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Capítulo V.- El Centro de Soporte Ecológico y la participación de tres comunidades oaxaqueñas en su propuesta sustentable
Reseña de la creación del Megaresort Bahías de Huatulco de la Costa de Oaxaca
La belleza paradisíaca del mar del Pacífico Sur y el paisaje del bosque matizado por las estaciones, llenaron de sueños a los políticos mexicanos. Al mirar la riqueza de los ecosistemas - apenas tocados por mano humana - y la pobreza material de los 300 habitantes de la comunidad de Santa Cruz se decidió que era necesario “desarrollar”, sacarle provecho a esa belleza y ayudar a los “indios” a progresar (sic). A finales de los años 70s, campesinos y pescadores recibieron gustosos al entonces Presidente de la República José López Portillo y a la Secretaria de Turismo Rosa Luz Alegría en su paseo de reconocimiento de la zona. Ninguno pensó que la visita tuviera, años más tarde, la repercusión que tuvo en sus vidas y en las vidas de los habitantes de los alrededores. La sorpresa la llevaron cuando en 1984 regresaron funcionarios menores a ejecutar lo que se había dispuesto años antes: expropiar 21,163 hectáreas comunales en 30 kilómetros de franja costera. El fin: construir la infraestructura apropiada que atrajera a los inversionistas extranjeros, principalmente, y nacionales deseosos de levantar grandes hoteles que compitieran con cualquier destino turístico internacional .
Se perseguía hacer de Las Bahías de Huatulco el destino turístico por excelencia -ver mapa 3. Sin embargo, hoy Huatulco es un gran elefante blanco en temporada baja, que medio se colorea en temporada alta con turismo nacional de procedencia Defeña, regularmente. Aunque Huatulco se pone un “poco de rubor en las mejillas” en épocas de vacaciones, las grandes avenidas que llevan a las Bahías están vacías, carecen del bullicio de Acapulco o Cancún. A los comuneros, ahora extraños en lo que eran sus antiguas tierras, no les molesta mucho esto, porque de cualquier manera ellos no participan de la derrama monetaria como lo hacen los dueños de los grandes hoteles o los trabajadores traídos de otro lugar. Los hoteleros no contratan, comúnmente, a gente de la región para ejercer puestos de alta responsabilidad; pareciera que los habitantes están vetados para obtener esos trabajos. El puesto más alto que logran alcanzar en la zona hotelera es el de capitán de meseros, a pesar que el comunero ostente un documento que lo avale como Licenciado en Administración de Empresas Turísticas u otro diploma profesional.
Los campesinos se preguntan ¿para quién fue el desarrollo? Se contestan que no fue para ellos. Nunca estuvieron incluidos dentro del paquete de desarrollo, quizá sólo como sirvientes de los Dones y las Doñas que llegan a Huatulco, pero no como socios del desarrollo. Antes de que FONATUR estableciera su feudo en las Bahías, los campesinos vivían autosuficientemente sembrando maíz en sus parcelas y pescando el fruto del mar para venderlo entre los habitantes de la región. El sentimiento de pobreza no era parte de su realidad ni llegaba a los grados que hoy ellos perciben. Eran dueños del mar y de las parcelas de tierra adentro; aunque fueran comunales, con ellas regían su propio destino. Pero el 17 de abril de 1984, el Diario Oficial de la Federación publicó a manera de notificación, la solicitud que la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología hacia la Secretaría de la Reforma Agraria para la expropiación de una superficie de 21,189 hectáreas de terreno , perteneciente a la comunidad de Santa María Huatulco . Así de esta manera, el proyecto de vida de los habitantes de las rancherías ubicadas en las Bahías de Huatulco fue truncado por las autoridades, sin que se les preguntara si les interesaba o no cambiarlo por un terreno de 200 metros cuadrados donde vivirían en casas de concreto ubicadas en La Crucecita – pueblo sustituto de sus comunidades: Santa Cruz, Bajos de Coyula y Bajos del Arenal.
Los comuneros hoy dicen que no se oponían a la expropiación, lo que ellos no aceptan es la forma en que se llevó, a través de una guerra de baja intensidad en donde corrió el dinero que compró el consentimiento de las autoridades locales y la presión psicológica ejercida a los “revoltosos”, como FONATUR llamaba a los líderes, para que desistieran de su lucha. La resistencia fue minada al ser asesinado el líder principal, Alfredo Lavariega, la noche del 4 de noviembre de 1989 –aún la justicia mexicana no esclarece por quién. Sin embargo, los habitantes aún tienen la esperanza de ser también, protagonistas del desarrollo que llevó el gobierno federal a sus tierras.
El complejo turístico es un ejemplo del desarrollo colonizador, desmembrador de los proyectos de vida rurales, excluyente y provocador de la verdadera pobreza material y cultural. Las comunidades rurales e indígenas no se oponen a la llegada de la modernización a sus vidas, lo que no aceptan es que los excluyan y no los capaciten para adentrarse a la cultura dominante. Se les arrebata su vida y se les hace a un lado porque no cubren las características para ser socios del desarrollo. Aún así, el gobierno no entiende él por qué se incrementa cada año el número de pobres y no se da cuenta que él mismo lo provoca con sus buenas intenciones desarrollistas. Esto sucede porque no se toma un espacio amplio para reflexionar sobre los impactos ecológicos y sociales antes de irse de “misionero” a sacar a los “indios” de su atraso.