Lucrecia Soledad Wagner
El año 2003 aparece en los diferentes testimonios recabados y en trabajos consultados como el año en el que empieza a generarse la preocupación de la población ante la actividad minera en el departamento, es decir, como el año en el que se inicia el conflicto en torno a la megaminería. Sin embargo, algunos pobladores de San Carlos destacan que desde muchos años antes venían realizándose trabajos de prospección minera, a los que incluso ellos veían con agrado y normalidad.
Un grupo de sancarlinos dedicado al montañismo, que estaba trabajando en la Laguna del Diamante, -incluso antes de que ésta fuera protegida - recuerda que todos los años llegaba personal de empresas que hacían trabajos para mineras –cateos, prospecciones, recolección de rocas, entre otros-. Los trabajadores de estas empresas los conocían y los buscaban como vaqueanos para el armado de campamentos base y para la organización logística de sus operaciones. Así, durante años los montañistas acompañaron a éstos grupos –que realizaban tareas mineras-, los atendieron en el refugio, les hicieron contactos con puesteros a los que les alquilaban mulas, entre otras tareas, por las que recibían muy buen pago.
Es en el año 2003, cuando uno de los integrantes de este grupo de montañistas viaja durante el invierno al sur del país, y toma conocimiento de lo acontecido en Esquel –es decir, del “No a la mina” de Esquel-. Un vecino autoconvocado de San Carlos, miembro de este grupo de montaña, nos explica porqué el caso Esquel tuvo tanta relevancia y llegó a ser tema de conversación entre ellos: “…Entre la gente de montaña se suelen manejar mucho estos temas, porque somos los afectados más directos, porque después te prohíben entrar, y porque es gente en contacto con la naturaleza...”, relata uno de los autoconvocados que integraba este grupo. Es así que el sancarlino que viajó al sur del país volvió a Mendoza con folletos elaborados por los autoconvocados de Esquel, en los que se explicaba de qué se trataba la actividad minera y el porqué del rechazo. “…Esquel había recopilado mucha información, fue el ejemplo a seguir…”, comentan los autoconvocados.
Podría decirse, por un lado, que estos folletos constituyeron el inicio de un proceso de recopilación de información sobre la megaminería por parte de algunos habitantes de San Carlos. Pero también es importante rescatar otro aspecto, reflejado por el comentario de un sancarlino, en relación a estos folletos: “…Folletos que aún andan dando vuelta y que todavía no han podido desmentirnos…”.
En relación a este comentario, podemos decir que, luego de 6 años del inicio del conflicto, los autoconvocados de San Carlos manifiestan que ni el sector minero, ni el sector científico-académico que respalda la actividad megaminera controlada, han sido capaces de proveerles respuestas convincentes a los planteos que motivaron el rechazo a la megaminería. En consecuencia, siguen organizados, ante la confirmación implícita de que la decisión de involucrarse en el rechazo a esta actividad fue la correcta. Volveremos a este tema en repetidas oportunidades a lo largo de este trabajo.
7.1.3. De los pedidos de información a la búsqueda propia y las primeras reuniones…
Ante estas noticias, algunos pobladores de San Carlos comenzaron a preocuparse por la potencial contaminación que el proyecto podría ocasionar, inquietud que fue acompañada por la búsqueda de información sobre el tema Sólo contaron con la ayuda de algunos científicos de la Universidad de la Patagonia y pocos profesionales de la provincia que acompañaron a título personal, no desde la universidad o centros científicos. Estos sancarlinos se preocuparon también por las denuncias sobre los efectos de la actividad minera metalífera a gran escala en otras provincias que ya tienen en funcionamiento proyectos mineros de cobre y de oro –como “La Alumbrera” en Catamarca y “Veladero” en San Juan-.
También fueron consultadas por los vecinos de San Carlos dos Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) de la provincia, OIKOS y Cullunche. Surgió entonces la idea de realizar la primera reunión, que se llevó a cabo en Pareditas, para explicarle a la gente la “otra visión” de la actividad minera. “…Sabíamos que, de estas entradas, había dos o tres lugares a los que estaban viniendo muy seguido, por lo que era evidente que en alguno de estos lugares iba a haber un trabajo. Uno de estos lugares era Papagayos…” recuerdan los autoconvocados.
A esta primera reunión, de aproximadamente 40 personas, se convocó a la Sociedad Rural, al DGI, a la Dirección Provincial de Vialidad, entre otras entidades representativas, y se proyectó un video sobre la problemática de la minería a gran escala. “…Ahí, en ese momento, descubrimos como era el tema. Y el compromiso fue: hagamos otras reuniones porque esto afecta a todo San Carlos...” recuerda el grupo de sancarlinos que estuvo desde el inicio del conflicto. Así fue que a la semana siguiente se realizaron reuniones en Eugenio Bustos y en La Consulta. “…En esas dos (reuniones) se juntó más gente, se iba como multiplicando la gente. Traíamos más material, y cuanto más material ibas juntando más bronca te iba dando. Del saqueo no teníamos ni idea, la preocupación era que nos tocaran la reserva de la Laguna del Diamante y que nos contaminaran el agua con el método. Después uno se va enterando de más cosas y más te moviliza...”, reflexionan los autoconvocados.
Este último aspecto marca una de las características esenciales de los movimientos socioambientales: a partir de una preocupación concreta –en este caso, la defensa de la reserva y el riesgo de contaminación del agua-, se despierta el interés y la necesidad de contar con mayor información sobre una determinada actividad. El mayor conocimiento sobre el tema y el contacto con otras experiencias similares – Esquel- fueron fundamentales para la organización y la continuidad del movimiento, y para la complejización del conflicto. Volveremos sobre este aspecto y lo reforzaremos a lo largo de este apartado.
Los vecinos autoconvocados de San Carlos recuerdan que, a la tercera reunión, concurrieron entre 200 y 300 personas, que sabían de qué se trataba el tema pero que aún no estaban movilizadas. Paralelamente, aconteció un hecho que deseamos destacar por su importancia en el conflicto: se resolvió pedir información oficial, y para ello, los vecinos recurrieron al intendente, quien no los escuchó. Lo mismo sucedió con los concejales.
Podríamos decir que se generó, ante la negativa oficial de brindar información, la necesidad de los propios vecinos de informar a sus pares. Resolvieron, por lo tanto, dedicar el verano (del año 2004) a informar a la población. Y para ello, aprovecharon los festivales que eran organizados en el departamento. “…En ese momento (fines del 2003 e inicios del 2004) San Carlos era pan y circo, era pura fiesta nomás. Guiñazú (el intendente) alentaba todos los festivales, y estaba el del orégano, el del tomate, el del gaucho, el de la familia, el de la vendimia, la fiesta de San Carlos que ya se nos había pasado…” recuerdan los autoconvocados. La primera experiencia en cuanto a difusión del tema, fue en la “Fiesta del Orégano”, en la que colocaron un gacebo con fotos de la Laguna del Diamante, y trataron de explicar de qué se trataba el problema de la actividad minera. La única información con la que contaban en aquel entonces eran los folletos de Esquel e información aportada por las ONGs consultadas. También hicieron afiches para nuevas charlas, y se fue sumando gente nueva.
Durante estas actividades, se juntaron firmas. Respecto a esta acción, los sancarlinos reflexionan: “…Todas las comunidades, lo primero que hacen es juntar firmas pidiendo, y después no sabés que hacer con las firmas, o lo hacés en un papel cualquiera y después eso no tiene valor…La misma gente nos dio la idea, nos decía ¨¿y donde hay que firmar?¨, es como que el imaginario colectivo dice que juntando firmas y presentando un papel con firmas vos ya estás solucionando algo…”.
Podemos observar en esta afirmación y en otras que serán destacadas a lo largo de este trabajo, cómo los miembros de estos movimientos van tomando conocimiento de otras experiencias, de sus errores y aciertos, y cómo también evalúan sus propias acciones a través del tiempo. Esta práctica ha permitido la generación de un saber colectivo que las organizaciones van transmitiendo unas a otras, fortaleciendo así las nuevas luchas, que se enriquecen a partir de la experiencia de los grupos ya existentes. Por otra parte, también queremos destacar con este testimonio, la manera en que los sujetos comienzan a identificar los diferentes valores que tienen las acciones desarrolladas, desde lo legal, lo político, lo simbólico, entre otros. Por ejemplo, respecto a la junta de firmas, los autoconvocados comentan: “…después descubrimos que no tenía un valor legal, pero sí tiene un valor simbólico, la gente que firma ya no se vuelve atrás, se sumó. Por ahí no se suma en la ruta, en el estudio, pero firma y ya está con nosotros…”.
Otra forma de expresión fueron las pintadas y carteles en los paredones del departamento. “…Sabían lo que ¨no¨ querían y lo expresan en un paredón de San Carlos que sintetizaba el espíritu de los pobladores ¨NO A LA MINERIA CONTAMINANTE¨…” (Onofrio, 2009:5).
Podemos resumir el año 2004 como un año dedicado a la difusión e información sobre el tema en el departamento. En este sentido, la incorporación activa de un docente que, gracias a las Hermanas Dominicas, pudo dedicar sus horas de cátedra a dar charlas en escuelas, uniones vecinales y otros espacios, acompañado por los vecinos que ya venían realizando acciones, fue determinante para el estudio e investigación en profundidad de temas como la megaminería y el agua. “…No podíamos hablar sin saber. Todo lo que salía afuera debía ser previamente corroborado, todos los datos que nos llegaban…”, explica un autoconvocado.
El objetivo fue informar sin generar temor. Comenzaron a dar charlas en las escuelas, y como ya fue mencionado, los maestros y las familias jugaron un rol muy importante en la divulgación del tema. Las clases comenzaban con un juego: imaginar que un día nos despertamos y no tenemos agua. Los alumnos tenían que pensar en todas las actividades que uno realiza a lo largo del día, sin poder utilizar agua. La intención era reflexionar sobre la importancia del agua y de cómo cuidarla. Otro de los puntos importantes de estas charlas consistía en aclarar que no se trataba sólo del agua que sale de la canilla, sino que había que empezar por cuidar las fuentes, es decir, los glaciares y su entorno en la cordillera de los Andes. En este punto se establecía la relación entre el agua y la minería a gran escala.
Las charlas se dieron en todos los espacios en que fueron posibles, no sólo en clubes sino también en casas particulares. Para armar el contenido de estas charlas, contaron con la ayuda de abogados, médicos y contadores, entre otros profesionales. Los maestros eran los encargados de transmitir esta información a la población, y el resto de los vecinos también aportaba. “…Todos éramos como entes o actores multiplicadores de la información, uno lo transmitía de forma interpersonal y además si tenías algún medio lo exponías, nosotros íbamos haciendo el traspaso de la información en la medida en que la recibíamos la íbamos distribuyendo porque entendíamos que era la forma…”, recuerdan los sancarlinos. También contaron con el apoyo de la Pastoral Social, y algunos vecinos recomendaban que las personas fueran a buscar respuestas en los documentos de la iglesia que defendían la vida.
La preocupación por la corroboración de los datos que manejaban y la fundamentación científica de sus cuestionamientos a la megaminería son un aspecto fundamental de las acciones llevadas a cabo por muchos movimientos socioambientales. Aquí se suma, como ya mencionamos, el cuestionamiento al sistema científico-académico, que en general se ha mantenido en silencio ante el conflicto, o ha tomado parte pero desde la elaboración de estudios y otras actividades de consultoría a las empresas mineras, generando así la desconfianza de la población sobre la objetividad de su posicionamiento respecto a la actividad.
También es importante destacar, que las charlas de algunos técnicos y profesionales despertaron el interés y las discusiones en torno a ciertos conceptos. “…Junto a ellos aparece la necesidad de establecer nuevas miradas sobre el uso de conceptos como: desarrollo, desarrollo sustentable, minería responsable, minería sustentable…” (Onofrio, 2009:4).
Además del sector científico-académico, el gobierno ha sido otro sector también cuestionado por su accionar en el conflicto, tanto a nivel local, como provincial y nacional. En el caso de San Carlos, en febrero del año 2005, la minera canadiense “Tenke Mining Corporation”, y su subsidiaria en Argentina, “Depromin S.A.”, junto al Director de Minería de Mendoza en aquel momento, Carlos Monjo, llegaron a San Carlos con la finalidad de informar al intendente sobre el avance de la prospección y exploración minera en el área denominada “Papagayos”. Asimismo, en marzo del mismo año, representantes del gobierno provincial viajaron a una cumbre minera mundial en Toronto, Canadá, y mostraron la potencialidad minera de Mendoza con la finalidad de atraer la inversión minera extranjera a la provincia.
Esta visita a Canadá con la finalidad de atraer inversiones, la negativa de permitir la participación de los vecinos de San Carlos en la reunión entre el intendente y la empresa minera, y la falta de información desde el gobierno hacia la población, no hicieron más que agudizar el conflicto.
En este contexto, podemos destacar el año 2005 por la ocurrencia de dos grandes acontecimientos: el fortalecimiento de los Vecinos Autoconvocados de San Carlos, y el aumento de la visibilidad del conflicto sancarlino, que mediante movilizaciones y otras acciones, alcanzó repercusión a nivel provincial.
También es importante destacar que a las reuniones realizadas en San Carlos, también concurrieron vecinos de Tunuyán, otro departamento del Valle de Uco. Este grupo también realizaba actividades de andinismo y las divulgaba a través de charlas en escuelas. En palabras de uno de sus integrantes, su finalidad era proponer “…otra forma de turismo, de relacionarse con la cordillera...”. En esta necesidad de llevar a cabo acciones sociales, realizaron una limpieza de residuos en el refugio de montaña “Real de la Cruz”, bajando con la ayuda de 11 mulas, 550 Kg. de residuos.
Estos pobladores de Tunuyán fueron invitados por los sancarlinos a participar de sus reuniones, por lo que, posteriormente, puede hablarse de Autoconvocados del Valle de Uco, en referencia a la participación de sancarlinos, tunuyaninos y, posteriormente, pobladores de Tupungato.