Además de explicar en su estética de la libertad, la memoria y el tiempo como expresiones de la libertad en la creación, analiza otro concepto imprescindible imbricado en el acto creador: la historia. Sus reflexiones se dirigen a las relaciones de la poesía con la historia; la función histórica del arte la revela a través de las influencias que recibe de la poética martiana, al identificar el proceso de creación con un campo de batalla. La metáfora martiana, “los guerreros”, en Vitier se traduce en los heráldicos de la creación, los heraldos. En “Palabras en el Pen Club”,1948, están contenidos conceptos esenciales de su estética en cuanto a la relación del artista con su mundo, como emisor de los sentimientos más honestos de su tiempo: el poeta es por definición aquel que tiene el oficio de sentir, mucho y hondo, en cualquier tiempo; las relaciones poesía-historia se tornan dramáticas en esta concepción: “Pero he aquí que el destino poético en este país cada día más irreal, cada vez más evadido de sus propios orígenes y esencias, se ve obligado a vivir en una especie de apartamiento clandestino.”
La historia oficial republicana es irrealidad por lo inadmisible; la verdadera historia debe ser auténtica y humanista. En este texto la creación es búsqueda de la experiencia vital del hombre en su historia, que en la realidad cubana de los años cuarenta del siglo XX, Vitier la define como “pérdida de sustancia, aflojamiento de la tensión vital en que reside la causa de todas nuestras miserias nacionales y personales, que adquiere en la sed poética la forma de una gran nostalgia.” La historia es motivación artística y concepto en identidad con la libertad como creación, expuesta con la convicción de un “manifiesto”: “Es por eso que desde Espuela de Plata hasta Orígenes, nuestra poesía marcha inexorablemente hacia una intemperie que es la de la memoria, la imaginación o lo desconocido, y allí funda sus ciudades idénticas, las visibles, pero saturadas por el hambre de verdad y de sentido. En ello radica, a mi juicio, su verdadera gloria.”
La historia es memoria, memoria de los héroes de la patria. Por eso ella es fecundante, espermática, como afirmó Lezama Lima. Ella crea el futuro. Este presupuesto resume su concepción estética inicial en la búsqueda del sentido de la existencia humana en la creación, como una forma de encontrar su sentido personal ante el “sinsentido” histórico republicano, en el cual es un “imposible histórico” alcanzar la libertad.
Influencias recibidas además, de las concepciones de Juan Ramón Jiménez quien asumió la poesía como conciencia histórica. Especial influencia recibió de la poesía francesa y vallejiana por su necesidad de libertad, el desgarramiento interior que se manifiesta en la obra de Rimbaud, en la concepción teleológica de José Lezama Lima y en el sentido del imposible histórico.
El prólogo que escribió a la edición de 1970 de Lo cubano en la poesía, de función paratextual, revaloriza las propuestas ideológicas del libro en su génesis, poniendo al descubierto su evolución en la comprensión de las relaciones de la historia con la poesía. Situando ahora la acción como la causa transformadora de su realidad: “Sin renunciar a estas dimensiones, la acción revolucionaria nos ha enseñado, entre otras cosas, que la poesía puede encarnar en la historia.” En este paratexto revela las esencias y propuestas del texto, en función del anhelo de libertad, al expresar: “Surgió como un vehemente testimonio de fe poética, del fondo de un profundo abatimiento. Esta es su justificación y la causa, también, de sus limitaciones externas.” A los doce años de escribir este libro reveló cómo muchas de sus consideraciones expuestas en el Capítulo final, en relación con actitudes subjetivistas adoptadas, estaban determinadas por enfrentar la poesía con la historia oficial: “eliminada la acción quedaban desconectadas la historia y la poesía, la primera representaba el sinsentido [la falta de libertad y de autorrealización] y la segunda, el sentido.”
El triunfo de enero de 1959 era el hecho político esperado y la consumación de la continuidad histórica de nuestro proceso independentista del siglo XIX para alcanzar la libertad del país. Su reconocimiento al hecho político y social quedó explícito en sus textos, ahora con nuevas temáticas y reflexiones más profundas en el pensamiento político: “Fue así como, después de unas sombrías Navidades, me sorprendió la mañana del primero de enero de 1959. Lo que esa mañana y esos días significaron para mí, traté de expresarlo en un poema versicular titulado El rostro. [El rostro vivo, mortal y eterno de mi patria está en el rostro de estos/ hombres humildes que han venido a liberarnos].”
En 1990 retoma la concepción de lo cubano desde otra perspectiva histórica: Revolución Cubana como reanudación de la historia anterior a 1902, interrumpida por la intromisión norteamericana; es la entrada de Cuba en la historia universal, que en materia estética se manifiesta en la poesía cubana, en un proceso continuo de aspiraciones libertarias; la nueva libertad alcanzada motiva rasgos renovadores en la concepción de lo cubano contemporáneo. Declara como la acción revolucionaria le demostró entre otras cosas, que la poesía puede encarnar en la historia con todos los riesgos que ella implique, a partir de su inserción en la praxis.
En su visión martiana hacia finales de los años noventa, Vitier insiste en la significación del legado ético y en la vigencia del peligro que más de una vez avizoró para la libertad de América: la expansión norteamericana. En su texto La Cuba de Martí: proyecto, realidad y perspectiva (1995) actualiza sus conceptos en relación con la libertad en la función histórica:
La Revolución Cubana ha realizado el proyecto martiano en el campo de la justicia social, siempre en desfavorables condiciones, aunque lo que falte por hacer sea inmedible y no dependa de la voluntad de los cubanos, sino de las condiciones en que ha vivido el país en la década del noventa.
La propuesta martiana de avanzar hacia el horizonte ―el futuro―, donde las fuerzas negativas no son desánimos sino acicates.
Una concepción de la república libre con todos y para el bien de todos, donde la libertad es el ejercicio íntegro de sí, la pasión por el decoro del hombre, sin individualismos.
Aunque muerto físicamente el 19 de mayo de 1895, Vitier califica a Martí como
nuestro hombre del 98 , por su temprana comprensión de las pretensiones de los
Estados Unidos hacia Cuba y hacia América Latina. El pensamiento político,
social y cultural en el que sustentó su concepción de la guerra se dirigía tanto
contra el sistema colonial español, como contra el neocolonialismo de Estados
Unidos. Alerta sobre la significación ideológico política y práctica del
pensamiento martiano para la Cuba de hoy: “Los cubanos del 98 y sus
descendientes, en cambio, no hemos podido darnos el lujo de olvidar ni por un
minuto la amenaza que Martí previó como peligro creciente para Cuba, para
Nuestra América [...]. Martí era y es el máximo intelectual de la voluntad
histórica cubana, voluntad y vocación configuradas por él en la medida en que
supo identificarse con las aspiraciones e inspiraciones más autóctonas y
universales de su pueblo.”
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