LA ESTÉTICA DE LA LIBERTAD Y SU EXPRESIÓN EN CINTIO VITIER

Marilys Marrero Fernández

2.3.2 Funciones extraestéticas

2.3.2.1 Función religiosa

Desde sus primeros textos Vitier sustenta lo estético en la creación a través de las fuentes religiosas que constituye su concepción filosófica del mundo; es así que en “Experiencia de la poesía” y en “Mnemosyne”, expone su concepto judeocristiano de la creación, frente a la tradición del aristotelismo griego en la estética. En 1958, en “La zarza ardiendo”, expone el fundamento cristiano de su estética: “la poesía de la realidad visible, ardiendo, aquí y ahora, en el fuego de lo invisible.”

La función religiosa, dentro de las funciones extraestéticas, es propia de las obras de arte sacro o con un fundamento estético religioso; esta función suele estar ausente en otros tipos de manifestaciones del arte; en ella se revela la concepción propia de su sustento religioso. Para Vitier, la esencia interior del acto poético es religioso por su complicidad e inspiración. Si el cristianismo es fuente de su formación humana y cultural, en su discurso polifuncional se imbrica profundamente para darle fundamento a las bases éticas de su estética. La religión, en su significación prístina, como religare, en su relación con el arte le aporta el sentido de la alabanza ―ventajas que tributa a la poesía el canto religioso por la significación mística de la palabra―, al retomar Vitier el concepto de Paul Claudel: “la vida es hambre y sed de libertad, creación santa y eterna de Dios.”

Su sentimiento religioso en el arte se manifiesta como fidelidad, floración, fascinación. es lo trascendente en el arte del discurso poético origenista, del cual Vitier es partícipe, al expresar en 1988: “Cada instante de Cristianismo real, único alivio del Cristo secularmente sacrificado, ha sido un instante de lo que entiendo por la poesía encarnada en la persona o en la historia. […] Prefiero hablar desde la fe religiosa explícita, que es la que no está de moda, y es desacreditada incesantemente desde todos los flancos, incluso por sí misma.”

La esencia de su cristianismo está además en el centro de su creación y de sus concepciones sobre los valores estéticos, categoría fundamental de la experiencia estética que lo condujo al concepto cristiano y martiano del amor frente al odio; en su verso, amar es crear, y la felicidad se funda en el amor. La función religiosa está en el tejido de su creación y por esta razón la misma ha sido tratada en sus fuentes epistemológicas y estéticas, y en su producto artístico, así afirma: “[…] La esencia religiosa del acto poético es incuestionable, y este hecho constituye el norte fijo de mis consideraciones.” Sobre la poesía expone que no es solo, “una forma honesta y limpia de ver en Dios el texto del alma” , sino el encuentro del hombre con él mismo.

En su poética, sustentada en la filosofía cristiana, el acto creador tiene una participación divina y eterna, creación más allá del acto inteligible; en esta concepción agustiniana sustenta Vitier su estética al ser reveladora del espíritu, como un acto divino, recurrencia libre del pasado en la memoria y en el tiempo, expresado en la historia. La entrega a la creación como acto de dignificación y de justicia, inspirado en la poética martiana, le permitió la necesaria fortaleza espiritual, sustentada en su confianza en el proyecto social de la Revolución; la función religiosa es asumida de forma crítica por Vitier para enfrentar posiciones de aislamiento, o de apoliticismo adoptadas por algunos intelectuales, ya que estas posiciones, en su opinión, pueden servir para desactivar al escritor de su realidad.

Expresa responsablemente sobre la asunción de su cristianismo frente al ateismo oficial que lo marginó: “He comprendido que lo que me permitió la Revolución fue tomar conciencia de que siempre había vivido dentro de esa sustancia que lo saturaba todo y era por tanto indiscernible” ; no dudó en su fidelidad a su fe cristiana y en sus principios de fidelidad a la Revolución dado sus fundamentos humanistas y de justicia social, esta fidelidad y firmeza le permitió conciliar su filosofía cristiana con su praxis revolucionaria, al encontrar el punto justo de su entrega en la actividad estética: “En mi caso personal se trataba de ocupar mi sitio exacto entre la espada cristiana y la pared atea o entre la espada atea y la pared cristiana. La espada tenía que atravesar la pared. La pared tenía que resistir. Conocí de veras la necesidad. Para eso me sirvió la poesía.”

Inherente al cristianismo es su concepto de la justicia social, hilo conductor de todo el mensaje profético y evangélico que fue también una constante desde los primeros “padres de la Iglesia” ; por ello la función ético moral de la creación se encuentra en vínculo indisoluble con la religiosa en sus fundamentos cristianos sobre la justicia, y el amor a la libertad.

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