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Los distritos industriales[1].
Compuestos a base de entramados o redes de empresas de tamaño reducido (PYMES), especializadas en fases distintas del proceso de producción, forman un sistema productivo conjunto, descentralizado, flexible y eficiente[2].
El contexto histórico en el que cobran relieve es el del final de los años 70, sumido en la crisis del modelo de organización empresarial basado en la producción en cadena en el seno de grandes empresas[3]. Durante las décadas de los 50 y los 60, los avances en los sistemas de producción fueron reforzados por los cambios sociales e institucionales[4] que aseguraron que la demanda agregada era suficiente para sostener el crecimiento rápido[5]. Al final de los 70, por el contrario, tiene lugar una “doble” crisis[6]:
Asistimos, por el lado de la oferta, a una caída en el crecimiento de la productividad y a una menor rentabilidad de las inversiones, en combinación con un estancamiento en la demanda agregada, empeorado por las políticas monetarias restrictivas, lo que ha conducido al final del proceso de convergencia anteriormente descrito. En efecto, a partir de este momento, dejaron de actuar dos de los mecanismos de convergencia propios de las décadas anteriores: cesó la ola de inversiones productivas en las áreas menos desarrolladas, mientras que el crecimiento del desempleo en las áreas más favorecidas comenzó la reducir las oportunidades para los inmigrantes[7].
El concepto de “nuevos distritos industriales”[8] está basado en la reestructuración productiva: en respuesta a la emergencia de mercados globales y al cambio tecnológico rápido, las empresas se han visto obligadas a adoptar métodos de organización más flexibles, mayor flexibilidad también en su gestión y organización de los recursos humanos, en la adquisición de habilidades por parte de sus empleados, así como en la adopción de formas y métodos de interrelación con otras empresas.
Esa fuerte interrelación presente entre las distintas empresas del distrito genera una serie de externalidades positivas derivadas de la transmisión de información, de la competencia y de la complementariedad interempresarial. A ello contribuye también una serie de elementos derivados de la propia concentración espacial mencionada: la densidad demográfica (mercados amplios), el desarrollo de infraestructuras (transportes, comunicaciones y energéticas) así como de mercados de trabajo diversificados y de redes proveedoras de servicios a empresas.
Se desarrolla así una serie de sinergias (menores costes, mayores rendimientos) comúnmente atribuidas a la atmósfera industrial, que cristalizan en una mayor capacidad de innovación tecnológica, y de adaptación a los cambios en la demanda y en la situación de competencia exterior, y en un mayor dinamismo y flexibilidad en la asignación de los recursos.
En definitiva, uno de los resultados de esos profundos cambios en la organización de la producción, presente sobre todo en las compañías multinacionales, ha sido “el surgimiento de nuevas ciudades industriales, áreas espaciales definidas de actividad económica en las que un grupo especializado de industrias orientadas al comercio han enraizado y florecido, logrando trayectorias de empleo, crecimiento económico, y crecimiento de la población que son la envidia de muchos otros sitios.”[9]
Desde el principio de los años 80, se ha insistido sobre la viabilidad, flexibilidad, y longevidad de este tipo de organización industrial[10]. Se consideró entonces que se trataba del fin de la empresa multinacional como líder o impulsora del crecimiento regional, aunque ahora empiezan a alzarse voces cuestionando la eficacia de estos complejos de pequeñas empresas[11]. Argumentan determinados autores la debilidad de los mismos en tanto que son muy dependientes de la evolución de la demanda global del sector en que se han especializado, concluyéndose, por tanto, que la vía de generación de distritos industriales es tan sólo un modelo limitado del futuro desarrollo regional[12].
Los “distritos industriales” podrían enclavarse en cualquier tipo de región (pobre o rica) a priori, por lo que el desarrollo teórico en torno a esta figura no implica necesariamente un crecimiento regional divergente[13]. Sin embargo, la doctrina sugiere que los distritos que parten con una ventaja inicial son susceptibles de conservar al menos esa ventaja, lo que supondría de facto la divergencia regional a medio plazo.
[1] Espínola Salazar, J.R., “Entramado empresarial y territorio: polos, distritos y desarrollo integrado”, Revista ICADE 48, 1999, pp.131-148
Espínola Salazar, J.R., Economía regional y urbana de España, Apuntes del curso 1999-2000, Universidad Complutense, Madrid, 2000.
[2] Costa, M.T., “Descentramiento productivo y difusión industrial. El modelo de especialización flexible”, Papeles de Economía Española, 35, 1988.
Costa, M.T., “Cambios en la organización industrial: cooperación local y competitividad internacional. Panorama general”, Economía Industrial, 286, 1992.
Ybarra, J.A., “Determinación cuantitativa de distritos industriales: la experiencia del País Valenciano”, Estudios territoriales, 37, 1991.
[3] Se pone el acento sobre la organización industrial y el mercado, más que sobre la relación salarial contractualizada y jerarquizada; sobre la aglomeración de empresas atomizadas más que sobre el despliegue espacial de la firma multinacional; sobre la especialización (en el sentido de calificación) más que sobre el taylorismo y la indiferenciación del trabajo.
[4] Por ejemplo, la gestión keynesiana de la demanda agregada, políticas redistributivas de la renta, incluyendo políticas regionales.
[5] Dunford, M., “Winners and losers: the new map of economic inequality in the European Union”, European Urban and Regional Studies 1, 2, 1994, pp. 95-114.
[6] Lipietz, A., “The regulation approach and capitalist crisis: an alternative compromise for the 1990’s.”, en Dunford, M. y K. Kafkalas (eds): Cities and Regions in the New Europe. (Londres: Ed. Belhaven), 1992.
[7] Dunford, M, “Regional disparities in the EC: evidence from the REGIO databank” Regional Studies 27, 8, 1993, pp. 727-744. En la pág. 742.
[8] De Luca Martínez, J.A. Y G. M. Soto Pacheco, Los distritos industriales como estrategia de desarrollo regional, (Murcia: Ed. Caja Murcia), 1995.
[9] Park, S. O. y A. Markusen, “Generalising new industrial districts: a theoretical agenda and an application from a non Western economy”, Environment and Planning A, 27, 1995, pp. 81-104.
[10] Sabel, C., “Flexible specialisation and the re-emergence of regional economies”, en Girst, P. y J. Zeitlin (eds.), Reversing Industrial Decline? Industrial Structure and Policy in Britain and her Competitors, (Oxford: Berg), 1989.
Scott, A., From Metropolis to Urban Form, (Los Angeles: University of California Press), 1988.
Storper, M. y R. Walter, “The Capitalist Imperative”, (Oxford: Blackwell), 1990.
[11] Sayer, A., “Post-Fordism in Question”, International Journal of Urban and Regional Research, 13, 4, 198, pp. 666-695.
Harrison, B., “The devolution of the Italian districts”, en Big Firms, Small Firms: Corporate Power inthe Age of Flexibility, (New York: Basic Books), 1993.
[12] Storper, M. y B. Harrison, “Flexibility, hierarchy and regional development: The changing structure of industrial production systems and their forms of governance in the 1990’s”, Working Paper, Department of Planning, UCLA, Los Angeles, 1991.
Glasmeier, A., “Technological discontinuities and flexible productiona networks: The case of the world watch industry”, Research Policy 20, 1991, pp. 469-485.
[13] Hay ejemplos en la literatura del crecimiento sobre distritos industriales enclavados en regiones industriales en declive, como Emilia-Romagna en Italia.
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Este texto forma parte de la tesis doctoral
"El factor espacial en la convergencia de las regiones de la Unión Europea",
de Mª Amparo Toral Arto, cuyos datos y texto completo son accesibles desde la
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