El discurso de Cintio Vitier sobre la libertad transita desde las posiciones iniciales en la defensa de una libertad expresiva ―a partir de la propia creación artística― cuyo vehículo de expresión había sido la estética, hasta la construcción de un discurso con tendencias a la estética de la libertad manifestado a través de las funciones del arte. Es decir, desde posiciones individuales que evolucionan en su discurso hacia la universalidad, hacia un yo colectivo y ecuménico; libertad que se expresa en la necesidad, y sobre todo en la responsabilidad, no solo desde la creación del texto literario como legítima propuesta estética, sino desde la realidad de las transformaciones operadas por la Revolución Cubana, e inmerso en la praxis revolucionaria; una propuesta teórica materializada en una obra creadora de contenido emancipatorio sustentado en las funciones del arte en su enfoque sistémico, abierto y totalizador.
Entre las principales preocupaciones del joven Cintio se encuentra la libertad relacionada con el proceso de creación: la libertad expresiva, sin la cual el arte ni es auténtico ni verdadero. En referencias explícitas a estos años de iniciación, expresó en 1982, que “la Revolución [le] despertó otra conciencia, implacable de hechos exteriores, sociales, políticos, históricos, económicos en nuestro país y en el mundo, una conciencia moral que estaba implícita […] en la estética.” Esta reflexión es la clave para comprender la evolución de su discurso sobre la libertad. Fue precisamente en el contexto de la práctica humanista de la Revolución Cubana donde se produjo esta evolución ideoestética: la creación artística primero, como autorrealización y alejamiento de la realidad republicana; segundo, en la defensa de los principios humanistas de la Revolución.
2.2.1 Período de formación: primeras expresiones de su estética de la libertad
Es una constante fundamental de sus preocupaciones estéticas, la libertad de creación. La aventura del Grupo Orígenes fue el punto de partida en la exposición de sus juicios sobre la libertad de expresión en el arte. El Editorial número uno de la Revista Orígenes, en enero de 1944, presentó a los lectores sus concepciones teóricas sobre esta temática, las cuales Vitier hace suyas como miembro del Grupo Orígenes, y de su Revista; el mismo es un manifiesto por la libertad expresiva, la responsabilidad del creador y su capacidad creadora de elección:
La libertad consiste para nosotros en el respeto absoluto que merece el trabajo por la creación, para expresarse en forma más convincente a su temperamento, a sus deseos, a su fructificación, ya partiendo de su yo más oscuro, de sus solicitudes del mundo exterior, siempre que se manifieste dentro de la tradición humanista y la libertad que se deriva de esa tradición que ha sido el orgullo y la apetencia del americano.
La conquista de la libertad expresiva fue la constante estética de la creación origenista, la familia poética de la cual Vitier formó parte. En 1949, al reseñar el poemario de Eliseo Diego En la Calzada de Jesús del Monte, (1948), insiste en este concepto estético sobre la esencia libre de la creación: “Menester principalísimo de la poesía es, en efecto, lograr que una nueva libertad y naturalidad nos sea posible, donde se oculta la esencia de nuestra vida; en lo que llamamos realidad inmediata, cifra de lejanías y de imposible original en que se funda la existencia humana.” Relaciona así la libertad con la necesidad del individuo con la propia esencia del arte, según había expresado Hegel en su Estética.
Su estética de la libertad se expresa, además, desde la experiencia de la poesía, de la creación, desde los textos publicados a partir de 1940; citemos, Notas en torno a Eduardo Mallea (1941), Experiencia de la poesía (1944), Mnemosyne (1945-46), Palabras en el Pen Club (1948) pronunciadas al publicarse la antología Diez poetas cubanos (1948), y La crítica y la creación en nuestro tiempo (1949). Se comparte el concepto de Jorge Luis Arcos, quien define su poética en sus relaciones filosóficas y humanistas en los términos siguientes: “su pensamiento poético integra toda una concepción del mundo, nutrida de contenidos filosóficos, estéticos, religiosos, políticos y éticos.” Esta concepción se evidencia desde el primer ensayo escrito en 1941, titulado Notas sobre Eduardo Mallea, el cual no fue publicado hasta 1994 en el texto, Para llegar a Orígenes; estos contenidos se expresan a través de las diferentes funciones del arte: estética, religiosa, creativa y comunicativa.
En este primer texto, la problemática central es de orden filosófico romántico, encontrar sentido humano, no en el acto creativo sino en el acto de la vida; sentido humano, emancipatorio, de constante renacer y autocrearse en la unidad de lo cognoscitivo con el amor; por ello nos expresa: “La primera preocupación es encontrar sentido, elemento que incorpora las cosas al hombre, a su idioma espiritual. Pero encontrar sentido para superar, para exorcizar, para abrirse paso. Lo sinsentido es insuperable, pura resistencia al orden, a la jerarquía implícita en el conocimiento y en el amor.” Incorporar “las cosas” al hombre es humanizarlas; su sentido lo encuentra en la superación para la transformación, el autodesarrollo; incorpora aquí el principio martiano del amor y del conocimiento para alcanzar la libertad, asumido a la vez del pensamiento clásico.
Encontrar sentido es enriquecerse espiritual e intelectualmente, es abrirse paso para progresar; es la actividad del ser con su acción transformadora cuya finalidad es el conocimiento de sí mismo y de su mundo. El conocimiento es una vía para llegar a la plenitud del autoconocimiento, y evidentemente esta influencia del pensamiento de origen platónico está presente en su concepción epistemológica: “todo orden es unidad jerárquica. La criatura humana quiere conocer el mundo para ganar sabiduría de sí mismo porque las experiencias espirituales iluminan no solo el objeto sino el sujeto de las experiencias, el hombre realizado, desplegado, unido en sus potencias.” Es este un texto que descubre las lecturas filosóficas de pensadores universales como Aristóteles, Hegel, Kierkergaard, Heidegger, entre otros. En lo adelante toda su poesía y su ensayística se desenvolverán por el incesante preguntar, por la avidez cognoscitiva de raíces filosóficas y poéticas, volcado hacia la realidad como principio estético: la fidelidad a la vida. El propio Vitier lo revela en su discurso donde privilegia la esfera del arte y sus preocupaciones de orden ético:
La incorporación del hombre a la corriente humana de lucidez se puede efectuar por tres caminos: por el arte, por la ética y por la metafísica. En el Hombre el espíritu es propiamente la angustia, porque no encuentra plenitud nada más que en lo absoluto, lo universal, lo eterno. Esa incesante aproximación que es la angustia, que es la huella del hombre, no se precia por sus resultados, vale y alcanza por sí misma. Los resultados mejores se dan, desde luego, para el que ha obtenido lo que Kierkergaard llama “la fe en la angustia.
La angustia como respuesta a su preocupación por el sentido de la vida en medio de la Cuba republicana, la cual calificó como una “historia sinsentido.”
En su ensayo “Experiencia de la poesía” publicado en 1944, el vértice temático se sitúa en las relaciones del acto de la creación con la poética de tres escritores que influyeron directamente en su formación literaria: el poeta español Juan Ramón Jiménez, el peruano César Vallejo y el cubano, José Lezama Lima. La selección es significativa, son “poetas de la libertad”. Enrique Sainz en su libro La obra poética de Cintio Vitier (1997), considera que Vitier sintió de un modo pleno el drama del dolor humano cuando leyó por vez primera a Vallejo. De ahí que, como sucede con la estética de Vallejo, en Vitier no se visualice una filiación estética con la vanguardia en tanto voluntad de estilo. Aquí está el fundamento expresivo del vanguardismo tomado por la intelectualidad latinoamericana: la concepción estética sobre la libertad.
Influye en su estética otra dimensión de Vallejo como poeta de la libertad: su enfrentamiento con la concepción tradicional y académica de la literatura entendida como retórica y preceptiva; su concepción parte de la libertad de creación: “[…] de este modo empezó a partir de Vallejo, mi pelea personal, quizás imposible de la poesía contra la literatura [….].” La estética de Vitier sobre la libertad en la creación expuesta en estas páginas se fundamenta en su concepción de la poética desde la propia experiencia de la creación, así establece sus principios: “[…] Tenemos que ser incesantemente los constructores de una infinitud peligrosísima de caminos que no acaban de conducirnos al centro casi legendario de nuestra persona. Es esta cabalmente la primera y fundamental experiencia poética de que puedo dar fe: la del profundo, entrañable destierro de sí mismo, el sentirse y vivirse desdoblado, escindido”.
Es en este texto donde ofrece su concepto de la poesía como necesidad de creación y no como puro ejercicio académico: “[…]A la actitud poética consustancialmente la caracteriza el furioso amor por lo perecedero y la necesidad de creación que lo encarne y lo trasciende, pero sin renunciar a la ganancia o pérdida infinita de su instantáneo fulgor.[…].”
Mnemosyne (1944-1945) es un ensayo de interpretación lírica cuyo motivo es la memoria en diferentes conceptualizaciones, expresión esencial y nutricia de su poética cristiana, en ella está el contenido de la libertad y la búsqueda de su expresión artística. Para Vitier el concepto agustino de la “memoria” es no solo “haber vivido”, es un motivo poético y de resistencia para propiciar la creación: el misterio de la memoria que se traduce en experiencia vital. Expresa en el texto que en la memoria el mundo se desdobla en el recuerdo y en la ausencia; la actividad literaria por tanto le da corporeidad a la memoria creadora como forma de conocimiento. La poesía, al penetrar en la memoria la convierte en un principio germinativo, mediador: “[…] la memoria es lo nupcial en el hombre. […]. El tiempo nos fascina con la floración de las metamorfosis, […]. En la memoria el tiempo emprende la aventura mayor, […] el tiempo implacable, la fría sucesión en la memoria se vuelve sustancia amorosa, memoria enamorada.”
La poética del tiempo de procedencia agustiniana se manifestó como motivo ontológico y artístico, no solo en el discurso artístico de los “origenistas” y del propio Cintio, fue también preocupación de toda la intelectualidad más progresista en la República.
A partir de los años cincuenta del pasado siglo, la publicación de los textos que a continuación se relacionan, constituyen una etapa superior en la consolidación de su estética de la libertad por sus aportes teóricos al análisis de las funciones del arte: “La rebelión de la poesía” (1950), “Imagen de Rimbaud” (1951), “La palabra poética” (1953), “Sobre el lenguaje figurado” (1954-55), “Homenaje a Juan Ramón Jiménez”, “Luz del imposible”, y “Raíz diaria”, todos de 1956; “Poesía como fidelidad” (1957), “La zarza ardiendo”, y “Símbolo y realidad”, ambos de 1958.
En “La rebelión de la poesía”, publicado en Crítica Sucesiva, analiza la significación del proceso poético francés y su coherencia desde el Romanticismo; destaca la importancia asumida por la libertad en los textos poéticos, especialmente en Rimbaud; de él expresa Vitier, “la creación exige un último desgarramiento, exige una libertad impermeable a toda condición.”
En su opinión las mayores conquistas de la poesía francesa desde el Romanticismo hasta la contemporaneidad están en la libertad expresiva a través del sentido de la forma y de la visión poética, lograda por los poetas franceses de finales del siglo XIX y no en los artificios aleatorios del surrealismo del siglo XX; ha expresado que fue Arthur Rimbaud el poeta francés que mayor influencia ejerció en él, especialmente por sus preocupaciones ontológicas, lo llamó “figura deslumbrante” ; en “Imagen de Rimbaud”, (1951), está presente el concepto de la libertad en la creación y expresa su poética del ser al traducir al lenguaje artístico la concepción cristiana de la alteridad: “Solo hay una salida: yo es otro. La alteridad del yo conduce a la teoría del vidente, porque el intocable otro conserva la frialdad de la mirada al mismo tiempo que es impulsado a romper sus propios límites en una incesante apertura del espacio.” Le atribuye al “otro” el impulso de la creación, su desdoblamiento; en opinión de Vitier “el otro ve y dicta”, el sujeto lírico. En esta concepción la visión poética es real y exterior al sujeto: “[…] lo que el poeta ve no lo imagina, sino que lo ve como imagen, algo que aparece apresado en su imaginación […].” Libertad en cuanto expresión asumida por otra voz que lo hace sin límites.
Otro texto significativo por los aportes realizados al estudio del tema sobre la creación poética en la construcción de la estética de la libertad es “La palabra poética” de 1953; contiene el ejercicio íntegro de su poética a través del análisis de los conceptos: la escritura y la voz, donde le concede el lugar esencial a la palabra como ideologema y su concepto de la función comunicativa en evolución; también su conferencia de 1954, Sobre el lenguaje figurado constituye un desafío a la retórica tradicional de signo positivista y normativista, y un aporte trascendente en el campo de la libertad de creación, específicamente en las relacionadas con las categorías: lenguaje figurado y metáfora, texto no atendido suficientemente por la crítica.
Este es también un acto de libertad expresiva frente a una retórica tradicional, contra la cual se manifestó también el vanguardismo, pero debido a sus experimentos formales no llegaron a la esencia de la problemática de la libertad. Esta concepción se expresa en el concepto de poesía como filosofía, como ética y como religión; la poesía como devenir histórico y “epifanía espiritual”; poética moral fundada en la entrega a través del “acto poético”, expresión de pureza y sacrificio. En su ensayo sobre la estética cristiana de la creación poética, “La Zarza Ardiendo”, asume la creación poética desde dos perspectivas: la poesía como fidelidad y, el símbolo y la realidad en el texto. El concepto de fidelidad del artista es básico en la concepción de una poética honesta donde está presente el compromiso y la responsabilidad del artista, tema abordado con acierto desde el existencialismo por Sartre.
En “Luz del imposible” (957), se observa un nuevo planteamiento de su poética con una sustentación emancipatoria en lo nacional: la búsqueda de la razón del ser mediante la concepción de “lo cubano”, indagación ontológica de los origenistas en la definición del ser nacional. En relación con la obra de Vitier es en este ensayo donde el concepto de “lo cubano” es expresado por primera vez; el mismo encontró su plena expresión en las conferencias pronunciadas en el Lyceum de La Habana en 1957, publicadas por la Universidad Central de Las Villas a instancias del escritor Samuel Feijoo bajo el título ya imprescindible de Lo cubano en la poesía (1958).
“Luz del imposible” adquiere una dimensión simbólica que será el leit motiv en
las preocupaciones ontológicas de los origenistas: el imposible histórico cuyo
punto de partida se encuentra en el pensamiento martiano de lo imposible es
posible, en el contexto histórico cubano de los últimos años de la década del
cincuenta, período en el cual se agudizan las contradicciones sociales y la
lucha armada se encuentra en su fase final, contra la dictadura de Fulgencio
Batista. En esta concepción inicial, “lo cubano” se traduce en la búsqueda de lo
auténtico cubano frente a lo criollo iniciático, el que será libre a partir de
la separación definitiva de lo español.
En eumed.net: |
1647 - Investigaciones socioambientales, educativas y humanísticas para el medio rural Por: Miguel Ángel Sámano Rentería y Ramón Rivera Espinosa. (Coordinadores) Este libro es producto del trabajo desarrollado por un grupo interdisciplinario de investigadores integrantes del Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural (IISEHMER). Libro gratis |
15 al 28 de febrero |
|
Desafíos de las empresas del siglo XXI | |
15 al 29 de marzo |
|
La Educación en el siglo XXI |