SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

Mariano Salomone (CV)

De las condiciones políticas para el ejercicio de la memoria

La cuestión de la memoria y el espacio público en las sociedades occidentales han sido ampliamente debatidas en las últimas décadas. Comencemos por coordenadas que resultan cercanas en el espacio y el tiempo, por ejemplo, los últimos años en Argentina; donde la preocupación por la memoria del “pasado reciente” aparece invadiendo la mayoría de los espacios públicos. Durante el año 2006, con motivo de la conmemoración de los 30 años del último golpe militar, el asunto de “la memoria” fue parte importante de los asuntos de debate público: no sólo se escucharon las voces habituales en torno al tema –los organismos de derechos humanos- sino que parte del stablishment político asumió la cuestión de la memoria como un asunto decisivo. La conmemoración halló a su vez un eco amplio en los medios de comunicación e incluso ingresó por ley en el sistema educativo. Estas preocupaciones por el pasado reciente y su rememoración habían comenzado a ganar terreno en el ámbito académico, instalándose progresivamente como tema legítimo de investigación1 .
Si en el último tiempo hubo, para los sectores subalternos, un redescubrirse como protagonistas de la historia, tal como sucedió con los acontecimientos políticos de las jornadas de protestas del 19 y 20 de diciembre de 2001, en ese mismo proceso se produjo una suerte de interrogación por la historia de estos protagonistas. Esas jornadas, al cuestionar la naturalidad de la realidad presente que vivimos, reabrieron cierta posibilidad de cuestionar y problematizar los relatos que sobre el pasado se habían construido. De esa manera, contribuyeron a modificar los marcos sociales desde los cuales se hace posible preguntar por el pasado reciente2 .
¿De dónde proviene este efecto de la inscripción de los colectivos en el espacio público sobre la temporalidad y espacialidad establecidas? Según León Rozitchner, el genocidio llevado a cabo por la última dictadura militar, destruyó el tejido social existente y produjo, mediante el terror, otro tipo de sociabilidad. Una sociabilidad fundada en el mercado, que exige la dispersión de los sujetos y reduce los lazos humanos a las categorías de comprador/a y vendedor/a (Rozitchner, 2002). El encuentro con el/la Otro/a en el espacio público produce efectos sobre la posibilidad de rememoración del pasado. Sucede que, tal como observaba Maurice Halbwachs hace ya tiempo, el individuo para rememorar el pasado tiene que apelar a recuerdos y testimonios de otros, es decir, a puntos de referencia exteriores a su persona, pues toda memoria social se gesta y apoya en el pensamiento y la comunicación grupal (Halbwachs, 2004; 2005).
Es, en este sentido, que las jornadas de diciembre constituyeron un punto de inflexión en el establecimiento de los límites e interrelaciones entre las memorias y los olvidos, entre el pasado y el presente. No obstante, ¿por qué hablar de “inflexión” después que, pasados algunos años, quedó demostrada la salud del capitalismo y la recomposición de su gobernabilidad sobre la “eterna” base de mayor concentración de capital y extracción de plusvalía? Pensar en una “inflexión” entre pasado y presente, como veremos más adelante, implica cuestionar dos actitudes igualmente equívocas y simétricas como interpretaciones de la historia. Por una parte, se trata de discutir la idea de una continuidad establecida a partir de la inercia o inmadurez de las “condiciones objetivas”; para poder advertir las tensiones que, en su interior, permiten visualizarlas también como “condiciones de posibilidad”: la irrupción del sujeto en el espacio público y su encuentro con el/la Otro/a en el diálogo, la organización y el intento de proyectar otro futuro. Por otra parte, se busca desligar el concepto de inflexión de aquel otro (in)determinismo que interpreta la historia bajo el supuesto de una pretendida libertad absoluta de la praxis como fundamento de la apertura de la historia. Si bien frente al devenir histórico somos arrojados al abismo de la apertura de la historia, es decir, somos obligados a elegir; cuando miramos retrospectivamente, aquel devenir aparece como manifestación de una necesidad eterna: así, podríamos estar tentados a interpretar el “que se vayan todos” como un proceso lineal que se despliega de manera inevitable hacia la reconstrucción capitalista liderada por Kirchner. Es preciso socavar dicha imagen del proceso histórico sacando a la luz sus contradicciones, la densidad propia de toda experiencia (Ciriza, 2002), el conjunto de tensiones que nos permiten percibir los intentos revolucionarios fracasados como actos desesperados por romper la continuidad histórica.
Interpretar las jornadas de diciembre como un punto de inflexión en la vida política del país, no significa entenderlas como un quiebre que se produce de manera instantánea y definitiva (Salomone, 2008c). Por ello, es preciso atender a las tensiones (contradicciones y complicidades) entre el pasado y el presente, a las continuidades que mantiene y las rupturas que plantea cada momento histórico, pues a la vez que presenta nuevas posibilidades y formas de transformación (y rememoración), muestra que éstas se intentan sobre viejas condiciones políticas y estructurales que se conservan e imponen “límites y presiones” que los sujetos deberán aprovechar o vencer.

1 La presencia de la “memoria” como cuestión académica llegó al punto de constituir un nuevo campo dentro de las ciencias sociales (Jelin, 2004).