LAS DOCTRINAS POLÍTICAS DEL PARTIDO ACCIÓN NACIONAL: DEL FALANGISMO A LA DEMOCRACIA CRISTIANA
Héctor Gómez Peralta
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Acción Nacional, en el proceso de convertirse en parte de la familia Demócrata Cristiana, que duró alrededor de 25 años, adoptó un perfil pragmático-electoral catch-all, pero eso no significó que el partido perdiera su orientación social-cristiana ni su identidad conservadora. Los principios doctrinales que lo identificaban como un partido conservador, como el Personalismo, el Bien Común y la Subsidiariedad, aunque han sufrido cambios, se mantienen. Todos esos elementos construyen una noción de la sociedad, el poder político, el mercado y el individuo como parte de un conjunto de relaciones y vínculos naturales, guiados por unos valores trascendentes e inmutables.
Incluso su programa económico trata de ser una alternativa de capitalismo moderno frente al laissez-faire que, desde sus orígenes, ha sido el principal rival ideológico del pensamiento social-cristiano. El PAN, como el resto de los partidos Demócrata Cristianos, cuenta con un proyecto económico basado en la iniciativa empresarial, en la competencia, la propiedad privada y todos los elementos que integran a un modelo de libre mercado; con la diferencia de que, consecuencia de sus raíces doctrinales católicas, no consideran que las fuerzas del mercado funcionen correctamente al ser abandonadas por el Estado. Si bien es verdad que sus políticas económicas son bastante coincidentes con el neoliberalismo, las raíces doctrinales de una y otra corriente son diferentes. Creen que el libre mercado es la manera más productiva y eficiente de organizar a la economía, pero ello se logra gracias a que el poder público ejerce sobre los agentes una orientación moral y subsidiaria, encaminada a mitigar los efectos negativos de la desigualdad natural e inherente a toda organización humana (como el seguro médico universal y el combate a los monopolios). El pragmatismo electoral de los partidos catch-all no elimina las diferencias ideológicas, sino que las reduce a políticas públicas concretas y temas específicos, abandonando los grandes proyectos de transformación de la sociedad.
Aprovechando los lazos que en las últimas dos décadas Acción Nacional había entablado con organizaciones ligadas directamente con la Democracia Cristiana, como la UNIAPAC, la KAS y la ODCA, la dirigencia panista logró que el partido se integrara a esa familia de partidos conservadores pero al mismo tiempo modernas instituciones catch-all. Partidos con raíces ideológicas social-cristianas, pero con flexibilidad y pragmatismo que les permiten ser compatibles con la democracia pluralista. Por ello cuando denomino a Acción Nacional y su doctrina Demócrata Cristiana como conservadores, no es con el objetivo de descalificarlos, sino simplemente para precisar que el PAN está circunscrito a una familia de partidos cuyos principios ideológicos se basan en los elementos que describí en las páginas 6 y 7, como rasgos distintivos de una tradición política de raíz católica.
El cariz conservador de la doctrina panista se muestra más diáfanamente en el Humanismo Bioético que considera a los valores éticos sobre la vida, el cuerpo y la sexualidad en su conjunto, no deben de ser asuntos dejados a la libre responsabilidad de los individuos, sino que el Estado debe de erigirse como un agente rector y regulador de los valores públicos que, obviamente, son coincidentes con la moral de la Jerarquía católica; pero paradójicamente no son coincidentes con las prácticas sexuales de la mayoría de los católicos. Durante décadas los panistas atacaron a los gobiernos posrevolucionarios de gobernar con anticlericalismo y oposición a los “valores y sentimientos” de la mayoría de la nación. Ahora los panistas, con su Humanismo Bioético, defienden un proyecto moral minoritario y se oponen a las preferencias de una sociedad secularizada que no considera a la Jerarquía católica como autoridad en materia de reproducción.
Conclusiones generales:
Las doctrinas políticas del Partido Acción Nacional (1939-1965-2002) han representado los proyectos y visiones de ese partido sobre el Estado, el mercado, el individuo, la democracia y la sociedad en su conjunto. El primero de esos cuerpos doctrinales correspondió al perfil radical e intransigente de la mayoría de los dirigentes que el PAN tuvo en sus orígenes.
El proyecto inicial, inspirado tanto en La Falange española como en la encíclica Quadragesimo Anno, consistió en un programa bastante radical sobre un capitalismo corporativo tutelado por el Estado, cuya administración pública estuviera bajo la dirección de una élite tecnocrática, evidenció el frágil compromiso que tenía el panismo de primera hora con los valores democráticos y ciudadanos, pues hacía patente su rechazo hacia la participación de las masas en la esfera pública. Por lo anterior, y en contraste con la historia oficial del panismo, sostengo que los orígenes doctrinales de Acción Nacional no sólo eran antiliberales y antidemocráticos, sino que tenían la explícita intención de que México tuviera una vía de modernización anclada en la tradición social-católica, siendo una oposición semi-leal.
Conforme el poder de los gobiernos posrevolucionarios se fue consolidando, el proyecto de Gómez Morin fue careciendo cada vez más de sentido, pues muchos de sus planteamientos innovadores, como su idea de tener un gobierno de “minorías excelentes”, fue ampliamente rebasado por las políticas que los gobiernos del PRM y el PRI fueron desplegando. Conforme fue avanzando la década de los 40, el liderazgo de Gómez Morin se vio eclipsado por la figura de González Luna, que cambió la orientación del PAN hacia el enclaustramiento y el aislamiento del partido dentro del sistema político. Ese proceso también fue catalizado por la desbandada de empresarios que originalmente apoyaron al partido, producto de que los gobiernos priístas implantaron un modelo de desarrollo que les era bastante favorable (el desarrollo estabilizador). Por si fuera poco, la Jerarquía católica, de donde los panistas buscaban orientación ideológica y programática, les dio la espalda tratando de buscar un entendimiento con el Estado posrevolucionario. En ese contexto tan adverso, la doctrina panista se caracterizó por el rechazo a todo compromiso de gobierno, rehuyendo la negociación y la participación legislativa, o de cualquier índole, que pudieran legitimar a los gobiernos priístas. De manera simultánea, al apartarse de la disputa por el poder, el partido se ensimismó en la reflexión y discusión doctrinal.
En aparente contradicción, durante los años en que el PAN sostuvo la postura abstencionista, Acción Nacional fue un oponente confiable con el cual el PRI podía contar para tener con quien competir y ganar de manera aplastante. El motivo de lo anterior era que los panistas de ese entonces estaban conscientes de que no tenían posibilidades de hacerse del poder, pero no planeaban renunciar a llegar a convertirse en gobierno algún día, solo que esa sería una tarea a muy largo plazo, e incluso declaraban que los frutos de sus acciones serían recogidos por generaciones futuras y ellos no vivirían para verlos. Por lo que puntualmente participaron en elecciones, pero sin el objetivo de ganarlas. Aunque tampoco pretendían legitimar al PRI (aunque en los hechos lo hacían), sino que deseaban ir difundiendo sus valores doctrinales entre la ciudadanía, al tiempo que, poco a poco, se consolidaban internamente como partido.
El segundo cuerpo doctrinal panista, contrario a lo que comúnmente se arguye, no fue una simple proyección o actualización del ideario original. Esa nueva doctrina representó cambios profundos y radicales sobre varias de las posiciones que el partido sostuvo en sus orígenes. Sus principales fuentes y referentes fueron los planteamientos católicos más modernos de su tiempo, como lo fueron la Constitución Gaudium et Spes (1965) del Concilio Vaticano II, así como de las Encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963) de Juan XXIII. Además de los documentos mencionados, el nuevo cuerpo doctrinal estuvo conformado por los planteamientos de Efraín González Morfín sobre el Solidarismo y de Adolfo Chirstlieb sobre la oposición democrática. Estos últimos elementos iniciaron el sendero del partido hacia la oposición leal que, erróneamente, se considera el PAN tuvo desde su fundación.
Las innovaciones fueron principalmente la aceptación de la democracia pluralista como única forma legítima de gobierno. Ello implicaba el objetivo de contar en México con un sistema electoral limpio y competitivo para iniciar la conquista del poder; además de la reivindicación del constitucionalismo liberal, con el consecuente abandono del proyecto corporativo del Estado, y el reconocimiento de las fuerzas políticas ideológicamente distantes como interlocutores y negociadores.
Aunque la ruptura fue radical, no fue total, pues se mantuvieron elementos doctrinales que se conservan en el panismo hasta el día de hoy, como es la concepción jusnaturalista y neo-tomista sobre el ser humano y la sociedad, su estructuración orgánica y jerárquica del Estado, y el principio de subsidiariedad mediante el cual se plantea una tercera vía entre el laissez faire y la economía estatista.
Sin embargo, prácticamente todas esas innovaciones doctrinales no pudieron verse plasmadas en la praxis panista de manera inmediata, pues las condiciones en que se encontraba el partido dentro del sistema político priísta eran muy poco favorables para ello. Ese escenario cambió de manera brusca durante los años 70, cuando el pacto posrevolucionario estatista empezó a dar muestras de su agotamiento. El ocaso del desarrollo estabilizador durante el sexenio de Echeverría, trajo consigo la reactivación del enfrentamiento entre diversos sectores sociales, resaltando el fin del histórico pacto entre los empresarios y el Estado. Un sector de esos hombres de negocios encontró en Acción Nacional a un medio mediante el cual podía enfrentarse a un gobierno que consideraban atropellaba sus intereses.
La llegada de esos nuevos militantes trajo consigo de manera inevitable un enfrentamiento con los que defendían la vieja doctrina abstencionista. El desenlace fue la salida de los “doctrinarios”, liderados por Efraín González Morfín. Sin embargo, es un error considerar que desde ese momento el partido, al perfilarse de lleno hacia el pragmatismo electoral, perdió su identidad y orientación social-cristiana. Lo que sucedió no fue el fin de la ideología, sino el relajamiento y la flexibilización doctrinal.
Las transformaciones que sufrió el PAN para convertirse en un partido catch-all, con todo el pragmatismo que implica la adquisición del perfil electoral, dieron como resultado la incorporación de Acción Nacional a la familia política Demócrata Cristiana.
El nuevo cuerpo doctrinal panista con orientación Demócrata Cristiana no fue un simple traslado de la IDC y la ODCA al PAN. Obviamente la influencia ideológica y programática existió, pero la doctrina actual del PAN también fue producto de la situación específica que sufrió México en los años 80 y 90. Todos los cuerpos doctrinales del PAN ha sido producto de la coyuntura nacional e internacional en que se engendraron y éste último no fue la excepción.
La Democracia Cristiana, en la versión adoptada por Acción Nacional, es un cuerpo de ideas que se gestó en un mundo en el cual el pensamiento liberal se presenta como triunfador indiscutible ante el pensamiento marxista. El modelo de desarrollo estatista se vio agotado, no sólo en México, sino a nivel global donde las economías planificadas se colapsaron dejando al libre mercado como un modelo sin rival ideológico. Las élites empresariales mexicanas, junto con organizaciones de clases medias, tuvieron un papel bastante activo en el cambio de modelo económico. Ello cambió la fisonomía del PAN, pues varios empresarios social-cristianos fueron a engrosar sus filas, catapultando al partido hacia su modernización al inyectar un pragmatismo electoral y una flexibilidad doctrinal que terminó por volverse hegemónica en las filas panistas, incluso en las otras corrientes del partido.
Cada partido representa los intereses de determinados sectores sociales. La doctrina del PAN, plasma los intereses y visiones sobre la sociedad, la política y la economía, de una parte importante de profesionistas y empresarios, que son la mayoría de los integrantes de las organizaciones conservadoras de clases medias urbanas que ingresaron al partido en las últimas décadas. Cuando señalo que la doctrina panista es conservadora no es con el objetivo de descalificarla o emitir un juicio de valor, sino que trato de clasificarla conceptualmente para explicar su ubicación dentro del espectro ideológico del sistema político mexicano.
Lejos de descalificar, planteo que grupos conservadores como el PAN, ciertas ONG’s de clases medias urbanas, y organismos empresariales social-cristianos, no han contado con el reconocimiento que tuvieron en la alternancia mexicana como factores de democratización. Es decir, fueron actores que impulsaron la competencia electoral frente al presidencialismo autoritario, el libre mercado frente al estatismo, la participación ciudadana al clientelismo, etc. Tal vez sería más acertado hablar de un neo-conservadurismo, pues su discurso y cuerpo doctrinario no son simples repeticiones de proyectos pasados. Independientemente de que no se esté de acuerdo con los planteamientos que ellos defienden y divulgan, es necesario resaltar que su lenguaje, sus conceptos y los temas que tratan están renovados, sobre todo en las esferas económicas y políticas.
Su proyecto y conceptos económicos y políticos tienen una correspondencia directa con los tiempos y el contexto contemporáneo. El neo-conservadurismo mexicano, a finales del siglo XX, lejos de ser un obstáculo para la modernización política y económica de México, fue un factor de democratización, no el único, la tradición socialista (auto-denominada “la izquierda”) también tuvo un papel relevante, pero los conservadores jugaron un papel central en la finalización del sistema de partido hegemónico y transitar a un sistema de partidos competitivo.
El fin del sistema político priísta y su sistema de partido hegemónico, no se dio con la simple alternancia cuando el PAN ganó la elección presidencial en el año 2000. Para varios estudiosos de la transición mexicana, ésta ha sido un largo proceso cuyos inicios se remontan a los años 80 . Durante las dos décadas previas a la alternancia, el sistema político mexicano sufrió cambios profundos como el fin del modelo de desarrollo estatista, del presidencialismo absolutista, y del monopolio de un solo partido, por citar sólo unos ejemplos.
Continuando con el enfoque de Robert Dahl que ha guiado toda mi definición de democracia, la alternancia de partidos, que él conceptualiza como “competencia de élites”, es una fase de la transición a la democracia (poliárquica), caracterizada por la institucionalización de la lucha abierta y legítima por el poder.
No es mi intención exponer las complejidades de la teoría de Dahl en este espacio, simplemente pretendo señalar que el panismo, a pesar de su doctrina claramente conservadora, fue un factor de modernización política y económica al ser un actor protagonista en la transición mexicana al lograr que el sistema político mexicano experimentara sucesos que en otra época hubieran sido sólo un anhelo: gobiernos divididos , función real de contrapeso por parte del Congreso de la Unión, papel de árbitro por parte del Poder Judicial, aumento de la autonomía y desconcentración del poder federal entre los Estados sus municipios.
En los anteriores periodos de la historia política de México, la pluralidad de élites no experimento los presentes niveles de competencia, y si lo hizo, fue sólo por momentos muy breves. La democracia mexicana, aunque haya tenido una “transición de terciopelo” , produjo pluralidad y competencia de élites, elementos indispensables para la democracia poliárquica.
Reflexiones generales sobre la Democracia Cristiana:
Si el PAN es un partido Demócrata Cristiano ¿Cómo son esos partidos? ¿Son conservadores? En caso de serlo ¿Qué implica ese conservadurismo? ¿Qué características distintivas tiene la doctrina Demócrata Cristiana de Acción Nacional respecto de aquella que tienen los demás partidos mexicanos?
Parafraseando la sociología política de Ferdinand Tönnies, hay ideologías políticas cuyas raíces se encuentran en el mundo de la “comunidad tradicional” (Gemeinschaft) y otras al de la “sociedad moderna” (Gesellschaft) . Ambas categorías son tipos ideales, instrumentos conceptuales para abstraer de la realidad elementos indisolubles con el objeto de analizarlos y entenderlos.
La comunidad es un grupo compuesto por seres humanos unidos por lazos sociales naturales e inmutables, es decir, ajenos e independientes de la voluntad de los hombres que la integran. La comunidad no es producto de un contrato efectuado entre individuos libres y autónomos, sino una estructura que los antecede. La sociedad, por el contrario, está compuesta por lazos impersonales e individuos desprendidos de todo vínculo (político, moral o económico) no adquirido consciente y voluntariamente. La ideología más emblemática del mundo Gesellschaft es el liberalismo. El conservadurismo de la Democracia Cristiana, diferente del conservadurismo anglosajón, adquiere su identidad al enfrentarse a las ideologías Gesellschaft, pues lucha contra la desintegración de los lazos, principios y valores considerados naturales que trae consigo el proceso secularizador, capitalista y democratizador.
La Democracia Cristiana en México no pretende regresar a una etapa histórica anterior o restaurar instituciones ya inexistentes. Lo que busca es preservar los valores y principios, en este caso los de la tradición social-cristiana, dentro de las estructuras modernas que ha construido el liberalismo mexicano. Tratan de que la separación entre Iglesia-Estado no implique la desaparición de los valores tradicionales en la vida pública, que la libertad de mercado y la sacralización de la propiedad privada no necesariamente signifique el materialismo y el hedonismo, y aunque admite el pluralismo político -médula de la democracia-, no aceptan el relativismo ético o la permisividad sexual que, desde su enfoque, atenta contra la dignidad de la Persona.
Los partidos Demócrata Cristianos son conservadores y de raíz cristiana. En el terreno social siguen aferrándose a la moral tradicional católica, pero en las áreas políticas y económicas su conservadurismo no se opone al desarrollo modernizador, sólo trata de encauzarlo y moderarlo por medio de valores morales que, a diferencia de lo que muchas veces se arguye, no implican una cruzada o conspiración para restaurar un orden cristiano y terminar con la separación Iglesia-Estado . La paradoja de la doctrina Demócrata Cristiana es que acepta separar ambas instituciones, pero no acepta la ausencia de los valores morales en el ámbito público. Los esfuerzos de la Democracia Cristiana por ser una opción política moderna, contrastan con su incapacidad para aceptar la libertad de conciencia. Sin embargo, a lo largo de su historia esa ideología ha demostrado tener capacidad de transformación. Incluso algunos Demócrata Cristianos portugueses o suizos en sus orígenes se opusieron al divorcio y el voto femenino (donde no lo aprobaron hasta 1971), derechos que ahora son plenamente reconocidos de manera indiscutible. El Humanismo Bioético de la Democracia Cristiana latinoamericana (no es un elemento compartido unánimemente por la DC europea) es en esencia reaccionario al oponerse a la autodeterminación individual, pero también presenta cierto avance en materia de reconocimiento a la diversidad, pues recordemos que no se ataca la pluralidad de pensamiento o de valores morales, sino la idea de que no existen valores o códigos éticos que sirvan de referencia. Ese reconocimiento a la diversidad de credos por parte un partido que hasta hace pocas décadas consideraba que sólo los católicos podían llevar a buen fin el gobierno de los hombres, es algo en sí mismo nada despreciable para la instauración de un régimen tolerante y pluralista.
La Democracia Cristiana, en la versión adoptaba por Acción Nacional, está compuesta de los siguientes elementos distintivos que le dan identidad ideológica en un ambiente de flexibilidad doctrinal:
a) Personalismo y Bien Común;
b) Subsidiariedad;
c) Solidaridad;
d) Economía Social de Mercado;
e) Humanismo Bioético.
Todos esos elementos tienen, sin excepción, sus raíces en el social-cristianismo. La catolicidad y el conservadurismo convergen y se mantienen en la doctrina panista, pero sufriendo los suficientes cambios y adecuaciones como para que el partido se haya insertado exitosamente en el sistema político mexicano, el cual también ha sufrido un proceso de apertura y modernización que, aunque todavía hay mucho camino que recorrer y corregir para nuestra joven y todavía frágil democracia, sin duda ha significado un avance en la construcción de un sistema político pluralista y competitivo.
Mientras el liberalismo y el socialismo consideran que los problemas de la humanidad son principalmente de índole socio-económico, la Democracia Cristiana pone el acento en las cuestiones culturales y morales. Una doctrina partidista sirve para dar identidad y cierta orientación sobre las acciones legislativas y gubernamentales que tienen los militantes, pero no garantiza una disciplina o apego a sus postulados. La relación y las diferencias entre la doctrina política y la forma concreta de gobernar es un tema aparte, para otra investigación, una historia que contaré en otra ocasión.