Predestinación de mezclarse con la vida, de meterse.
Osvaldo Bayer, “Rodolfo Walsh: tabú y mito” (2004)
arderá su memoria
hasta que todo sea como lo soñamos
como en realidad pudo haber sido.
Francisco Urondo, Son memorias (1965-1969)
Rodolfo Walsh y Francisco Urondo hacen sus primeras intervenciones en el terreno del quehacer cultural y la literatura ni bien comenzada la década del cincuenta; y despliegan su producción como artistas, periodistas e intelectuales, y su tarea como militantes, a lo largo de los cincuentas, sesentas y primeros setentas, hasta que la feroz dictadura de 1976 cercena sus vidas y silencia su trabajo 1.
Ambos pertenecen a la misma generación, pues Walsh nace en Choele Choel, Río Negro, un 9 de enero de 1927 y Urondo, tres años más tarde, en la capital de Santa Fe, el 10 de enero de 1930. Sus violentas muertes a manos de las fuerzas represivas del terrorismo de Estado también se asemejan. Walsh es secuestrado y desaparecido el 25 de marzo de 1977, al día siguiente de haber distribuido la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar; así como Urondo moría en combate algunos meses antes en Mendoza, en junio de 1976.
Los dos escritores no sólo coinciden en el período de poco más de veinticinco años en que desarrollan su labor literaria y periodística, y en las características de su violento final, sino que se anudan entre ellos, fundamentalmente hacia fines de los sesentas y en los setentas, coincidencias y fraternidades. Éstas comprenden los vínculos de amistad, sus opciones en la esfera de las pertenencias ideológicas, la experiencia militante y el compromiso político revolucionario, así como similitudes en sus búsquedas de una práctica estético-política contrahegemónica que encarnara una respuesta superadora en relación a la crisis de la cultura burguesa. Dichas búsquedas son transitadas a través de recorridos subjetivos que se insertan en proyectos colectivos profundamente relacionados no sólo con los debates, las tensiones y contradicciones propios de los problemas y preocupaciones de la intelectualidad de izquierda argentina y latinoamericana, sino también con el desarrollo de los conflictos socio- políticos de las décadas aludidas. Los lazos que establecieron estos dos escritores con el aparato cultural de la Revolución Cubana, su militancia en el MALENA, su relación con el peronismo y la lucha armada, su participación conjunta en la realización del diario Noticias (de la organización Montoneros), su interés por lo testimonial y su apuesta por la innovación en las formas del discurso literario a fin de “revolucionarlo” y hacerlo capaz de comunicar la experiencia histórica de los oprimidos son ejemplos de la afinidad de sus búsquedas.
A propósito de esta observación, un dato que aporta a nuestra perspectiva lo encontramos en un testimonio de Lilia Ferreyra, la última compañera de Walsh, recogido por Pablo Montanaro en su valiosa biografía sobre Francisco Urondo:
Los caminos de compromiso político de Paco y Rodolfo no fueron los mismos pero siempre se encontraron en las coyunturas esenciales. En la relación entre Paco y Rodolfo había un cierto paralelismo en cuanto a iniciativas y proyectos. Yo percibía una competencia entre ambos pero en un vínculo de profundo afecto (Citado por Montanaro, 2003: 75).
Un factor decisivo que da cuenta de las concurrencias de sus trayectorias y que habilita a explorarlas conjuntamente es el hecho de que Urondo y Walsh, a diferencia de las alternativas seguidas por otros intelectuales, integraron organizaciones político-militares y se involucraron en proyectos revolucionarios que buscaban, por vía de la lucha armada, la transformación radical de la sociedad. Así, en la última etapa de sus vidas, los dos fueron militantes de la organización Montoneros.
En este aspecto particular, el de la opción por las armas, los nombres de nuestros escritores se asocian al del escritor Haroldo Conti, quien también fue secuestrado y desaparecido. Algunos de los trabajos de Nilda Redondo hacen foco en esta relación entre los tres escritores examinando su trayectoria político- intelectual durante la década de 1970. Así, analiza sus opciones políticas, ciertas concepciones literarias y su relación con las políticas culturales de las organizaciones en las que militaron, para concluir que compartieron el compromiso militante y combatiente de su intelectualidad y de su cuerpo, con las luchas del pueblo. (Redondo, 2006:40). Desde otro enfoque, más ligado a la necesidad de realizar un homenaje a los escritores víctimas de la dictadura de 1976, el artículo de Juan Gelman “Urondo, Walsh, Conti: la clara dignidad”, explica los alcances de la opción revolucionaria de los tres cuando reconoce que siendo hombres de más de cuarenta años eligieron la clandestinidad y la lucha armada, cuando estaban en un momento de madurez vital y de consagración como intelectuales. De este modo afirma:
No lo hicieron atacados por alguna erisipela ‘revolucionaria’; sabían perfectamente lo que arriesgaban, la vida y, lo peor, todos los alrededores amados de esa vida. Los empujaba el ansia de poner fin a la indignidad de la Argentina. Porque esa indignidad impuesta ensuciaba su clara dignidad. Y la dignidad de ellos nunca fue materia a despacharse en gestos; respiraba con la dignidad del pueblo, y de ella respiraba. Así también lo que escribieron, fiel a la sangre y por ello mismo a la letra. (Gelman, 1997: 9)
No obstante asumir los puntos de contacto en esta tríada de escritores, considero que, en el plano de las concepciones ideológicas, existen algunas diferencias con Conti que operan a modo de una suerte de bisagra a partir de la cual Walsh y Urondo se presentan más próximos y resonantes entre sí. En primer lugar, la pertenencia ideológica, ya que Conti, si bien apoyó la lucha armada (Gelman, 1997: 9), tuvo definiciones políticas diversas a las de Walsh y Urondo. Participó en el FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo) y se incorporó en 1971 al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) para trabajar en el frente de la cultura, en organismos de periodistas y escritores (Antognazzi, 1997: 23). Redondo plantea al respecto que “Walsh y Urondo, por un lado, y Conti, por otro, participaban de distintas organizaciones y su diferencia fundamental fue Perón o no Perón: los dos primeros afirmaban que el líder podía garantizar la patria socialista y el último, por el contrario, advertía que se trataba de la última carta de la burguesía, es decir, del enemigo” (Redondo, 2006: 40)2 . Con esta diferenciación no se intenta indicar una jerarquización en relación con las pertenencias ideológico-políticas de los autores, sino otorgar el peso simbólico y práctico que en ellos tenía el espacio de los colectivos políticos de los que formaron parte.
En segundo lugar, otro aspecto que entrelaza los itinerarios de Walsh y Urondo, y los diferencia de Conti, se configura en torno a la adopción de estrategias de escritura y de formatos ligados a lo documental y testimonial desde los cuales enfrentan, en momentos claves, la compleja tensión de la época entre práctica de escritura y compromiso militante. Conti, mantiene su proyecto narrativo siempre dentro de los límites de la novela, aunque sus preocupaciones se relacionen con las posibilidades de politización para este género. Si bien los tres escritores dejan constancia de haber habitado contradicciones muchas veces tematizadas en sus escritos, y de haber asumido las tensiones entre palabra y acción propias del campo cultural en ese particularísimo momento histórico, existen en el caso de Walsh y Urondo definiciones explícitas en torno al valor de la narrativa testimonial, tanto en sus declaraciones como en sus prácticas de producción discursiva, que hacen pensar en la coincidencia de dos proyectos narrativos formulados como tentativas de respuesta en los planos literario y político para conciliar la escritura con una integración activa a la militancia. Dichas respuestas, aunque tensadas y no plenamente definitivas, tenían la especificidad de estar hondamente ancladas en el ejercicio de una praxis transformadora concretizada en su experiencia como revolucionarios. De esta manera, en lo que atañe a los proyectos escriturales, a las concepciones acerca de las categorías artísticas y a la utilización de los géneros y registros, Walsh y Urondo despliegan modos de escritura semejantes cuando participan, desde una estrategia conciente, del gesto narrativo-testimonial de denuncia a la violencia provocada por las dictaduras militares. Dicho gesto comienza a consolidarse hacia fines de los sesentas en América Latina como un modo legítimo de narrativa en el marco de radicalización de las prácticas intelectuales. Concretamente, la opción de Walsh y Urondo por lo testimonial y su reivindicación de este género como la categoría artística más adecuada para dar cuenta de la realidad histórica y de los procesos de lucha popular marcan notorias contigüidades y familiaridad entre ellos. De este modo, aparece un camino de indagación en el cual las articulaciones entre sus prácticas y sus preocupaciones en lo que respecta a la función del intelectual, a la acción militante, y a las tensiones y conceptualizaciones en torno a las diversas concepciones estéticas, géneros y registros escriturales son especialmente significativas y habilitan modos muy poco transitados de análisis conjunto de sus prácticas estético-políticas. Al respecto Paulo Ricci asevera:
Parangonar los recorridos subjetivos y los cuestionamientos dirigidos a la propia obra literaria de Walsh y Urondo no es para nada casual ni arbitrario, durante el intenso y último tramo de sus vidas ambos escritores fueron cultivando un vínculo, una amistad, que creció en intensidad y que no sólo está documentada en sus recorridos biográficos sino también en las conmovedoras páginas que el autor de Esa mujer le dedica a la muerte de su amigo poeta, muerte que antecede en apenas nueve meses el propio final (Ricci, 2008: s/n).
Con lo anteriormente dicho no pretendemos realizar una homologación de los recorridos estético-políticos de Walsh y Urondo, que claramente tuvieron particularidades y diferencias, sino poner énfasis en aquellos momentos de sus trayectorias y en aquellos aspectos de sus concepciones artístico-ideológicas y de su trabajo con la escritura en los que se producen encuentros, preocupaciones y respuestas fuertemente emparentadas, los cuales tienen lugar hacia fines de los sesentas y principios de los setentas y desembocan en el complejo entramado de búsquedas y propuestas, no siempre totalmente resolutivas, configuradas en sus prácticas del relato testimonial. Por ello, me interesa abordar en esta tesis una serie de problemáticas mutuamente influenciadas: en primera instancia, recuperar el fuerte vínculo entre Walsh y Urondo, y la confluencia que ambas obras efectivamente poseen en ese territorio que constituyen sus textos testimoniales, principalmente en el núcleo de significaciones e implicancias que contiene la abigarrada trama entre escritura, testimonio y memoria. En segunda instancia, también busco mostrar los singulares puntos de contacto entre Walsh y Urondo en lo que respecta a cuestiones muy presentes en los debates intelectuales de las décadas del sesenta y setenta: la decisión de comprometerse activamente como intelectuales revolucionarios con las luchas populares; y los modos de incorporar esa decisión a una producción que no abandona sus preocupaciones estéticas pero que asume los avatares de la militancia y de esas luchas populares como materia discursiva. Para ello se enriquecerá el análisis trazando líneas de relación con la obra periodística, poética y ficcional de los autores a fin de cruzar sus prácticas escriturales testimoniales con el conjunto de sus escritos e intervenciones.
Cabe aclarar, entonces, que la premisa de abordaje privilegiada será la pregunta por el lugar y significación de lo testimonial en las obras de Walsh y Urondo, ya que esto posibilita atender a uno de los momentos más complejos de la producción de estos escritores-intelectuales y trazar vínculos con otros aspectos de sus concepciones estético-políticas. No obstante ello, es importante marcar que esta puerta de entrada es una posibilidad entre otras, sobre todo para no ocluir la riqueza y la variedad de matices de las búsquedas de los autores a lo largo de sus recorridos, ni negar las tensiones que atraviesan sus decisiones escriturales en relación a los fuertes y dialécticos vínculos entre arte y política. En consonancia con esta perspectiva, si bien podemos constatar desde fines de los sesentas (1968-1969) un protagonismo de la política y la experiencia militante en la producción de los autores, no me interesa mostrar el gesto de la escritura testimonial como un camino ineludible para ellos, sino más bien indagar cuáles son los modos en los que la politización de la escritura literaria es canalizada a través del testimonio inaugurando, en esta etapa, particulares modulaciones en relación al entramado entre testimonio, escritura y memoria. En estrecha vinculación con esto, se pone en juego el hecho de que sus producciones testimoniales se despliegan en el marco, tanto de una radicalización de sus prácticas estético-políticas y de su práctica político-combatiente; como de un momento nacional y latinoamericano de aguda crítica, desde una fracción importante de los intelectuales de izquierda, a los formatos y géneros tradicionales, y de una reevaluación profunda de la significación misma de la cultura.
En virtud de ello, busco reconstruir y anudar entre sí las biografías de Walsh y Urondo con una doble finalidad:
El objetivo de esta segunda parte de la tesis, entonces, consiste en la puesta en escena de las trayectorias intelectuales o biografías intelectuales de Rodolfo Walsh y Francisco Urondo desde una perspectiva configurada a través de un trabajo de entrelazamiento de sus itinerarios que atiende a una dialéctica entre prácticas culturales y prácticas políticas situadas en los procesos históricos del período 1955-1977. En este punto considero pertinente indicar que adoptar como principio organizador de los siguientes capítulos el concepto de trayectoria intelectual, aquí usado como equivalente de biografía intelectual, exige realizar algunas aclaraciones teórico-metodológicas.
Eduardo Jozami, en su biografía sobre Rodolfo Walsh, plantea que ha pensado su libro como una “biografía intelectual”, entendiendo con esto “el estudio de la evolución del pensamiento de Walsh expresada en su obra literaria, periodística y en su participación política” (Jozami, 2006: 17), y señalando también que retoma esta idea de un texto de Maximilien Rubel, Karl Marx. Essai de biographie intellectuelle (1957). En este trabajo, Rubel, proponía un acercamiento original a la obra de Marx preocupado por seguir y descubrir el hilo de su búsqueda a través de sus escritos científicos, filosóficos y éticos, es decir, el develamiento de las motivaciones profundas de su pensamiento revolucionario. Su exposición se ordena a tematizar la relación existente entre la práctica científica y los principios éticos en Marx, sin dejar de lado el hecho de que la obra entera del filósofo surge en estrecho contacto con el campo social de su época y en el clima de la revolución industrial europea, marcada por la miseria colectiva, el empobrecimiento de amplios estratos de población urbana y las migraciones del campo a la ciudad. Según esto, toda la obra de Marx se encontraría marcada por una dialéctica entre ciencia objetiva y ética revolucionaria.
Dentro de esta perspectiva, dos elementos me parecen recuperables. Por un lado, la idea del trazado de conexiones entre ámbitos de actuación de los autores, y por otro lado, el trabajo atento a tres niveles: los procesos históricos, los desarrollos propios del campo cultural de la época y las prácticas políticas y escriturales que Walsh y Urondo van realizando a medida que configuran sus trayectorias. Es una mirada que pone en juego lo universal y lo particular mostrando que estos tres niveles se re-asumen en un proceso dialéctico en constante movimiento. Los itinerarios de los sujetos, entendidos a través de la relación que existe entre el horizonte histórico y las historias de vida, constituyen el punto de intersección, o bien la conciente mediación, entre la “historia histórica” y la biografía (Ferrarotti, 1990: 17).
Así pues, esta parte de la tesis pretende funcionar dentro del cuerpo de la misma como una serie de notas para una biografía intelectual cruzada de Walsh y Urondo, es decir, una cartografía de referencias que, centrándose en los hitos más significativos y de mayor condensación de datos para mi abordaje, vincule sus actuaciones literarias, intelectuales y políticas, así como los recorridos subjetivos y colectivos de los dos escritores. Se busca así configurar un modo de acceder a las problemáticas a las que me abocaréposibilitando a la vez un seguimiento de su desarrollo sincrónico y diacrónico.
Además, cabe aclarar que esta segunda parte de la tesis, por razones ligadas a las problemáticas que se busca examinar en esta investigación, no tiene como objetivo la realización de un trabajo biográfico en sentido estricto. Atiendo en este punto a ciertos aportes de la sociología de la cultura que plantean fuertes críticas a los estudios biográficos de corte tradicional. Al respecto Bourdieu advierte sobre “la ilusión biográfica”, es decir, los riesgos de una noción ingenua de trayectoria, propia de la “filosofía de la acción” (sujetos autoconcientes) que supone la “historia de vida” como un camino o una carretera, “es decir un trayecto, un recorrido, un cursus, un paso, un viaje, un itinerario orientado, un desplazamiento lineal, unidireccional, etapas y un fin, en su doble sentido, de término y de meta” (Bourdieu, 1997: 146). Su concepción, que se condensa en la relación de doble sentido entre las estructuras objetivas (de los campos sociales) y las estructuras incorporadas (de los habitus), se opone radicalmente a los presupuestos antropológicos que en nombre de un racionalismo estrecho, consideran como irracional toda acción o representación que no esté engendrada por las razones explícitamente planteadas por un individuo autónomo, plenamente consciente de sus motivaciones. Se opone también Bourdieu a las tesis más extremas de un estructuralismo concreto, negándose a reducir a los agentes (a quienes considera activos y actuantes) a meros epifenómenos de la estructura. En este sentido, Bourdieu plantea que una ciencia rigurosa de los hechos intelectuales y artísticos entraña tres operaciones metodológicas estrechamente relacionadas que captan tres niveles interconectados de la realidad social: a) un análisis de la posición de los intelectuales y los artistas en relación a la estructura social y al conflicto de clases; b) un análisis de las posiciones que ocupan en la estructura del campo intelectual, definidas objetivamente por su situación en la distribución de legitimidad artística e intelectual; y c) la reconstrucción de las relaciones específicas del campo intelectual en vinculación con las del campo de poder 3 (Bourdieu, 1983). Esto constituiría la condición para reconstruir las trayectorias intelectuales de Walsh y Urondo entendidas como sistema de rasgos pertinentes para una biografía o una clase de biografíaque pueda funcionar como un principio explicativo de las prácticas e ideologías.
Siguiendo esa idea de concebir esta suerte de biografías como principio explicativo, he recurrido a ciertos planteos de Franco Ferrarotti, quien conceptualiza las trayectorias vitales de los sujetos como la dialéctica entre el ser humano y su temporalidad, es decir, como “lo vivido dramáticamente” por un sujeto, en un terreno no elegido e históricamente marcado (Ferrarotti, 1990). Particularmente, las biografías de los escritores-intelectuales Walsh y Urondo, que tienen la característica de constituir recorridos vitales e intelectuales densos y que evidencian las marcas de esa dialéctica entre itinerario subjetivo y proceso histórico, se revelan, en ese anudamiento entre vida, práctica intelectual y práctica política, como recorridos ejemplares, en el sentido de que condensan las determinaciones de una época y una cultura. En otras palabras, estas biografías constituyen un material que totaliza un sistema social. Son la sedimentación de lo vivido en la historia (Ferrarotti, 1990: 91,103). Por ello, encontrar las huellas de sus decisiones personales, de sus elecciones políticas y de sus actuaciones estéticas, descifrar esos rastros y conectarlos, nos permite comprender, no sólo lo significativo de esas trayectorias como fenómeno social y cultural, sino también, las singularidades inesperadas que, en ese horizonte histórico, posibilitaron esos recorridos a la vez azarosos y determinados; libres y constreñidos. A propósito de estas elecciones teóricas, considero un aporte esclarecedor las siguientes conceptualizaciones realizadas por Franco Ferrarotti en su trabajo La historia y lo cotidiano de 1990:
No se trata de colgar mecánicamente los jirones de experiencia humana, vivida y fechada, como lo serían las historias de vida, a un hipotético “horizonte histórico”, sino más bien captar el nexo de condicionamiento recíproco que intercorre entre los diferentes niveles de experiencia y entre éstos y el plano macro sistemático estructural, de modo de fijar los primeros elementos de una dialéctica relacional en la que naturaleza y cultura, ambiente e historia, sistema, clase, grupo e individuo establezcan entre sí una relación necesaria y al mismo tiempo apriorística, no necesariamente previsible (Ferrarotti: 1990: 100).
Adhiriendo a estas perspectivas, intentaremos reconstruir las trayectorias entrelazadas de los autores que nos ocupan, entendidas como un objeto cuya configuración cabalga en la interconexión de los siguientes planos: los procesos históricos del período que abarca desde 1955 hasta 1977 en Argentina, la estructura y los desarrollos del campo cultural de la época y las elecciones/experiencias que van diseñando los recorridos de los autores. Así, el conjunto de actuaciones y concepciones ideológicas que configuran las trayectorias intelectuales de Walsh y Urondo, serán consideradas en el marco de las prácticas sociales instituidas e instituyentes que son el producto de luchas sociales y simbólicas sometidas a variaciones de orden temporal (históricas) y al estado de relaciones de fuerza en un momento preciso, pero que no alcanzan totalmente para dar cuenta de la singularidad de esos recorridos (Williams, 1981).
Por otra parte, cabe señalar que este trabajo con las trayectorias de Rodolfo Walsh y Francisco Urondo implica una reconstrucción de sus recorridos a partir de premisas que funcionan como hipótesis de la investigación. En tal sentido, se ha puesto el énfasis en momentos de sus itinerarios que se han juzgado claves après coup, es decir, a partir de la ventaja hermenéutica que significa situarse en el presente y desde allí mirar hacia el pasado retrospectivamente para articular el relato de dichas biografía intelectuales. La elección de una perspectiva por así decir “invertida”, esto es, la admisión de la idea de que es el presente el que “ordena” el sentido atribuido al pasado, implica asumir, por una parte, la marca del presente en la lectura del pasado (en el sentido de que aquel no es pura transparencia, sino un posición en el orden del tiempo), y por la otra, que no hubo una trayectoria orientada desde el inicio en los recorridos que llevaron a cabo Walsh y Urondo. Más bien es a menudo el hallarnos ante el resultado de sus vidas ya concluidas y sus efectos sobre el presente que solemos atribuir orientaciones que estas no tuvieron. Aún así el presente posibilita la interpretación de recorridos que para los sujetos, sólo tuvieron una dirección precisa una vez cumplidos. Es la mirada desde el presente la que permite visualizar en los acontecimientos de 1968-1969 los momentos significativos que orientarían los recorridos posteriores y confluyentes de Walsh y Urondo. Es desde el presente que es posible ubicar Operación Masacre como algo más que una investigación periodística inducida por un acontecimiento inesperado: “hay un fusilado que vive”. El propio Walsh se ocupa de resignificar su obra a lo largo de un itinerario que no tuvo una dirección precisa de antemano, sino que se fue construyendo en el terreno no elegido de la historia.
Es après coup que podemos advertir qué elementos del habitus lentamente construido jugaron un papel relevante en los recorridos posteriores a 1968. Es decir, cómo se juega en Walsh su entrenamiento como escritor de ficciones policiales en el oficio de testimoniar; cómo se juega en Urondo ese temprano interés por lo popular, por los gestos menudos de la vida cotidiana en el desplazamiento que tendría lugar a partir de sus incorporaciones a la lucha política en la inflexión de 1968-1969.
Por tanto, si el trabajo de Walsh y Urondo con los géneros testimoniales tiene lugar en distintos momentos de sus recorridos, es a la luz de los acontecimientos que precipitan en los tempranos setentas que la opción por lo testimonial adquiere densidad, se vuelve programática y es visibilizada como respuesta provisoria a la pregunta por las relaciones entre arte y política, por el lugar de los intelectuales en la revolución, por la búsqueda de géneros capaces de proporcionar a los sectores populares una memoria propia de lo acontecido. En virtud de ello es que mi interés se ha centrado en el estudio de la producción testimonial de estos autores, que será abordada específicamente en la tercera parte de esta tesis, puesto que éste es el tipo de escritura literaria que ambos escritores ensayan como salida a un momento de crisis de la cultura hegemónica, luego de 1968, cuando se vuelven más fuertes los anudamientos de sus trayectorias.
Asimismo, el sello de lo testimonial en Walsh y Urondo tiene especificidades que pueden describirse y precisarse en estos cruces: inflexiones vitales, momentos históricos, posiciones en el campo intelectual, modulaciones específicas del habitus4 de estos escritores-intelectuales. Es por esto que resulta pertinente seguir las huellas de sus recorridos, analizar su producción y sus actuaciones a fin de identificar sus preocupaciones constantes, sus concepciones artístico-ideológicas, las formas de configuración de sus habitus, las inflexiones en los modos de articular la relación entre práctica política y práctica literaria. Estos elementos posibilitarán comprender la significación estético-política de su escritura testimonial y los modos en los que esa escritura lleva la impronta de una época, de las condiciones históricas del campo intelectual y del proceso de configuración de su oficio de escritores.
Por último, y a partir de lo ya señalado, si bien la obra en su conjunto funciona en sentido estricto a la manera de horizonte interpretativo, el corpus de análisis de esta tesis está conformado por la totalidad de los textos testimoniales escritos por Rodolfo Walsh y Francisco Urondo. En el caso de éste último, dichos textos son producidos luego de la inflexión identificada en torno a los años 1968/1969. En el caso de Walsh sucede lo mismo, con excepción de Operación Masacre, cuya primera edición es de 1957, la segunda de 1964, la tercera de 1969, y la última de 1972. En el prólogo de las dos últimas ediciones de Operación Masacre Walsh resignifica la escritura de ese texto atribuyéndole un valor de ruptura e inauguración: con este libro el escritor de policiales habría redefinido su proyecto escritural, asumiendo la denuncia de los crímenes políticos contra los sectores populares. ¿Quién mató a Rosendo? y Caso Satanowsky -que al igual que Operación Masacre primero fueron publicados como series de notas periodísticas- son editados en formato libro en 1969 y 1973 respectivamente. Queda agregar que, en la medida que sea pertinente para la interpretación de esos textos y para el trabajo de indagación en general, se pondrá en juego el horizonte configurado por la producción de poemas, cuentos, obras teatrales, ensayos, notas periodísticas, escritos programáticos, entrevistas, papeles personales que completan la producción de nuestros escritores.
1 Como indica Gonzalo Moisés Aguilar, respecto de la producción de Walsh, y que en mi entender vale también para la obra de Urondo, sus textos se insertan en el “campo de fuerzas social” (Aguilar, 2000: 68). De allí que la escritura de ambos haya tenido canales de circulación que se jugaron a lo largo de sus trayectorias en esa puja entre entre los grandes medios y editoriales, los circuitos construidos desde las fracciones contestarias del campo intelectual argentino y latinoamericano, y las redes clandestinas. El Estado terrorista surgido en 1976 los silenció no sólo a través de sus múltiples dispositivos de control y censura, sino que los persiguió hasta darles muerte.
2Respecto de las diferencias ideológicas que señalamos, Nilda Redondo aporta algunas consideraciones interesantes en relación a las diferencias políticas entre Walsh y Conti: “Haroldo Conti se inscribe en la tradición interpretativa del peronismo que realiza Silvio Frondizi en La Realidad Argentina Tomo I de 1955, tal como puede verse en la lectura que hace del tratamiento de la tierra en los primeros gobiernos peronistas, tanto en “La Causa” como en “Mi madre andaba en la luz”(1975): en los dos casos se expresa que la política en relación a la tierra llevada adelante en los primeros gobiernos peronistas benefició a los grandes terratenientes y afectó a los pequeños y medianos productores. La tierra no fue para el que la trabajaba. Distinta es la comprensión que realiza del mismo fenómeno Walsh en los cuentos “Cartas” de Un Kilo de oro, de 1967 y “Fotos” de Los oficios terrestres, de 1965 en donde la visión que se da del peronismo es como enemigo de la oligarquía, entre otras cosas, por el estatuto del peón rural y la idea que introduce entre los trabajadores del campo respecto de la importancia de la sindicalización, asimismo por la extensión automática de los contratos a los arrendatarios. En una carta que dirige a Roberto Fernández Retamar en 1973, Haroldo expresa claramente su visión del proceso que se despliega, y lo que piensa de Perón: no es más que un instrumento de la derecha, “su última carta”. Según su perspectiva, en los 18 años transcurridos “Perón no ha cambiado”, porque ya ha declarado la lucha sin cuartel contra el marxismo y recientemente ha prohibido los actos en homenaje al Che. No está de acuerdo con la izquierda que apoya al peronismo “pensando obligar a Perón a deshacerse de la derecha, cuando él mismo encarna a esa fracción y se supone que se acuesta con ella”” (Retamar, 1993, 230-231) (Redondo, 2005a: s/p).
3 A los fines del trazado de estos nexos entre estructura y conflictos sociales entre las configuraciones del campo intelectual y las trayectorias de los escritores-intelectuales Rodolfo Walsh y Francisco Urondo, responden las elaboraciones realizadas en los capítulos 2 y 3 de esta tesis.
4 La categoría habitus, uno de los conceptos centrales de la teoría sociológica de Pierre Bourdieu, es definida por él en su libro Campo del poder y campo intelectual (1971) de la siguiente manera: “sistema de disposiciones socialmente constituidas que, en cuanto estructuras etructucturadas y estructurantes, son el principio generador y unificador del conjunto de las prácticas y de las ideologías características de un grupo de agentes. Tales disposiciones encuentran una ocasión más o menos favorable para traducirse en acto en una determinada posición o trayectoria en el interior de un campo intelectual, que a su vez ocupa una posición precisa en la estructura de la clase dominante” (Bourdieu, 1983: 22).
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