LA DESILUSIÓN SEXENAL

Óscar Antonio Jiménez Morales

Otros estudios sobre abstencionismo electoral:

Los casos de El Salvador, Nicaragua y Panamá

Ahora bien, Barnes lleva al cabo un estudio muy importante sobre abstencionismo electoral tanto en El Salvador como en Nicaragua1. Al comparar la asistencia de votantes en Nicaragua y El Salvador, le parecen factores básicos para el análisis los niveles de participación ciudadana y las diferencias nacionales en la misma. Advierte que la mayoría de los países que tienen elecciones libres, la asistencia se mantiene arriba del 70% para las elecciones más importantes, pese al creciente desencanto con los actores políticos y las instituciones del Estado.
En este sentido, señala que el nivel de abstencionismo en El Salvador de 40-60% es inusual. Apunta que en Nicaragua pese a la igual falta de confianza en las instituciones y partidos políticos se experimentó un alto nivel de participación en las elecciones de 1996, más del 73% de la población en edad de votar. Sin embargo, establece, nadie sabe a ciencia cierta el tamaño de la población en edad de votar ni en Nicaragua ni en el Salvador.
Argumenta que hay importantes diferencias en las experiencias históricas y culturas políticas que están en el fondo de las diferencias de asistencia.
Al igual, establece que el nivel salvadoreño de abstencionismo no se puede descartar como un asunto sin importancia, pues es de hecho relativamente inusual entre los países que realizan con regularidad elecciones honestas. En las Américas, El Salvador comparte tan alto el nivel de abstencionismo principalmente con los Estados Unidos y Guatemala, mientras que Nicaragua, con un abstencionismo del 20-30% se parece más a Costa Rica y Europa. En los primeros países, el abstencionismo está altamente concentrado entre los pobres y los que tienen poca educación formal.
Este no es el caso en los segundos, donde el abstencionismo que existe se distribuye más igualmente por toda la población.
En el caso del abstencionismo en El Salvador, el académico salvadoreño José Miguel Cruz en su análisis sobre el fenómeno del marco de las elecciones de 1997, concluye que “los datos de las encuestas de opinión pública revelan que la mayor parte del abstencionismo no se explica fundamentalmente por los errores o fallas del sistema electoral, más bien se explica por la forma de funcionamiento del sistema político”2. Apunta que los salvadoreños atribuyen su falta de participación electoral a la poca confianza que les merecen los aspectos relacionados con la política. En el trabajo de Cruz, se establece que se entiende tanto el absentismo bajo el sentido de la acción y el efecto de no participar electoralmente, independientemente  de las razones para hacerlo.
En cuanto a los grandes discursos dirigidos a explicar el abstencionismo salvadoreño de las últimas elecciones, advierte que el primero aduce que el abstencionismo se debe, en su mayor parte, a la falta de documentación, a las anomalías del padrón electoral y a las irregularidades que suceden en el evento electoral.
Para las elecciones de 1997, Cruz establece que los sondeos precomicios de opinión pública han mostrado las mismas opiniones, pero en esa ocasión se contó con un sondeo de evaluación post electoral que parece conformar la hipótesis de apatía.
De acuerdo con los resultados de ese sondeo, las razones para abstenerse de forma activa tienen que ver con la percepción de que las elecciones no son útiles para cambiar el país, con la falta de interés en el proceso político y en la política, y con la ausencia de opciones partidistas consideradas como viables. En otras palabras, que mucha de la gente no le ve utilidad a las elecciones.
Según las variables demográficas y sociales, los abstencioncitas salvadoreños tienen las siguientes características: en términos de género, la mayoría son mujeres; la mayoría son los electores de menor edad; los que viven en las zonas oriental y paracentral; de los estratos socioeconómicos más bajos, los de menor educación. En síntesis los más desaventajados socio-económica y culturalmente y en términos de religión, entre los ciudadanos no católicos.
Cruz señala que: el abstencionismo va más allá del simple efecto de la conducta de no participación electoral de los ciudadanos, en el fondo, es la expresión más evidente de un sistema de pensamiento social que ha perdido o que no termina de encontrar el sentido de la política en un momento en que ésta se está replanteando en El Salvador.
Los bajos niveles de participación en las elecciones municipales y legislativas ciertamente fueron capaces de producir cambios significativos de la correlación de fuerzas políticas, pero esto se hizo con el apoyo, en el mejor de los casos, de no más del 40% de la población y esto quiere decir que sólo una tercera parte de la población aproximadamente tendría su representante en el Estado y se sentiría representado por las autoridades del país. Más aún, como resultado del rechazo a participar en las elecciones y en la política, ningún partido representa siquiera el 20 por ciento de la población”.
En tal sentido, dice, el abstencionismo electoral estaría mostrando que los partidos políticos salvadoreños están lejos de construir institutos de mayorías, sino que son más bien instituciones de minorías.3
Otro importante documento es el que establece que el Panamá profundo sigue oculto y olvidado.4 Los poderes políticos y económicos que cuentan con los medios masivos de dominación social, se han hecho con el fraude preparado paciente y burdamente. Las violaciones y torceduras a la ley ha sido lugar durante toda la campaña. La compra de conciencia marchó paralelo a la multimillonaria campaña desplegada por el APC, los gobiernos y sus partidos. Todos los poderes responsables de la opresión y explotación del pueblo de Panamá que, sufre en el desempleo y el empobrecimiento, estrecharon mano para imponer el referéndum amañado y tramposo.
Este documento señala que es revelador que el 60 por ciento de los panameños le hayan dado la espalda al referéndum mostrando su apatía y su desprecio por un proceso hartamente viciado “de cabo a rabo”. Toda la “plata” del pueblo malgastada por la ACP no fue suficiente para engañar a la población. La falta de participación no solamente constituye un abstencionismo espontáneo. El abstencionismo es señal de desprecio popular a los gobernantes. El abstencionismo es el inicio de un divorcio irreversible de los sectores del pueblo con las farsas electorales y la democracia de pacotilla cimentada por las familias de la oligarquía panameña y adosada por la sociedad civil.
Al igual, se apunta que sobre lo hombros de la ACP, integrada y manejada por los mismos oligarcas dueños de los partidos políticos y sobre el corazón de piedra de los jerarcas de la Iglesia católica panameña que, prefirió hacerle el juego a sus “amiguitos” de la oligarquía, recae en gran medida el triunfo del abstencionismo y el fracaso enorme de la victoria del SI, en medio de un escandaloso, amañado, sucio y tramposo referéndum nacional.

A manera de resumen del subapartado

Hemos visto los análisis de Temkin y Salazar, Durand, Sotelo, Cruz y el de Panamá profundo que el abstencionismo es una forma de reacción político electoral del pueblo, de los ciudadanos o de la comunidad política hacia los políticos y gobernantes que no cumplen con sus obligaciones del mandar obedeciendo, pues dentro de un régimen “democrático representativo” los gobernantes deben cumplir con el “mandato del pueblo”. Sin embargo, muchos de los gobernantes fetichizan5 y corrompen el poder y lo último que hacen es cumplir con ese mandato.
Las elecciones de 2003 registraron el índice de abstencionismo más alto en el periodo 1991-2006 como un muy probable indicador de la desaprobación de una gran parte del pueblo de México con las políticas económicas y sociales y, en general, con el manejo de la política gestado por el entonces Presidente Vicente Fox Quesada emanado de un proceso de elección no cuestionado o, al menos no gravemente, y sin poner en riesgo las instituciones.
Parece ser que el gobierno de Fox atendió muy bien a los focos rojos prendidos por el nivel de abstencionismo registrado en 2003 y también a la merma que sufrió la bancada panista en la cámara baja del Congreso de la Unión de las elecciones de 2000 al 2003 pues lo que aconteció en la contienda electoral de 2006 vino a corroborar que Fox, el PAN y demás sectores conservadores y poderes fácticos no permitirían que otras fuerzas políticas los despojaran de sus privilegios.


1 Centro de investigaciones de la comunicación, La asistencia de votantes en Nicaragua y el Salvador en 1996. www.confidencial.com(cinco).

2 Ibidem. p.3

3 Las características de la  muestra fueron: la encuesta se realizó en sectores urbanos y semirurales del pacífico, centro y norte del país. En total se aplicaron 1,592 cuestionarios, los que se administraron en hogares a personas de ambos sexos.
Del total de 1,592 encuestados abstencionistas, 703 eran hombres (44.2%) y 889 mujeres (55.8%), de los cuales la mayoría (65.7%) provenían del sector urbano y un poco más de un tercio (34.3%) del sector rural. La mayoría de los no votantes se encontraban en las edades de 45 años a más, representando un 25.6% (407 personas) y los de menor edad en los rangos de 16 a 25, representando un 41.7% (665 personas). Los no votantes entre las edades de 26-34 y 35-44, aparecen respectivamente con 16.7% (266 personas) y 16.0%.
En términos de escolaridad un 45.8% tenía secundaría, un 26.9% educación primaria y un 20.7% educación universitaria. Una minoría del 6.5% de los abstencionistas no poseía ninguna educación. En cuanto a la ocupación, el 30.8% eran amas de casa, el 25.9% estudiantes, un 16.2% obrero, un 14.6% profesional o técnico y ocupado en otros oficios el 11.6%, un 0.9% dijeron ser desempleados.
La gran mayoría de los encuestados dijo ser católico (73.9%) y u 13.7% evangélico. A otras religiones se adscribía el 2.5% mientras un 9.9% dijo no profesar ninguna.

4 Abstencionismo: Castigo a los poderes y al vanguardismo. http www. panamá profundo.org.

5 También hay que decir que algunos o muchos sectores de la ciudadanía también tienden a fetichizar el poder cuando éste es encarnado en algún gobernante, presidente, diputado o senador. A éstos últimos se les ve (por parte de los gobernados) de una forma, diremos, en términos populares,  “agachona” y que éstos creen que por el sólo hecho de que los políticos ostentan un cargo de “elección popular” tienen el “poder” o “ciertos poderes” de resolver los distintos problemas que aquejan a la ciudadanía. El asunto es que el poder, en una verdadera democracia, radica en el pueblo y los gobernantes deben mandar, como hemos dicho, obedeciendo.

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