LA TÉCNICA DIDÁCTICA DEL BUEN HUMOR Y SU INCIDENCIA EN LA CALIDAD DE LOS APRENDIZAJES DE LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD TÉCNICA DE MANABÍ. 2015

LA TÉCNICA DIDÁCTICA DEL BUEN HUMOR Y SU INCIDENCIA EN LA CALIDAD DE LOS APRENDIZAJES DE LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD TÉCNICA DE MANABÍ. 2015

Edison Ruben Zambrano Cedeño
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

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El ambiente en el aula de clases y el buen humor docente
En la práctica docente actual, que en su práctica tenga una actitud distante, con poca disposición al diálogo y pretenda que en el aula donde se lleve a cabo el proceso enseñanza-aprendizaje, sea un recinto lleno de alumnos-recipientes, con actitudes eruditas, manteniendo un estricto control conductual y anulando casi cualquier expresión de buen humor o de risa, está destinado a que los conocimientos que pretenda transmitir se queden en los cuadernos de apuntes o en los libros que lo único que tendrán de luminosos serán las marcas de subrayado con plumón fluorescente de los alumnos.

Por supuesto que no se trata de que el trabajo en el aula se vuelva un festival de risas ni una reunión de amigos donde se pierda la sana distancia que debe de haber entre docente y alumno, se trata de aprovechar la energía y dinamismo que conlleva la juventud universitaria utilizando como medio la risa y el buen humor, manteniendo una buena actitud, una actitud positiva. (Gonzales Francisco, 2015, pág. 2-3)
Ya se ha visto como todo proceso formativo se erige como una interacción compleja entre personas. Sólo de ahí es posible el aprendizaje. Pero este aprendizaje se enmarca en un contexto humano más profundo que la mera repetición de información, es la adaptación de un ser natural a una realidad social mediada por la cultura, es la adopción de una cosmogonía, una manera de ver al mundo, a las demás personas y a sí mismo, que tiñe toda intención, acción y pensamiento que se pueda tener.
Uno de los principales componentes dentro el proceso educativo, es el aula de clases, pero el aula de clases en el contexto de su espacio humano y no físico, es decir el ambiente que el docente genera dentro de ella debe de ser agradable, de tal manera que el estudiante tenga ganas de estar ahí, no que tenga que estar ahí.
Desde esta perspectiva, el buen humor se desenvuelve de manera muy directa para que el entorno educativo que rodea al aula de clases se ameno, agradable y sobre todo placentero.  Pero esto, para que no sea tan sólo retórica, debe asumirse como política. Debe ser asumido por las instituciones que financian, preparan y perfeccionan a los docentes, quienes -de igual modo que todos- deben aprender a mirar el problema desde este punto de vista y deben hacerse con las herramientas necesarias para dar respuesta a las interrogantes que vayan surgiendo en el camino. Es necesaria la reflexión permanente y sistemática para poder visualizar los problemas y sus caminos de solución, pero por sobre todo es necesario aquel espíritu que permita rescatar de la segregación a otros seres humanos y que les permita a ellos realizarse humanamente, según su propia dignidad, y en consecuencia intervenir activa y poderosamente en los procesos históricos y sociales que enfrente.
La risa, el buen humor, un ambiente agradable, distendido, provoca, en términos generales una buena actitud de los actores del proceso enseñanza-aprendizaje, humaniza al docente y genera la participación afectiva, consciente o inconsciente, intencional o involuntaria, de un sujeto en una realidad ajena a sí mismo. Generalmente se aplica en el campo de lo emotivo y de lo anímico” (Primer congreso 4 Internacional de transformación educativa, Ixtapan de la Sal, Estado de México, 2013) lo que llamamos en términos llanos, empatía. (Sustentado por Gonzales Francisco, 2015, pág. 3-4)
Es importante destacar que en un mundo cada vez más vacío de espíritu, frente a una realidad cada vez más hostil con la solidaridad y el compromiso con los demás, frente a un sistema educativo extraviado en el individualismo y la instrumentalización, nuestro llamado es a rescatar al ser humano que está detrás de cada alumno, de cada docente y devolverle el control soberano sobre su existencia, en especial a nivel intelectual y por sobre todo espiritual.
Es importante analizar el objeto de la risa para poder justificarla; Vittorio Hösle (2012), después de revisar diversas teorías acerca de la risa, especialmente la clasificación de D. H. Monro (1951), concluye que, para una visión normativa del humor, lo importante es atender a la cualidad del objeto cómico o ridículo o de la situación cómica o ridícula en sí, por eso considera poco relevantes las teorías que discuten aspectos de los receptores (como la teoría de la superioridad o la teoría de la liberación de la tensión).
Para Hösle (2012), sólo la percepción de que algo no se corresponde con lo que debería ser en sentido ético puede ser el fundamento de una teoría normativa de lo cómico. Así, escribe: “si queremos responder a la cuestión de si nuestra risa es inteligente o no, nuestra sensación de superioridad justificada o no, no podemos evitar analizar el objeto de la risa”
La risa es una dolorosa sanción negativa de conductas socialmente inaceptables (como, por ejemplo, la vanidad), aunque carezca de la brutalidad de la violencia física y de los riesgos vinculados a ella. Por eso, es un eficaz medio para mostrar desaprobación sin elevados costes para el que lo emplea. La cuestión clave, para una ética del humor, es que esa sanción que expresa la risa está justificada con las razones adecuadas.
La risa será moralmente aceptable si se identifica de algún modo con el objeto: para considerar moralmente aceptable la risa, un hombre civilizado exigirá que se atenúe el sentimiento de superioridad. El reidor inteligente tiene que reconocer que el sujeto del que se ríe no es básicamente distinto de él. Él mismo puede poseer algunos de los rasgos caricaturizados.
En la risa cultivada hay cierta identificación melancólica con su objeto, cuando ésta falta el que ríe se vuelve repugnante o incluso objeto de escarnio él mismo. Un ejemplo de esa cierta identificación con el objeto se produce cuando sonreímos ligeramente antes de empezar a reír: «el reidor que primero sonríe pide en cierto sentido perdón por aquello que se dispone a hacer» (Hösle, 2012).
Las personas ríen con razón cuando la conducta objeto de la risa merece evitarse: Hösle (2012) escribe: “La persona objeto de risa tiene que merecer nuestro escarnio, porque su desdicha es una justa consecuencia de su conducta y porque su conducta infringe ciertas normas intelectuales o morales que es preciso reconocer”.
Y añade: “Reímos con razón cuando nos sentimos superiores con razón, y nos sentimos superiores con razón cuando la conducta objeto de la risa es de hecho algo que habría que evitar” (Hösle, 2012).
El problema es la determinación de qué tipo de conductas deberían evitarse y, por lo tanto, elaborar un listado de aquello que con razón debería hacer reír, con su correspondiente justificación teórica. Hösle no realiza esta tarea y considera que nadie la ha conseguido realizar.
Hay un temor por llevar a cabo una clase con buen humor, en una investigación llevada a cabo por la profesora García Larrauri (2010) con un pequeño grupo de profesores de diferentes niveles educativos se les preguntó a estos acerca de los obstáculos del profesorado para la inclusión del humor en el aula. Sus respuestas se las puede clasificar en cuatro apartados fundamentales que vienen a coincidir con otra investigación anterior efectuada por Tamblyn en la que se lee que: “La mayoría de los maestros y formadores, basándose en la investigación científica o en su propio instinto, cree que el humor ayuda a la gente a aprender mejor. Son relativamente pocos, sin embargo, los que dedican tiempo y esfuerzo a cultivar una competencia que es muy fácil desarrollar” (Tamblyn, 2006, p.20).

Estas barreras pueden responder más a prejuicios o miedos adquiridos que a lo que realmente es. La distancia en su aplicación -la no cercanía- produce temores que se han de solventar con su utilización, con una práctica continuada que nos aporte una mayor confianza y seguridad hacia el tema que ahora ocupa. Jáuregui y Fernández Solís aclaran que: “No hay duda de que emplear el humor implica un riesgo, y que puede tener efectos negativos, pero lo mismo podría decirse de cualquier buena herramienta, desde el martillo hasta el automóvil” (2004, p.43).
Como se comprueba, aplicar el humor en las clases puede entrañar sus dificultades pero no se debe perder de vista que también puede ser muy enriquecedor. Algunos de los principales obstáculos son:

El temor a perder el control de la clase. Quizá este sea uno de los temores que más asaltan a los educadores. El darle tanto poder al alumnado que sean ellos quienes lleven la clase hacia el caos, hacia el descontrol más absoluto. Como afirma García Larrauri: “ninguna técnica puede conseguir el respeto y el control del alumnado si el profesorado no muestra previamente su competencia en el dominio y organización de sus contenidos y se ha ganado previamente su confianza” (2006, p.157).

En la misma línea se encuentra la opinión de Fernández Solís y García Cerrada cuando apelan a que “el humor y disciplina no son incompatibles” (2010, p.36). Así pues, se ha de poner unas normas claras y bien definidas antes de comenzar cualquier actividad que se deba pensar que la clase se puede ir de las manos. Se opta entonces por la doble dimensión en las clases de lo lúdico y lo serio. Una y otra no son incompatibles, sino complementarias.

La persona que se considera la antítesis de la gracia y del humor. Todos tienen humor aunque unos lo expresen con más “gracia, mi arma”, salero y desparpajo. García y Vío nos lo dicen de esta forma: “El humor de cada persona está ahí, esperando, solo hay que darle su justo tiempo y espacio para que aparezca” (2005, p.27).

Lo interesante es desarrollarlo de tal manera, que se encuentre ese punto risible que tiene cualquier aula. Se deberá indagar hacia la búsqueda de lo humorístico y presentarlo de forma natural, ya que todo lo que lo rodea puede ser focalizado de manera cómica.

La asignatura o los contenidos que se imparten son demasiado serios. Parece que todavía se sigue manteniendo la vieja idea de que todo lo que haga reír carece de seriedad. Frente a ello una de las palabras más utilizadas que se ha venido descubriendo en la realización de este trabajo ha sido la palabra “serio” en relación con el humor. Ya lo decía Groucho Marx cuando aludía al humor como “algo muy serio”.

Por ello, no hay ningún tema -si se lo piensa un momento- que haya escapado a la seriedad del humor.

La preocupación por ofender a alguien. Siempre que se utiliza el humor se corre el riesgo de que no sea entendido de la manera en la que el docente lo había creado o pensado. Esto no debe desalentar ya que como se viene defendiendo el humor tiene muchas ventajas que se pueden llevar al aula de clases.

Se debe utilizar un humor apropiado para la situación en la que se encuentren. Tamblyn (2006) advierte que “los cuatro temas que suelen generar controversia suelen ser: la raza, la religión, lo obsceno y la política”

Sabiendo esto de antemano, hay que tener especial cuidado con ellos por lo que se adhieren a los consejos de Laborda (2006) cuando señala que lo mejor es tener tacto, mesura y funcionalidad en su elección e inclusión didáctica. (Sustentado por Rivero, Francisco. 2011, pág. 19-21)