Tesis doctorales de Ciencias Sociales

LAS DOCTRINAS POLÍTICAS DEL PARTIDO ACCIÓN NACIONAL: DEL FALANGISMO A LA DEMOCRACIA CRISTIANA

Héctor Gómez Peralta
 




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3.4 El Solidarismo de Efraín González Morfín

Voy a exponer la verdad acerca de la economía con los aspectos que el Papa señala como características del liberalismo y de lo que él llama cierto capitalismo, y que se oponen inevitablemente a una recta concepción y práctica del desarrollo económico y social.

Efraín González Morfín

Efraín González Morfín fue hijo de Efraín González Luna y nació en Guadalajara el 5 de junio de 1929. Estudió en Estados Unidos humanidades grecolatinas y españolas. Continuó sus estudios en la Universidad en Innsbruck de Austria, y en la Universidad de la Soborna de París profundizó en filosofía, ciencias políticas, sociología, economía y lingüística. En 1959 regreso a México, militó activamente en el PAN y fue catedrático de la Universidad Iberoamericana. Dominaba los idiomas alemán, francés, griego, inglés, italiano, hebreo, latín y ruso . Con la muerte de su padre en 1964, el inesperado fallecimiento de Christlieb en 1969, y la deteriorada salud de Gómez Morin -murió en 1972-, desde 1968 González Morfín se erigió como el líder de una corriente dentro del partido conocida como los efrainistas, donde resaltaban Manuel González Hinojosa, Raúl González Schmal (no confundir con su hermano Jesús González Schmal), Francisco Pedraza, Julio Sentíes y Xavier Boelsterly .

Si bien González Morfín seguía con la línea abstencionista de su padre, considerar su doctrina como una continuación de la vieja postura panista sería simplificar su obra e ideología pues aceptaba plenamente el cuerpo doctrinario de 1965, e incluso él mismo formó parte de la comisión redactora. Su ideario implicaba una serie de innovaciones sobre la visión que el panismo tenía sobre el sistema de partidos, la lucha política y lo que el mismo PAN era dentro del régimen priísta.

La principal aportación de González Morfín a la doctrina panista fue el desarrollo del Solidarismo. Admitió abiertamente que el concepto fue tomado directamente de la Doctrina Social de la Iglesia, principalmente de lo señalado en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes (1965) del Concilio Vaticano II y las Encíclicas de SS. Pablo VI, destacando Populorum Progressio –sobre el desarrollo de los pueblos en vías de desarrollo- (1967) .

La Solidaridad, como concepto católico, se hizo famoso en tiempos recientes porque fue el nombre del sindicato católico de Polonia que lideró la lucha por la caída del régimen autoritario y comunista en ese país, pero su origen se remonta a las enseñanzas de los primeros Padres de la Iglesia y se refiere a la homogeneidad e igualdad radicales de todos los hombres y de todos los pueblos, en todos los tiempos y espacios; hombres y pueblos, que construyen una unidad total . El concepto implica la obligación moral de todos y cada uno de los seres humanos a la práctica de la cohesión social y sana convivencia. Lo anterior se logra, según el concepto, por servicio mutuo de cada hombre y cada grupo de hombres.

El concepto también implica que el desorden social, la miseria, la marginación y la exclusión social, no son producto de la jerarquización social o de las diferencias económicas, sino por la falta de valores solidarios entre los diferentes grupos sociales. El egoísmo, el humanismo ateo y el agnosticismo generan, según este enfoque, individuos siempre insatisfechos y ávidos de más recursos, abusan de la Creación de Dios (la naturaleza y el medio ambiente), y olvidan las necesidades del resto de la comunidad .

En esa línea de ideas, durante la campaña presidencial de 1970, donde González Morfín fue candidato presidencial del PAN, se planteó como plataforma de gobierno una serie de reformas sociales que pueden ser vinculadas con la vertiente dentro de la Iglesia conocida como “la opción por los pobres”. Lo anterior fue resultado de la situación que en esos años tuvo la Compañía de Jesús (los jesuitas), y su relación con la Teología de la Liberación latinoamericana.

Influenciado por el pensamiento del sacerdote alemán Roger Veckemans SJ , González Morfín planteaba un “cambio democrático de estructuras”, como lo era la creación de mecanismos jurídicos que fomentaran que los obreros y campesinos “accedan a la propiedad de los bienes de producción” . También divulgaba la idea de que era necesario fomentar entre “la burguesía” la idea de procurar invertir lo más posible su capital con el objetivo de crear la mayor cantidad posible de plazas de trabajo. González Morfín, interpretando de manera radical el mensaje de Popolorum Progressio, mantenía una actitud hostil frente al “capitalismo extranjero”, pues consideraba que las inversiones foráneas, en lugar de fomentar el desarrollo, inhibían el desarrollo regional .

Recordemos que la antigua doctrina panista, al ser opuesta a la lucha de clases, consideraba que las organizaciones de trabajadores debían de estar en coordinación y colaboración con las asociaciones patronales, negando cualquier antagonismo social. Pero González Morfín, como lo marcó en la plataforma panista de 1969, cuya comisión redactora presidió, consideraba que los sindicatos y demás organizaciones gremiales de las clases subalternas deberían de ser autónomos, para lograr con ello velar mejor por los intereses de los trabajadores frente a los abusos de los patrones .

La forma en que González Morfín exponía al concepto de Solidaridad, si bien atraía para su persona la admiración y lealtad de varios panistas, también despertaba en otros miembros de Acción Nacional desconfianza e incluso le granjeó fuertes enemistades que terminaron por dividir al partido en dos grandes corrientes. Los integrantes más destacados del grupo opuesto a los efrainistas eran José Ángel Conchello, Jesús González Schmal y Pablo Emilio Madero. Todos ellos acusarían al hijo de González Luna de ser marxista.

Desde luego que Efraín González Morfín no era marxista como lo acusaba la nueva generación de panistas seculares liderada por Conchello. En realidad era una incomprensión sobre los principios doctrinales social-cristianos, que consideran que la mejor forma de combatir el comunismo es con justicia social para paliar los efectos negativos del liberalismo económico.

La opción por los pobres es el equivalente o la contraparte social y eclesiológica del anonadamiento de Jesucristo en la Encarnación. La opción por los pobres -preferente y no exclusiva ni excluyente- es atacada como enemigo capital por todos los que quieren disociar sus elementos constitutivos: o que no se opte preferentemente y en serio por los pobres o que se opte de manera exclusiva y excluyente .

Como señalamos en el capítulo anterior, González Luna y la doctrina panista tradicional concebía a Acción Nacional como el “salvador de México”, considerando que todo lo que viniera de las fuerzas políticas opuestas, como lo era el PRI, debía de ser rechazado sin importar que para ello tuvieran que hacerse alianzas con organizaciones anti-sistema como lo era la radical UNS. Frente a eso, González Morfín hizo una peculiar interpretación del Solidarismo enfocado no sólo a la “cuestión social” y lo referente a las relaciones entre el capital y el trabajo, sino que también abarcaba el tema partidista y electoral. El Solidarismo fue articulado como una doctrina partidista propia de una oposición institucional y leal al régimen constitucional.

El Solidarismo, como todo lo perteneciente a la Doctrina Social de la Iglesia, se opone tanto a la competencia egoísta e individual como a la lucha de clases, pero según la interpretación de González Morfín, lo anterior no significa que se tenga una visión romántica e idealista de la sociedad donde el conflicto está ausente, como lo era la visión de González Luna donde la comunidad orgánica funciona sin contradicciones en cada uno de sus niveles. Por el contrario, se acepta el conflicto, entendido como la lucha de intereses y proyectos políticos, económicos y culturales.

Aceptamos la realidad de las divisiones y de los conflictos sociales, no nos espanta reconocer que existen; incluso, por el hecho de ser partido político nos ubicamos en un contexto de antagonismos: para eso existimos. No somos la totalidad del pueblo. Si lo fuéramos y, al mismo tiempo, nos llamáramos partido, seríamos una nueva mentira de partido único, de parte y todo .

Pero la diferencia radical de ese planteamiento frente a la lucha de clases, y que al mismo tiempo sirve para insertar ideológicamente al partido dentro de la democracia electoral, es que el Solidarismo en González Morfín es el reconocimiento de que el oponente político es una Persona, hecha a imagen y semejanza del Creador, por lo tanto no se busca ni su aniquilación ontológica, ni su exclusión de la esfera del gobierno .

El Solidarismo implica un explícito y tajante rechazo a la lucha violenta. Pero al aceptar el antagonismo en todas y cada unas de las esferas de la vida social, lo que se plantea no es la resignación de las clases subalternas ante su precaria situación, sino que los conflictos sean dirimidos únicamente por la vía del Derecho. González Morfín no rechazó los conflictos sociales per se, sino que se planteaba que Acción Nacional se integrase a ellos con valores que permitieran que la pelea no provocara la extinción de una de las partes en conflicto.

Es precisamente esa diferencia fundamental, alcanzada por González Morfín con sus valores cristianos, que hacen del Solidarismo una doctrina que planteó hacer de Acción Nacional una oposición responsable con las reglas e instituciones de la lucha política multipartidista.

En ese sentido, González Morfín planteaba anteponer el valor cristiano de Solidaridad frente al odio y el resentimiento de los regímenes autoritarios, tanto de derecha como de izquierda, los cuales trataban de fomentar que un sector de la sociedad excluyera a sus oponentes. Así el Solidarismo se convirtió en un programa ético y jurídico para que los protagonistas de la lucha electoral (los partidos políticos), acepten la derrota sin salir del marco institucional, así como en la victoria rechazar la posibilidad de desaparecer al vencido, o perseguir a los que discrepen de su doctrina.

Pero además de la orientación partidista del Solidarismo, esta doctrina implica una concepción del Estado donde éste se incline hacia la justicia social. Nada es más opuesto al Solidarismo que el privilegiar a un sector de la sociedad en detrimento del resto. Por eso González Morfín criticaba tanto al Estado pro-capitalista de México, como al Estado soviético; uno por dirigirse a los empresarios y otro al proletariado (a la burocracia en mi opinión).

Por eso Efraín González Morfín plateaba que Acción Nacional debería de luchar por la distribución de la riqueza, pero no con acciones radicales o movimientos revolucionarios sino que, en congruencia con su idea de que el PAN fuera un partido moderado e institucional, la justicia social se lograría mediante la práctica legislativa cotidiana y a muy largo plazo; no planteando que el partido se erigiera como el “salvador de de México”, sino que la tarea de solucionar los problemas del país sería en colaboración con el resto de las fuerzas políticas. Lo que implicaba alianzas con grupos distantes a su doctrina:

Una vez más conviene repetir que Acción Nacional no tiene por qué sudar las calenturas que los demás se nieguen a sudar. No es el único instrumento encargado de defender los bastiones, los valores que los más interesados se nieguen a defender. No somos más que un partido político, con los límites de un partido político, derivados de la propia naturaleza de partido y de la legislación correspondiente .

Precisamente el concepto de Solidaridad implica que la solución de los problemas se distribuya entre todos los integrantes del cuerpo social y político, combatiendo la indiferencia hacia la desgracia ajena.

A diferencia de los viejos abstencionistas de Acción Nacional, González Morfín consideraba a la democracia liberal como el único camino legítimo para lograr su deseado “cambio de estructuras”, pero al no ser México una “verdadera democracia”, no le entusiasmaba participar en “un régimen que sólo le reconoce al PAN sus logros electorales en dosis homeopáticas”. Por lo tanto, aún y cuando González Morfín era un demócrata convencido, consideraba que la política no era simplemente un instrumento para hacerse del poder, sino una herramienta para redimir a la sociedad. Antes de que el partido se adentrara a la aventura electoral, era necesario transformar las estructuras de México para hacer del sufragio un instrumento ciudadano efectivo, y no simple simulación . Esa es la explicación de la aparente contradicción de alguien que formó parte de un cuerpo de doctrina que le daba una proyección democrática al PAN, y luego criticó al grupo de Conchello por querer hacer de Acción Nacional un partido “electorero”:

El PAN, partido democrático en ambiente antidemocrático, no debe negarse a admitir la oprobiosa posibilidad, en trance de realización, de que en el desgaste (…) no se deja al pueblo sin opción de poder cuando el partido se abstiene de participar (en elecciones), si la participación no es medio adecuado para llegar al poder. Si no se trata de opción de poder para el pueblo en ejercicio del gobierno, no es indispensable la participación electoral .

Como podemos observar, el abstencionismo de González Morfín no es el mismo de la vieja doctrina panista que no buscaba el poder para seguir manteniendo su doctrina inmaculada y libre de compromisos. Así como tampoco es la antigua intransigencia católica que se negaba a aceptar a la democracia liberal como el régimen óptimo (o menos malo). Si rechazó la vía electoral, fue precisamente porque se pensaba que los comicios en México estaban arreglados y sólo tenían como objetivo legitimar un régimen autoritario.

En esta parte González Morfin comete el mismo error que González Luna: considerar que el motivo por el que se encontraban marginador del poder se debía principalmente, o incluso únicamente, a los fraudes electorales, soslayando la incapacidad de su doctrina para hacerse del apoyo de las mayorías, que eran los sectores obrero y campesino.

La derrota del Solidarismo:

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y hasta la década de los 70, los gobiernos priístas aplicaron con cierto éxito un modelo centralista conocido como el “desarrollo estabilizador”. Esa política económica consistía en :

a) Una agricultura de rentables zonas comerciales capaz de proveer los bienes requeridos por la industria: divisas, materias primas, alimentos y mano de obra;

b) Una industrialización fincada en la mano de obra barata, con salarios inferiores al aumento de la productividad, sindicatos eficaces en el control de sus agremiados, estabilidad de precios y proteccionismo comercial, generador de altas ganancias;

c) Un mercado de élite con fuerte consumo que tuvo efectos reales en la diversificación de la oferta industrial y la ampliación general del mercado;

d) Los bienes de producción necesarios para alimentar ese circuito de producción y consumo (con una industria volcada hacia el consumo interno y no hacia la exportación), vinieron primero de las divisas generadas por las exportaciones agrícolas y el turismo, luego por la deuda externa;

e) El aval político y regulador económico del modelo fue el Estado. Administró el descontento y la desigualdad, garantizó ganancias y mano de obra pacífica, infraestructura pública y servicios, educación gratuita, subsidios al consumo y la producción. Además del mayor insumo de todos: estabilidad política.

Los logros de ese modelo fueron varios. La economía mexicana creció un 6% anual promedio, se construyó una sociedad urbana y se modernizaron todos los órdenes de su infraestructura. Pero también tenía desventajas: descapitalización del campo, concentración de la riqueza, segregación social, deformación del crecimiento industrial (protegido, desintegrado y dependiente), crecimiento de la deuda externa, expansión acelerada del sistema financiero con tratos fiscales preferenciales a cambio de facilidades para financiar el gasto público. Por último, lo central: la política económica estaba subordinada a la bonanza del capital privado.

Desde finales de los años 60 se dieron muestras del deterioro político que ocasionó ese modelo de desarrollo estatista, pues con el crecimiento económico no se había dado el desarrollo pleno, se mantenían los rezagos sociales ancestrales (como la situación de los indígenas y el campesinado en general) y se habían agregado otros más, producto de la industrialización y la urbanización inducida durante las décadas de altas tasas de crecimiento. En esa etapa la crisis fue más de naturaleza política que económica aunque hubiera comenzado en este último terreno.

Señalo que se originó en ese terreno, porque lo que estaba ocurriendo fue que comenzaba un proceso de globalización creciente de la economía mundial, que impactó con fuerza a los estados que aplicaban políticas estatistas . En un periodo muy corto de tiempo, menos de seis años contados a partir de 1968, en México desapareció el optimismo económico y la seguridad de haber logrado la estabilidad política. El movimiento estudiantil del 68 fue la muestra más evidente de ello. La represión del 2 de octubre a esa expresión de protesta, aunque logró desarticular rápidamente a los descontentos, creó las condiciones para el surgimiento de una cultura política radical socialista que optó, por un lado por la vía armada, y por otro hacia el sindicalismo universitario.

Ante ese escenario, el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), fue el intento por dejar atrás el “desarrollo estabilizador” para entrar al “desarrollo compartido”. La idea de “compartir” sugería que se habían alcanzado los límites de la herencia recibida de las décadas previas: desigualdad y concentración económica, estrechez y contención política; demasiadas alianzas con el capital, demasiadas restricciones de acción hacia el resto de la sociedad.

Pero el intento de Echeverría fue fallido porque no se atrevió a reformar el sistema financiero, desmantelar el sistema de privilegios y la protección desmedida hacia el capital privado. En su lugar se dieron una serie de acciones que desencadenaron una beligerancia empresarial a lo largo de los esos años, pues consideraban que las acciones del gobierno significaban un viraje del Estado hacia posiciones “socialistas”: los subsidios desmedidos hacia el consumo y los servicios de las clases populares, la simpatía y el apoyo del gobierno de Echeverría al gobierno del socialista chileno Salvador Allende y a la Cuba comunista de Fidel Castro, la muerte del industrial regiomontano Eugenio Garza Sada, la Ley de Asentamientos Humanos y la expropiación de las tierras del Valle del Yaqui ; además de un abierto discurso anti-empresarial del presidente, el cual acusaba los grandes hombres de negocios, principalmente de Monterrey, de ser “una minoría plutocrática y profascista que quiere alterar el ritmo creciente de la Revolución Mexicana” .

El fin de la alianza histórica entre el Estado y los empresarios -los consentidos del régimen acostumbrados a la negociación favorable y ventajosa-, se oficializó con la convocatoria de empresarios a la movilización de amplios sectores de la sociedad contra el gobierno llevó en 1975 a la formación del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), como una instancia aglutinadora de las organizaciones de la cúpula del empresariado mexicano en respuesta a las reformas impulsadas por el gobierno de Echeverría. El CCE no sólo señalaría los errores en las políticas públicas, sino que también propondrían una alternativa de desarrollo basada en el libre mercado, en oposición a la política económica estatista.

Muchos de esos empresarios ingresaron en los años 70 al PAN buscando vías para combatir a un régimen que descalificaban de “socialista” y “populista”. Ese nuevo perfil de panistas fueron el principal apoyo de Conchello y Madero, el grupo opuesto a González Morfín y el resto de los defensores de la vieja tradición panista.

Han sido ampliamente documentados los sucesos que terminaron con la salida del partido de los efrainistas y demás miembros del partido que querían que el partido continuara con la línea abstencionista. Ese cisma dentro del PAN es considerado como la refundación del partido, pues a partir de esa fractura la nueva dirigencia enfiló a Acción Nacional de lleno en la vía electoral. De manera sintetizada los sucesos del rompimiento fueron los siguientes:

El 12 de febrero de 1972, José Ángel Conchello asumió la presidencia del partido al vencer a Diego Fernández de Cevallos, defensor de la doctrina tradicional. Conchello, vinculado a los grupos de industriales y banqueros de Monterrey, abrió las puertas del partido a empresarios, que tenían un desprecio manifiesto por la antigua doctrina panista.

El conflicto entre ambos grupos llegó al clímax en abril de 1975, mes y medio después de la elección de González Morfín como sucesor de Conchello, que perdió la elección para reelegirse. Conchello rompió con los usos y costumbres panistas y nombró a Pablo Emilio Madero como candidato a la Presidencia de la República y promovió, por medio de varios comités regionales, que se adelantara la Convención Nacional, aunque no lo consiguió. Cuando la Convención se realizó, Madero no alcanzó el 80 por ciento de los votos que los estatutos de ese entonces exigían para ser declarado candidato presidencial. El otro “pre-candidato” era Salvador Rosas Magallón, fundador y líder del PAN en Baja California, que contaba con todo el respaldo del grupo de González Morfín .

El 13 de diciembre de ese año, González Morfín renunció a la presidencia que le había ganado a Conchello, fue sustituido durante una semana por Raúl González Schmal, y después se eligió a Manuel González Hinojosa. El 25 de enero de 1976 se efectuaron nuevas votaciones. Entre insultos y golpes, ni Madero ni Magallón consiguieron la mayoría necesaria. Después de siete rondas de votación Madero se hizo del 72.9% de los sufragios, mientras que el líder de Baja California contó con un 24.4% .

La dirigencia nacional, controlada por los partidarios de González Morfín, tomó la decisión de no participar en las elecciones presidenciales de ese año. Esa decisión provocó fuertes protestas contra González Morfín, a quien se le acusaba de manipular la asamblea. Después de ese enfrentamiento, el grupo de Conchello intentó hacer una reunión sin la anuencia del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), la dirigencia se enteró y el 11 de febrero Conchello, Pablo Emilio Madero y Bernardo Bátiz fueron exhortados a abandonar al partido, bajo la acusación de “desviación doctrinal”. Se responsabilizó al grupo de Conchello de ejercer una “presidencia paralela” y de mantener un aparato financiero, ideológico, publicitario y de lealtades al margen de la dirigencia institucional .

La gota que derramó el vaso fue el tema sobre el financiamiento del partido. Como el PAN no postuló candidato presidencial, y el Partido Popular Socialista (PPS) apoyaba al candidato del PRI, José López Portillo, hubo un sólo contendiente para ocupar el puesto de titular del Ejecutivo federal, generando una crisis de legitimidad en el proceso de transmisión del poder presidencial. Lo anterior, aunado al hecho de que un sector importante de la izquierda mexicana había optado por la vía guerrillera, la dirigencia priísta optó en 1977 por emitir la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LFOPPE). Esa reforma legislativa fue concebida por los mismos priístas como un proceso de apertura del régimen hacia una mayor pluralidad y competencia.

La LFOPPE fue una reforma profunda que implicó la modificación de 17 artículos constitucionales, con el fin de ampliar las garantías políticas, reconocer la importancia de los partidos para la promoción de la democracia, adoptar un sistema electoral mixto, aumentar en número de curules que integran la Cámara de Diputados y establecer las funciones de la Comisión Federal Electoral. Esa reglamentación reconocía a los partidos políticos como instituciones de carácter público, por lo que serían financiados por el Estado. El debate sobre aceptar o no recursos públicos fue un tema irreconciliable entre los efrainistas y el grupo de Conchello. Los primeros consideraban que el PAN, para seguir siendo una verdadera oposición al PRI, tenía que realizar su lucha por medios propios, mientras que sus oponentes dentro del partido optaban por aceptar los dineros públicos, pues con ello competirían en las elecciones con mejores herramientas. El grupo de González Morfín acusó a la gente de Conchello de “vender” al partido, y el grupo de Conchello acusó al de Efraín de querer mantener aislado al partido con una doctrina anacrónica y obsoleta.

El 28 de febrero de 1978 tomó posesión de la presidencia panista Abel Vicencio Tovar, quien ofreció conciliar a las facciones, pero abrió la militancia del partido hacia los empresarios, apoyó a la LFOPPE, y llamó a la formación de una nueva generación de líderes hombres de negocios. De esa manera, el primero de abril de 1978, el CEN aceptó las renuncias al PAN de Efraín González Morfín, Raúl González Schmal, Francisco Pedraza, Julio Sentíes y Javier Boelsterly. Es relevante mencionar que a los efrainistas les siguiera Mauricio Gómez Morin, hijo del fundador de Acción Nacional, quien también creía que Conchello había corrompido al partido “con los dineros del grupo Monterrey” . Lo anterior demuestra que las doctrinas o las posiciones políticas no necesariamente van ligadas al vínculo familiar.

Fue así como el Solidarismo fue derrotado en el seno de Acción Nacional. Pero la derrota del sector tradicionalista del PAN no significó que el partido perdiera su herencia doctrinal católica ni de que quedara en el olvido el cuerpo doctrinal de 1965. Muchos elementos permanecieron como lo fue la aceptación de la democracia pluralista y su renuncia a los proyectos de transformación radical de la sociedad.

La derrota de la facción efrainista explica en gran medida porque el PAN, a pesar de su fuerte orientación católica, no cuenta en su seno con algún grupo de la “opción por los pobres”, aunque en la década de los 80 fue un movimiento importante dentro de la Iglesia. En su lugar, la doctrina panista desde los años 80 fue dominada por la ideología de las organizaciones empresariales social-cristianas en el aspecto económico, y en el aspecto social siguieron las nuevas directrices de SS Juan Pablo II sobre la sexualidad, la reproducción humana, la eutanasia, la biogenética, y el relativismo ético.

Conclusiones:

Es un error considerar, como lo hace la historia oficial del PAN, al segundo cuerpo doctrinal de Acción Nacional como una simple proyección o actualización del ideario original, pues la doctrina que se analizó en este capítulo representó un cambio radical y profundo en las posiciones que el partido mantuvo en sus inicios.

El camino hacia la oposición leal se llevó a cabo sobre la base de los siguientes indicadores:

a) Se aceptó a la democracia pluralista como única forma legítima de gobierno;

b) Se plantó como objetivo luchar por instaurar un sistema electoral que les permitiera acceder al poder;

c) Se abandonó el proyecto corporativo del Estado y se reivindica el constitucionalismo liberal;

d) Aunque todavía se mantenían algunas posiciones doctrinales intransigentes, se comenzaron a reconocen a las fuerzas políticas ideológicamente distantes como interlocutores válidos para la realización de negociaciones en puntos de acuerdo con el proyecto panista;

e) A pesar de que implicó un cisma en el partido, se planteó dejar atrás la política de auto-aislamiento, además de abrir la membresía de Acción Nacional para la participación de ciudadanos con un perfil diferente al que hasta ese momento había sido el dominante en el partido.

Las continuidades doctrinales también fueron varias:

a) Concepción iusnaturalista y neo-tomista de la sociedad y el ser humano;

b) Visión orgánica y jerárquica de la comunidad política (incluso con González Morfín);

c) Principio de Subsidiariedad como alternativa frente al laissez faire y la economía estatista. El concepto en sí es novedoso, pero se construyó sobre la concepción social-cristiana de González Luna que considera que la soberanía reside en los sectores de la sociedad más próximos a las actividades en cuestión;

d) Anti-comunismo delirante que se refleja en las posiciones del partido en los temas referentes a las relaciones diplomáticas entre México y el mundo socialista;

La nueva dirigencia panista que se posicionó tras la refundación del partido en los años 70, renovó la doctrina panista, pero sin perder su orientación católica, dando sustento a un partido competitivo y dispuesto a la negociación para lograr el fin de todo partido catch-all: ganar elecciones y convertirse en gobierno.

Pero la doctrina carecía de proyectos concretos que harían del partido una opción viable para el electorado, además de políticas públicas concretas para asumir responsabilidades de gobierno. Esa laguna fue cubierta por la orientación que obtuvieron con las alianzas (ahora exitosas, a diferencia de lo ocurrido en los años 60) de una nueva generación de panistas, bajo la presidencia de Carlos Castillo Peraza, con la Fundación Konrad Adenauer y la Internacional Demócrata Cristiana. La construcción de esa doctrina propia de un partido conservador electoral y moderado -que Norberto Bobbio llamaba “derecha moderna”-, inserto plenamente en la democracia y la aceptación del libre mercado, como son los partidos Demócrata Cristianos, es el tema del siguiente capítulo


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