Ha tenido lugar un intenso debate entre McGregor y Swales por un lado y McCombie y Thirlwall (ver McCombie y Thirlwall, 1994 para un resumen), por otro, en torno al hecho de que este modelo parece centrarse exclusivamente en el rol de la competitividad-precio; en el esquema de KDT, una vez que se consigue un shock en la productividad, ello aumenta la competitividad-precio, estimulando así las exportaciones y la demanda agregada. Esto parece contraponerse al creciente cuerpo de evidencia que explica el intercambio de bienes industriales entre países desarrollados principalmente inducido por diferencias en las preferencias de los consumidores hacia la variedad. Así, varios autores criticaron que el modelo no incorpora ninguna referencia explícita a la importancia de los factores no basados en el precio que influyen en la competitividad (tales como especialización, calidad, confiabilidad, rapidez de entrega, cobertura y eficacia de la red de distribución, disponibilidad de crédito para las exportaciones, entre otros) que afectan a las decisiones de los consumidores. Estos elementos determinan desplazamientos en la curva de demanda de los bienes, en oposición a movimientos a lo largo de la curva, asociados con el precio.
Varios autores señalaron que el éxito de una región industrializada en los mercados mundiales se debe principalmente a la innovación de producto, es decir, al desarrollo de productos de creciente demanda mundial y cuestionan la sustentabilidad a largo plazo de las reducciones de precio de los productos existentes, recurriendo a devaluaciones de la moneda doméstica o por reducción de costos y salarios reales. Aún cuando se registren cambios en el tipo de cambio real y mejoras en la competitividad precio, es probable que tengan un impacto menor sobre las exportaciones debido a la importancia de la competitividad no basada en el precio y al hecho de que la elasticidad-precio de la demanda de productos transables es baja (McCombie y Thirlwall, 1994). Una parte de la literatura intentó superar este límite incorporando variables que podrían tener en cuenta la competitividad-no precio, siguiendo la idea de que el rol de la innovación y de la difusión de tecnologías parece ser crucial para el crecimiento de países y regiones (Fagerberg, 1988). Por ejemplo, Amable (1993) y Targetti y Foti (1997) incorporan ideas de la teoría del catch up , introduciendo en la ecuación que capta los movimientos de productividad global la brecha de productividad entre líderes y seguidores. Para esta variante, el coeficiente de Verdoorn cumple una doble función; por un lado, recibe la interpretación original como evidencia a favor de la existencia de economías de escala. Por otro, da una evaluación cuantitativa de la capacidad de la región/país para llevar adelante un proceso de acercamiento vía la adopción de mejoras tecnológicas generadas en otros espacios, haciendo uso de la idea de Abramovitz (1986), que postula que aún la imitación de nuevas tecnologías requiere que la región atrasada respecto de la frontera tecnológica posea algunas características estructurales, de lo contrario más que acercamiento se trata de dependencia tecnológica. Las extensiones de modelo KDT que han incorporado estas hipótesis interpretan que cuanto mayor sea el coeficiente de Verdoorn mayor será la capacidad de introducción de nuevas tecnologías tomadas del líder y más rápido será el proceso de convergencia. Mientras que la brecha sólo implica potencial de crecimiento, la ley de Verdoorn detecta la efectivización de dicho potencial.
En la misma línea, León-Ledesma (2002) introdujo en el modelo KDT el efecto del aprendizaje, la innovación, educación y catching-up, variables que usualmente suelen ser consideradas para explicar el grado de desarrollo de regiones y países y el nivel de competitividad de las regiones. Se contabilizan numerosas contribuciones que intentan profundizar otros aspectos del modelo. Por ejemplo, McCombie y Thirlwall (1994) destacan la importancia de la estructura regional en la determinación de la tasa de crecimiento de equilibrio, algo que Kaldor no analiza en detalle. Estos autores argumentan que el progreso técnico autónomo y varían de una región a otra según la composición de su producto. Recientemente, algunos autores (Amable y Verspagen, 1995) han analizado directamente el efecto de la composición industrial en el modelo. Los resultados de estas variantes están en consonancia con los del modelo canónico, al destacar el peso de la elasticidad-ingreso de la demanda externa en el crecimiento, aunque desarrollan formalmente los mecanismos que conducen a este resultado. Otra de las limitaciones que se han señalado es que el modelo canónico de KDT no tiene en cuenta vínculos inter-regionales y derrames espaciales de conocimiento. McCombie y Thirlwall (1994) admitieron que el modelo es de equilibrio parcial ya que cada región es considerada aisladamente del resto. Algunos autores destacan el rol de la proximidad geográfica al facilitar la transmisión y absorción de conocimiento científico y tecnológico (Fingleton, 1999; Keller, 2002). Si los flujos de conocimientos tienen lugar dentro de límites espaciales definidos, las regiones alejadas de estos ámbitos y con condiciones iniciales desfavorables estarán "encerradas" y profundizarán sus patrones de especialización a través de los procesos acumulativos descritos anteriormente. En particular, la variante propuesta por Fingleton (op cit), que endogeiniza el progreso técnico mediante acumulación de capital humano y efectos derrame inter-regionales, conduce a un estado estacionario estocástico, que aproxima satisfactoriamente la turbulencia que caracteriza al crecimiento real de las economías, como alternativa al equilibrio basado en cadenas de Markov propuesto por Quah (1993). En ese modelo los derrames inter-regionales generan un crecimiento más rápido y mayores niveles de productividad permitiendo la convergencia regional. La limitación metodológica de este trabajo es que equipara la productividad total de los factores (variable dependiente en las estimaciones presentadas) con la productividad media del trabajo, lo que puede restar validez a las pruebas de hipótesis realizadas . Análogamente, el modelo no tiene en cuenta los vínculos entre sectores. Con respecto a esto, debe notarse que la propensión regional a consumir bienes dentro de la región profundiza su canasta industrial: un mismo aumento de demanda, sea interna o externa, induce un efecto que varía entre regiones de acuerdo al grado en el que el producto demandado requiere bienes intermedios importados desde otras regiones (Armstrong y Taylor, 2000). Aplicado en el ámbito nacional, Thirlwall (1979), Thirlwall y Husseim (1982), entre otros, incorporaron restricciones de balanza de pagos . Si bien la restricción de balanza de pagos no es operativa en un contexto subnacional, Thirlwall (1980) señala que aún así es relevante; en los países con severas desigualdades regionales (como Italia, Argentina, Brasil, etc.) deben instrumentar diversos mecanismos de transferencias desde el gobierno central hacia las regiones con balanzas deficitarias, a fin de sostener el consumo y la inversión en dichas regiones, lo cual a su vez conlleva conflictos de distribución de recursos entre territorios .
Asimismo, El equilibrio del modelo canónico KDT ha sido caracterizado por la ausencia de convergencia o divergencia entre regiones, sino más bien como generador de desigualdades persistentes y estables. Sin embargo, como notan Ledent y Gordon (1981), esta conclusión es falsa por una serie de razones. En primer lugar, la literatura sobre convergencia analiza la tendencia de largo plazo del ingreso, no la del crecimiento. Por ende, tasas de crecimiento estables para un par de regiones pueden ser fácilmente asociadas con ingresos crecientemente divergentes, lo cual no constituye un equilibrio de largo plazo. Dado cierto umbral de brecha de ingresos, la población migrará desde la región pobre hacia la rica. Esto conduce al segundo punto que tiene que ver con los efectos equilibrantes o desequilibrantes de la migración; los modelos sencillos de igualación de precios de los factores citan la migración como reacción equilibrante que pone un freno a la divergencia regional de ingresos. Sin embargo, en períodos cortos de tiempo, la migración puede tener un efecto aglomerativo (por ejemplo, sólo los más capacitados y no adversos al riesgos pueden migrar), lo cual acelera la divergencia de ingresos. Por ende, Ledent y Gordon (op cit) sostienen que la estabilidad del equilibrio que citan Dixon y Thirwall (1975) no sólo se debe a la linealidad de su modelo sino a la omisión de cuestiones demográficas y proponen una versión "demoeconómica" que contempla las variaciones poblacionales endogeneizando las decisiones de migración. La limitación de esta variante es que, a pesar de erigirse sobre consideraciones más realistas, arriba a ecuaciones no lineales de las variables expresadas en tasas, lo cual dificulta la extracción de conclusiones que permitan identificar claramente la dinámica del proceso de crecimiento. Finalmente, otras variantes levantan el supuesto de exogeneidad en la determinación de los salarios incorporando una función de negociación entre salarios y beneficios que determina la distribución del ingreso . No se profundiza aquí sobre esta extensión debido a que se aplica esencialmente en ámbitos nacionales mientras que a nivel subnacional el supuesto de variaciones salariales exógenas y/o institucionales es plausible. Las referencias centrales son Boyer y Petit (1991), Palley (1996, 1997) y Roberts (2002; 2008). En suma, la mayor parte de las variantes del modelo KDT canónico se concentran en la incorporación de elementos del lado de la oferta. Varios autores, conservando la accesibilidad formal, desarrollaron variantes que toman en cuenta estos factores y combinan aspectos de demanda y de oferta (Verspagen, 1993; Setterfield, 1997; Botta, 2009).
3.1.3 Evidencia empírica de la ley de Verdoorn
La contrastación empírica del modelo KDT se ha reducido a verificar la validez de la ley de Verdoorn, que plantea una relación lineal entre las tasas de crecimiento del producto y la de la productividad del trabajo. En otros términos, el foco de la literatura aplicada que adopta este enfoque es la significatividad estadística y magnitud que adopta .
qit = t + git + it con N (0, 2)
Aquí, el término de error it contiene otros efectos sobre q que en esta especificación se suelen suponer como shocks aleatorios. Así, en su versión primitiva la ley de Verdoorn suele ser tratada como una regresión simple y estimada por mínimos cuadrados ordinarios. Al respecto, un problema de esta especificación es el riesgo de correlación espuria ya que qi = gi – li, donde g representa el crecimiento del producto y l el crecimiento del empleo. La principal consecuencia de ello es el valor inflado de R2, que se puede evitar estimando l en función de g a fin de obtener el R2 adecuado. Los coeficientes de regresión resultantes son funciones de los originales:
E(l) = - / + (1 - ) g
Esta reespecificación no afecta a las estimaciones estadísticas del grado de rendimientos a escala luego de haber realizado la transformación apropiada. Manteniendo el supuesto de que las elasticidades de producto relativas son iguales, un coeficiente de Verdoorn de 0.5 implica nuevamente un grado de homogeneidad de 1.33, excepto que ahora un coeficiente igual a la unidad implica rendimientos constantes a escala. Otra cuestión que emerge de esta especificación simple está vinculada con la omisión de otras variables auxiliares, sugeridas tanto en la teoría como en la literatura empírica (capital humano, inversión, gasto en I+D, etc.). De todos modos, la inclusión de dichas explicativas no ha alterado los resultados sobre el coeficiente de Verdoorn (Targetti y Foti, 1997). Tercero, también está latente el problema de endogeneidad, dado que el crecimiento del producto no es un determinante autónomo de las variaciones del empleo. Este fue el punto de debate entre Rowthorn (1975) y Kaldor (1975), y posteriormente fue tratado como un sistema multiecuacional donde q y g son mutuamente dependientes (McCombie y Thirlwall, 1994; Targetti y Fotti, 1997; Fingleton, 1998). Otra variante para tener en cuenta el posible sesgo por endogeneidad es especificar la ley de Verdoorn como
fi = - (1 - ) + (1/) gi
donde f es el crecimiento ponderado del capital y del trabajo y los pesos son las respectivas participaciones factoriales, y (1 - ) (McCombie y de Ridder, 1984; León-Ledesma, 1999; 2000). Como se vio hasta aquí, la mayor parte de las limitaciones econométricas que plantea la formulación original han sido superadas mediante alguna reespecificación sin afectar las interpretaciones. El punto más crítico en la estimación del coeficiente de Verdoorn se refiere quizá a la forma en que son tomados los datos. McCombie (1982) plantea que cuando se estima la ley de Verdoorn (relación entre productividad y producto) en logaritmos y corte transversal (regiones), las estimaciones invariablemente arrojan rendimientos constantes a escala. Sin embargo, cuando se estima la ley con los mismos datos utilizando tasas de crecimiento exponencial calculadas en períodos de 5-10 años, se obtienen estimaciones que detectan rendimientos a escala significativos. McCombie (op cit) denomina a este resultado paradoja de Verdoorn . La misma paradoja también se encuentra cuando se estiman funciones de producción agregadas usando datos de corte transversal regionales. A primera vista, esto llama la atención ya que los términos dinámicos de la ley (usando tasas de crecimiento) pueden ser derivados diferenciando la relación estática (en logaritmos) con respecto al tiempo. Consecuentemente, los parámetros estimados no deberían diferir demasiado.
Esto no tiene que ver con el hecho de que las elasticidades son de corto y de largo plazo ya que las tasas de crecimiento fueron calculadas para un período de varios años, de modo que ambas especificaciones deberían capturar elasticidades de largo plazo. Luego de varios artículos que intentaban chequear y explicar la paradoja (McCombie y de Ridder, 1984; McCombie, 2000), McCombie y Roberts (2007) ofrecen una demostración formal de esta aparente contradicción de resultados, basada en la existencia de sesgo de agregación espacial. Se debe a que las diferencias en resultados que surgen de usar diferentes niveles de agregración . Este sesgo ocurre cuando se intenta estimar los parámetros de relaciones individuales usando datos agrupados espacialmente. Vinculado con ello se encuentra la paradoja de Simpson, que surge cuando la probabilidad de ocurrencia de un evento A en una población X y en otra población Y es en ambos casos mayor que la de no ocurrir, pero cuando se combinan las 2 poblaciones se encuentra que ocurre lo contrario. Este resultado contraintuitivo se debe al empleo incorrecto de ponderadores. Si bien los economistas han investigado con profundidad problemas generales de agregación, especialmente formas funcionales de funciones de producción, junto con implicancias econométricas, este concepto casi no ha recibido atención. Esto se debe a que cuando los datos se agregan a nivel provincial o nacional, las relaciones ocurren entre los valores medios de las variables, mientras que las relaciones entre valores individuales pueden ser bien diferentes. Esta puede ser una explicación plausible de la paradoja de Verdoorn. Así, el sesgo de agregación espacial está presente cuando se usan datos de corte transversal regionales en logaritmos, que puede ser evitado utilizando tasas de variación. En estos casos, la versión dinámica (aquella expresada en tasas) es la especificación correcta. La ley normalmente es estimada usando datos de corte transversal de países o regiones con tasas de crecimiento calculadas para períodos de 5-10 años. Generalmente el coeficiente de Verdoorn se sitúa en el rango [0.4, 0.8] (Anselin et al, 2004). Si bien algunos estudios han utilizado series temporales, el problema de las fluctuaciones en la capacidad utilizada conlleva el peligro de confundir las estimaciones de la ley de Verdoorn (que capta economías de escala) con la ley de Okun (una correlación pro-cíclica entre el crecimiento de la productividad y el del producto). Las estimaciones del coeficiente de Verdoorn son interpretadas como signo de sustanciales rendimientos a escala. Si = , que es bastante factible en la manufactura, un coeficiente de Verdoorn de 0.5 implica un valor de rendimientos a escala de 1.33, que es elevado para cualquier estándar . En presencia de rendimientos constantes a escala, no hay relación entre la productividad y el producto y la evolución de la primera está determinada por progreso técnico exógeno. En otros términos, el coeficiente estimado de Verdoorn no debería ser estadísticamente distinto de cero. McCombie y de Ridder (1984) y McCombie (1985) se encuentran entre los primeros trabajos en estimar la ley empleando datos regionales, lo cual tiene la ventaja de mantener relativamente constantes algunas características socioeconómicas (factores culturales, dinamismo empresarial, acceso a tecnología) que difieren entre países. Sus resultados muestran que la versión dinámica arroja rendimientos a escala sustanciales tanto para el agregado manufacturero como ramas industriales. A resultados similares arriban Bernat (1996), Fingleton y McCombie (1998) y Pons-Novell y Viladecans-Marsal (1999) aplicando técnicas de econometría espacial . Las estimaciones del coeficiente de Verdoorn no difieren sustancialmente con el método de estimación empleado. Con todo, las estimaciones de la especificación que considera rezagos espaciales sugieren que hay un considerable impacto sobre la productividad de la propia región que proviene del crecimiento de la productividad en las regiones circundantes, lo cual es reflejo de externalidades cruzadas en la producción .
En suma, más allá de las críticas que recibió el modelo KDT las estimaciones empíricas sustentan la validez del mecanismo de Verdoorn, incluso aquellas que tienen en cuenta la dotación de capital, educación y habilidades de la fuerza de trabajo y efectos derrame entre regiones/países.
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