La creación artística y el pensamiento estético en occidente inauguraron el siglo XX con las propuestas teóricas y creativas de las Vanguardias Artísticas, generadas por la necesidad de libertad en la creación por parte del artista como respuesta a la guerra y a la represión en el mundo burgués, cuyos antecedentes se sitúan en las revoluciones del romanticismo decimonónico y en los movimientos artísticos finiseculares, literarios, musicales, pictóricos y arquitectónicos, fundamentalmente.
Paul Valéry en su ensayo, “La libertad del espíritu”, expone su tesis de la creación de las nuevas necesidades del hombre, una vez satisfechas sus necesidades vitales, entre las que se encuentran principalmente las espirituales, de ahí la necesidad de la libertad, ya que el hombre crea así los actos indispensables para la vida con los mismos sentidos e instrumentos, entre los cuales el lenguaje es el principal junto al conjunto de valores como lo son la cultura y la libertad espiritual en vínculo indisoluble, ya que la pérdida de la libertad entrañaba la pérdida de los verdaderos valores culturales en la sociedad capitalista francesa de inicios del siglo XX:
El hombre que tiene un empleo, el hombre que gana su vida y que puede consagrar una hora por día a la lectura, la haga en su casa, en el tranvía o en el subte [sic], la hora es devorada por las noticias criminales, necedades incoherentes, chismes y los hechos menos diversos, cuyo desorden y abundancia parecen concebidos para atontar y simplificar groseramente los espíritus. Nuestro hombre está perdido para el libro. Esto es fatal y no podemos hacer nada.
Todo esto trae como consecuencia una disminución real de la cultura; y, en segundo lugar, una disminución real de la verdadera libertad de espíritu, pues esta libertad exige un desprendimiento, un rechazo de todas esas sensaciones incoherentes o violentas que recibimos de la vida moderna a cada instante. Acabo de hablar de libertad. Existe simplemente la libertad, y la libertad de los espíritus.
La libertad, en opinión de Valéry, es vista por unos como elección, y por otros como responsabilidad, a partir de su plurisignificación; en su concepto es una necesidad, en vínculo con el proceso de la cultura: “Pues allí donde no hay libertad de espíritu, la cultura se marchita,” expresó.
En opinión de Paola L. Fratticola, nunca la estética fue tan activa y diversamente cultivada como en el siglo XX, influenciada esencialmente por la estética de B. Croce, y las teorías intuicionistas de H. Bergson. Así han prevalecido los enfoque semiológicos del formalismo ruso y de la Escuela de Praga, los enfoque estructuralistas y semióticos franceses, los estudios sobre el significado del significado de Ogden y Richards en Inglaterra, las grandes formas simbólicas del lenguaje en Cassirer, la teoría del arte en cuanto símbolo de representación de S. Langer, la nueva crítica americana e inglesa de Empson y Austin, las perspectivas existencialista y fenomenológicas de Sartre y de Heidergger, los estratos de la literatura de R. Ingarden, y la evolución de la estética marxista sobre la reanimación del diálogo con otros sistemas en autores como Stefan Morawski.
En las primeras décadas del siglo XX la libertad fue el concepto que rigió toda la teoría estética surrealista, uno de los movimientos de vanguardia más coherentes desde el punto de vista teórico, y que mayor influencia ejerció en la formación de innumerables artistas, en la conformación de estilos y poéticas, aunque su producto artístico resultara insólito en su esencia, expresado en los cambios de paradigmas de “lo estético” en relación con los cánones tradicionales y como resultado de una necesidad de libertad
Desde el primer Manifiesto de Surrealismo (1924), André Bretón escribe, “es la palabra libertad la única que todavía me exalta. […] Sin duda alguna, responde a mi única aspiración legítima. Reducir la imaginación a la esclavitud, significa sustraerse a todo lo que hay en lo íntimo de nosotros de justicia social.”
En su clásico texto sobre las vanguardias artísticas, Mario de Micheli reafirma que fue la libertad la problemática fundamental del surrealismo ; este atravesó una etapa de profunda politización en los años treinta con un radicalismo de extrema izquierda; luego fue perseguido por el nazi-fascismo, cuando los ideólogos de Hitler lo declararon un arte degenerado. La poética surrealista de Paul Éluard es testimonio de esta etapa, en opinión del poeta: “La poesía verdadera está incluida en todo lo que libera al hombre de esta moral espantosa que tiene un rostro de muerte,” pensamiento estético hecho poesía en su épico texto, Libertad.
Estas expresiones con sus matices y propósitos, están presentes en todo el espíritu artístico de los movimientos de vanguardia, los que al decretar la muerte de lo bello, son la expresión de la necesaria redefinición del objeto de la Estética como ciencia de lo estético y no solo de lo bello.
El irracionalismo se expresó en las posiciones del existencialismo, en él ocupa un importante lugar las soluciones dadas al problema de la libertad, definida como elección. Así, los existencialistas convierten a la libertad en un problema ético a través de un individualismo elevado en ocasiones a lo extremo; en la historia de la estética contemporánea, J. P. Sartre constituye una figura fundamental y polémica por sus propias contradicciones. Su concepción idealista de la libertad lo conduce a este extremo individualismo, el ser para sí, el elegir para sí que es elegir para todos los hombres. Con la trilogía de sus novelas Los caminos de la libertad (1949), el Sartre escritor amplía el alcance de su compromiso social, el artista se abre al mundo, se compromete socialmente ante un mundo irracional y caótico. Al respecto expresa Finkelstein, cómo para el filósofo francés la libertad se reduce al acto mismo del compromiso:
Su teoría del psicoanálisis existencial afirmaba la ineludible responsabilidad de todos los individuos al adoptar sus propias decisiones y hacía del reconocimiento de una absoluta libertad de elección la condición necesaria de la auténtica existencia humana. Las obras de teatro y novelas de Sartre expresan su creencia de que la libertad y la aceptación de la responsabilidad personal son los valores principales de la vida y que los individuos deben confiar en su poder creativo más que en la autoridad social o religiosa.
El filósofo francés abogaba por una modalidad de existencialismo en la que el arte fuera una expresión de la libertad del individuo para elegir, y de este modo demostrar la responsabilidad individual de su elección. Para Sartre la desesperación reflejada en el arte no es un fin sino un principio, porque erradica las culpas y excusas por las que el individuo común sufre: se abre así, en su opinión, el camino para la auténtica libertad, antecedentes situados en la catarsis griega. En su texto en defensa del existencialismo, El existencialismo es un humanismo, se expresa el contenido de la libertad como libre compromiso, al manifestar que los actos de los hombres de buena fe tienen el objetivo de lograr la libertad; es la libertad de elección individual y colectiva la tesis central de su humanismo en la visión del existencialismo: “la libertad es el fundamento de todos los valores. […] en cuanto hay compromiso, estoy obligado a querer al mismo tiempo que mi libertad, la libertad de los otros […] se puede elegir cualquier cosa si es en el plano de libre compromiso.”
Desde el ámbito de la fenomenología, la estética de Alfonso López Quintás, basada esencialmente en la experiencia estética dado su poder formativo, propone las formas diversas de juego, como “ámbitos de libertad”, entendido en sentido creador como una forma de “fundar ámbitos de la realidad”, ya que estos producen “un alumbramiento de sentido y una eclosión de belleza.” Si la experiencia estética ―como expresa López Quintás― revela la creatividad, existe una relación entre los presupuestos de la estética de la libertad y la concepción expresada en los denominados “ámbitos de la realidad” por su significado emancipatorio: “[…] del ideal del dominio, posesión y control hemos de pasar al ideal de respeto, de unidad y de solidaridad” ; en su opinión, el vínculo con un nuevo “ideal” obliga al hombre a adoptar una responsabilidad ante la creación, la cual denomina “cauces y normas”: “Si malentendemos la relación libertad-norma como un dilema, no podemos tener capacidad creativa suficiente para fundar relaciones auténticas de encuentro”.
Juan Plazaola en su Introducción a la estética, (1999), al analizar “el arte como génesis”, considera la existencia del arte como fruto de la imaginación y no del intelecto, e interpreta el sentido de la libertad como expresión de una necesidad espiritual, pues, “la primera obligación del poeta es dejarse conducir a esas recónditas regiones, donde esa totalidad existe en estado de fuente creadora […] las profundas zonas del ser humano explican la violencia con que es sentida por el artista la necesidad de expresar, de liberar su carga interior.” Insiste en que el arte constituye una acción liberadora para el artista, una necesidad de comunicación, de ahí las relaciones entre la estética y la libertad.
Desde el enfoque semiológico de la estética, Umberto Eco con su propuesta de “obra abierta” enfatiza en la concepción de la obra como “umbral” de propuestas lecturales para la libre interpretación del receptor dado sus posibilidades interpretativas, porque ―expresa― “todo deleite será inevitablemente personal y captará la obra en sus aspectos posibles, […] el arte como hecho comunicativo y diálogo interpersonal”, donde se estimule un máximo de apertura, de libertad y de goce. Es por ello que la obra abierta exige un lector de reacciones interpretativas “muy libres” por las claves simbólicas de las propuestas contemporáneas. No obstante, plantea Eco, el autor siempre establece en sus obras una orientación básica en el campo de las posibilidades interpretativas del receptor, donde su objetivo se dirige hacia la lectura e interpretación del texto con fines formativos: “[…] habremos de admitir que la obra abierta de nuevo cuño puede incluso suponer en circunstancias sociológicamente favorables, una contribución a la formación estética del público común.”
Fundador de la hermenéutica filosófica del siglo XX, Hans-G. Gadamer , en su texto El elemento lúdico del arte y la actualidad de la belleza, retoma las tesis de Schiller con respecto a las relaciones entre la belleza y el juego, al reconocer en el juego una actividad libre y una función esencial del ser humano, sinónimo de libertad: “hasta el punto de que no se puede pensar en absoluto la cultura humana, sin el componente lúdico” ; en este caso es aplicado a la libertad expresiva de los pintores modernos en los deliberados usos de la línea, la forma y el color, y su consiguiente cambio en la concepción de lo bello.
La pérdida de la libertad en la creación y el fetichismo mercantil del arte, para Jean Baudrillart, se expresan a través de la crisis que le atribuye al arte y a la estética, debido al desmedido afán mercantilista del arte y de los artistas en la postmodernidad, sobre la ausencia de la libertad y los cambios en los paradigmas de lo bello; en lo referido a la estética, la comunicación y la belleza han perdido su objeto para convertirse en simulacros y fetiches:
Se está en esa especie de éxtasis del valor, y en la situación extática se está literalmente «fuera de sí», fuera de la posibilidad del juicio. Es una situación donde ya no es posible el juicio estético en términos de lo bello y lo feo; es simplemente el éxtasis del arte ya que está más allá de las finalidades del arte, de la finalidad estética, en un punto extraordinario donde todos los valores estéticos (sea lo neo, lo retro, todos los estilos) están maximalizados simultáneamente. Todos los estilos pueden volverse, de un solo golpe, efectos especiales y valer en el mercado del arte, figurar en el hit parade del arte, y ya es realmente imposible compararlos, emitir un juicio más o menos temperado al respecto, un verdadero juicio de valor. En fin (y esta es mi impresión personal), se está en el mundo del arte como en una especie de jungla, una jungla de objetos-fetiche o más o menos fetichizados, y como se sabe ese objeto fetiche no tiene valor o tiene tanto valor que ya no se puede intercambiar. Por consiguiente, el arte no es ya lugar del intercambio simbólico, es el lugar del intercambio imposible: todo está allí, pero no hay intercambio y cada cual hace lo que tiene que hacer. Hay comunicación, pero no intercambio.
Se denuncia en sus juicios, como los mecanismos de la industria cultural del capitalismo absorben la creatividad en el arte, y manipulan “lo estético” para convertirlo en fetiches. Esta visión apocalíptica de Baudrillart en relación con las funciones del arte, trocados en objetos de mercado, limitan obviamente sus fines y el enriquecimiento espiritual como objeto básico de la creación.
En el contexto de la postmodernidad estética del siglo XX, la estética de la libertad constituye una alternativa como expresión de la necesidad de reafirmación del pensamiento emancipatorio, expresada en una de las vertientes del pensamiento postmoderno representada por J. Habermas, frente a tendencias irracionales donde figuran pensadores como F. Lyotard. Habermas proclama en sus estudios sobre la “Modernidad inconclusa”, que existe una división entre los pensadores en relación con el credo de la modernidad estética, pues de lo que se trata es de articular la cultura moderna con la praxis cotidiana: “En vez de dar por perdido el proyecto de la Modernidad, debían aprender más de sus extravíos y de sus errores.” Sin embargo, para Lyotard, la postmodernidad no ha producido un avance en dirección hacia la libertad, sino hacia su disolución con la teoría del fin de los relatos, entre los cuales considera a la libertad.
Las tesis sobre las relaciones de la libertad y la estética, fundamentalmente artística, examinadas en este epígrafe a través de la trayectoria histórica y estética occidental, y la selección de sus principales momentos de su desarrollo, señalan, en dependencia de sus filiaciones filosóficas y propuestas estéticas, la relación entre la libertad y la necesidad como categorías básicas y sus vínculos con lo estético, su esencial carácter social, las que han contribuido a la construcción de un concepto sobre las relaciones estética/libertad como fundamento estético fundacional en la concepción teórica y práctica de la estética de la libertad.
Estas dimensiones de la libertad, expresadas a través de la actividad estética
en occidente y de la práctica artística, se revelan en el discurso como el
antecedente en la concepción de la belleza vinculada con el contenido de la
libertad como categoría estética y de otras categorías ―lo sublime, lo trágico o
lo cómico―, en sus relaciones con la necesidad y el carácter polifuncional del
arte en cuanto valor social e individual; de ahí, la amplitud de su espectro al
manifestarse la estética de la libertad como elección, responsabilidad, libre
creación, libertad estética, asumida en diferentes nomenclaturas según autores y
escuelas estéticas analizadas y sus respectivas orientaciones ideo-estéticas.
En eumed.net: |
1647 - Investigaciones socioambientales, educativas y humanísticas para el medio rural Por: Miguel Ángel Sámano Rentería y Ramón Rivera Espinosa. (Coordinadores) Este libro es producto del trabajo desarrollado por un grupo interdisciplinario de investigadores integrantes del Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural (IISEHMER). Libro gratis |
15 al 28 de febrero |
|
Desafíos de las empresas del siglo XXI | |
15 al 29 de marzo |
|
La Educación en el siglo XXI |