II.7. Estrategia: Concepto, Desarrollo y Evolución en la Ciencia Administrativa.
El concepto y la práctica de la estrategia constituyen elementos importantes y determinantes respecto de las decisiones transcendentales que se adoptan a nivel de gobernantes, líderes empresariales, actores del desarrollo económico y, en general, en toda clase de organizaciones en la búsqueda de un objetivo común.
Desde hace mucho tiempo, el concepto de estrategia se aplica en las organizaciones empresariales, pero en la actualidad las organizaciones sin fines de lucro también han introducido esquemas y conceptos de estrategia como eje guía de sus quehaceres organizativos. Asimismo, además de tomar en cuenta las tendencias de las políticas públicas, múltiples instituciones a nivel gubernamental (locales, regionales y nacionales) también hacen suyos los conceptos y modelos relacionados con las estrategias, aplicándolos en planes, programas y proyectos públicos.
Cabe señalar que -desde épocas muy antiguas- el tema de la estrategia ha sido objeto de análisis, investigación y punto de referencia para dirigir u orientar diversos tipos de acciones que –finalmente- han influido en el desarrollo de la humanidad. En sus orígenes, se orientó principalmente hacia los aspectos relacionados con la milicia; de hecho, la historia reúne muchos ejemplos de que con una buena visión estratégica, se garantizaba el éxito en los enfrentamientos armados.
Actualmente, y como resultado de la aplicación de diversos modelos y teorías de la ciencia administrativa, el concepto de estrategia se ha sofisticado de tal manera que hoy sus principales usuarios son las organizaciones empresariales y las instituciones gubernamentales.
II.7.1. La estrategia aplicada al mundo empresarial.
El origen de este paradigma se ubica en la primera parte de la década de los sesentas con los trabajos del Boston Consulting Group; las contribuciones que han dado lugar a la existencia de esta corriente paradigmática incluyen una extensa lista de autores que desarrollaron sus aportes a la ciencia administrativa –particularmente- durante los años sesenta y setenta. Alfred Chandler Jr. fue el pionero en el estudio de las estrategias para la dirección de las grandes corporaciones; de hecho, en su obra “Strategg and Structure” (1962), expone la introducción y desarrollo de la noción de estrategia en el campo de investigación de la historia económica de las empresas (Ramos, 2008).
Otro autor considerado como referente y claro exponente de este enfoque es Igor Ansoff, quien plantea que la estrategia es la manera que la empresa tiene para afrontar el futuro teniendo en cuenta la relación producto-mercado; el gran aporte de Ansoff en cuanto al desarrollo del concepto “estrategia”, lo constituye la incorporación de la noción del “entorno”, tanto como factor casual y explicatorio de la estrategia, como también por ser un criterio fundamental para diseñar el diagnóstico estratégico de la empresa. En general, este autor define a la estrategia como la determinación de metas y objetivos básicos de largo plazo de una empresa, a lo cual se adicionan las causas de acción así como la asignación de los recursos necesarios para lograr dichas metas; para Ansoff, la estructura sigue a la estrategia, ya que las diversos entornos obligan a que las empresas adopten nuevas y renovadas estrategias, mismas que demandan cambios en las estructuras organizacionales. Su principal aporte al desarrollo del concepto de la estrategia, radica en el estudio de la relación entre la forma que las empresas planean su crecimiento (estrategias) y el diseño de la organización (estructura) para ser administrada en su proceso de crecimiento; en su obra demuestra como la estructura organizacional de las empresas sujetas de estudio, se adoptaron y ajustaron continuamente a su estrategia (Navarro, 2012).
Respecto de mismo tema, Kenneth Andrews (1971) combina las ideas de Drucker (1954) y Chandler (1962) en su definición de estrategia, conceptualizandola como el patrón de los objetivos, propósitos políticos y planes esenciales para dar lugar a las metas establecidas, de tal manera que a partir de estas, se defina en qué clase de negocio la empresa esta o quiere estar; para este autor, la estrategia consiste en una forma de expresar un concepto persistente para las empresas en un mundo en constante evolución, esto con el fin de excluir algunas nuevas actividades posibles y sugerir la entrada de otras (Andrews 1994).
Avanzando en el análisis del concepto de la estrategia (en el contexto de las ciencias administrativas), se ubica un nuevo modelo o paradigma que tiene una relación directa con la teoría de la competitividad y la innovación, mismo que corresponde al enfoque que crea Michael Porter (1980); este, inicialmente, establece una base conceptual dirigida al diseño de estrategias para una típica empresa productiva, destacando su modelo de las fuerzas competitivas como herramienta para efectuar el análisis del entorno. Posteriormente, Porter establece todo un mapa conceptual enfocado a destacar como la estrategia responde a sistemas sociales de una complejidad mayor que una típica empresa (es decir, ciudad, regiones, países), destacando -como su principal aporte- lo que el autor denomina como “El Modelo del Diamante Competitivo”(1995). Al respecto, es importante señalar que Porter (1980) genera un cambio y un fuerte impulso al pensamiento, teoría y aplicación de la estrategia, lo cual puede sintetizarse en tres grandes aspectos o componentes:
Con posterioridad al modelo de Porter surge un nuevo paradigma acerca de la concepción y la practica misma de la estrategia, el cual el cual corresponde a una visión crítica liderada por Henry Mintzberg (1994); en sus textos, este autor emprende un fuerte crítica a la concepción de la estrategia y –específicamente- a la planeación estratégica convencional (Ansoff, Chandler, etc.). Mintzberg (1998), sostiene que el concepto y la práctica de la planeación estratégica van más allá de una simple ecuación entre estrategia y planeación, de ahí que su planteamiento se sustenta –en gran medida- en que las estrategias exitosas no siempre surgen obedeciendo a un plan, pudiendo –incluso- emerger espontáneamente en las organizaciones; de aquí surgen los conceptos de “estrategia emergente” y “deliberada”, conceptos novedosos y que -en cierta medida- revolucionaron el campo de acción de la estrategia, en el contexto de la ciencia administrativas. Mintzberg define el termino estrategia como “El patrón de una serie de acciones que ocurren en el tiempo” (2003), este modelo da énfasis al tipo de acciones en donde la empresa tendría una estrategia, aun cuando no tuviera planes definidos.
Según este autor,es posible presentar la estrategia con base en cinco definiciones: como plan (acción conscientemente determinada); como pauta de acción o estratagema (artimaña para ganar); como patrón (consistencia en el comportamiento); como posición (ubicación privilegiada) y como perspectiva (interpretación colectiva del entorno externo dentro de la organización).
La estrategia como plan, se concibe como una especie de rumbo de acción conscientemente proyectado, es decir como un conjunto de directrices para abordar una situación que implica la racionalización de las acciones. Si las estrategias pueden proyectarse, igualmente son susceptibles de ser percibidas; en consecuencia, definir la estrategia como un plan no es suficiente, se debe establecer un término que abarque el comportamiento resultante siendo ahí donde aparece la estrategia como una pauta de acción, es decir, como si fuese una corriente de acciones.
La estrategia es una posición, cuando se ve como un medio de situar una organización en lo que los teóricos de la organización denominan como entorno; de allí que la estrategia se convierte en una fuerza intermediadora entre la organización y el entorno, de otro modo, implica la identificación de una posición privilegiada en el mercado para alcanzarla a partir de la elaboración de un diagnóstico.
A partir de la estrategia, vista en perspectiva, se establece que es un concepto en sí mismo que debe ser compartido por los miembros de la organización. Por otra parte, una vez que las acciones se convierten en actos que responden a criterios comunes, consistentes y permanentes, es factible identificar la estrategia como un patrón de comportamiento. La estrategia se relaciona con asuntos que no pueden saberse, pronosticarse o controlarse; es decir, trata con lo impredecible y lo desconocido.
Las estrategias pueden ser el resultado de las acciones, aunque no necesariamente de las intenciones; en realidad, las intenciones equivalen a las proyecciones, mientras que las acciones responden a las realizaciones. Entonces, es posible distinguir entre las estrategias deliberadas, es decir cuando las intenciones que existen se llevan a cabo en forma calculada, estructurada y con visión en el tiempo, y las estrategias emergentes, vale decir la creación de pautas a partir de una coyuntura (Ramos, 2008).
II.7.2. Estrategia para el Desarrollo Local.
Tal como se ha señalado en párrafos anteriores, en relación a que debe entenderse por estrategia en el ámbito de la ciencia administrativa, para fines de esta investigación se considera a la estrategia como un conjunto de compromisos y acciones, integrados y coordinados para el logro de objetivos. Un elemento adicional respecto del concepto de estrategia, es lo planteado por Porter (1980-1985), en cuanto a que a partir de la estrategia la empresa debe buscar un posicionamiento diferenciado y generar una ventaja competitiva.
En la realidad las estrategias empresariales y de desarrollo territorial comparten estos dos grandes factores, por cuanto: el primero de ellos, está orientado a la definición de los pasos necesarios para alcanzar el objetivo propuesto ¿Cómo se va a realizar el cumplimiento del objetivo?; el otro factor se relaciona con la priorización de las acciones de acuerdo al grado de relevancia o incidencia en el cumplimiento del plan y logro de objetivos. Sin embargo, por lo menos en tres aspectos existen diferencias en cuanto al abordaje del término estrategia cuando se orienta a nivel empresarial y territorial (Navarro 2012): en los objetivos ¿en el para qué?; en las acciones básicas para definir el posicionamiento estratégico ¿en el que?; y en su proceso de formación ¿cómo?
En cuanto a los objetivos, la corriente mayoritaria plantea que la estrategia empresarial debe buscar maximizar su valor y la rentabilidad económica; en cuanto a la estrategia territorial, se plantea que una buena estrategia de desarrollo debe buscar mejorar el bienestar de la población, de tal manera que se liga a éste la consecución de objetivos económicos, sociales y medioambientales. En segundo lugar, en la empresa se busca una diferenciación tanto con respecto de los mercados, como de los recursos y capacidades internas de la empresa. En cambio, a nivel territorial la diferenciación se orienta a la decisión del tipo de proyectos que se priorizan; el centro de atención de la estrategia, se ubica en torno a la trasformación de un ambiente general propicio a los negocios. En este caso la estrategia estará condicionada por el comportamiento y las características de tres variables estratégicas: la capacidad empresarial y organizativa, los recursos locales y las instituciones que apoyan las actividades de innovación y coordinación de las empresas. En general, la estrategia territorial debe ser capaz de proporcionar una ventaja competitiva al territorio, que debería ser única y sostenible en el tiempo.
En cuanto al proceso de formulación de la estrategia (considerando la literatura de la ciencia administrativa), este presenta una gran diversidad de planteamientos, desde los que siguen considerando que ella es una función fundamental de los directivos (Thompson et al., 2008), hasta los que plantean procesos más abiertos en los que prácticamente cualquiera de la organización puede resultar un estratega (Mintzberg,1994), pero en todo caso, la estrategia es un elemento obligado a todos los que integran la empresa.
Por su parte, en la estrategia a nivel territorial, los procesos participativos son esenciales, ya que ninguno de los múltiples actores dispone de la autoridad, el conocimiento y los recursos para imponer o implementar –unilateralmente- una determinada estrategia territorial. Tomando como punto de partida lo planteado por Llamazares (2011), Cepal (2010) y Alburquerque (2004), respecto de la formulación de una estrategia para el desarrollo esta debe integrar (de forma explícita y concreta) las variables de desarrollo económico y territorial, en las que se incorporen aspectos tales como: diversificación y fomento productivo, creación de empleos, formación de recursos humanos, infraestructura de apoyo y políticas públicas de promoción económica, elementos que si bien los gobiernos locales (en la mayoría de los casos) solo se plantean y proponen a partir de un enfoque político (para atraer “clientela política” de los partidos en el poder) sin disponer -en la mayor parte de los casos- de un conocimiento metodológico para la formulación de estrategias para el desarrollo económico local, mismas que –efectivamente- impacten en la calidad de vida de la población local.
A partir de la conceptualización del desarrollo local que se realizó en párrafos anteriores, es posible señalar que la premisa del desarrollo económico local parte de la base que es necesario determinar -por una parte- cuál es el potencial de recursos del que se dispone e identificarlas las vocaciones productivas y –por la otra- cuáles son las necesidades o demandas que los habitantes de la localidad, municipios y de la sociedad en conjunto requieren satisfacer; por lo tanto, la elaboración de la estrategia de desarrollo local debería considerar los siguientes aspectos:
Medidas de acompañamiento relacionadas con programas de índole social, subsidios específicos y aspectos relacionados con los sectores de salud y educación.