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El Consenso de Washington.
Este texto forma parte de la tesis doctoral
El cambio estructural del sistema
socioeconómico |
Las propuestas de los neoliberales para hacer frente al problema del subdesarrollo quedaron sintetizadas en lo que se conoce como el Consenso de Washington.
A principios de los noventa ya existía en los organismos internacionales con sede en Washington (FMI y Banco Mundial, particularmente), en las administraciones dependientes de la Casa Blanca (el Tesoro y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, particularmente) y en los ministros de economía del G-7 y los presidentes de los veinte mayores bancos internacionales (con gran influencia en las instituciones anteriores), una especie de consenso sobre la naturaleza de la crisis latinoamericana y sobre las reformas que debían aplicarse para superarla.
Esta concepción común en las instituciones con peso internacional localizadas en Washington fue recogida por John Williamson en un libro, compilatorio de las ponencias de un seminario internacional, titulado Latin American Adjustment, publicado en 1990. Este documento recoge una adecuada síntesis del pensamiento neoliberal de los noventa, bajo la expresión del Consenso de Washington.
Tres son los elementos centrales del citado consenso: el diagnóstico de la crisis de los países latinoamericanos, que habían aplicado las políticas de industrialización por sustitución de importaciones, las recomendaciones de políticas económicas a aplicar a corto plazo y las recomendaciones de políticas de reforma estructural.
Por lo que se refiere al diagnóstico de la crisis, las causas que los neoliberales encontraron fueron esencialmente dos. La primera, el excesivo crecimiento del Estado, del proteccionismo, de la regulación y del peso de las empresas públicas, numerosas e ineficientes. La segunda, el llamado populismo económico, consistente en la incapacidad de los gobiernos para controlar tanto el déficit público como las demandas de aumentos salariales del sector público y del sector privado (Williamson, 1990, pp. 7-20).
Las políticas recomendadas a corto plazo, o políticas de estabilización, estaban destinadas a combatir el populismo económico y alcanzar el equilibrio fiscal y la estabilización y eran las siguientes (Williamson, 1990, pp. 7-20):
a) una auténtica disciplina fiscal que permitiese reducir el déficit público;
b) un cambio en las prioridades del gasto público, eliminando los subsidios y redirigiendo parte de esos recursos hacia la educación y la sanidad;
c) una reforma tributaria basada en aumentos de los impuestos, sobre una base amplia y con tipos marginales moderados;
d) la determinación por el mercado de los tipos de interés, de forma que éstos fuesen positivos;
e) y la determinación, también por el mercado, del tipo de cambio, de forma que éste fuese competitivo.
Las políticas de reforma, o de ajuste estructural, pretendían generar un modelo de desarrollo orientado hacia el mercado y se basaban en la reducción del Estado, la liberalización del comercio internacional y la promoción de las exportaciones. Las recomendaciones en este campo fueron las siguientes (Williamson, 1990, pp. 7-20):
a) la liberación del comercio y su orientación hacia el exterior, eliminando cualquier tipo de barrera arancelaria y no arancelaria;
b) la atracción de inversiones extranjeras, eliminando cualquier tipo de restricción;
c) la privatización de las empresas públicas;
d) la desregulación de las actividades económicas;
e) y la firme garantía del derecho de propiedad.
La implementación de políticas reformistas tendentes a la liberalización de la economía en países subdesarrollados, particularmente latinoamericanos, ha permitido que se vaya configurando en el plano teórico un modelo de desarrollo orientado hacia el mercado, denominado por algunos autores como el nuevo modelo económico, del cual el caso chileno es el principal exponente. Las políticas reformistas se articulan alrededor de cinco ejes, el primero, la liberalización del comercio exterior, el segundo, la liberalización del sistema financiero, el tercero, la reforma del Estado, el cuarto, la reforma del mercado de trabajo y el quinto, la atracción de capitales extranjeros (Bulmer-Thomas, 1996, pp. 295-312).
El Consenso de Washington y el modelo reformista de desarrollo derivado de él, asumen que, una vez que las economías sean estabilizadas, liberalizadas y privatizadas, éstas retomarán la senda del desarrollo; dicho desarrollo vendría dado por la restauración de un crecimiento sostenido, cuyos efectos se irían distribuyendo por toda la economía y por toda la sociedad, mejorando el nivel y la calidad de vida de la población.