a un nuevo momento del crecimiento.

          La llamada etapa de crecimiento hacia adentro, tiene como fuerza dinamizadora a la demanda interna, en aquellas sociedades en las que la fuerza del Estado pudo favorecer la creación, expansión y consolidación del mercado interno, mediante importantes reformas sociales. Vargas en Brasil, Cárdenas en México y la primera versión de Juan Domingo Perón en Argentina, de formas diversas y promoviendo distintas reformas, impulsan vigorosamente a los mercados internos de estos países y favorecen un importante proceso de incipiente industrialización.

          El reparto agrario, el reconocimiento y fortalecimiento de las organizaciones sindicales, la propia expansión de las actividades gubernamentales, no sólo favorecen un urgente proceso de desarrollo social, sino que impulsan un importante mercado para una producción industrial fundamentalmente compuesta por manufacturas de las llamadas ligeras (alimentos, calzado, vestido, materiales de construcción, etc.). Ello significó, ni más ni menos, la producción en masa y para la masa; también el florecimiento de una industria indispuesta a competir en el exterior, preferentemente ubicada en los grandes centros de población, y no en las fronteras o los puertos (salvo cuando éstos eran densamente poblados) extraordinariamente protegida y dependiente de compras al exterior (las de bienes intermedios y de capital) que debían financiarse, primero, con las divisas captadas por las exportaciones tradicionales y, después, por el fenómeno del endeudamiento externo.

          La contradicción específica de esta etapa, sin duda, estuvo definida por el carácter primario de las exportaciones, enfrentado al carácter industrial de las importaciones, donde -según Engel- el ritmo en el crecimiento de los precios de las primeras fue (y sigue siendo) mucho más lento que el correspondiente a las segundas.

          La conclusión de la etapa crítica del mercado mundial capitalista, resuelta con la terminación de la Segunda Guerra Mundial y, definitivamente, con la conclusión de la guerra de Corea, arrojó un nuevo mapa en la hegemonía del sistema mundial capitalista, donde los Estados Unidos aparecen como la potencia hegemónica en los terrenos militar, económico y político. La larga participación, indirecta primero y beligerante después, en la Segunda Guerra Mundial, pusieron en ejercicio un poderoso proceso de incremento en la inversión, en el empleo, y en el ingreso de la sociedad estadunidense, que enfrentaba enormes dificultades para traducirse en incrementos del consumo, toda vez que la prioridad de la planta productiva estaba definida por los requerimientos de la propia guerra. Esta circunstancia, posiblemente única en la historia de la humanidad, se tradujo en una posposición del consumo que hizo posible que el tránsito de la guerra a la paz, históricamente traumático, fuese mucho menos doloroso de lo que tradicionalmente sucede. La producción dominante para la guerra (industria automotriz, electrodoméstica, de preservación de alimentos, medicamentos e incluso cadáveres y la propia armamentista) se refuncionalizó para la paz. En otras palabras la conversión de la economía de guerra a una economía de paz fue prácticamente automática.

          La sociedad estadunidense que difirió su consumo, al inaugurarse la paz demandó automóviles, aparatos electrodomésticos, bienes de la llamada línea blanca, mientras que,  la construcción de un nuevo y duradero enemigo, la amenaza comunista, permitió, mediante la llamada Guerra Fría, la continuación de una dinámica producción de armamento. El nuevo problema consistió en que la demanda de paz exigía una diversificación de la oferta industrial no exigida por la demanda de guerra; ello significaba la posibilidad de que los bienes de inversión resultarán obsoletos antes de haber agotado su vida útil; las familias que podían -en años consecutivos- comprar dos automóviles, por ejemplo, exigían que el segundo contara con cualidades distintas y superiores al primero.

          Esto significó la formulación de una elemental, pero trascendental pregunta, por parte de los inversionistas estadunidenses: ¿en dónde podrán agotar su vida útil los bienes de inversión que la dinámica demanda estadunidense convierte tempranamente en obsoletos? La etapa de crecimiento hacia dentro, en la que algunos países de América latina crearon sus importantes mercados internos, ofrecía la respuesta.

          La etapa de crecimiento reciente mantiene, entonces, a la demanda interna como fuerza dinamizadora del sistema económico. Ya no es una demanda masiva, sino una demanda sofisticada de los bienes de consumo duradero, de los llamados duros, que corresponde a la industria automotriz, a la de los aparatos electrodomésticos y a la de la línea blanca resolver. Es esa producción, específicamente de inversiones extranjeras, la que conforma al sector que responde a la nueva fuerza dinamizadora. La etapa precedente, de reformas sociales encaminadas a extender el mercado interno, es sustituida por una etapa de contrareformas, cuyo efecto más notorio es la acelerada concentración del ingreso.

          La contradicción específica de esta etapa, está escenificada, de un lado, por el tamaño del ingreso medio de la población, enfrentado, de otro, al precio de la nueva oferta industrial. En otras palabras, la realización de esta nueva oferta exigía la habilitación para ese consumo de una pequeña parte de la población, condenando a la marginación y a la pobreza al resto de los habitantes. Así se hizo, de nueva cuenta, por parte del Estado.[35]

          Teoría del desarrollo y teoría de la dependencia encontraron, en la periodización y en el diagnóstico de las peculiares relaciones metrópoli-periferia los temas fundamentales de la convergencia. Los resultados no previstos de la industrialización, sintetizados en los desequilibrios regionales y sectoriales, con el preocupante telón de fondo de la desigualdad social acrecentada, favorecieron, dentro de la propia institucionalidad cepalina, en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES) creado en 1962, el surgimiento de importantes críticas a los resultados de la implantación del patrón de industrialización diversificada, mediante el debate entre intelectuales correspondientes a un espectro mucho más amplio que el de los economistas, de lo que resultó la teoría de la dependencia, durante los años sesenta, con las aportaciones de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faleto (Dependencia y desarrollo en América Latina, siglo XXI editores, México, 1969); de Osvaldo Sunkel y Pedro Paz (El Subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, siglo XXI editores, México, 1970) que hicieron suya la formulación de Gunder Frank, elaborada desde mediados de los años sesenta y relativa a que existe una forma dominante de desarrollo del subdesarrollo, no sólo para el caso chileno que es el que él analizó en ese texto.[36]

          En el desarrollo inicial de estas ideas que, apoyadas en las aportaciones cepalinas, describen la originalidad del capitalismo latinoamericano de una manera heterodoxa y también original, acontece un evento que, entre muchas otras consecuencias, significó un soplo vigoroso de aire fresco sobre un muy estancado y ortodoxo marxismo regional: el triunfo y la filiación socialista de la revolución cubana.[37] Al respecto, Braudel recuerda que “la miseria rural (latinoamericana) es una miseria que aparece desprovista de toda esperanza, sea cual sea, y que plantea como único remedio eficaz la sublevación, la violencia, la revolución. Este es, sin duda, uno de los motivos por los que la revolución cubana de Fidel Castro, tan profundamente campesina, ha tenido y tiene por toda América latina tanta resonancia. Sea cual sea el futuro de esta revolución, ha marcado una hora histórica.”[38]

          El supuesto carácter preventivo, frente a nuevas amenazas revolucionarias, de programas como la Alianza para el Progreso, del gobierno de J.F. Kennedy y, más específicamente, la “cercanía” de tales programas con el propósito industrializador de la CEPAL, profundizaron el desencuentro de los dependentistas, mucho más radical con el concurso de los marxistas, con la fundadora teoría del desarrollo cepalina. Es la historia de las yuxtaposiciones teóricas e ideológicas, más o menos permisiva, por ejemplo, desde el origen de la teoría de la dependencia hacia las propuestas industrializadoras de la CEPAL; la irrupción de los nuevos marxistas, que ingresan al debate por la reformulación de la teoría de la dependencia, profundizó irremediablemente el desencuentro. Mientras G. Frank se declara un liberal, en el inicio de sus reflexiones, y Cardoso, hoy presidente del Brasil, reconoce que sus primeras críticas a la “sociología del desarrollo y de crítica política al populismo y al desarrollo nacional burgués, nacieron muy próximas a la ideología que los sustentaba”[39], Ruy Mauro Marini se reivindica como un pensador marxista y actúa como un crítico incansable e implacable, tanto de la teoría del desarrollo, cuanto del eclecticismo de los primeros dependentistas.[40]

          Con todo el grado de conflicto reinante, la dimensión intelectual de los participantes, más la calidad, compromiso, profundidad, creatividad y pasión en este prolongado debate, particularmente en América del Sur, conformó, sin duda, lo que el mismo Jaime Osorio califica como “Un periodo excepcional de las ciencias sociales en América Latina.”[41]


 

 

 


 

[1] Braudel, Fernand, Las Civilizaciones Actuales, op. cit., p.371.

[2] op. cit., p. 376.

[3] idem., pp. 382-383.

[4] loc. cit.

[5] idem., pp.393-394.

[6] Osorio, Jaime, Las dos caras del espejo, Triana Editores, México, 1995, p. 27

[7]  loc. cit.

[8] En materia de relaciones económicas internacionales: a) protección al mercado interno; b) Integración latinoamericana; c) Financiamiento externo; d) Asistencia técnica; e) Política anticíclica que compense las fluctuaciones de la relación de intercambio, y f) Exportación de manufacturas. En materia de política agraria: a) Investigación y extensión; b) Tributación y reforma agraria, y c) Demás reformas e incentivos. En materia de políticas social, laboral y de ingresos: a) Redistribución de ingreso; b) políticas de desarrollo social, y c) Política activa de empleo. En materia de políticas de corto plazo: a) Políticas anti-inflacionarias. loc. cit.

[9] A largo plazo, el sistema centro-periferia evoluciona bajo los determinantes siguientes: a) Las limitaciones que el rezago de la estructura productiva de la periferia impone al avance técnico con repercusiones en el crecimiento de la productividad, en relación con el centro; b) El deterioro de los términos de intercambio que resulta de la generación de un excedente de mano de obra en los sectores de baja productividad que presiona persistentemente sobre los salarios de la periferia y, consecuentemente, sobre los precios de sus exportaciones primarias; c) Diferenciación de productividad del trabajo y deterioro de los términos de intercambio explican la diferenciación en los niveles de ingreso real medio entre los dos polos del sistema, con lo que se perpetúa el rezago de la estructura productiva de la periferia, y d) De todo lo anterior, se derivan otras dos desigualdades, en cuanto al grado de penetración y difusión del progreso técnico y en cuanto al grado de complementariedad intersectorial e integración vertical de sus estructuras productivas. La primera de estas dos desigualdades impide alcanzar la homogeneidad; y, la segunda, cierra las posibilidades de la diversificación. Rodríguez, Octavio, La Teoría del Subdesarrollo de la CEPAL. Síntesis y crítica, en Comercio Exterior, vol. 30, núm 12, México, diciembre de 1980, pp.1348-1349.

[10] Cuando el ritmo de crecimiento de las compras de estos bienes, que componen el grueso de la importaciones de la periferia, es mayor que el ritmo de crecimiento del ingreso gastable, se dice que se presenta un fenómeno de elasticidad ingreso de esas producciones: dC/dY>1; donde: d= incremento; C=consumo, y Y= ingreso gastable.

[11] Rodríguez, Octavio, op. cit., p. 1350.

[12] Ídem., pp. 1346-1362.

[13] Las teorías que permiten la concepción del sistema centro-periferia (1949-1950); las del deterioro de los términos de intercambio, en sus versiones contable (1949-1950), ciclos (1949-1950), e industrialización (1959); la que permite la interpretación del proceso de industrialización (1949-1955); la de la inflación (1953-1964), y la que favorece el análisis de los obstáculos estructurales al desarrollo (1960-1963), ídem., p. 1347.

[14] Que son: a) Conducción deliberada del proceso de industrialización; b) Criterios de asignación de recursos; c) Planificación del desarrollo; d) Papel del Estado; e) Reforma agraria; F) Revisión de los principios y métodos de planificación, y g) Acentuación del intervencionismo, reforma fiscal. ídem., loc. cit.

[15] loc. cit.

[16] ídem., p. 1351.

[17] Equivale a la relación entre la productividad del trabajo (t) y la productividad del capital (k): K / T = t / k., loc. cit.

[18] En la agricultura atrasada, la productividad del capital (k´) y la densidad del capital (t´/k´) son inferiores a las del sector moderno, por lo que se cumplen las relaciones: t´< t;  k´< k;  t´/k´<t/k. loc. cit.

[19] "Por cada unidad de capital invertido en el sector moderno se emplea mano de obra en una cantidad equivalente a k / t (igual a T/K o relación trabajo/capital). Pero si la inversión se realiza en la agricultura moderna, cuya producción compite con la del sector rezagado, cada unidad de inversión genera a la vez desempleo tecnológico de una magnitud equivalente a k´/ t´. Como k´/ t´> k / t, el resultado neto es negativo." Idem., pp. 1351-1352.

[20]  loc. cit.

[21] Marini, Ruy Mauro, La crisis del desarrollismo, en La Teoría Social Latinoamericana, Ediciones El Caballito, México, 1994, T. II, Subdesarrollo y Dependencia, p. 135.

[22] loc. cit.

[23] ídem., p.136.

[24] Prebisch, Raúl, Cinco etapas de mi pensamiento sobre el desarrollo, en Comercio Exterior, vol. 37, núm. 5, México, mayo de 1987, pp. 345-352. Al cumplirse un año de la muerte del economista argentino, esta publicación tomó este artículo del libro: Raúl Prebisch: un aporte al estudio de su pensamiento, Santiago de Chile, 1987.

[25] Marini, Ruy Mauro, La crisis del desarrollismo, op. cit., p.137.

[26] op. cit., p. 138

[27] Por lo que hace al Teorema de los Costos Comparados o Teoría de las Ventajas Comparativas, consultar: David Ricardo, Principios de economía política y tributación, FCE, México-Buenos Aires, 1959, capítulo VII.

[28] Marini, Ruy Mauro, La crisis del desarrollismo, op. cit., pp. 142-143.

[29] idem., pp. 152-154.

[30] idem. pp. 28-29.

[31] Sunkel, Osvaldo y Paz, Pedro, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, Ia. parte, Editorial Siglo XXI, México, 1970, citado en Osorio, Jaime, op. cit., p. 30.

[32] idem. p. 31, y cfr.Prebisch, Raúl, Cinco etapas de mi pensamiento sobre el desarrollo, Comercio Exterior, vol. 37, núm. 5, México, mayo de 1987, pp. 345-352.

[33] Pinto, Anibal, Inflación, raíces estructurales, Lecturas del FCE, núm. 3, México, 1973.

[34] Cfr. Marini, Ruy Mauro, Dialéctica de la dependencia, Editorial Era, México, 1974.

[35] Cfr. Novelo U., Federico, Introducción al análisis económico y la evaluación de proyectos en América latina, en Ensayos sobre economía y administración, Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, Departamento de Producción Económica, México, 1991, pp. 51-81.

[36] Cfr. Osorio, Jaime, op. cit., pp. 30-38.

[37] ídem., p. 36.

[38] Braudel, Fernand, Las Civilizaciones Actuales, op. cit., p.376. Las cursivas son mías.

[39] Citado en Osorio, Jaime, op.cit. pp. 43-44. las cursivas son mías.

[40] ídem., pp. 64-70. Osorio encuentra al menos siete aportaciones de Marini que permiten hablar de “la fundación de una verdadera teoría marxista de la dependencia: a) La dependencia “...es una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia”; b) La formación del capitalismo dependiente sólo puede entenderse “en función de la acumulación de capital en escala mundial y en particular de su resorte vital, la cuota general de ganancia”; c) América Latina ayuda a contrarrestar las tendencias a la caída de la tasa de ganancia en las economías desarrolladas, favoreciendo el incremento de la tasa de explotación y rebajando el valor del capital constante; d) En las relaciones comerciales internacionales y dada la monopolización que ejercen las economías industriales sobre bienes industriales y tecnología, se establece un intercambio desigual desfavorable a las economías latinoamericanas, las cuales transfieren valor a los países industriales; e) Como mecanismo de compensación a esta exacción, el capital latinoamericano redobla la explotación con el fin de incrementar la masa de valor; esto se realiza sobre la base de la superexplotación de los trabajadores; f) Apoyado en la superexplotación de manera permanente, el capitalismo dependiente genera un ciclo de capital en donde se produce una ruptura entre la esfera de la producción y la esfera de la circulación, que desde otra perspectiva no es más que el creciente divorcio entre el aparato productivo y las necesidades de consumo de las amplias mayorías, y g) El fundamento de la dependencia es así la superexplotación, en tanto explica la forma fundamental de producción de plusvalía, y da cuenta de porqué el aparato productivo y la esfera de la circulación tienden a caminar desligados, reproduciendo un capitalismo que extrema las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista.”, pp.65-66.

[41] ídem., p. 46.