Lucrecia Soledad Wagner
Para situarnos en el marco del desarrollo sustentable – o sostenible- (DS), es necesario considerar el surgimiento del concepto (Informe Brundtland, 1987), su concertación en una serie de principios (Declaración de Río sobre Ambiente y Desarrollo, 1992), y las distintas interpretaciones que conviven en el debate internacional contemporáneo. En ese sentido, cabe decir que son múltiples las interpretaciones que se han hecho del concepto sustentabilidad. Dentro de las que fueron mencionadas previamente, algunos autores tienen una concepción “débil” del término, relacionada fundamentalmente con los preceptos teóricos de la Economía Neoclásica y su heredera la Economía Ambiental. Otros autores, no obstante, plantean una interpretación “fuerte” del concepto, que tiene sus raíces en una concepción crítica que deviene de la Economía Ecológica; que plantea una mirada ecológica de la economía, más relacionada con la Ecología Humana.
Antes de profundizar en las diversas interpretaciones del DS, realizaremos una diferenciación entre los términos “crecimiento” y “desarrollo”, ya destacada por numerosos autores, y a la que adherimos.
Desde la Economía Ecológica se tiene en cuenta la distinción entre “crecimiento” y “desarrollo”, porque se insiste en que la problemática ecológica no es sólo una cuestión de técnicas o modelos de consumo, sino de escala de actividad: en un mundo finito es imposible que la población y actividad humana crezcan de forma indefinida. Además, porque se considera que las relaciones efectivas entre crecimiento económico y naturaleza son primordialmente conflictivas (Martínez Alier y Roca Jusmet, 2000).
La distinción –entre crecimiento y desarrollo- está explícita en la primera definición de cada término en el diccionario. To grow (crecer) significa literalmente “aumentar de modo natural en tamaño mediante la adición de material a través de la asimilación o acreción.” To develop (desarrollarse) significa “expandir o realizar potencialidades de; alcanzar gradualmente un estado más pleno, más grande o mejor. El crecimiento es destructivo para el capital natural y más allá de cierto punto costará más de lo que vale. Los límites del desarrollo no son tan claros como los límites del crecimiento, y hay una gran diversidad de opiniones acerca de qué tan lejos podemos llegar para elevar el bienestar humano sin acrecentar el rendimiento de los recursos (Costanza et al, 1999).
En el mismo sentido, si consultamos el diccionario de la Real Academia Española, crecimiento aparece como “acción y efecto de crecer”. Crecer implica adquirir aumento, dicho de un ser orgánico: tomar aumento natural, y dicho de una cosa: recibir aumento por añadírsele nueva materia. Por su parte, desarrollo aparece como “acción y efecto de desarrollar o desarrollarse.” Desde la economía, se destaca: “Evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida.” Entre las definiciones de desarrollar, podemos destacar: acrecentar, dar incremento a algo de orden físico, intelectual o moral; explicar una teoría y llevarla hasta sus últimas consecuencias; exponer o discutir con orden y amplitud cuestiones, temas, lecciones, etc.; dicho de una comunidad humana: progresar, crecer económica, social, cultural o políticamente.
Vemos que también desde la lengua española la noción de desarrollo excede la de crecimiento, e incorpora aspectos intelectuales, morales, sociales, culturales y políticos, es decir, se amplía el concepto.
En cuanto al Desarrollo Sustentable, la definición más conocida es la que hizo famosa el Informe Brundtland en 1987: “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.”
Como ya fue explicado, la racionalidad económica desterró a la naturaleza de la esfera de la producción, generando procesos de destrucción ecológica y degradación ambiental que fueron apareciendo como externalidades del sistema económico. “…La noción de sustentabilidad emerge así del reconocimiento de la función que cumple la naturaleza como soporte, condición y potencial del proceso de producción…” (Leff, 2004:99). Este autor define así a la sustentabilidad ecológica como un criterio normativo para la reconstrucción del orden económico, como una condición para la supervivencia humana y para un desarrollo durable, que problematiza las formas de conocimiento, los valores sociales y las bases mismas de la producción, abriendo una nueva visión del proceso civilizatorio de la humanidad.
Por su parte, Arturo Escobar (1995) realiza un análisis de este concepto, entendiéndolo como resultado de un proceso de problematización de la relación entre naturaleza y sociedad, que da lugar a diferentes discursos. Por un lado, el Informe Brundtland representaría el discurso liberal del desarrollo sostenible -en un sentido fundamentalmente antropológico y filosófico- ya que este discurso parte del corazón mismo de la modernidad occidental. Escobar cita a Wolfgang Sachs, quien señala que, a diferencia de las propuestas de los años `70 (tales como los Informes del “Club de Roma”), los cuales se centraban en los «límites del crecimiento», el discurso liberal de los `80 se centra en el «crecimiento de los límites». Sin duda, la perspectiva de sustentabilidad de algunas empresas mineras y gobiernos podría incluirse en este discurso.
La sustentabilidad es sobre todo una cuestión de grado y de perspectiva temporal. Por lo que se refiere a los recursos no renovables, es imposible definir un nivel de uso sostenible de forma indefinida, lo que obliga a un criterio de sustentabilidad mucho menos preciso. No utilizarlos no sólo es inviable actualmente sino que tampoco se derivaría del principio de equidad intergeneracional: no se usa hoy ni podrá usarse en el futuro. Debería minimizarse el ritmo de extracción de los minerales a partir de moderar el consumo, y reutilizar y/o reciclar, entre otras vías. Respecto al reciclaje, debe tenerse en cuenta que éste implica también un coste energético. Asimismo, el reciclaje total alarga la vida del recurso, pero no evita un insostenible crecimiento exponencial de la extracción del recurso (Martínez Alier y Roca Jusmet, 2000). Estos autores también consideran que la sustentabilidad requiere respetar la capacidad de absorción de residuos –entre los que diferencian los asimilables y los acumulables- y cuidar los servicios que directamente proporciona la naturaleza.
Es importante destacar aquí que los movimientos socioambientales que rechazan la minería, en general no se oponen a todo tipo de extracción minera en sentido estricto, sino a la que denominan “megaminería contaminante”. Son otros sus cuestionamientos, que invitan a pensar en: ¿Qué país queremos? ¿Qué minerales se necesitan? ¿En qué cantidad? ¿De donde y cómo se extraen? (Rodríguez Pardo, 2009).
En este sentido, el economista Manfred Max-Neff y el sociólogo Antonio Elizalde, sistematizaron el enfoque del “Desarrollo a escala humana”. Su primer postulado es que el desarrollo se refiere a las personas y no a los sujetos. Asimismo, resaltan el error en el que incurre la economía convencional, al considerar las necesidades humanas como crecientes e ilimitadas. Las necesidades, para estos autores, son nueve: subsistencia, protección, afecto, ocio, creación, libertad, entendimiento, identidad y participación. Una décima, aún no totalmente consensuada, podría ser la trascendencia. Lo que varía, con el transcurrir del tiempo y de una cultura a otra, son los satisfactores de esas necesidades.
Los satisfactores son todo objeto, servicio, actividad, relación, institución o costumbre creada por el hombre para la satisfacción de estas nueve necesidades. “…El gran error de la economía convencional puede ser expresado también como la confusión de las necesidades humanas con sus satisfactores…” (Capalbo, 2008:39). Por otra parte, los aspectos materiales de la existencia humana forman solo una parte, no central ni mayoritaria, en un sistema de necesidades que incluye aspectos intangibles, de tipo cultural, intelectual, afectivo o espiritual.
Existen a su vez satisfactores sinérgicos, que surgen de la participación y voluntad de aquella comunidad que busca la satisfacción de sus necesidades. Este concepto de desarrollo lleva a una redefinición del rol del Estado: de ser quien impone satisfactores exógenos a las personas, pasa a ser un facilitador de los procesos de generación de satisfactores sinérgicos surgidos de las bases (Capalbo, 2008). Es decir, no se centra en el crecimiento económico ni lo prioriza.