Lucrecia Soledad Wagner
Sobre la definición de los NMS, Riechmann y Fernández Buey destacan la diferencia entre Europa y EEUU en cuanto al uso del término. “…El concepto, en un primer momento, fue empleado sobre todo por sociólogos germano-occidentales, pero rápidamente se generalizó entre los investigadores europeo-occidentales. Por el contrario, en EEUU -el otro gran foco de la Sociología de los MS en la actualidad- el concepto ha tropezado con mucha mayor resistencia. Allí, tanto la ausencia de un movimiento obrero importante, como la existencia de tradiciones liberales radicales –desde la revolución que llevó al país a la independencia en el siglo XVIII, pasando por corrientes populistas de izquierda, hasta los movimientos modernos que arrancan con el movimiento por los derechos civiles y las corrientes contraculturales de los `50 y `60–hacen mucho más difícil el contrastar “viejos” con “nuevos” movimientos sociales. Mientras que en Europa Occidental bajo el concepto de NMS se entiende un espectro de MS contemporáneos con perfil diferenciado de “izquierda libertaria” y numerosos rasgos comunes “alternativos”, en EEUU movimiento “nuevo” tiende a significar solamente “contemporáneo”, e incluye por tanto a MS de derecha (“contramovimientos”) como la Moral Majority…” (Riechmann y Fernández Buey, 1994:254).
En cuanto a su surgimiento, “…a mediados de los años sesenta se inicia una amplia fase de protesta en las sociedades industriales avanzadas, cuyas sucesivas oleadas –animadas por un espíritu de crítica civilizatoria, y de rebelión contra los rasgos perversos de la modernización capitalista- se prolongarán en algunos países hasta entrados los años ochenta, creando un clima sociopolítico favorable al desarrollo y la consolidación de los NMS…” (Riechmann y Fernández Buey, 1994:52-53). Estos autores identifican un cambio de coyuntura a comienzos de los años `80, con el predominio de los problemas económicos que llevó a que perdieran fuerza los temas de crítica civilizatoria propios de los NMS. En el Capítulo 5 analizaremos el caso argentino, donde la década de los ´80 se configura en la transición de un gobierno dictatorial a uno democrático.
Entre los aspectos relevantes de esta teoría, María Da Gloria Gohn destaca el énfasis en la cultura, la ideología, las luchas sociales cotidianas y la solidaridad y el proceso de identidad creado. Se trata de la construcción de un modelo teórico basado en la cultura, y en un concepto de ideología que es tomado del marxismo pero que difiere con él en cuanto a su concepción, centrando su atención en los discursos como expresión de prácticas culturales. El nuevo sujeto es un colectivo difuso, que lucha contra las discriminaciones de acceso a los bienes de la modernidad y, al mismo tiempo, critica sus efectos nocivos, fundamentando sus acciones en valores tradicionales, solidarios, comunitarios. La política gana centralidad y es redefinida, pasando a ser una dimensión de la vida social, abarcando todas las prácticas sociales. Se piensa la cuestión del poder en la esfera pública de la sociedad civil –en los términos de Michel Foucault- y no sólo en las esferas del Estado. Los actores sociales son analizados por los teóricos, en sus acciones colectivas y por la identidad colectiva creada en el proceso. Los NMS crecen en función de la defensa de esa identidad (Gohn, 1997).
Sobre la cuestión de la identidad, es importante destacar la hipótesis de Giddens (1991), de que la participación en actividades colectivas se ha tornado un factor decisivo en la constitución de identidades personales y en las biografías personales, en la moderna sociedad industrial. En el mundo del trabajo, se exige cada vez mayor trabajo multidisciplinar y en equipo, cobrando importancia las habilidades comunicativas, oír y dejar hablar al otro. El presupuesto es que la creatividad y las innovaciones sólo pueden surgir en ambientes abiertos, en los que la discusión de las ideas y el debate de opiniones estén presentes.
Por su parte, Riechmann y Fernández Buey (1994), identifican ciertas características de los NMS –dentro de los que consideran “canónicos” al feminismo, al ecologismo y al pacifismo-, que resumiremos a continuación, destacando aquellos que pueden rescatar aspectos importantes de nuestro caso de estudio:
- Orientación emancipatoria, si bien aclaran que el ecologismo y el pacifismo son también movimientos “de supervivencia”. Subrayan, asimismo, que existe en su seno una pluralidad de idearios y concepciones del mundo.
- Típicamente, el objetivo de los integrantes de los NMS no es asumir el poder estatal, sino desarrollar formas de contra-poder “de base” para transformar hondamente la vida social. Se trata de estrategias de autorregulación colectiva que tienden a devolver poder a la sociedad en lugar de concentrarlo en el Estado.
Aquí se abre una discusión muy presente en los MS analizados, sobre la posibilidad o no de realizar un cambio social importante manteniéndose al margen de las estructuras estatales. Reproduciremos aquí una cita de Manuel Sacristán sobre el ecologismo y el poder: “…El movimiento ecologista tiene que plantearse el problema del poder. No para menospreciar el tipo de actividad que le es hoy característica, la actividad socio-cultural básica, pues esta actividad se encuentra en la raíz de todo, incluso de la cuestión del poder, si es que ésta ha de plantearse, como es más natural para el movimiento ecologista, de un modo no autoritario ni paternalista o dirigista. Pero sí sabiendo que desde ese plano social básico que Gramsci llamaba “molecular” se está dirimiendo la cuestión del poder…” (Sacristán, 1987:55).
- Orientación “antimodernista”, ya que no comparten la concepción lineal de la historia, la creencia en el progreso entendido como desarrollo material y moral interminable, ni la fe en la capacidad del ser humano para moldear y recrear indefinidamente las condiciones de su propia existencia por medio de la ciencia y la tecnología, creencias que caracterizan a una parte de la modernidad occidental a partir sobre todo de la Ilustración. Los NMS son catalizadores del quiebre de la confianza en la razón técnico-instrumental, la ciencia y la tecnología se convierten en fuente de riesgo e incertidumbre. Abordaremos la incorporación de la incertidumbre en la resolución de problemas ambientales posteriormente, al mencionar los aportes de Silvio Funtowicz y Jerome Ravetz (1993).
- “…La crítica a la civilización productivista y patriarcal, a la que se percibe preñada de un inmenso potencial de destrucción, sufrimiento e injusticia, es constitutiva de los NMS…” (Riechmann y Fernández Buey, 1994:64). Plantean desafíos: proponen cierta desindustrialización o una industrialización alternativa, procesos de descentralización y “recomunalización” de la vida política, cuestionan el Estado-Nación como marco idóneo para ésta, una des-institucionalización de la vida político social, una desprofesionalización de la actividad política, un modelo alternativo de democracia (la democracia participativa), entre otras.
- Composición social heterogénea. En la cual predominan los profesionales de los servicios sociales y culturales, asalariados pertenecientes a las “nuevas capas medias.”
- Objetivos y estrategias de acción muy diferenciados. Acentúan la necesidad de enfoques globales, en la perspectiva de una crisis de civilización, pero para lograr sus objetivos se concentran en una reivindicación bien delimitada.
Es importante destacar la referencia de los autores, a que esta reivindicación delimitada pasa a ser el fundamento -no siempre justificado- de la crítica de ser “movimientos de un solo asunto”.
- Estructura organizativa descentralizada y antijerárquica, en forma de red, con un nivel bajo de institucionalización y profesionalización, desconfianza tanto hacia la burocracia como hacia los líderes carismáticos.
- Politización de la vida cotidiana y del ámbito privado. Acrecentada reflexividad de los procesos de formación de identidad.
- Métodos de acción colectiva no convencionales: resistencia pasiva, acción directa con fuertes elementos expresivos o de esclarecimiento popular, entre otras. Uso pragmático y flexible de formas de acción no convencionales y convencionales.
En cuanto a la discusión de qué es lo “nuevo” de los NMS, coincidimos con Gohn (1997), en que lo que hay de nuevo es una nueva forma de hacer política y la politización de nuevos temas. Destaca así la preocupación de los NMS en asegurar derechos sociales, el uso de los medios y las actividades de protesta para movilizar la opinión pública a su favor, como forma de presión, y la promoción de cambios en los valores dominantes y la alteración de situaciones de discriminación, principalmente dentro de instituciones de la propia sociedad civil, por medio de acciones directas.
Otro aspecto a destacar –fundamental para nuestro caso de estudio- es que los movimientos actúan como redes de intercambio de información y cooperación en eventos y campañas.
Por su parte, Gohn concluye que “…la teoría de los NMS está incompleta porque los conceptos que la sustentan no están suficientemente explicitados. Lo que tenemos es un diagnóstico de las manifestaciones colectivas contemporáneas que generaron movimientos sociales y la demarcación de sus diferencias en relación al pasado…” (Gohn, 1997:129).
Por su parte, Riechmann y Fernández Buey consideran que los NMS no son más que los movimientos antiguos en situaciones nuevas, afirmando que se trata de una cuestión de perspectiva: “…Con ello relativizamos la cuestión de la novedad/vejez de los movimientos sociales: en cierto sentido se trata de una cuestión de perspectiva, de dónde fijemos nuestra atención, de si nos interesa más destacar las continuidades o las rupturas en nuestra narración del decurso social. Pues en la historia de cualquier colectividad humana se dan siempre las dos cosas, continuidades y rupturas, y podemos hacer hincapié en una cosa o la otra al narrar esa historia…” (Riechmann y Fernández Buey, 1994:69). Sí afirman estos autores que los NMS son nuevos en un sentido sustancial, y que para verlo hay que interrogarse sobre la posible novedad de los valores, formas de organización, movilización y acción, objetivos sociopolíticos y contenidos culturales de los NMS.
En este sentido, de los problemas asociados con la esfera de producción y distribución, se focaliza hacia los problemas asociados con la reproducción social. Los NMS articulan estrategias de liberación en la vida cotidiana y revolución de las formas de vida. Otro nivel nuevo de acción mencionado por Riechmann y Fernández Buey es el de los grandes problemas globales “de especie”, que provoca la formación de una incipiente conciencia de especie, procesos cognitivos que son presupuestos para la aparición de NMS. Por ello destacan que los NMS han de interpretarse como expresión de una crisis de civilización, y respuesta a ella. Se suma también la limitación de los Estados para dar cuenta de la solución de este tipo de problemas sociales. Concluyen así, que la conciencia de los límites civilizatorios constituye el denominador cultural común de los NMS y su novedad sustancial. En el caso de los movimientos ecologistas, recordemos aquí el informe Meadows “Los límites al crecimiento”, en la década de los años `70.
Por su parte, también puede afirmarse que la distinción entre los movimientos nuevos y antiguos es un tipo ideal, ya que todos los movimientos sociales que tienen visión de cambio social combinan algunos elementos de los valores “nuevos” y “antiguos”. Además, un movimiento puede cambiar sus valores con el transcurrir del tiempo acercándose al tipo ideal opuesto. Por último, el término “nuevo”, es relativo, los valores de los movimientos no son absolutamente novedosos, y algunos de los movimientos tienen precursores. Lo que es nuevo es que los valores que eran relativamente débiles o estaban ausentes en el pasado, están ahora incorporados en movimientos que también eran débiles o inexistentes (Maiwaring y Viola, 1985).
Los NMS proponen iniciativas que apuntan hacia un modelo de sociedad cualitativamente diferente. Son al mismo tiempo particulares y cargados de generalidad. Otra característica que Riechmann y Fernández Buey destacan, es la movilización caracterizada por la referencia inmediata a las necesidades e intereses de los afectados, los procedimientos informales, la descentralización y la democracia radical aplicada a las formas organizativas. En cuanto a las formas de acción, los autores retoman la sistematización de Dieter Rucht: actúan con mayor autonomía –en particular rechazan el modelo leninista de una “vanguardia revolucionaria”-; enfatizan la importancia de la política local; otras formas de participación, como la administrativa y la judicial, parecen haber aumentado; las acciones violentas han perdido importancia; y el repertorio de formas de acción se ha ampliado (Rucht, en Dalton y Küchler, 1990:158-160). “…En resumen, no son nuevos los valores que orientan a los NMS, aunque si la forma peculiar de su articulación; no son nuevas en sentido sustancial sus formas de organización, aunque si tienen valor de novedad en el contexto en que surgen; y sí son nuevos los contenidos culturales, el tipo de movilización, las formas de acción y los objetivos sociopolíticos de los NMS…” (Riechmann y Fernández Buey, 1994:80).
Al final de los años `70 y durante los `80 surge una nueva fuente de estudios sobre MS: la de los países del “tercer mundo”, presentando nuevos actores, nuevas problemáticas y nuevos escenarios sociopolíticos. Mujeres, niños, indígenas, negros y pobres en general se articularon con clérigos, intelectuales y políticos de izquierda para generar acciones colectivas que fueron interpretadas como “fuerza de la periferia”, realizando una “revolución en lo cotidiano”. A pesar de algunos esfuerzos en cuanto al tratamiento de lo conceptual –como el de Daniel Camacho, de Costa Rica- la mayoría de los estudios han sido histórico-descriptivos (Gohn, 1997).
Para abordar los MS desde el contexto latinoamericano, tomaremos el criterio escogido por Maria Da Glória Gohn, ya que compartimos con ella la idea de diferenciar corrientes teórico-metodológicas compuestas por teorías formuladas a partir de realidades específicas. “…América del Norte, Europa y América Latina poseen contextos históricos específicos, y luchas y movimientos sociales correspondientes a ellos…” (Gohn, 1997:13).
A fin de resumir las especificidades que otorgan estos diferentes contextos a los movimientos propios de cada uno, el siguiente cuadro fue construido a partir de las caracterizaciones que Gohn realiza de las diferentes corrientes:
A partir de esta caracterización, Gohn destaca la necesidad y el incipiente debate sobre un paradigma latinoamericano: “…Lo que existe es un paradigma bien diferenciado de luchas y movimientos sociales, en la realidad concreta, comparando con los movimientos europeos, norteamericanos, canadienses, etc., y no un paradigma teórico propiamente dicho…” (Gohn, 1997:211). Resulta pertinente a nuestro tema considerar las diferencias históricas que Gohn destaca entre América Latina, y Europa y Norteamérica: el pasado colonial-imperial, la subsecuente “república de los coroneles” y después los líderes populistas. Llegamos a los `60 con alianzas con el capital internacional, que llevaron a cambios en el plano económico y a regímenes militares autoritarios. Es al final de los años `70 y en los años `80, con la fase de redemocratización, que los movimientos sociales crecen en número y ganan visibilidad.
En cuanto a los movimientos propiamente dichos, alrededor de los años ’70, como también previamente, gran parte de las luchas sociales se desarrollaron alrededor de los sindicatos. Gohn relaciona el escenario de represión de luchas sociales –un momento histórico de crecimiento económico, control social por los regímenes militares, apriete salarial de los trabajadores, supresión de libertades individuales, crecimiento de las demandas de consumo de las clases medias, expansión de la enseñanza superior y tecnocracia estatal-, con el surgimiento de movimientos de resistencia a la dilapidación de la fuerza de trabajo y después de clamores por la redemocratización del país. En esta misma época, los ecos de movimientos sociales ocurridos en los años `60 en Europa y Estados Unidos se hacían presentes en América Latina, pero en este continente fueron los movimientos populares los que ganaron centralidad.
Los repertorios utilizados fueron cuestiones étnicas, supresión de servicios de primera necesidad –como el alimento-, demandas por tierra y vivienda, por educación, y demandas consideradas “modernas”, como las de género. Se destaca la lucha de las mujeres en todos los frentes (Gohn, 1997). También debe destacarse en los `80 la revisión que tuvo el paradigma norteamericano y su debate con el paradigma europeo de los NMS.
Paralelamente, se amplió una vía nueva en las ciencias sociales: la de los MS. Las reflexiones teóricas europeas fueron más aceptadas por ser más críticas y articuladas a presupuestos de la nueva izquierda, y se ignoró una extensa producción norteamericana por ser considerada funcionalista. La influencia europea inicial fue el paradigma marxista, especialmente en los ´70, con lecturas gramscianas. En los `80, el abordaje marxista fue sustituido por el de los NMS (Gohn, 1997).
Algunos autores, como por ejemplo Adrián Scribano, consideran que en la década de los ’80 se produjeron una serie de cambios que generaron un nuevo andamiaje entre el sistema social y el sistema político, como la generación de procesos democráticos que repercutieron en la sociedad civil (Scribano, 2005). Según este autor, la aplicación del modelo capitalista neoliberal ha generado conflictos y ha destruido colectivos, pero a su vez se han reforzado las identidades colectivas e individuales que intentaron reprimirse. Asimismo, se han producido problemas que el modelo capitalista no ha podido absorber –como la crisis del petróleo-, lo que llevó a una reconfiguración del sistema capitalista a gran escala. Hay conflictos: diferentes actores rivalizando por un bien. Las demandas son económicas y sociales –particularidades-, cada uno debe demandar por sus necesidades ante la retirada del Estado. Según Scribano, esta situación repercutió en el estudio de la AC. La lógica de la AC trajo a la luz problemas que el capitalismo silenciaba, es decir, aparecieron otros centros de conflicto que impugnan la lógica del sistema.
Hasta los ’80, los análisis fueron de carácter histórico-estructural, desde los ’80 son más empíricos, hay mucha demanda de subjetividad. Se vislumbra un cambio de paradigma: en el viejo paradigma, los actores eran grupos socioeconómicos actuando como tales (en defensa de intereses del grupo) e involucrados en conflictos de distribución (Capital-Trabajo). En el nuevo paradigma, en cambio, los actores son grupos socioeconómicos que no actúan como tales, sino en nombre de colectividades atribuidas. Si volvemos a los primeros abordajes de la AC, podemos observar que, de considerar los movimientos sociales como locura, creencia o incentivo, se pasó a la motivación. La lógica del comportamiento estructural explicaba el por qué y la de motivación el cómo, es decir, ya no interesa sólo el por qué se moviliza un grupo de personas, sino cómo lo hace, se considera también la dinámica de la movilización (Scribano, 2005). En cuanto a América Latina, resumimos el proceso, resaltando el contexto y los movimientos, de los años `60 al 2000, en el siguiente cuadro:
Posteriormente, la década de los `90 se caracteriza por la pérdida de importancia de las fronteras nacionales, la producción fragmentada, las ventajas fiscales y económicas más propicias a la acumulación, el crecimiento de la economía informal, y nuevas políticas de contenido neoliberal.
Es importante destacar, para nuestro tema, principalmente dos de las especificidades previamente mencionadas: el pasado colonial –y agregaremos también post-colonial- basado en la explotación intensiva de los recursos naturales, y un modelo económico –en el caso de Argentina gestado a partir del gobierno de facto de 1976- de apertura neoliberal, que es visto por los movimientos socioambientales como una “segunda conquista”.
La revitalización de las políticas neoliberales, el proceso de desmonte de las estructuras estatales, la revolución tecnológica en curso, entre otras, han generado un nuevo paradigma que se basa en la sociedad civil en general y menos en la autonomía de los grupos. Se habla de un “sector terciario”, que concentra las actividades de los movimientos y de las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs). Otra característica es la vuelta de las masas al escenario político internacional, como forma de presión o de manifestación de su voluntad, concentradas en las capitales, lo que provocó que las estructuras institucionales reformularan la arquitectura de los símbolos y espacios de poder para tener seguridad en el caso de eventuales disturbios (Gohn, 1997). La Casa Rosada, en Argentina, es un excelente ejemplo de ello, rodeada de rejas y generalmente con importante presencia de fuerzas de seguridad custodiando la sede de gobierno y la Plaza de Mayo, espacio de alto contenido simbólico en las luchas argentinas.
Gohn concluye que, en los años `90, el universo de movimientos sociales se amplía y se restringe al mismo tiempo. La militancia pasó a ser más selectiva y cualitativa. “…Usualmente, en los años `90 se participa de causas colectivas cuando estas causas tienen que ver con el mundo vivido por las personas, y no porque estén motivadas por ideologías que fundamenten estas causas (…) Estos nuevos militantes quieren manifestar más sus sentimientos que vivir según las directrices pregonadas por alguna teoría, partido o institución de planeamiento...” (Gohn, 1997:340-341). En nuestro caso, por la heterogeneidad que posee el movimiento socioambiental, asistimos a una diversidad de militantes, algunos con las características de los militantes de los `70, y otros con estas nuevas características.
Entre las características que María Da Gloria Gohn aduce a los MS de América Latina, podemos destacar: su diversidad; la hegemonía de movimientos populares, que luchan por necesidades sociales básicas para la supervivencia, es decir, derechos sociales básicos y elementales; y la importancia de la religión en la vida del hombre latinoamericano. Los MS más conocidos contaron con el apoyo de la Iglesia Católica en su ala progresista: la “Teología de la Liberación”, pastorales y comunidades eclesiales de base. “…La iglesia católica siempre tuvo una presencia marcante en América Latina, en la correlación de las fuerzas sociopolíticas existentes...” (Gohn, 1997: 230).
También la cuestión indígena ha sido fuente de conflictos y MS –concentra demandas culturales, histórico-sociales, económicas y también políticas-, y si bien en el caso analizado –en la provincia de Mendoza- no ha sido un sujeto participante del conflicto, sí la población originaria de la provincia ha sufrido la desigual distribución de agua y otros bienes naturales, y ha quedado relegada históricamente de las políticas públicas. Asimismo, a nivel nacional, el “Movimiento Nacional Campesino-Indígena” (MNCI) está participando de la Unión de Asambleas Ciudadanas, que articula a las asambleas socioambientales del país. Este hecho coincide también con otra de las características mencionadas: “…En América Latina, la articulación entre diferentes luchas y movimientos sociales es un hecho reciente...” (Gohn, 1997:237).