LAS DOCTRINAS POLÍTICAS DEL PARTIDO ACCIÓN NACIONAL: DEL FALANGISMO A LA DEMOCRACIA CRISTIANA
Héctor Gómez Peralta
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Las abortistas ven al niño como dicen ser vistas por el hombre dominador: como cosas.
Carlos Castillo Peraza
La proyección doctrinal de Acción Nacional que aprobó la XLV Convención Nacional el 14 de septiembre del 2002 es, sin duda, la de un partido Demócrata Cristiano. Ese cuerpo doctrinal ha sido el primero en toda la historia de Acción Nacional que se formuló poseyendo el poder presidencial, pues el 2 de Julio del 2000, Vicente Fox se convirtió en el primer titular del Poder Ejecutivo que provenía del PAN. Sin embargo, los elementos que integran a la actual doctrina panista no son producto de su arribo al poder presidencial, sino consecuencia de un largo y contradictorio proceso que ha durado décadas, y que he analizado en los capítulos anteriores.
Un análisis de sus documentos doctrinales muestra claramente que se retoman elementos producto de la identidad panista que se han venido construyendo y puliendo desde la década de los 30, y no generados por una coyuntura específica. La doctrina está integrada por:
a) Personalismo y Bien Común (González Luna);
b) Subsidiariedad y Solidaridad (Gómez Morin y González Morfín);
c) Economía Social de Mercado (empresarios social-cristianos);
d) Democracia pluralista y electoral (Christlieb, Conchello y Castillo Peraza).
Además de esos elementos, un elemento de la DSI que repercutió en la doctrina de Acción Nacional de finales del siglo XX y principios del siglo XXI ha sido en lo concerniente a la bioética, principalmente (aunque no exclusivamente) en el tema del aborto y la eugenesia. Ese tipo de temáticas no se encontraban en los documentos de Acción Nacional hasta la presidencia de Castillo Peraza, por lo que es menester exponer y analizar cómo el pensamiento panista concibe el problema y su solución retomando el trabajo de ese líder blanquiazul.
Comúnmente se piensa al aborto como algo desligado de la “cuestión social” que trata la DSI. Lo anterior se debe en gran parte a que es relativamente reciente el problema ético del aborto a gran escala -los años 60-, si tomamos en cuenta la historia milenaria de la Iglesia. La Encíclica Humanae Vitae: Sobre la recta regulación de la natalidad (1968), fue la primera que tocó el tema de la anticoncepción y el aborto, como consecuencia de la revolución cultural que trastocó en esos años las prácticas sexuales de gran parte del mundo occidental. El tema se circunscribe como parte de la DSI en Octagesima Adveniens (por el 80 aniversario de la Rerum Novarum) de Pablo VI, en 1971. En ella se menciona al aborto en el contexto de las soluciones maltusianas al problema del desempleo. Se denuncia como importantes organismos internacionales, para solucionar la situación de pobreza generada por el orden económico liberal, le “recetan” a los países tercermundistas controlar su tasa de natalidad. Es decir, la forma de reducir la pobreza será impidiendo que los pobres se reproduzcan en exceso .
El documento clave para entender la política poblacional de los organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional , por el impulso de EE.UU., fue el Estudio de Seguridad Nacional número 200, fechado al 10 de diciembre de 1974, escrito por Henry Kissinger e intitulado “Implicaciones del crecimiento de la población mundial en los intereses estadounidenses en el extranjero”, donde se menciona que la despoblación del Tercer Mundo debería de ser la máxima prioridad de política exterior de Estados Unidos. Citó razones de seguridad nacional por los riesgos de inestabilidad política y rebeliones civiles en una zona donde la economía de EE.UU. requerirá de grandes y crecientes cantidades de recursos naturales del extranjero, especialmente de los países menos desarrollados. Trece países son nombrados por ese reporte como particularmente problemáticos con respecto a los intereses estadounidenses: India, Bangladesh, Pakistán, Indonesia, Tailandia, Filipinas, Turquía, Nigeria, Egipto, Etiopía, México, Colombia y Brasil. El reporte hace referencia a la promoción del aborto y la educación anticonceptiva entre la población. Por último se recomienda que Estados Unidos otorgue asignaciones preferenciales de comida, medicina y dinero a las naciones que controlaran mejor su crecimiento demográfico .
Durante el pontificado de Juan Pablo II se trató más intensamente el tema del aborto como parte de la doctrina social-cristiana ante las políticas de control de la natalidad de los organismos internacionales. En su Encíclica Evangelium Vitae (1995), ubicó el tema en el contexto de la justicia social. Reducir el enfoque católico sobre el aborto y la eugenesia al argumento de que toda la vida es sagrada es simplificar el planteamiento doctrinal sobre el tema, pues existe dentro del pensamiento contemporáneo de la Iglesia una legítima diversidad de opiniones en lo referente a la guerra y la aplicación de la pena de muerte. No así en lo referente al aborto porque se considera, según el derecho canónico de la Iglesia (canon 1398), un atentado contra una vida inocente e indefensa.
Los documentos oficiales de Acción Nacional declaran, de manera explícita, que el embrión humano es una Persona única, singular, irrepetible, con identidad propia y una dignidad intrínseca. Por consiguiente, consideran que la protección del embrión debe de ser garantizada por el Estado. Así mismo se considera que la vida del embrión comienza desde la concepción, por lo que el gobierno debe de otorgarle al cigoto el estatus pleno de ser humano respetando su vida de manera total. El embrión no debería, según su enfoque, ser objeto de manipulación ni de las agresiones que conducen a su destrucción o eliminación .
La dignidad del embrión no se reduce al tema del aborto. Implica el tajante rechazo a la clonación de seres humanos e investigación de células madre con fines de producción de órganos. Sin embargo, se considera que el uso de la biotecnología puede usarse para “ayudar a la naturaleza” a concebir o aumentar la fecundidad, como lo sería la utilización de la ciencia para la inseminación artificial. Este punto es interesante porque la procreación asistida que aprueba el PAN, es contraria a lo indicado por el papa Juan Pablo II , lo cual indica la pluralidad dentro del pensamiento católico, y que el partido no es un simple instrumento del clero.
Aunque su doctrina acota que todo tratamiento, investigación y manejo realizado sobre seres humanos y su patrimonio genético, debe de respetar la dignidad humana, no tratando al genoma humano como mercancía que pudiera ser propiedad de una corporación, sino como patrimonio de la humanidad.
Sobre el tema de la eutanasia, la doctrina panista la considera inadmisible en cualquier circunstancia, pero en su lugar argumenta que la lucha contra el dolor debe ser entendida como un esfuerzo común, tanto de privados como del Estado, que incluya cuidados paliativos, dando asistencia total, material y espiritual, en cualquier fase de la vida en que se encuentren los enfermos. Pudiendo ser admisible la recomposición genética con fines terapéuticos, se considera inaceptable para fines eugenésicos.
Los argumentos que fundamentan las mencionadas posiciones panistas se basan en un cuerpo de argumentación doctrinal desarrollado por Carlos Castillo Peraza conocido como Humanismo Bioético, parafraseando el Humanismo Integral de Jacques Maritain.
El Humanismo Bioético no es una obra escrita de manera unitaria, sino que se refiere al conjunto de planteamientos doctrinales que, basados en Encíclicas e intelectuales católicos europeos (principalmente belgas y alemanes), abordan el tema de la vida humana en su relación con la ciencia médica y la tecnología moderna.
Para Castillo Peraza, aunque el Humanismo Bioético no se reduce al tema del aborto, ese tema merece especial énfasis y por ello le dedicó gran parte de su análisis. Resalta el hecho de que Carlos, para atacar a las posturas proabortistas, no hacía uso de datos ni fotos que tienen como objeto conmover los sentimientos de su auditorio o sus lectores como hace la organización Pro-Vida. En su lugar, optaba por hacer un análisis filosófico sobre el impacto que tiene la legalización del aborto en una sociedad que aspira a ser una democracia y dejar atrás a los regímenes tiránicos y dictatoriales.
Castillo Peraza no trató al tema del aborto en su dimensión médica o de salud pública como argumentan las organizaciones pro-aborto. Su argumento estaba ligado con el contexto del mundo posguerra fría dominado por los valores relativistas, materialistas y hedonistas. El sistema económico actual, según su planteamiento, genera individuos que no se someten más que a su propio juicio, sin importarle muchas veces la búsqueda de una norma objetiva de conducta. Son individuos exaltados por el racionalismo moderno que hace creer al hombre que puede explicarlo todo. Esa cultura de la racionalidad moderna con culto al individualismo tiende a considerar que ciertos dominios son exclusivamente de orden privado y, por lo tanto, no están regidos más que por la conciencia aislada y subjetiva de cada ser .
El ideólogo panista consideraba que las discrepancias, divisiones y divergencias sobre temas filosóficos fundamentales son algo legítimo, positivo y deseable para el buen funcionamiento de una democracia pluralista. El reconocimiento a pensar diferente reposa sobre el siguiente valor democrático que es una conquista positiva de la civilización: la libertad de cada persona en su búsqueda de la verdad. Por eso Castillo Peraza consideraba que un ser humano no puede acceder a la verdad sólo por la fe ciega, sino por un esfuerzo libre de su espíritu para alcanzar dicha verdad .
Lo criticable para Castillo Peraza no es la búsqueda libre de cada individuo de sus “certezas” y sus valores, sino la negación de la existencia de un orden de valores sobre el cual se fundan tales certidumbres. Su problema no es con la libertad de buscar, sino la idea de que no existe algo definitivo que alcanzar.
Pretender que la libertad del individuo implica reducir las certezas a opiniones, por respetables que éstas sean, es fundar el valor de la libertad sobre arenas movedizas .
Carlos Castillo admite que aceptar la búsqueda individual de la verdad implica aceptar el riesgo al error. Pero es un riesgo que tiene que asumirse por alcanzar la “verdad y la certeza”, aunque el camino esté lleno de dificultades y escollos; Si todo es relativo y no es más que opinable, lo serio del destino humano, incluyendo a la vida política democrática, no sería más que un juego en vano carente de objetivo trascendente.
Por lo tanto, consideraba que el problema del aborto, más que un problema de salud pública, es un asunto de valores morales universales y eternos que superan a los particulares y no pueden reducirse a un problema de conciencia personal. Cuando Castillo Peraza hablaba de “liberalización del aborto” no se refería al problema puramente jurídico de la existencia de una ley que permitiera su práctica. “Liberalización” significaba para él, la aceptación de que la interrupción voluntaria del embarazo no es algo malo en sí mismo, sino que los valores y principios morales de la humanidad son una decisión que depende exclusivamente de lo que cada quien piense al respecto. Eso es lo que más le escandalizaba al líder panista: que un individuo o un Estado pudiera decidir si otro es o no un ser humano, y más grave aún, que pueda decidir privarlo de la vida sin que sea considerado un crimen .
Castillo Peraza fue todavía más allá y analizó el tema del aborto en el ámbito internacional. Expuso como en un país rico, industrializado y desarrollado la sociedad “somete” a los individuos a los imperativos consumistas de la abundancia. En ese contexto el hombre tiene la idea de que puede dominarlo todo y desplazar toda referencia trascendente. En el espíritu del capitalismo liberal, donde el lucro es un fin en sí mismo, el ámbito de la libertad se reduce al “hombre-productor-consumidor”. Traducido en términos de política internacional, los países ricos le “recetan” a los pobres la “solución por eliminación de competidores”, propagando la felicidad basada en la dimensión restringida de la familia y condicionan los créditos necesarios para las naciones subdesarrolladas, a la implantación de rígidos métodos de control de la natalidad que garanticen tasas reducidas de crecimiento demográfico .
Esa línea argumentativa llevó a Castillo Peraza a considerar al médico que practica el aborto como un “mercenario de la sociedad de consumo”, y “del capital financiero internacional”, que “prostituyen su profesión ante la dictadura del liberalismo económico” .
Castillo Peraza se hizo una serie de preguntas que al mismo tiempo son invitaciones para reflexionar sobre tan controversial tema: Si todo depende de la opinión subjetiva e individual, ¿Soy yo quien construye al otro cómo sujeto? ¿La existencia del otro está sujeta a mi consentimiento y depende del reconocimiento que le otorgo o que le niego? ¿Puedo negarme a reconocer su existencia? En síntesis, Castillo Peraza y la doctrina del Humanismo Bioético no aceptan que los seres humanos nos erijamos como “reconocedores” de la existencia de otro, o determinar cuándo inicia o termina la vida. Se considera a cada ser una instancia soberana, cuyo estatus como Persona no depende del derecho positivo ni de la opinión individual .
Para entender al Humanismo Bioético y su rechazo hacia el aborto y la eugenesia, es menester superar la visión médica o de salud pública del tópico, y ubicar la discusión en la crítica que hace el pensamiento católico al relativismo ético y a la pretensión liberal de que cada individuo construya su propia moralidad, asumiendo roles que en el imaginario conservador son exclusivos de Dios, como opinar o decidir sobre la validación de la vida y o la muerte de otro ser humano .
Lo que en última instancia está en discusión es el fundamento filosófico de todo el pensamiento liberal y moderno: la subjetividad libre y autoconsciente de individuos autónomos y aislados. Si el hombre es la medida de todas las cosas y el “yo” es medida universal, ese “yo” se convierte en un juez último de todos los valores y el árbitro definitivo de la existencia de otros (…)
(…) decidirá si la justicia es fuerza; si el indio, el negro, el judío, el ignorante o el disidente son humanos y si merecen vivir; si Dios ha muerto y si es su propio creador y aniquilador .
El entendimiento e inserción del pensamiento católico de Acción Nacional con el mundo moderno y liberal, logrado con cierto éxito en el terreno político y económico, no se da en la esfera moral y sexual. Su postura sobre el tema soslaya hechos y realidades sociales como el empoderamiento de la mujer, sobre todo en el ámbito de sus derechos reproductivos y el control de su propio cuerpo. Es de esperar que la Iglesia católica defienda y difunda la doctrina del Humanismo Bioético, pues su labor se centra en el terreno de lo moral y lo espiritual. El problema es que el PAN, como partido inserto en el gobierno de los hombres, lleva a la arena pública una moralidad que no concuerda con las opiniones de la mayoría de la sociedad . El Estado mexicano no es financiado sólo por los cristianos, sin embargo, el partido pretende que toda la sociedad mexicana, se someta a los dictados de una moralidad que en el siglo XXI, dista mucho de ser mayoritaria. Durante décadas, los panistas acusaron al PRI de gobernar en contra de los valores de la mayoría de la población, que era abrumadoramente católica. Aunque es verdad que la población mexicana sigue declarándose como parte de esa religión, su catolicismo ha sufrido cambios profundos, se ha vuelto más secularizada y la mayoría hace una diferencia entre lo que oye en misa y lo que practica en su alcoba .
La doctrina del Humanismo Bioético, como la presentó Castillo Peraza y la adoptó el PAN, se centra en conservar la tradición moral del catolicismo; su interlocutor y principal adversario es el relativismo ético propio de la moralidad liberal. Ese hecho es al mismo tiempo su principal fortaleza y debilidad. Es una fortaleza porque le da al partido cierta coherencia e identidad ideológica al ubicarse claramente como un partido conservador y una oferta política alterna y diferente al resto de las que integran el sistema de partidos mexicano. Pero el Humanismo Bioético, al centrarse en la esfera ética y existencial del tópico, ignora los problemas sociales derivados de la falta de políticas gubernamentales enfocadas al tema de la reproducción, como lo indican las cifras sobre abortos inducidos que lo convierten en un asunto de salud pública . Ante ese problema, la única respuesta que la doctrina panista es capaz de otorgar, no son políticas públicas o acciones gubernamentales enfocadas a solucionarlo o paliar sus efectos, sino criminalizar a las mujeres que no comparten su enfoque moral.
En este punto la doctrina panista se enfrenta con un problema que no es capaz de resolver. La doctrina de Acción Nacional dice defender a la democracia, que es una forma de gobierno que requiere para su funcionamiento la autonomía de lo político y de las normas de la sociedad civil frente a los criterios religiosos y filosóficos particulares, considerando una obligación del Estado moderno preservar la libertad de conciencia individual. Esa misma doctrina, que se pretende democrática, ataca al relativismo ético que es indispensable para la tolerancia y convivencia de las múltiples visiones del mundo que coexisten en el ámbito público. Es una inconsistencia que el Humanismo Bioético no logra solventar.
Se puede discutir amplia y acaloradamente sobre en qué momento y en qué circunstancias la vida humana comienza o termina, y no pretendo entrar en esa discusión; lo que me interesa es explicar la postura del Humanismo Bioético que integra a la doctrina panista: el tema no es la disputa médica o la problemática social, sino la controversia filosófica de si el hombre tiene o no la potestad de asumirse como “validador” de la existencia de otros. Mucho menos si el criterio para decidir sobre la vida humana es socio-económico, pues esa es, en la actualidad, la principal diferencia ideológica que le da identidad a los Demócrata Cristianos frente a los liberales y socialistas. Mientras los dos últimos consideran que el origen de los problemas de la sociedad es socio-económico, los primeros afirman la primacía de los asuntos éticos y culturales.