2.1 Las fuentes del pensamiento de Cintio Vitier sobre la libertad: la formación humanista, el cristianismo, la obra y la personalidad de José Martí
2.1.1 Formación humanista
Enrique Ubieta en su texto “Diálogos de Cintio Vitier con la historia,” (1993), afirmó acertadamente que si asumíamos a Cintio Vitier solamente como un poeta que cultivaba el ensayo, nos vedaríamos el acceso a un pensamiento rico y coherente, de hondas inquietudes y resonancia nacional. Es su pensamiento uno de los más lúcidos de la cultura cubana, por la tendencia hacia una estética de la libertad de contenido emancipatorio, un pensamiento axiológico de raíces martianas y universal, y una obra literaria que abarca el cultivo de diversos géneros; obra impregnada de una profunda pasión poética, ontológica y cognoscitiva. Mercedes Melo escribió en el Elogio al poeta, publicado por la revista digital Cubaliteraria, que en el poeta se conjuga una necesidad de creación que alcanza “una armonía que lo asimila en todo y posibilita el surgimiento de la utopía”:
Cuando el poeta lírico, el hombre que siente la íntima necesidad de construir con el lenguaje el camino que lo lleve a la indagación del ser en su propia intimidad, o a crear con esa misma sustancia huidiza con que está hecha la lengua un mecanismo iluminador que devele las esencias, las verdades del ser, cuando ese hombre que llamamos poeta se empeña en la construcción del relato enunciador de una serie literaria que lo incluye y justifica, es decir, cuando el ensayista, sin dejar de frecuentar las tradicionales expresiones de la lírica consigue vislumbrar, más allá del fugaz examen de sí mismo en la obra de sus contemporáneos y antecesores, una armonía que lo asimila en el todo,[…] entonces nace la utopía, que permite que la historia de una literatura encuentre su finalidad, y donde cada pieza abandona su soledad para integrarse a un todo.
El triunfo de la Revolución Cubana le demostró que “lo imposible era posible”, tal como lo había expresado también Alejo Carpentier en 1959, “había terminado para el escritor el tiempo de la soledad para comenzar el tiempo de la solidaridad.” Esta fue una de las causas para que Vitier no dudara en rechazar en 1961 una invitación para irse a vivir a los Estados Unidos; al respecto ofreció el siguiente testimonio: “Lo que me angustiaba no era ser un ciudadano de segunda clase [como le había alertado el académico Manuel Pedro González] era la imposibilidad en que me hallaba de no traicionar a mi país, ni a mi fe.” En 1997, reiteró: “Después he comprendido que lo que me permitió la Revolución fue tomar conciencia de que siempre […] había vivido dentro [sic] de esa sustancia [la realidad cubana] que lo saturaba todo y era por tanto indiscernible […].”
Su pensamiento complejo y su discurso encontraron sus fuentes a través del conocimiento del pensamiento filosófico y estético occidental, en la filosofía cristiana, y en la asunción de la obra y de la personalidad de José Martí (1853-1895); dichas fuentes le propiciaron un arraigado amor por la creación, por la justicia social y por la cultura cubana, y una concepción estética sobre la libertad que es la expresión más coherente de la estética de la libertad en su pensamiento como una tendencia.
Estas fuentes teóricas y prácticas adquiridas no sólo en su formación humanista por la vía académica, a través de sus estudios de Filosofía y Derecho en la Universidad de La Habana de los años cincuenta del pasado siglo, se enriquecieron por múltiples influencias intelectuales y experiencias vividas.
Son fuentes en su formación humanista sobre la libertad y la ética como modo de realización humana, desde su niñez las lecciones recibidas de su primer maestro, y maestro de la eticidad laica cubana, Medardo Vitier ―su padre―, uno de los intelectuales cubanos más brillantes de la República; figuran entre esas lecciones, en primer lugar, el sentido ético de la vida, la devoción por la obra martiana y por los estudios de la filosofía cubana.
En su juventud fue decisiva a amistad con José Lezama Lima ―el Maestro―, con Eliseo Diego y Ángel Gaztelu, la experiencia creativa de Espuela de Plata y en especial de Orígenes (1944-1956), por las búsquedas y los hallazgos en el plano de la expresión poética y de la creación, por la concepción ontológica de lo cubano y por el verdadero sentido de lo histórico en medio de la crisis que atravesaba la sociedad neocolonial cubana.
Singular para esa formación creativa y filosófica fueron, la experiencia humana y literaria con el poeta español Juan Ramón Jiménez y su magisterio, quien prologó su primer libro Versos , y en los años 40 del siglo XX, las lecciones filosóficas de la andaluza María Zambrano, al ofrecerle una nueva visión del saber filosófico y poético sobre la libertad, al expresar: “El poeta siente la filosofía como última perspectiva de su poesía; el filósofo que no se conforma con usar de la razón, que no se resigna a renunciar a la belleza;[…] La poesía unida a la realidad es la historia”, o las lecciones que le ofreció sobre la libertad humana y el ecumenismo en Persona y Democracia, libro escrito en 1956: “Pues solamente se es de verdad libre cuando no se pesa sobre nadie; cuando no se humilla a nadie, incluido a sí mismo. La condición humana es tal que basta humillar, desconocer o hacer padecer a un hombre ―uno mismo o el prójimo― para que el hombre todo sufra. En cada hombre están todos los hombres.”
En el período de formación intelectual, durante las décadas del cuarenta y cincuenta del siglo XX, su pensamiento estuvo consagrado a la creación poética, en el concepto griego de poiesis, y el recurso principal empleado fue la memoria, lección aprendida en los textos de San Agustín: “Fue lo que me llevó a buscar en el recuerdo una realidad significativa y fundadora [...], memoria ligada más que a la nostalgia, a la esperanza: memoria de la infancia y de la patria, el vínculo secreto entre la persona y la nación frustrada.”
Esta concepción de la memoria como fundación y futuridad tuvo su maduración en el proyecto cultural origenista más sólido y abarcador concebido por Vitier en 1957, las conferencias que se encuentran publicadas bajo el título de Lo cubano en la poesía (1958); texto inigualable en sus propósitos de estudiar la libertad en el pensamiento estético cubano a través del proceso poético, en la definición del ser nacional a partir de la concepción de la libertad de la patria, sustento poético y filosófico del proceso que condujo a la formación y consolidación de la nacionalidad cubana.
Abel Prieto en su ensayo “Lo cubano en la poesía: relectura en los 90”, (1996), se refiere a la significación y aportes del texto, y de la generación origenista en medio de la situación política de la República: “De ahí que el empuje teleológico de Lo cubano en la poesía, su valiente desafío al fatalismo y a la desintegración, su acercamiento apasionado a lo nuestro, su búsqueda del hilo de continuidad histórico y cultural y de modelos creadores, su resistencia frente al influjo yanqui, desustanciador y funesto, tenga tanta vigencia.”
Otras influencias decisivas recibió en la evolución humanista de su complejo pensamiento, expuestas en la multiplicidad de géneros que cultivó, en su actitud ante la vida y en su participación en la praxis de la Revolución Cubana; ellas fueron entre otras, las lecciones de Duns Scoto, el humanista Pascal, el poeta cristiano Rimbaud, Heidegger en sus teorías sobre la poesía y la creación; los teólogos de la Liberación, Cardenal, Camilo Torres y Thomas Merton, Vallejo, el poeta de la libertad, en lo esencial
En la etapa de madurez intelectual, la Revolución Cubana de 1959 fue la conmoción política esperada y necesaria para la consolidación de su pensamiento humanista, al asumir un compromiso social ineludible en íntima unidad con su formación intelectual basada en la filosofía cristiana y en la estética como medio de expresión creativa; por ello en entrevista publicada por Ciro Bianchi en 1982, expresó: “La Revolución de golpe despertó otra conciencia terrible, implacable de hechos exteriores, sociales, políticos, históricos, económicos en nuestro país y en el mundo; una conciencia moral que estaba implícita para mí en la estética.”
Inmerso en la obra revolucionaria, su concepción cristiana polemiza con la asunción de ciertos aspectos dogmáticos del marxismo soviético, entre ellos el ateismo oficial asumidos en el contexto revolucionario de los años 70 y los 80 del pasado siglo, los que en gran medida no posibilitaron la publicación de algunos de sus textos. Para él fue una revolución interior dentro de otra revolución ansiada, pero su concepción ética y martiana de la existencia humana, su sentido de la justicia le posibilitaron una comprensión filosófica de los fines del cristianismo y del socialismo, al considerarlos no antagónicos en sus propósitos humanistas, tal y como lo expresó Federico Engels al referirse al comunismo y al cristianismo primitivo. Sobre esta etapa reflexiona en el año 2002 al ser entrevistado en ocasión de haber obtenido el Premio Latinoamericano “Juan Rulfo”, juicios que revelan la madurez y fidelidad de sus posiciones al proyecto revolucionario cubano:
“Hubo momentos difíciles por prejuicios antirreligiosos en algunos períodos ―yo soy católico― y eso motivó algunas incomprensiones, que desaparecieron a partir del 76 cuando se crea el Ministerio de Cultura. A ello siguió una apertura ideológica cada vez mayor, un trabajo educativo y cultural enorme. Lo que ocurrió antes es ya un pasado lejano, olvidado, y yo no tengo ningún interés en volver a contar esa historia.”
Las fuentes de su pensamiento sobre la libertad en relación con la asimilación del cristianismo y el legado martiano, junto a las influencias señaladas, serán abordadas en los siguientes parágrafos dado la significación y complejidad en la evolución de la estética de la estética de la libertad, como una tendencia de su pensamiento; primero desde la filosofía cristiana ―sustento de su creación como concepción del mundo―, expresión de una visión romántica de la creación y de la cultura esencialmente rousseauniana en la búsqueda del sentido humano sobre la libertad.
Esta labor de entrega a la praxis revolucionaria y de estudio de la fundación
histórico-cultural de la nación cubana no ha sido individual, ha contado con la
activa obra artística, espiritual y de amor de su esposa, la poeta Fina García
Marruz.
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