A lo largo de su campaña por la Presidencia de la República, Vicente Fox enarboló su militancia religiosa católica como estandarte para demonizar el antiguo régimen priísta.1 Pintó un escenario falso en que supuestamente la mayoritaria población católica del país compartía su lectura de un gobierno perseguidor de las libertades religiosas de la ciudadanía, cuando en realidad fue la concepción liberal del Estado lo que garantizó la pluralidad religiosa de la sociedad mexicana.
Esta pluralidad, desde el punto de vista católico conservador fue el inicio de la descentralización política y moral del país. La nostalgia por una pretendida edad de oro, bajo el control de la Iglesia Católica estuvo presente en la deshilvanada ideología foxista.2
Vicente Fox ejerció su libertad como ciudadano para manifestar en todo momento su preferencia religiosa, de ahí que sus asistencias a misa y a otras ceremonias católicas hayan sido promovidas como actos libertarios, como la salida de las catacumbas a las que tenía recluidos a los políticos creyentes un Estado laico perseguidor y totalitario. La cuestión fue que su libertad personal fue más un acto de ostentación farisaica que el derecho a tener y manifestar una identidad religiosa libremente elegida. El propósito fundamental era el de allegarse mayores simpatías y abonar a su entonces (inicios de su gestión) bien ponderado capital político.
Los sondeos de opinión pública mostraron desacuerdo con las prácticas desde el poder gubernamental de la supuesta piedad religiosa presidencial, y de su esposa Martha Sahagún, que terminó por ser percibida como una conducta más de corte político que muestra de fe compartida por la mayoría de los mexicanos.
Debemos decir que el laicismo en un Estado nacional es piedra angular para el fortalecimiento de cualquier institución democrática y para la democracia integral en sí, la cual hemos manejado en el modelo construido en el Capítulo 1. Pero en nuestro país, sobre todo a partir del año 2000, numerosas instituciones públicas se debilitaron por la frecuente intromisión del clero católico en la vida política del país y por la activa participación de funcionarios federales y numerosos gobernadores y presidentes municipales principalmente del Partido Acción Nacional, a favor de la Iglesia Católica.
El escritor mexicano Carlos Monsivaís estableció que desde la llegada a la Presidencia en el año 2000, el panismo no mostró recato en manifestar abiertamente sus inclinaciones profundamente religiosas, y encontró en la Iglesia un aliado en el panorama político nacional, como quedó de manifiesto con la intervención de la Jerarquía Católica en el conflictivo proceso electoral de 2006.3
La vigencia del Estado laico, como lo apuntó Monsiváis, radica en la inclusión de las exigencias y demandas de las sociedades, sobre todo en lo que respecta a los derechos de las minorías sexuales, étnicas, religiosas, muchas de las cuales son y han sido históricamente perseguidas, marginadas y vilipendiadas por la Iglesia Católica. También son dignas de mención las críticas a la incongruencia del partido gobernante, institución que ha mostrado tendencias autoritarias, características de la ultraderecha.
La experiencia histórica de nuestro país da cuenta de las consecuencias catastróficas en que puede derivar la concentración del poder político en la Iglesia. La libertad de creencias debe estar garantizada para los feligreses de todos los credos y no de uno solo, por predominante que sea en el territorio nacional.4
En el contexto del nuevo gobierno, la postura de Felipe Calderón respecto de este tema, ha sido de peligroso silencio, con ello se presume el regreso a un confesionalismo de Estado el cual se intentó impulsar desde la administración de Fox Quesada. Se pretende, desde luego, favorecer a la Iglesia Católica en todos los terrenos, todo esto en detrimento de la educación pública, la tolerancia civil, la separación Iglesia- Estado y el desarrollo político democrático en general.
Hay que recordar que Calderón, entonces presidente “electo”, se reunió con el Episcopado mexicano el 17 de noviembre de 2006, esa vez el clero mexicano le ofreció todo su apoyo y le pidió una reforma al artículo 24 de la Constitución para que exista “libertad religiosa”.
Ante la creciente ofensiva de las derechas que aquí ya no se distinguen por moderadas o ultrarradicales en favorecer a una sola opción religiosa, la defensa del estado laico y la educación pública adquiere una relevancia estratégica. Es decir, el laicismo y la secularización de todos los procesos políticos son indispensables en el ejercicio pleno de las libertades de pensamiento y expresión: sin laicismo no hay democracia y sin Estado laico, como ya hemos mencionado, no hay Estado de Derecho.
En esta tesitura, el presidente del Foro Interclesiástico Mexicano, Rigoberto Mata Medina5 estableció que la sociedad mexicana se encuentra ante un inocultable peligro nacional; está en marcha el movimiento y colocación estratégica de las piezas clave que buscan darle un fulminante jaque mate al Estado laico.
Mata criticó duramente a la Iglesia Católica y su injerencia en asuntos de política y en los medios de comunicación para la impartición de su doctrina, la instauración de capillas y obispos castrenses del Ejército mexicano y “lo que más extrañan y ambicionan es la impartición de la educación religiosa en escuelas públicas. La lectura de biblias debe estar fuera de las instituciones gubernamentales y las cruces fuera de las instituciones públicas educativas, a los niños de México no les hace falta el catecismo en sus programas educativos, les hace falta gobernantes capaces de intervenir para salvaguardar y mantener vigentes sus garantías a través de planes de desarrollo”.6
Por su parte, el catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Edgar González7, al hablar de la injerencia de la Iglesia en el Ejército, la calificó de peligrosa y que se manifestó en el marco de las estrategias de militarización que lleva a cabo el gobierno federal ya con Calderón con el pretexto del combate al terrorismo y a la delincuencia.
Sergio Alberto Campos Chacón8, del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, señaló que la religión mayoritaria ha dado muestras de intolerancia hacia concepciones distintas a la suya, generando tensión social generalizada, ya sea de manera directa o indirecta, por medio de agresiones incluso física a las personas y sus familias de religión distintas al punto de desplazamiento físico de sus comunidades. Con ello añadió, se lesiona el principio de igualdad formal y se arremete contra el derecho fundamental de pensamiento y creencias, que se encuentra en la propia Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación.9
En las postrimerías del sexenio foxista, Felipe Calderón, entonces candidato presidencial por el PAN hizo rotular su imagen santificada a los costados del autobús de campaña: con la mirada al frente, extendidos los brazos, quiso parecerse al Cristo Rey del cerro del Cubilete. En no pocos mítines, en especial con los que trataba de conectar con los sectores populares, se procedió al reparto de estampas impresas con motivos religiosos y oraciones.
“Hermosa virgen de Guadalupe, reina y patrona de todos los mexicanos, te pido nos ayudes ahora y siempre para salir adelante como nación“.Así decía la estampa entregada por la empresa constructora SARE a los albañiles, el día de la Santa Cruz; “Ilumina a tu pueblo a elegir como gobernante a la persona mejor preparada, íntegra y honesta que realmente nos brinde esperanza, seguridad, confianza, para que todos los mexicanos tengamos la oportunidad de casa, trabajo, salud y una vida digna y plena, en la que los principios y valores cristianos nos distingan como nación”.10
Por miles circularon, también volantes firmados por las familias católicas de México que llamaban a rezar el Rosario en vista del proceso electoral en curso. Impresos en tinta azul, con la imagen de la virgen de Guadalupe, la propaganda recomendaba rezar una jaculatoria:
“Oh padre Eterno, os ofrezco la preciosa sangre de vuestro divino hijo Jesús, unido a todas las misas celebradas hoy alrededor del mundo, para que por intercesión de nuestra señora de Guadalupe nos conceda un gobierno formado y preparado por ella . Así sea”. Y enseguida se emitía la instrucción: “Católico: recuerda que si los candidatos no se definen o no respetan lo que Cristo y la Iglesia les pide, no al aborto, no a la eutanasia, no a la unión entre homosexuales y su derecho a adoptar niños, no les des su voto. Haz oración. Que no te confundan”.11
Como militantes, pero también como autoridades, el sello distintivo de los panistas fue y sigue siendo el uso religioso en la política. Ahí esta la instrucción de Calderón, ya al frente del Ejecutivo, de ordenar a la PGR recurrir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para neutralizar la despenalización del aborto en la Ciudad de México antes de las 12 semanas de embarazo, es de esta manera, como se vulnera tanto el Estado laico, el Estado de derecho y por ende la democracia de México.
Por otra parte, un elemento más del retroceso democrático que se vivió durante el sexenio de Fox fue la aparición del neocorporativismo, pero ahora en manos del Partido Acción Nacional.
Recordemos que el corporativismo priísta sirvió durante ese régimen para controlar con mayor eficacia a los diferentes sectores de la sociedad. Las principales filiales corporativas gestadas desde el sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940) fueron la CTM (1936), la CNC (1938) y la CNOP (1941, ya en el sexenio de Manuel Ávila Camacho). Muchas de las veces se utilizó a los integrantes de estas corporación como “carne de cañón” electoral, toda vez que era más fácil para el gobierno allegarse de apoyos por medio del corporativismo que de forma individual y esto, efectivamente, no era una práctica democrática.
Sin embargo, para los políticos y para el gobierno en turno, lo que importa es la eficacia política, y dentro de ella, la electoral, entremos a la exposición:
2 La Secretaría de Gobernación reveló que a partir de 1992 las asociaciones religiosas construyeron 16 mil 505 inmuebles en 6 estados. Las Iglesias evangélicas continúan adelante respecto al número de templos, ministros de culto y feligreses que reportan las católicas. A quince años de la reforma al artículo 130 constitucional, que propició mayores espacios para las asociaciones religiosas (incluida la instrucción y posesión legal de su patrimonio), el catolicismo tradicional se ha quedado a la zaga a pesar de que en las estadísticas oficiales se incluyan en esta rama los ortodoxos, tradicionalistas y protestantes. La Jornada, 15 de abril de 2007.
3 La Jornada, 7 de octubre de 2007. Es preciso decir que, hoy, en las vísperas de las elecciones federales intermedias de 2009, la Iglesia Católica ya se ha plegado a favor de Acción Nacional con la publicación de la Arquidiócesis, “Desde la Fe” en donde se invita a la feligresía a no votar por ciertos partidos y candidatos que no apoyen las iniciativas de Calderón en torno a combatir el narcotráfico (la iniciativa de la “extinción de dominio”) en clara alusión al Partido Revolucionario Institucional el cual, según las encuestas publicadas, tiene el primer lugar en cuanto a intención de voto antes de la contingencia por la influenza.
4 Ibidem.
5 La Jornada, 21 de septiembre de 2007.
6 Ibidem.
7 Ibidem.
8 Ibidem.
9 Héctor Guillén Tamayo, de Redes Laicistas del Perú, denunció que en su país, durante el gobierno de Alberto Fujimori, y a espaldas de la Asamblea legislativa, se firmó un concordato con el Vaticano, por medio del cual el obispo es quién autoriza qué maestros deben impartir clases de doctrina con cargo al erario público además de que se paga a sacerdotes sueldos equivalentes a ministros de Estado, hechos que ha ratificado el actual presidente Alan García.
10 La Jornada, 21 de septiembre de 2007.
11 Ibidem.
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