El debate se da en el centro del pensamiento económico sobre la identidad entre ahorro e inversión que aún no acabo. La relación de causa y efecto entre las dos variables es un campo fértil para incursiones científicas, así como, la determinación de cual sea la variable dependiente.
Como ya se referenció, la escuela clásica bregaba que toda la producción genera una renta de igual valor, de modo que cualquier producción tendría a su realización garantida, asertiva esa encuadrada como una ley, conocida en la literatura económica como la Ley de Say. Así, el único límite para la acumulación de capital son los recursos disponibles, entendidos como ahorro propio.
La lógica del pensamiento de los clásicos expresaba su contemporaneidad en que los recursos propios financiaban la mayor parte de la inversión, visto la inexpresiva participación de recursos de terceros, hasta por la ineficacia del incipiente sistema financiero. De esta forma, defendían que la tasa de intereses no interfería en la decisión de invertir, así como, la demanda no era obstáculo al crecimiento de la producción.
La evolución del sistema financiero, con el incremento de la dinámica de intermediación de recursos entre ahorristas e inversores, fue el ambiente de analice de los neoclásicos, que consideraban la tasa de interés como el precio del capital regulado por el juego de mercado entre los dos grupos de agentes, asumiendo el papel de regulador entre el ahorro global y la inversión global. El ahorrista y el inversionista no sean más los mismos agentes, defendían la consistencia de la Ley de Say, con el equilibrio global entre ahorro e inversión. La preferencia por la oferta y la precedencia del ahorro sobre la inversión estaban preservados.
El efecto causalidad se altera con los modelos de Keynes 1 y Kalechi2 , donde la inversión no es visto como resultante del ahorro, pero si, de lo contrario, como criador de ahorros. La tasa de interés pasa a ser interpretada como una variable únicamente monetaria, a la inversa del concepto regulador.
En Keynes, el determinante de la inversión pasa a ser la eficiencia marginal del capital, que, por su vez, es definida como la expectativa de lucro dada una expectativa de demanda efectiva. Un analice comparativo entre la tasa de intereses de corto plazo y la eficiencia marginal del capital seria el angla de la decisión de invertir.
Ya Kalecki, en su modelo de deducción de los lucros, llega a la conclusión de que el lucro es una variable ex-post, siendo resultado directo de los gastos de los capitalistas en el período ex-ante. Referencia en la definición de la inversión la diferencia entre inversión efectiva y necesaria y la influencia directa del progreso tecnológico.
Así, en la contribución de esos dos pensadores, con abordajes diferentes, la demanda pasa a asumir un papel determinante, en oposición a la oferta de los preceptos de la Ley de Say. De la misma forma, a la inversa del ahorro precede la inversión, este es defendido como un generador de ahorros.
Este se debate instala, direccionando la macroeconomía nacional, ubicando a la macroeconomía local, con la especificidad de ser una economía totalmente abierta. Para esta reflexión nos apropiaremos de los conceptos de Contabilidad Social 3, aportado por los keynesianos, a partir de las cuales haremos inferencias que entendemos adecuadas para la economía local.
Como referencia didáctica, en primer momento, partimos de una economía cerrada, en los moldes del sistema capitalista, en el que los factores de producción de la propiedad privada de las familias en el que, el sector productivo es el encargado de la transformación de estos factores en bienes (B) y servicios (S).
Conforme lo dicho, el producto interno (PI) se da a partir de la transformación de los factores de producción (FP) de propiedad de las familias que, para simplificar 4, vamos a categorizarlo como trabajo (T) y capital (K). De esto podemos deducir:
PI = FP = T + K (1)
La propia transformación de estos factores de producción de bienes y servicios, presupone que los factores sean variables ex-ante, indicando existencias iniciales de factores de producción (EFPi) y de pronto, se corrobora nuestra hipótesis anterior en la que las existencias delimitan los flujos, por el principio de la anterioridad.
En esta simplificación, toda la producción (PI) será dirigida a la demanda interna (DI) que, como vimos anteriormente, es destinada al consumo (C) o para la inversión (I), de acuerdo con la siguiente relación:
PI = DI = C + I (2)
De otra forma, este flujo real de factores de producción al producto y de este al consumo e inversión, implica en un flujo monetario en el sentido inverso: a renta (RI) de los factores de producción, salarios (W) por el trabajo y lucros (L) por el capital, es recibida por las familias que la destinan al consumo (C), o a partir de su decisión autónoma de no consumir, reservan parte al ahorro (S).
PI = RI = W + K (3)
PI = RI = C + S (4)
La adecuación (3) representa la renta, en función de la remuneración de los factores de producción, en cuanto que la relación (4) indica el destino de la renta, dado por las familias.
Por estas cuatro ecuaciones se puede observar que la producción puede darse por medido de los bienes y servicios producidos, a partir de los factores de producción, por la demanda interna, traducida en consumo e inversión, y por la renta, a través de la remuneración de los factores de producción, en salarios y lucros, ya sea por el destino dado por las familias, en consumo o ahorro.
Así, el producto, la demanda y la renta conforman una identidad:
PI = DI = RI (5)
Ahora, concentrando el análisis en las relaciones (2) y (4), podemos derivar una nueva identidad:
I = S (6)
Esta identidad entre inversión y ahorro pasa a cumplir un rol decisivo en el comportamiento de una economía, constituyéndose, como guías, de los divisores de aguas en el pensamiento económico en la tentativa de explicar los siguientes cuestionamientos: como la relación de causalidad entre ahorro e inversión. Como la variable ex-ante
Con respecto al debate, entendemos que primero se debe trabajar con los conceptos y sus variables. Así, por definición y siguiendo los argumentos ya defendidos en este trabajo, definimos al consumo como una parcela da producción de bienes y servicios destinados al consumo por parte de las familias; la inversión es una parcela da producción que amplía la capacidad productiva de la economía; y el ahorro es el saldo de la renta no consumida.
Agregando a esto el pensamiento keynesiano de que el total de gastos determina la renta/producción. Keynes 5, al principio la demanda efectiva, al separar la demanda agregada en inversión y consumo, demostró que la oferta inicial puede ser diferente a la demanda final, ya que los productores organizan su oferta a partir de su percepción de demanda. Esta demanda esperada puede ser diferente de la demanda realizada, resultando un error de planeamiento, que influye sobre la variación de las existencias 6. Así, al contrario de los clásicos, es la demanda, o mejor, las expectativas de demanda, que determinan la oferta.
En este contexto, el sector productivo adquiere factores de producción (1) y transformarlos en bienes y servicios, para atender las expectativas de demanda de consumo e inversión. Lo que fue transformado al consumo e inversión (2) representa la renta de los factores de producción (3), que, a su vez, es destinada a cubrir los gastos de las familias en consumo, “sobrando” el ahorro (4), o sea la parcela de renta no consumida.
Así, un aumento en la inversión, manteniendo al consumo en la condición constante, irá a implicar un aumento proporcional en la renta real, por adquisición correspondiente de factores de producción. Provocará, en consecuencia, un aumento en el ahorro, con el mismo monto de la elevación productiva, o, sea la economía podrá operar a pleno, el aumento de la demanda agregada, vía inflación, reducirá relativamente el consumo, abriendo espacio para la expansión del ahorro.
Ahora, si las familias redujeran el consumo a corto plazo, para una determinada producción, al principio de la demanda efectiva, aumenta el ahorro en términos de reducción, sin implicar, por lo tanto, una nueva producción de bienes y servicios de capital para la inversión sin, variación de existencias, encuadrada como inversión por retratar una “sobra” da oferta a ser realizada en el futuro. De esta forma, el ahorro expresa, por actitud autónoma de las familias en reducción de su consumo, un error de planeamiento de los productores y no una decisión autónoma de invertir, para la ampliación de la capacidad de producción de la economía.
Para simplificar el análisis, debemos dejar de lado las variaciones de existencias, considerando solamente los bienes de capital como la inversión.
Por lo tanto, el consumo y la inversión son variables ex-ante, en cuanto el ahorro es una variable ex-post. El consumo realizado sale de la renta de las familias, en cuanto que la inversión realizada genera un ahorro de igual valor, por la relación entre renta y consumo. Esa variable, ahorro (S), da una ecuación (6), que pasáremos a llamar ahorro productivo (Sp), por su exclusiva relación con la inversión productiva (I).
Ese ahorro productivo es la resultante directa de la inversión productiva y no una fuente de financiamiento de la inversión, como pregonaban los clásicos. El ahorro productivo es la expresión del aumento de la riqueza de la economía, vía capacidad productiva, no constituyéndose en generadora de nuevos recursos financieros.
La cuestión del financiamiento de la inversión asume otra dimensión. En una visión macroeconómica, cabe al sistema financiero, de acuerdo a lo referenciado en los preceptos keynesianos, la competencia para poner en disponibilidad los medios de pago que atiendan a las necesidades de los inversores.
Esto indica que las formas de pagos son variables ex-ante al proceso productivo, ya que presupone medios de pago disponible, que es la previa disponibilidad de los factores de producción, pues los recursos financieros son expresados desde el factor capital de la producción.
La apertura temporal entre la disponibilidad y el resarcimiento de recursos, con una mirada a la macroeconomía, no debe comprometer el raciocinio, o mejor, el crédito, debe ser analizado en términos de disponibilidad y no a través del plazo de efectividad, entre toma y devolución de los financiamientos.
En una economía cerrada, los flujos de producción, renta y gastos no crían nuevas disponibilidades monetarias y financieras, por lo contrario, esas disponibilidades son las que permiten la realización de los flujos. En otras palabras, en la economía cerrada la oferta de moneda y crédito no son endógenas, o sea que, no son definidas por los flujos de producción y si lo flujos de producción son condicionados por la oferta de la moneda, variable ex-ante.
Los argumentos trabajados en este tópico, son suficientes para corroborar algunas hipótesis referenciadas anteriormente: sobre que, las existencias condicionan los flujos, lo que implica decir que, por el principio de la anterioridad, las existencias potencializan o limitan los flujos de producción y que la expectativa de demanda determina la producción7 , negando la clásica ley de Say; en la que enmarca que la inversión genera un ahorro de igual valor, definida como ahorro productivo.
Podemos sostener, por lo tanto, que la economía local es una economía abierta por excelencia, lo que nos lleva a avanzar en la abstracción, abriendo la economía hacia las relaciones con el exterior. Aún, antes de esta apertura vamos a discutir el rol del Estado en la economía local, vista la a valorización que este sector económico recibe en la estructura keynesiana adoptada.
1 SKIDELSKI, Robert. Keynes. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Editor, 1999.
2 KALECKI, Michal. Teoria da Dinâmica Capitalista – Ensaio sobre as mudanças cíclicas e a longo prazo da economia capitalista. São Paulo: Nova Cultural, 1977.
3 PAULANI, L. M., BRAGA, M. B. A Nova Contabilidade Social. São Paulo: Saraiva, 2000.
4 En el modelo keynesiano los factores de producción son el trabajo, la tierra, el capital financiero y la tecnología, remunerados respectivamente por salarios, alquileres, intereses y lucros. En la simplificación, tierra, capital financiero y tecnología son considerados capitales, remunerado por el lucro.
5 MIGLIOLI, Jorge. Acumulação de Capital e Demanda Efetiva. São Paulo: BBCS, 1993.
6 La variación de las existencias se origina con una percepción equivocada de los productores en relación a la demanda efectiva. La oferta se da por ésa percepción de demanda esperada, que puede ser diferente de la demanda realizada.
7 - La diferencia entre la oferta y la demanda realizada, a la luz del principio de la demanda efectiva, es la variación de las existencias, como destacamos anteriormente.
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