Los años sesentas y setentas fueron un tiempo de profundas transformaciones que ha sido re-visitado una y otra vez por historiadores, ensayistas, críticos de arte y estudiosos de todas las disciplinas vinculadas al campo, que en un sentido amplio, podemos denominar de los estudios de la cultura. En un tiempo de una densidad singular, cuya marca fundamental fue una experiencia del mundo caracterizada por la percepción compartida de que era necesario y posible, dicho en términos de la época, revolucionar el orden establecido, algunos escritores como Rodolfo Walsh y Francisco Urondo, desplegaron elecciones estético-políticas que pusieron de manifiesto los dilemas y tensiones de ese momento histórico. Como han señalado múltiples abordajes que se han ocupado de interrogar este período, las ideas, conceptos, acontecimientos, prácticas y discursos propios de ese tiempo, configuraron el perfil histórico particular de estas décadas en torno a la noción de cambio radical. Probablemente hayan sido los estudios de Marshall Berman, el apasionado recorrido de Andrea Giunta, Ana Longoni y Mariano Mestman por las transformaciones del arte en ese período, los que hayan logrado transmitir el ritmo de aceleración, urgencia, cuestionamientos, expectativas de un mundo diferente. Todo lo sólido parecía, efectivamente, desvanecerse en el aire. El clima del momento histórico incluía procesos de transformación tanto en el nivel internacional como local. Los movimientos de descolonización y las guerras antiimperialistas en Asia y África, la rebelión antirracista en los EE.UU., los movimientos feministas y las luchas obrero-estudiantiles, como el Mayo Francés, la primavera de Praga, el otoño rojo italiano; la Revolución Cubana y las experiencias de la guerrilla en América Latina, sintonizaban con el desarrollo y ascenso de las luchas populares en Argentina caracterizado por las tensiones abiertas con la resistencia peronista, que se fue agudizando durante el ciclo de auge de masas conocido como los azos, y con el surgimiento de organizaciones político-militares.
En ese horizonte histórico, condensan las configuraciones y experiencias de un campo cultural latinoamericano y argentino radicalizado, en el que la importancia política concedida al intelectual, al artista y a sus producciones específicas estuvo acompañada de una interrogación permanente por su legitimidad social y por la intensa voluntad programática de crear un arte político y revolucionario. Ese es el terreno en el que los escritores- intelectuales Rodolfo Walsh y Francisco Urondo desarrollan sus trayectorias desplegando sus proyectos escriturales, en un juego de límites y presiones en el interior de las formaciones culturales de la época. La complejidad de esas trayectorias se ubica en un proceso de aceleración del tiempo histórico, de precipitación de las transformaciones en el campo intelectual. En ese escenario, Walsh y Urondo realizan procesos singulares y a la vez confluyentes.
Rodolfo Walsh (1927-1977) y Francisco Urondo (1930-1976) hacen sus primeras intervenciones en el terreno del quehacer cultural y la literatura ni bien comenzada la década del cincuenta; y despliegan su producción como artistas, periodistas e intelectuales, y su tarea como militantes, a lo largo de los cincuentas, sesentas y primeros setentas, hasta que la dictadura de 1976 cercena sus vidas y silencia sus trabajos.
Los dos escritores no sólo coinciden en el período de poco más de veinticinco años en que desarrollan su labor literaria y periodística, y en rasgos biográficos, como las características de sus abruptos finales, sino que se anudan entre ellos, fundamentalmente desde 1968, coincidencias y fraternidades. Éstas comprenden vínculos de amistad, opciones ideológicas, experiencias militantes, así como semejanzas en sus búsquedas de una práctica estético-política contrahegemónica que encarnara una respuesta superadora a la crisis de la cultura burguesa.
Este trabajo procura conceptualizar los vínculos entre esa experiencia histórica de profundas transformaciones sociales que involucraron al campo intelectual latinoamericano durante el bloque temporal sesenta/setenta. El foco de interés está puesto en la relación arte/política, y las trayectorias estético-políticas de Rodolfo Walsh y Francisco Urondo. Un elemento fundamental para este estudio es precisamente el interés en construir una perspectiva de abordaje conjunto e interrelacionado de los itinerarios y producciones de ambos autores. Los motivos que sostuvieron ese interés responden a mis propios interrogantes respecto de sus puntos de contacto y a la escasísima producción de trabajos de investigación sobre los vínculos efectivos que existen entre sus biografías intelectuales, sus búsquedas estético-políticas y su trabajo con la literatura testimonial. Vale la pena señalar que ese haz de relaciones no es evidente, ni deriva de desarrollo natural alguno, sino que su visibilización depende de un proceso complejo de cruce y articulación entre las determinaciones del devenir histórico-social, los avatares biográficos, los debates intelectuales, las transformaciones que intentaban operar sobre la institución literaria, las marcas que fueron adquiriendo en la gradual incorporación del oficio.
En otras palabras, esta investigación surge en relación al hecho de que los nexos entre estos dos escritores, si bien han sido advertidos por algunos autores como Eduardo Jozami (2006), Paulo Ricci (2008) y Nilda Redondo (2006), no han sido analizados de modo sistemático. En este sentido, Jorge Lafforgue señalaba en 2000, respecto de las conexiones entre Walsh y otros literatos de su generación, que además de los trabajos de Eduardo Romano (2000), Víctor Pesce (2000) y Martín Kohan (2000), quienes identifican puntos de contacto entre Walsh y Luis Gudiño Kramer, Héctor Oesterheld y Juan José Saer, respectivamente; “quedan por estudiar –y no es la única “falta”- las relaciones de la escritura walshiana con las propuestas de otros escritores surgidos entonces” (Lafforgue, 2000: 336). Transcurrida una década de aquella constatación señalada por Lafforgue, los esfuerzos más claros que se han producido específicamente en ese aspecto son las investigaciones de Nilda Redondo (2001; 2006) que se han ocupado de las similitudes y diferencias entre las opciones de militancia y las concepciones político-culturales de Walsh, Urondo y Haroldo Conti.
Si el seguimiento de lo que hemos llamado entrelazamientos y fraternidades entre Walsh y Urondo se presentaba como un vacío en las investigaciones sobre estos autores, los vínculos entre su escritura y sus posiciones políticas han sido largamente recorridos y abordados desde múltiples interrogantes por la bibliografía producida en los últimos años. Mi trabajo recupera las contribuciones de Aníbal Ford (1987), Daniel Link (1994; 2003; 2007), Jorge Lafforge (2000), Gonzalo Moisés Aguilar (2000), Roberto Ferro (2009) y Pablo Alabarces (2000) en lo que respecta a su preocupación por rastrear las huellas de la construcción del itinerario de escritor en Walsh, así como las marcas del oficio y de las experiencias vitales e intelectuales en su escritura y en sus posicionamientos estético-políticos. En el mismo sentido, los artículos de Nilda Redondo (2006) y Adriana Falchini (2009) han constituido un punto de partida para reconstruir las modulaciones del habitus de Urondo a lo largo de su trayectoria. También han sido sumamente productivos para mi tarea el enfoque presente en los textos de David Viñas (2005) y Ángel Rama (1994) sobre Walsh, y el libro de Nilda Redondo (2005) sobre Urondo, puesto que anclan sus análisis, sobre los diferentes momentos y etapas de la obra de estos dos escritores, tomando en cuenta los escenarios políticos en los que transcurren. He procurado llevar adelante mi investigación intentando aportar precisiones en el estudio conjunto e intervinculado de las trayectorias de Walsh y Urondo, así como he buscado interpretar sus continuidades e inflexiones, abarcar momentos no abordados y establecer otros haces de relaciones posibilitados por la perspectiva específica adoptada, que liga campos como los estudios culturales, el análisis social de los discursos y los estudios de la memoria.
Existen, además de los mencionados, otros trabajos que integran el inventario de la bibliografía producida acerca de estos dos escritores. He buscado un criterio clasificatorio adecuado a los fines de esta introducción, que me permita dar cuenta de algunos lineamientos interpretativos respecto de los trabajos de mayor importancia que pueden reconocerse en el estado de la cuestión y que conforman la base necesaria para la realización de esta pesquisa.
Con respecto a los estudios sobre la obra de Rodolfo Walsh, por una parte, se pueden ubicar aquellos que constituyen la línea dominante y que se ocupan de aspectos particulares de la producción del autor, es decir, trabajan sobre un momento o inflexión de su recorrido, sobre alguno de los géneros o tipos de registros en los que incursionó, alguna problemática de la teoría o la crítica literaria suscitada por sus textos, o bien alguna de sus obras (Operación Masacre es, sin dudas, la más re-visitada). Dentro de este gran grupo pueden ser colocados, primeramente, aquellos trabajos que abordan las etapas de producción cuentística de Walsh, entre los cuales se destacan los artículos de Braceras, Leytour y Pitella (2000) y Lafforgue (2004) que se ocupan de los nudos problemáticos presentes en el ejercicio walshiano del género policial; así como los de John Kraniauskas (2000), que despliega un complejo análisis del cuento “Esa mujer”, y Adriana Imperatore (1999), que aborda una serie de cuentos escritos en la década del sesenta interrogándolos desde la relación entre escritura literaria y cultura popular. En segundo lugar, incluyo los trabajos que están centrados en Operación Masacre y que consideran los procesos de investigación y composición del libro-corpus, como ocurre con los artículos de Roberto Ferro (1999; 2000); las estrategias de escritura, examinadas por Pampillo y Urtasun (2000) y Rita De Grandis (2000); y el campo de problemas teóricos surgido de ese sistema en difícil equilibrio entre lo literario y lo periodístico, configurado por los géneros testimoniales, que es explorado e interpretado por Amar Sánchez (1992; 1994; 2000). Otro subgrupo está compuesto por los estudios que se han ocupado de las singularidades estilísticas, los dispositivos discursivos y las implicancias políticas de los textos periodísticos de Walsh y de su labor como periodista en los medios gráficos en los que se desempeñó. Aquí debo incluir los trabajos de Horacio Verbitsky (1985), Bárbara Crespo (2000), Eduardo Romano (2000), Mariano Mestman (1997b), Daniel Link (2007), Castillo y Taroncher (2009) y Natalia Vinelli (2008). También existe un conjunto de publicaciones y escritos que se dedica a recorrer la evolución ideológico-política del escritor, como son los textos de Lilia Ferreyra, (1994 (1980)); Nicolás Casullo (1994), José Fernández Vega (1997) y Eduardo Jozami (2006).
Por otra parte, es posible delimitar un segundo gran grupo de trabajos de investigación que realizan lecturas del conjunto de la producción walshiana desde ángulos particulares y poniendo el énfasis en la interpretación de las modulaciones de su trabajo intelectual y su proyecto literario. Aquí se ubican los aportes de David Viñas (2005), Pablo Alabarces (2000), Gonzalo Aguilar (2000), Ricardo Piglia (2000), Aníbal Ford (1987), Eleonora Bertranou (2006), Daniel Link (1994; 2003) y, desde un registro más cercano al homenaje, Verbitsky, en su texto “Ética y Estética de Rodolfo Walsh” (Biblioteca Página/12, sin año de edición).
En lo concerniente a los estudios sobre la obra de Francisco Urondo, predominan las investigaciones y trabajos de crítica literaria sobre su producción poética. Los escritos de Daniel Freidemberg, Daniel García Helder, Susana Cella y Samuel Zaidman, que conforman el “Dossier Urondo”, publicado en el número 49 de la revista Diario de poesía en 1999, se ocupan de tópicos de la poesía de Urondo vinculados a las nociones de tiempo/historia, de sus particulares modos del decir lírico; y de las coordenadas poéticas y políticas en las que se ubica su producción en la poesía argentina de la segunda mitad del siglo XX. También abordan la lírica de Urondo Eduardo Romano (1983, 2002); Susana Cella (2006), Osvaldo Aguirre (2009) y García Helder (1999); Paulo Ricci (2008), identificando, a través de sus pesquisas y lecturas, los rasgos y la evolución de su poética, así como ese trazo suyo que congrega poesía, vida y política. Por otro lado, se encuentran trabajos que se dedican a los textos testimoniales de Urondo: los artículos de Mariana Bonano (2001, 2009), que abordan la forma en la que estos relatos se inscriben en la relación entre experimentación vanguardista y estética realista; el ensayo de Rossana Nofal (2009) sobre “el Trelew de Paco Urondo”; y la investigación de Adriana Falchini (2009), que se ocupa de las narraciones testimoniales realizadas por el escritor en el ejercicio del periodismo. Además, existen los libros de Nilda Redondo (2005) y de Analía Gerbaudo y Adriana Falchini (2009) que realizan una aproximación integral a la obra de Urondo, entendiendo por esto una voluntad por recorrer los diversos tipos de discursividad que produjo: poesía, cuento, novela, teatro, testimonio, ensayo, periodismo.
Finalmente, debo mencionar los trabajos biográficos sobre nuestros escritores. En el caso de Walsh, se destaca el libro de Eduardo Jozami (2006), y en el de Urondo, las biografías de Pablo Montanaro y Daniel Freidemberg (1999a).
No obstante esta copiosa bibliografía, considero que, además de las acotadas iniciativas, ya mencionadas, en el abordaje de los vínculos entre las trayectorias y los proyectos escriturales de Walsh y Urondo, existe un modo poco transitado de aproximarse a sus itinerarios y producciones, que procuraré llevar adelante en esta tesis. Busco, así, identificar e interpretar las articulaciones complejas entre los procesos sociales y políticos de las décadas del sesenta y setenta, las condiciones históricas del campo intelectual y las huellas en sus trayectorias de la construcción de su oficio, de sus posiciones en el campo, de sus elecciones políticas, de sus actuaciones estéticas y de sus proyectos de escritura. En virtud de ello, las hipótesis que han conducido mi pesquisa plantean que es posible determinar los momentos en los cuales tanto Walsh como Urondo fueron produciendo cambios en sus posicionamientos políticos e intelectuales. Es decir: no hay “algo” en ellos que estuvo presente como un proyecto de escritura política comprometida desde el inicio. Esa escritura se fue constituyendo a lo largo de procesos marcados por los acontecimientos políticos del período y por los avatares de sus recorridos singulares.
De allí que la primera parte del trabajo que he titulado “Los años sesentas y setentas. Interpretaciones sobre un tiempo urgente” apunte a realizar precisiones relativas a las herramientas analíticas elegidas y a dar cuenta de la peculiar configuración del campo intelectual argentino en los años sesentas y setentas. A partir de la idea sobre la cultura como un campo atravesado por conflictos sociales y políticos sostenidas por autores como Raymond Williams, Antonio Gramsci, Terry Eagleton y de la noción de campo intelectual aportada por Bourdieu, he elaborado una interpretación de las formaciones culturales de la izquierda y de la institución literaria como sujetas a los límites y presiones que se despliegan en el concreto terreno histórico. A partir de esas nociones he intentado dar cuenta de los rasgos salientes del campo intelectual argentino en el proceso que conduciría, en los tempranos setentas, a la politización de la cultura y a la radicalización de muchos intelectuales. La peculiar dinámica del campo cultural en 1968/1969 constituye un punto de inflexión que ha servido como marco para la lectura de los itinerarios de Walsh y Urondo.
La segunda parte de la tesis, “Entrelazamientos y fraternidades en las trayectorias de Rodolfo Walsh y Francisco Urondo”, se ocupa del seguimiento de los recorridos de los autores elegidos procurando ubicar sus puntos de encuentro biográficos y las afinidades en sus concepciones artísticas e ideológicas. De la labor de trazado de las biografías intelectuales, concebidas como espacios en los cuales condensan las determinaciones de una época y una cultura, derivan relatos acerca de los itinerarios cumplidos por nuestros autores en los que se ha intentado entrelazar recorridos vitales y prácticas político-culturales.
El Walsh que escribe Operación Masacre no es un ícono de la literatura comprometida. En todo caso es preciso deconstruir el proceso que desde el presente conduce hacia ese verano de 1957 en el que Walsh soñaba con escribir el producto de una investigación minuciosa sobre un acontecimiento que sería, pensaba entonces, recibido con los brazos abiertos por la prensa y los editores conocidos. La crítica de las evidencias de sentido común hoy (Walsh y Urondo escritores revolucionarios) exige una labor paciente de seguimiento del proceso a través del cual devienen escritores comprometidos. Cada uno lo haría de manera singular. A la vez ambos confluirían a fines de los sesentas.
Así como la relación entre historia/memoria/trayectorias singulares exige un esfuerzo de búsqueda en lugares diferentes (historia, crítica literaria, historia literaria, biografía, documentos), la exploración del devenir un escritor de relatos testimoniales induce hacia otros repertorios y perspectivas teóricas. Me ha preocupado iluminar las relaciones entre sus posiciones en el campo intelectual, la conformación del oficio de escritor y los productos escriturales.
Si es indudable que el Walsh escritor de Operación Masacre porta el habitus del cuentista de policiales, es necesario determinar cómo es que se produjo este tránsito en la escritura, cómo es que del individuo protagonista, propio de la escritura policial (como tan bien ha sabido verlo Link), se abrió el espacio para la visibilización de los colectivos como protagonistas de la historia. Ello sin perder la lógica de la escritura policial: el empleo de la rigurosidad en el rastreo de indicios, la organización deductiva de los textos de modo tal que la evidencia puede ser inferida y comprobada no sólo por el escritor, sino por cualquier lector/a atento/a.
De la misma manera, el recorrido de Urondo presenta sus particularidades no sólo biográficas, sino intelectuales y escriturales. Poeta reconocido, de allí que la mayor parte de los estudios sobre su obra insistan en la lectura de su poesía, Urondo había ejercido también el oficio de periodista. Su primer ensayo de escritura testimonial se produce en la novela-testimonio Los pasos previos, escrita en 1972, donde pone en práctica esa suerte de escritura en diálogo con lo documental que luego sería trabajada desde la entrevista en La patria fusilada.
En esa coyuntura, que transcurre entre 1969 y 1976 para la Argentina, los procesos históricos de radicalización política precipitaron efectos sobre el campo intelectual. En esa encrucijada temporal, que Benjamin leería como un tiempo denso, se produce un cambio en lo que a la escritura testimonial se refiere: ésta deviene para Walsh y Urondo, aunque siempre en tensión, en programa estético-político. Entre 1968 y 1973 se publican reediciones de Operación Masacre, la primera edición como libro de Caso Satanowsky, ¿Quién mató a Rosendo?; la primera edición de Los pasos previos y la publicación de La patria fusilada.
La delimitación de ese momento en que la escritura testimonial deviene programática supone el recurso a herramientas analíticas procedentes de los Estudios Culturales y la Sociología de la cultura que han permitido precisar la relación entre biografía intelectual, transformaciones en el campo intelectual y construcción de un programa estético-político. Al mismo tiempo he recurrido al análisis social del discurso y a algunas categorías de los estudios de memoria para la lectura e interpretación de estos textos, los escritos testimoniales, que constituyen el corpus central sobre el que he trabajado. Sobre este material está organizada la tercera parte de la tesis que he llamado “Revolucionar el arte. Escritura testimonial en Rodolfo Walsh y Francisco Urondo”.
El recorte del corpus (los textos testimoniales) es producto de una operación realizada sobre la base de la consideración de un universo mayor de escritos que no sólo ha incluido la obra publicada bajo el formato libro, sino que comprende también escritos y cartas personales, intervenciones políticas, poemas, ensayos, obras teatrales, notas periodísticas, entrevistas. Estos textos han sido convocados en la lectura de la obra testimonial, con la que se relacionan de manera compleja, no sólo como co-texto más inmediato, sino como lugares en los que indagar por el proceso de construcción del oficio, por el horizonte de debates existente en el campo intelectual de la época, por las preocupaciones sobre las relaciones entre arte y política, por las polémicas sobre el compromiso de los escritores en América Latina, y por la memoria de los sectores subalternos, los lugares de escucha/ transmisión de su pasado, sus testimonios, sus voces.
El hecho de que el núcleo temático de este trabajo estuviera organizado alrededor de la vinculación entre escritura y política en Walsh y Urondo plantea una ambivalencia a la que he procurado atender: vida y escritura, biografía y oficio, y que exige un abordaje, por así decir, en un registro doble. Los avatares biográficos, pero también la organización del campo intelectual y sus efectos sobre el oficio de escribir en autores cuyos modos de escritura llevan la impronta de un momento histórico, de las condiciones históricas del campo intelectual y de los procesos de configuración de sus oficios de escritores de un modo que resulta paradigmático de una preocupación epocal que ambos supieron encarnar: la de estrechar vida y arte, intelectuales y sectores populares, arte y política. Las apuestas estético-políticas de Walsh y Urondo operaron en dirección al rebasamiento de los límites del arte burgués contemplativo, sacralizado. De allí que experimentaran con contenidos y formatos procedentes de los suburbios de la cultura consagrada: tangos, discursos, documentos, testimonios, palabras de los que no habían tenido voz en el gran escenario de la historia, la cultura y la política.
Por ello, encontrar, descifrar esos rastros y conectarlos, nos permite comprender, no sólo lo significativo de esas trayectorias como fenómeno social y cultural, sino también, las singularidades inesperadas que en ese horizonte histórico, posibilitaron esos recorridos a la vez azarosos y determinados, por decirlo en palabras de Williams, libres y constreñidos.
De allí las elecciones metodológicas realizadas, los cruces entre diversos campos disciplinares, la decisión de recurrir al conjunto de sus escritos, pero focalizándose en las lecturas de aquellos que condensan el programa estético-político de la escritura testimonial1 . El uso de algunas herramientas procedentes del análisis social de los discursos, así como la inspiración en los debates acerca de la relación entre arte y política nos permitió realizar un análisis del proceso a través del cual se produjo la transformación del proyecto escritural de Walsh y de Urondo. La idea de que, sobredeterminados por las condiciones materiales de existencia, ambos escritores explorarían nuevos formatos capaces de transformar la institución literaria misma, me impulsó a trabajar analizando no sólo las innovaciones temáticas (la recuperación de las memorias de los subalternos, de su historia) sino las prácticas de escritura: el recurso a múltiples voces para desmentir la uniacentualidad del relato hegemónico. La mezcla en los registros y en los formatos hizo de las herramientas procedentes de los estudios de Bajtin-Voloshinov y de la búsqueda de las marcas de enunciación en el enunciado instrumentos particularmente fructíferos. Fue preciso además atender al análisis de las relaciones entre las formaciones discursivas del arte y de la política, sus zonas de contacto y confrontación. La lectura de esa especificidad del testimonio como lugar inestable de contacto entre arte y política hizo necesaria no sólo la revisión de la profusa literatura producida en los últimos años sobre el tema, sino la exploración en las conceptualizaciones de Gramsci, Benjamin, Williams y Thompson sobre el conocimiento del pasado, la noción de experiencia histórica y los estudios de memoria.
Walsh y Urondo llegarían, a través de recorridos divergentes y convergentes a la convicción de que los formatos testimoniales constituían la respuesta provisoria para los dilemas que plantea la relación entre arte y política. Ambos procurarían, a través de relatos organizados como espacios textuales de convergencia de múltiples voces, de formatos variados, construir relatos capaces de iluminar la verdad ocultada por las clases dominantes.
En ese ejercicio de la escritura testimonial Walsh y Urondo irían experimentando, transitando de maneras singulares, el uno desde la escritura de Operación Masacre, el otro desde el ejercicio de la poesía, hacia el lugar de testigos capaces de hablar sobre “esos hechos tremendos” por quienes ya no podían hacerlo.
Acosados por las transformaciones abruptas del escenario político, ambos morirían defendiendo su concepción del mundo en un tiempo en que ella se oscurecía. Un muro de silencio se levantaría durante años sobre ellos y sus obras, incluídas en las listas de libros prohibidos por la dictadura militar.
1 Las ediciones citadas corresponden tanto a aquellas publicadas en los años en que Walsh y Urondo escribían como a publicaciones realizadas en los años posteriores. He optado por indicar la fecha de escritura original de los textos cuando éstos han sido incluidos en compilaciones o ediciones más recientes debido a la relevancia que en este trabajo se ha asignado a la articulación entre historia y escritura. En el caso de los papeles personales y anotaciones del diario de Rodolfo Walsh, recopilados por Daniel Link en Ese hombre y otros papeles personales, también he indicado entre paréntesis el año de escritura.
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