La forma en que una sociedad organiza la asistencia médica, no es un acto meramente científico
y técnico. La organización de la asistencia médica es un acto social resultante de un conjunto de factores históricos, culturales, éticos, políticos y económicos.
Para comprender y evaluar un sistema de asistencia médica, es importante saber a quien se atiende y a qué sector se deja de atender, en que lugares instituciones u hospitales se presta la asistencia médica, el motivo o fin explícito o implícito, el poder político que la organiza y en qué forma se financia. Para dar respuesta a estas interrogantes estudiaremos las distintas épocas históricas de la asistencia médica.
En la Grecia antigua coexistieron tres formas de medicina: medicina para esclavos, para ciudadanos pobres y para ciudadanos ricos (Sánchez González, 2002:151-152).
Los esclavos recibían una asistencia ínfima de sanadores empíricos que también eran esclavos. Los comerciantes y artesanos libres recibían tratamientos expeditivos con fármacos y/o cirugía,
solo para enfermedades curables, y con el fin de reintegrarse rápidamente a su trabajo. Los ciudadanos ricos, por su parte recibían atención médica individualizada que reglamentaba su
forma de vida. La medicina hipocrática era una actividad libre y remunerada y los médicos solo atendían a la clase social alta que podía pagarles; la filantropía se menciona muy ocasionalmente en los tratados hipocráticos y no se consideraba como un constituyente necesario del arte médico,
por lo que el juramento hipocrático solo representó la actitud de una secta médica minoritaria.
En la Antigüedad Clásica no existieron hospitales propiamente dichos, aunque se mencionan algunas instituciones como la Askliepeia, que era un templo dedicado al culto del Dios sanador Asclepio, recinto que albergaba y sometía a rituales médico religiosos a los enfermos, sobresalía en ese lugar el rito de la incubatio, en el que el propio Dios aconsejaba al enfermo en sueños; Otras instalaciones conocidas de la época fue la Valetudinaria, construidas por las autoridades romanas, cerca de las fronteras para el cuidado de los soldados heridos o enfermos (Sánchez González, 2002:152-153)
La irrupción del cristianismo acarrearía dos cambios fundamentales para la asistencia sanitaria: uno, una consideración distinta de la persona del enfermo; otro, la aparición de un nuevo canon en las relaciones humanas con fundamento en la caridad. Las crónicas registraron la aparición de los primeros hospitales para la población civil en la Baja Edad Media (s. IV), en Roma, en 394, se fundó el primero debido al entusiasmo y aporte de la benefactora cristiana Fabiola. Asimismo, se generó un aglutinamiento de los centros de atención a enfermos en rededor de las comunidades religiosas, con aparición de los hospitia, refugios para abrigo, protección y una precaria asistencia sanitaria para viajeros, pobres y peregrinos (Félix Sánchez, 2007: 48).
Durante el cristianismo relata Sánchez González (2002:153) se introdujeron dos cambios muy importantes para la asistencia sanitaria: la enfermedad se vio como una vía de santificación para el enfermo y una oportunidad para acumular méritos sobrenaturales.
San Basilio de Cesárea escribió al respecto: a la enfermedad la reciben los justos, como un certamen atlético, esperando grandes coronas por obra de la paciencia.
El otro cambio fue el mandamiento de la caridad en la asistencia al enfermo, la ayuda al enfermo fue estimada como una de las obras de misericordia, que sería reconocida en el juicio final, el cristianismo, se constituyó en un gran promotor de la solidaridad humana y antecesor de la seguridad social, toda vez que la enseñanza de Cristo es un deber de quien tiene la posibilidad de ayudar, otorgársela al necesitado, los partidarios de esta religión agrupados en hermandades y asociaciones de caridad proporcionaban atención a los pobres y enfermos, haciendo posible la creación de hospitales, instituciones básicas de asistencia colectiva contra el primigenio riesgo al que puede enfrentarse toda persona y que constituye el pilar básico de las vigentes instituciones de seguridad social (Ugalde 2006-61).
Menciona Ugalde (2006:63) que la benefactora cristiana Fabiola auspició en el siglo IV, en el año 394 la fundación en Roma del primer hospital para la población civil.
El advenimiento y difusión del cristianismo en Europa y el cercano oriente dio lugar a que hacia el siglo IV se registrara un aglutinamiento de los centros de asistencia a enfermos alrededor de las comunidades religiosas, creándose los Hospitia que eran refugios para abrigo, protección y una precaria asistencia sanitaria para los viajeros y religiosos, aunque existe controversia al respecto, pues se dice que durante los años 330 y 337 en Constantinopla, se creó el primer hospital cristiano por Constantino o por su madre Santa Elena; entre los siglos V y VIII se construyeron múltiples xenodoquios y hospitales muchos de ellos fueron estaciones en las rutas y caminos que llevaban a Roma, algunos de ellos se convirtieron en hospitales famosos.
Las opiniones de los autores y lo descrito anteriormente plantea justo el reconocer que el cristianismo, con su doctrina de amor a los semejantes, con sus anhelos de solidaridad hacia el prójimo, es el que hace reaccionar a la humanidad al echar las bases de la cooperación mutua en pos de la caridad, hito imprescindible en la evolución histórica de la seguridad social.
Durante la edad feudal, que siguió la desaparición del Imperio romano, se consolida el poder de la iglesia cristiana así como su acción a favor de los necesitados por conducto del clero regular que continúa con la asistencia de necesitados creando hospitales, escuelas, orfanatos y asilos; fueron las clases humildes las que conservaron y alimentaron el sentimiento cristiano, irradiando desde los monasterios sobre todo, en los que la caridad encontraba el último reducto de tal forma que la caridad y el consuelo constituían la única satisfacción que los grupos privilegiados recibían en una sociedad basada en la desigualdad jurídica y en el reinado de la fuerza, en ese tiempo se formaron sociedades que actuaban paralelamente a la acción de la iglesia y que se denominaban guildas (Ugalde, 2006: 63).
Las guildas (Uzcástegui (1990:27) eran las que proporcionaban a los agremiados protección mutua contra los riesgos, mediante asistencia médica en caso de enfermedad, muerte, orfandad, viudez o total desamparo, otorgándose también alimentación.
Se cree que las guildas tuvieron su origen en las ciudades germanas en el siglo IX que perduraron hasta el siglo XI, y respondían a un principio de solidaridad, sus fines eran la asistencia a los enfermos, la honra a los muertos y en menor importancia la práctica del aprendizaje a un oficio. Cumplían funciones de defensa y asistencia mutua entre sus miembros, tenían un carácter religioso y estaban identificadas con la orden de un Santo.
En la edad media, surgieron al mismo tiempo que las guildas otras asociaciones con fines similares, denominadas cofradías o hermandades, tuvieron su origen en Italia en las comunidades religiosas denominadas Solea, agrupaciones de hombres dedicados a la misma actividad y que practicaban el culto (Briceño, 1987-50).
Arce (1972-40) citado por Uzcástegui (1990:27) comenta que las cofradías posteriormente se convirtieron en gremios, con una organización estratificada que incluía varios oficios cuya finalidad era la de ofrecer protección a sus intereses personales, regular el mercado local, y la de otorgarse protección mutua ante las consecuencias de distintos riesgos. Estaban orientadas con un sentido de hermandad cristiana, y su misión primordial era la de atender y ayudar a sus miembros enfermos hasta el lecho mortuorio.
A finales del siglo XVII, en Europa, el filósofo John Locke, formuló la idea de que todo ser humano tiene ciertos derechos naturales que la sociedad debe respetar y promover (Sánchez González, 2002-164).
Entre esos derechos mencionó el derecho negativo a no ser perjudicado en la propia salud. Pero el concepto de un derecho positivo a ser asistido en caso de enfermedad tiene sus antecedentes en los años que precedieron a la Revolución Francesa, el economista del siglo XVIII y funcionario del gobierno Jaques Turgot llegó a decir: el alivio de los hombres que sufren es un deber de todos y toda autoridad debe cooperar a ese fin.
La idea de organizar un seguro médico apareció en algunos gremios artesanales durante la edad media (Sánchez González, 2002-161).
Se suministraban servicios de médico, cirujano y botica mediante el cobro de una cantidad a los afiliados, de tal forma que la idea de seguro voluntario prosperó ocasionalmente el Europa aunque limitadamente; las ideas filantrópicas de la Edad Moderna hicieron surgir modelos sanitarios utópicos, por lo que Daniel Defoe ideó en 1697 un seguro obligatorio para la asistencia médica de los pobres. La revolución industrial concentró en las ciudades un proletariado que dependía exclusivamente de su salario, por lo que el desempleo y la enfermedad traían consecuencias fatales, los trabajadores formaban sociedades de ayuda mutua, a las que realizaban aportaciones periódicas, de las que recibían compensaciones por la falta de salario y por el costo de la asistencia médica; en Inglaterra, desde la mitad del siglo XVIII, estos sistemas de seguros voluntarios para los obreros industriales fueron las friendly societies, en Alemania se generalizaron unas sociedades voluntarias semejantes llamadas
<krankeskassen>( caja de los enfermos) y en España desde mediados del siglo XIX, existieron las sociedades de socorros mutuos.
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