Este estudio centra su atención en variables concretas del conjunto educativo que unidas determinan la calidad educativa de una institución. Este análisis combina dos o hasta cuatro elementos desde los cuales es diseñado un modelo educativo. Buendía Eisman y García Lupión (2000), Gobantes (2000), García R y Congosto (2000), y Casanova (1998) definen la calidad a través de variables muy específicas.
Buendía E. y García L. (2000) opinan que la calidad en una institución universitaria puede ser vista desde el punto de vista de su pertinencia, eficiencia y eficacia.
Por ende, en este caso la calidad universitaria esta definida por los tres elementos mencionados, la evaluación institucional estaría dirigida a evaluar la pertinencia, eficiencia y eficacia de una institución.
Estas autoras sugieren que la evaluación de la calidad de las universidades se hace mediante un proceso que contempla distintas fases, por ejemplo:
Buendía E. y García L (2000) señalan que algunos ámbitos de evaluación son la enseñanza, la investigación y los servicios. La enseñanza se evalúa en el diseño del programa, la organización de la enseñanza, su desarrollo y los resultados obtenidos. La investigación, por su parte, evalúa las áreas de investigación. En cuanto a los servicios, dependerá de la modalidad del proyecto que se esté desarrollando.
Gobantes (2000) es otro investigador interesado en la calidad de los programas. Muestra la vinculación entre el creciente interés por la calidad y la revisión a la que está siendo sometida la finalidad del sistema educativo y los programas. Define el concepto de programa y muestra la importancia de que sea la evaluación la que se adapte a la complejidad del mismo. Este autor opina que toda evaluación esta condicionada por la concepción que se tenga de calidad y qué se demanda como calidad al programa que se pretende evaluar. La evaluación se orientará hacia la búsqueda de indicadores que el mismo programa exige. Dicho de otra manera, es preciso saber qué se está pensando mejorar al momento de solicitar una evaluación. Por lo tanto, son las instituciones las que determinarán sus necesidades y los criterios que habrán de considerar los evaluadores.
Un programa es “un conjunto de acciones humanas y acciones materiales diseñados e implantados sistemáticamente en una determinada realidad con el propósito de resolver algún problema” (Gobantes: 2000:84). Gobantes aclara que la evaluación de programas se refiere a materiales curriculares o instituciones. Sin embargo, dependiendo de las características del programa a evaluar, la evaluación puede incluir a personas, instituciones y materiales.
Un programa debe poseer características específicas que lo identifiquen como riguroso y aplicable a un espacio determinado. Por esto, “un programa debe estar perfecto, sistemática y racionalmente prediseñado, debe contar con recursos humanos y materiales en cantidad y calidad ajustada a las metas que se propone, debe llevarse a la práctica siguiendo su planificación previa y debe contar con unos objetivos precisos, realistas, que expresen sistemáticamente los logros del programa antes de que este se aplique a contextos reales, de forma que se pueda valorar a partir de ellos si se han alcanzado las metas perseguidas”(Gobantes:2000:90).
Gobantes menciona dos criterios de calidad del programa: los internos y externos. Asegura que los criterios de calidad internos al programa evaluado son aquellos que se centran en el mérito de las prácticas, tomando en cuenta las diversas características de los contextos locales en los que se aplican los programas. Los criterios externos tienen como prioridad establecer la distancia entre lo pretendido “previamente” (por los objetivos, por el producto esperado, por las demandas de los clientes) y lo finalmente logrado.
Para concretar su propuesta, este autor, considera algunas cuestiones acerca de los programas a evaluar:
Cabe señalar que lo relevante de la propuesta de Gobantes sobre los programas, es la posibilidad de que dicho modelo se puede aplicar a diversas áreas de la institución, atendiendo varias características que conllevan a definir la rigurosidad de un proyecto institucional en distintos tópicos (académicos, económicos, culturales, etc.) desde los objetivos hasta los resultados.
García R. y Congosto Luna (2004) exponen algunos criterios sobre evaluación y calidad del profesorado. Reflexionan sobre el concepto de evaluación y sus perspectivas actuales aplicadas a la labor del maestro. Además plantean algunas técnicas e instrumentos que debe tener este proceso de evaluación.
En opinión de estos autores, son varios los aspectos que se pretenden evaluar para contar con un docente de calidad. Algunos evaluadores centran su atención en las aptitudes o características personales, en cualidades personales que el docente posee y manifiesta, tales como, facilidad de comunicación, interés y perseverancia en su trabajo. La intención es que el docente desempeñe eficazmente su tarea. A estos indicadores, García y Congosto los han llamado de presagio. Sin embargo, han recibido múltiples críticas por considerar que son difíciles de evaluar dada la generalidad con que se presentan. Además, están alejados de lo que el propio sistema educativo considera para evaluar que cuenta con personal capacitado para la tarea docente.
Existen otros factores, como los profesionales, para determinar si se está preparando en un buen nivel al docente, de tal modo que pueda desempeñar sus funciones en todas las tareas. Concretamente en el aula, que constituye el medio más común en la actualidad para evaluar al profesor. En opinión de estos autores, las características descritas permiten verificar el grado en que las cualidades, aptitudes y habilidades didácticas afectan los resultados de los estudiantes.
Además de la evaluación en el aula, es preciso evaluar el dominio de los contenidos de la materia que enseña el docente, la programación y preparación de las clases, es la condición necesaria, pero la condición suficiente para que produzca una acción educativo-formadora eficaz, está ligada al resto del proceso que facilitan la comunicación de los contenidos y la motivación de aprendizaje que generan en el estudiante. La segunda presupone a la primera. De ahí que la mayor parte de las investigaciones evaluativas sobre eficacia docente se han centrado en los indicadores de proceso. Sin embargo, estos procedimientos tienen sus ventajas e incovenientes. Por ejemplo, si se habla de destrezas o habilidades del profesor dividiendo la conducta en otras más pequeñas se tiene que hay poca injerencia en los resultados. Ello debido a que dichas microconductas son poco representativas de la conducta global. La intención es evitar la atomización de varibles inoperantes y poco posibles de manejar.
Existen distintos modelos de evaluación del profesor que se centra en varios aspectos. Algunos más significativos que otros, en función de la documentación teórica y su aplicación práctica. García y Congosto(2000), citado por Mateo y otros(1996), detecta siete modelos de evaluación del profesor: a) el centrado en rasgos del profesor, b) el de escala de valoración(comprueba el grado en que un rasgo o conducta están presentes), c) el centrado en los objetivos de rendimiento, d) el centrado en objetivos instruccionales, e) el orientado hacia el proceso, f) el centrado en las preocupaciones del profesor (dando oportunidad a que los profesores analicen su propio progreso como profesionales y busquen apoyo para la mejora) y g) el ecléctico (combinación de dos o más enfoques).
Cada modelo responde de una manera particular a un enfoque de la evaluación institucional y de la evaluación docente en particular. Desde la perspectiva de aplicación, los responsables de definir y poner en marcha dichos procesos deberán elaborar su propio modelo acorde con sus plantemientos y objetivos. En consecuencia, no existe un modelo de evaluación único y posible de ser generalizado. Ello se debe a la dinámica evolución del concepto de evaluación.
Otro de los modelos de evaluación analizado por estos autores es la evaluación formativa y sumativa. La evaluación formativa recoge rigurosamente los datos sobre la labor realizada por el profesor. Esta evaluación parte de un proceso más general en la formación del profesorado. El profesor reflexiona sobre su práctica docente como primer paso para su perfeccionamiento profesional. La finalidad es que el docente tenga una importante motivación para el aprendizaje y con una actitud abierta al cambio. Por su parte, la evaluación sumativa, no contempla la posibilidad de modificar para mejorar el proceso evaluado, sino para mejorar procesos futuros.
Un criterio de los tipos de evaluación independientemente del modelo de evaluación docente que se siga, es el cuándo se realiza la evaluación. Esta puede ser inicial, continua o progresiva y final. La evaluación inicial e el primer paso de la evaluación progresiva, la evaluación final es el resultante de la evaluación continua. La evaluación progresiva se identifica con la formativa, mientras que la evaluación sumativa suele ordenarse a la toma de decisiones al final del proceso, razón por la que se encuentra más relacionada con la evaluación final (García y Congosto: 2000).
También es posible hablar de evaluaciones internas y externas. En la evaluación interna se da una implicación importante entre los miembros de la comunidad educativa, por lo que permite al docente y a la institución reflexionar sobre su labor, a su vez, impulsa el diálogo y la participación para bien del centro educativo. La evaluación externa se realiza por expertos en cada área. Sin embargo, se pretende que la evaluación se adquiera como un compromiso del personal docente y de toda la comunidad educativa.(García y Congosto:2000)
Los autores coinciden en que el plan de evaluación debe ser riguroso, sistemático y estructurado, desarrollado por expertos y personal técnico. Además de proporcionarle los servicios de apoyo necesarios y los medios que le lleven al perfeccionamiento de su labor. De esta manera, el docente se compomete con la institución generando mejores resultados.
La propuesta de Casanova (1998), corresponde a un modelo de evaluación de la enseñanza, tomando en consideración la labor que ejerce el docente y su implicación en el logro de resultados en los estudiantes.
El esquema de cómo evaluar los procesos de enseñanza se resume en dos sentidos:
El autor sugiere que para evaluar la enseñanza a través de unidades didácticas, se debe tomar en cuenta: primero, evaluar si el proceso es el adecuado, considerando el funcionamiento de dicho proceso de aprendizaje y de los resultados que el alumno logre con ellos. En este camino se valorará si la actuación docente está en correspondencia con las demandas de los estudiantes. Segundo, es preciso evaluar la elaboración y aplicación en el aula, de las diferentes unidades didácticas que comprenden la programación(dependiendo de las áreas educativas en que se desarrolle)evaluándose los resultados.
Para poner en práctica la programación de área es preciso que se den los elementos siguientes: que se desglosen los objetivos y contenidos en un número de unidades didácticas pertinentes, secuenciadas y temporalizadas. Si se compaginan tanto el diseño curricular oficial como la unidad didáctica, será la garantía de que se habrán alcanzado los objetivos propuestos y una enseñanza de calidad.(Casanova:1998)
Este autor entiende la unidad didáctica como “la concreción de objetivos, contenidos, actividades, estrategias metodológicas y evaluación para realizar la enseñanza y aprendizaje de un conjunto de cuestiones estrechamente interrelacionadas desde un punto de vista formativo(epistemológico o metodológico). Es decir, la unidad didáctica es el núcleo en torno al cual se establecen las estrategias organizativas y didácticas de la actuación docente en el aula” (Casanova: 1998: 201).
Una unidad didáctica cuenta con los siguientes elementos:
Además, Casanova(1998) plantea que al evaluar la unidad didáctica es preciso considerar tres momentos:
Es preciso tomar en cuenta que el nivel de análisis en que este modelo se centra es en diversas características, todas ellas evaluando el modelo de enseñanza y sus resultados y el impacto que este programa puede alcanzar en áreas específicas cuando se emplean los recursos y estrategias previamente definidas.
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