En este capítulo se exponen los fundamentos teóricos que soportan la formación docente en Venezuela; la evolución histórica de la educación inicial, su caracterización psicopedagógica y su relación con los modos de actuación; los supuestos epistemológicos de éstos y el diagnóstico de su estado actual
El Estado venezolano, consciente de su obligación histórica con la sociedad, ha planteado la Educación Bolivariana como respuesta a la necesidad de cambios y transformaciones que la dinámica de los tiempos reclama. Por tanto, la ha consagrado en la Carta Magna que rige los destinos de su gente: la Constitución Nacional.
En el pensamiento latinoamericano sobre la educación, resulta conveniente plantear los postulados del insigne Maestro Don Simón Rodríguez. En efecto, en su libro: Tratado sobre las luces y virtudes sociales, escrito hacia 1834, hace énfasis en las funciones del estado: la instrucción pública debe ser nacional, no estar a la elección de los discípulos, ni a la de sus padres. Los discípulos no se han de distinguir por lo que pagan, ni por lo que sus padres valen”. Se manifiesta su pensamiento acerca del papel del estado… “asuma el gobierno las funciones de padre común en la educación, generalice la instrucción y el arete social progresarán como progresan todas las artes que se cultivan con esmero.” Rodríguez era un formador de pensamientos rebeldes, propulsor del sentido crítico de la información. Desarrolló ideas acerca de la contextualización de la educación y la diferencia entre educar, instruir e instrucción. Estos conceptos emergen luego de haber realizado un profundo estudio de la sociedad de su época. Concibe la educación como la acción de “crear voluntades” en las personas, con el fin de prepararlas para la vida en sociedad y en República, implica además, el reconocimiento de los deberes y los derechos, la defensa del bien común o público y el ser un elemento útil que contribuya a forjar el progreso del País.
Caracteriza a la educación como una acción gratuita, nacional o pública, popular, social y útil. Realiza un profundo análisis para llegar a la conclusión de que el ideal y los fines de la educación van a estar determinados por el tipo particular de sociedad y cultura, su desarrollo histórico y la concepción del hombre que a través de la educación cristalice los ideales de esa sociedad. Asimismo, propone su propio modelo de instruir e instrucción, donde refleja la importancia de la educación sistemática para poder llegar a lo que llamó el fin supremo de la educación: la sociabilidad. Hace una definición de lo que es ser maestro, las cualidades y características que debe reunir. Se esbozan las características del alumno, contenidos de la enseñanza, métodos de instrucción, evaluación de los aprendizajes y finalmente las características de la escuela desde el punto de vista físico y funcional.
Sus ideas están imbricadas dentro de una concepción revolucionaria de la educación, porque tiene que ver con el desarrollo endógeno de la nación, es educación socio-comunitaria, una educación para el trabajo, es educar a la gente para que vaya a trabajar. No es educar a una gente para que tenga empleo, lo cual es paralizante.
Otro insigne lo es, sin duda, el gran apóstol cubano José Martí (1853-1895).Para él (1883:277-279) la nueva concepción del papel de la ciencia dentro de la sociedad y de la enseñanza en particular, encierra un nuevo humanismo. Al respecto, anota: “la felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes, y esta independencia la obtienen los hombres cuando estudian conocimientos prácticos útiles, que puedan asegurar a los que producen una existencia holgada”.
El vinculo entre la libertad y ciencia, según Martí, es la educación, pero, una educación nueva, que no sea mera instrucción. Abarcador y amplio, múltiple y totalizador, es el concepto de educación por Martí. Sobre todo destaca el valor político de la educación; es a través de ella que se capacitarán los pueblos latinoamericanos para ejercer un gobierno inteligente sobre sus destinos Para Martí el hombre debe ser ante todo crítico, de ahí que le otorga gran importancia a la pedagogía crítica, un enfoque teórico de la educación que ofrece una lectura política del proceso educativo como clave para la trasformación social.
Afirma que desde la libertad se puede lograr la transformación social, la cual requiere a un ser humano vinculado con su realidad, activo en las decisiones y comprometido con un proyecto social que no sólo tiene un alcance local o municipal, sino también regional o mundial. Visualiza la historia de cada país como parte de un engranaje común que requiere ser pensado como una totalidad, no homogénea, pero integradora de esa realidad socio-cultural compartida, que se podría llamar América.
Martí, no solo piensa en los niveles educativos de preescolar, primaria, secundaria, técnica y universitaria, como espacios formales del proceso educativo, sino también asigna un lugar importante a la educación no formal e informal. Sin embargo, la trasformación social exige una revisión y un cambio en la perspectiva de los lazos del proceso educativo en la sociedad, el sujeto, la formación docente y el currículo.
Mucho más contemporáneo, Paulo Freire (2002:18) realiza un planteamiento primordial en la Pedagogía y está referido a la responsabilidad ética en el ejercicio de la tarea docente. Freire considera que la ética debe acompañar toda la práctica educativa, especialmente el trabajo de formar a los educandos.
Señala que la mejor manera de luchar por ella es “vivirla en nuestra práctica, testimoniarla, con energía, a los educandos en nuestras relaciones con ellos. En la manera en que lidiamos con los contenidos que enseñamos, en el modo en que citamos autores con cuya obra discordamos o con cuya obra concordamos”. Es entonces en la propia práctica docente, en la relación que se establece con los educandos, donde los docentes deben manifestar esta responsabilidad ética.
Otra de las responsabilidades que el trabajo de educar requiere es el rigor metodológico. Es necesario que los docentes desarrollen capacidad crítica, conciban el trabajo no como un recitado de contenidos, sino como una actividad creadora que enseñe a pensar reflexivamente; y para ello se debe desarrollar una actitud investigativa y cuestionadora; para que, lejos de repetir lo que los textos (contenidos) dicen, sin relacionarlos con la realidad y con su propia existencia, se propicie el otorgamiento de sentido y significado al proceso educativo.
Freire aboga por la necesidad de que la enseñanza exija la corporificación de la palabra en el ejemplo, por lo que se hace necesario ser coherente entre el decir y el hacer, para que los alumnos puedan encontrar coherencia y verdad en nuestro pensamiento.
Como conclusión el investigador encuentra que el Estado venezolano ha centrado su objetivo educativo basado, entre otros, en los postulados de insignes pensadores que si bien, los dos primeros, (Rodríguez y Martí) pertenecen al siglo XIX, no menos cierto es que sus posiciones libertarias respecto a la educación siguen vigentes, para convertir a los hombres en seres conscientes de su responsabilidad histórica para con ellos y con las generaciones futuras.
No menos interesante es la posición de Freire para quien la ética juega un papel primordial en la práctica docente.
Este epígrafe permite al investigador tener clara conciencia acerca de cuál es la tipología del docente que el Estado venezolano desea formar a la luz de su proyecto de país.
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