La relación entre desarrollo y democracia en los países que integran la región latinoamericana ha tenido principalmente tres características a lo largo de su historia:
Hasta la década de los ochenta, el interés de las ciencias sociales en América Latina se concentró principalmente en el estudio de la dependencia, la industrialización, el cambio social y el desarrollo, como respuesta a las inconsistencias de la teoría de la modernización (algunos de sus principales exponentes los abordamos en el apartado anterior). La teoría del subdesarrollo de la CEPAL y la teoría de la dependencia, corrientes de pensamiento propiamente latinoamericano, se interesaron en estudiar los problemas del desarrollo en nuestras sociedades, sin profundizar en el estudio de la democracia, tema que se empezó a cobrar importancia hasta la década de los años ochenta.
La democracia aparecía entonces irresolublemente ligada al estudio de los problemas del desarrollo en la región, donde los cuerpos teóricos la incorporan como una variable dependiente de los modelos explicativos que se formulaban. Como quiera, la democracia es en todos los casos identificada con el bienestar social, incluso más allá de las elecciones.
La teoría del subdesarrollo de la CEPAL , que tiene en Raúl Prebish a su principal exponente y fundador, surge en buena medida como una crítica a los magros resultados que la aplicación de las tesis modernistas habían reportado en el desarrollo de la región. La principal crítica se orienta al mercado como mecanismo espontáneo de solución de los obstáculos que interna y externamente se oponen al desarrollo de América Latina. Se reconoce una división internacional del trabajo en la cual los países latinoamericanos jugaban un papel subordinado, especializándose en la producción y expansión de bienes primarios y alimentos. En contraparte, los países centrales definían su propio rumbo y se especializaban en la producción de bienes manufacturados.
El centro transmite a la periferia los efectos de su comportamiento cíclico. Las economías industriales, no sólo concentran los frutos de su progreso técnico, sino que además se apropian de aquellos frutos provenientes del progreso de los países atrasados. Todo esto da como resultado que el rezago estructural de los países de la región reproduzca el deterioro de los términos del intercambio, lo que permite la permanencia de un sistema mundial estructurado desigualmente.
Las economías latinoamericanas se caracterizan por una heterogeneidad estructural; una incapacidad estructural de las actividades de exportación para ocupar al sobrante de población; un escaso caudal de conocimientos técnicos y capacidades de producción para aplicarlos a la producción que se desarrolla localmente. De acuerdo a Aníbal Pinto la heterogeneidad estructural tiene su origen en las enormes diferencias de productividad, ingresos grado de desarrollo, que existen en las economías latinoamericanas. Esto se debe a la existencia de tres factores principales: la naturaleza de los recursos que se exportan (bienes primarios principalmente), el elemento institucional, así como el peso y permeabilidad de la sociedad y economía tradicionales. Ello da pie a la configuración de tres estratos: uno primitivo, cuyo grado de productividad e ingreso por habitante de acuerdo al autor son semejantes a los que primaban en la economía colonial e incluso en la precolombina; un “polo moderno” compuesto por las actividades de exportación, industriales y de servicios, con una productividad semejante a los promedios de las economías desarrolladas; un estrato “intermedio” que de alguna forma corresponde de manera más cercana a la productividad media del sistema nacional.
La propuesta de la CEPAL para superar estos obstáculos y acceder al desarrollo será: a) una industrialización acelerada por el proceso de sustitución de importaciones, para la producción doméstica en su etapa inicial; b) la producción de bienes primarios para financiar el pago de los bienes de capital importados, que necesitaría la producción en su despegue; y c) un papel protagónico del Estado en la conducción de la economía.
Durante la década de los cincuenta y los sesenta, esta teoría, dada su originalidad, tuvo una gran influencia en la formulación de las políticas económicas de los gobiernos desarrollistas de la región. Sin embargo, a finales de la década de los sesenta la realidad terminó por refutar buena parte de los postulados del modelo industrializador promovido por la CEPAL: a) la industrialización no sólo no había resuelto los problemas que se había planteado resolver, sino que había agravado otros ya existentes; y b) no había logrado reducir la vulnerabilidad exterior de las economías de América Latina.
Hasta entonces la teoría no había abordado el tema de la democracia como un elemento de interés en la explicación de los problemas del desarrollo en la región. Pero fue precisamente cuando la concepción inicial recibió sus más duros reveses, cuando este tema aparece como un requisito político para el desarrollo económico y como principio organizador del orden político institucional que debiera enmarcar el camino hacia el desarrollo. No es casualidad que esta irrupción del tema en el cuerpo de la teoría se diera en un contexto en que la mayoría de los regímenes latinoamericanos habían transitado al autoritarismo. Sin embargo, el tema de la democracia prácticamente no desarrolló ninguna reflexión seria al respecto, que no estuviera subordinada a los factores económicos de la región.
Pero la gran aportación de esta teoría, y es esto sobre lo que queremos llamar la atención, es en haber buscado una explicación a la problemática del desarrollo en los países latinoamericanos a partir de causas endógenas y vincularla con el tipo de relaciones que estos países establecen con los países desarrollados. Al margen de las refutaciones que sufrieron algunos de sus más importantes postulados, podemos afirmar que puso por primera vez la atención en el polo del subdesarrollado, y con ello, las posibles soluciones a sus problemas de atraso económico. La relación entre desarrollo y democracia, a diferencia de lo que ocurre en la teoría de la modernización, no es un tema que genere interés porque ambos fenómenos se entienden como las dos caras de una misma moneda. Además, al ser una teoría que busca en las condiciones internas de los países de la región las causas de su atraso económico y las estrategias para su solución, en consecuencia, no estará peleada con explorar rutas de desarrollo político endógenas también.
La teoría de la dependencia surge como una respuesta al declive de la teoría del subdesarrollo en la región, de la cual retoma el esquema bimodal para explicar los problemas de atraso de la región, aunque su principal influencia proviene del neomarxismo. A pesar de comprender un cuerpo complejo de teorías y modelos distintos, que no necesariamente forman un cuerpo amalgamado, se pueden extraer de éstos las siguientes premisas: a) Para comprender el sistema de producción dependiente hay que analizarlo como parte integral del sistema capitalista de producción mundial; b) Critica los postulados de las teorías de la modernización y de los costos comparados; c) El sistema de producción dependiente se reproduce al reproducir un sistema productivo, cuyo desarrollo está condicionado por relaciones de explotación y dominación; d) El capitalista del país dependiente es obligado a competir en condiciones de desigualdad con el capital hegemónico; e) Al reproducir tal sistema productivo y tales relaciones internacionales, el desarrollo del capitalismo dependiente, reproduce los factores que le impiden alcanzar una situación favorable nacional e internacionalmente y reproduce el atraso, la miseria y la marginación social en su interior; y, f) Las medidas propuestas por los desarrollistas no han permitido cambiar las condiciones que mantienen atado el desarrollo de los países dependientes, por lo que, las alternativas pasan por el enfrentamiento político, económico y social, de los países dominados respecto a los centrales para alcanzar una ruta distinta al desarrollo.
Esta teoría, explica los problemas del desarrollo en la región a partir de causas exógenas, es decir, por una relación desigual de los países latinoamericanos con el centro, que tiende a ensancharse bajo la lógica de acumulación capitalista en el esquema imperialista internacional. Y es precisamente por esta razón que el problema de la democracia prácticamente no fue abordado en esta teoría, ya que postula que la única salida de la dependencia pasa por una ruptura con el centro para crear una ruta al desarrollo propia. Pero como esta ruptura no puede ser sino violenta, o al menos llena de episodios trágicos, la democracia no aparece en el centro del debate, sino la revolución.
La teoría de la dependencia, sin embargo, pronto encontró las limitaciones de su enfoque, tanto por sus propias deficiencias teóricas, como por la crisis económica del capitalismo mundial que se registró a mediados de la década de los setenta. En cuanto a sus deficiencias teóricas, tal vez los mayores problemas se encuentren en: a) Definir la situación de atraso de los países latinoamericanos a partir de factores externos; b) Determinar la relación imperialista con la periferia como un vínculo de dominación impuesto, menospreciando los factores internos que refuerzan y sostienen dicha dominación; c) El error en que incurrió al omitir en sus estudios el fundamento de clase de la relación entre naciones, omitiendo su tratamiento dialéctico a fin de relacionar la dimensión interna a la dimensión externa de la relación de dependencia; d) La desatención de la historia que mostró al explicar el desarrollo interno de cada formación social dependiente, a partir de su articulación con los países centrales, en lugar de haber seguido el camino inverso; f) La inconsistencia teórica en que cayó al explicar que el carácter capitalista de nuestras sociedades, sólo puede ser susceptible de una explicación genética (somos dependientes porque siempre lo fuimos), una idea que llevó a una situación en la que es muy difícil encontrar salidas.
Hecha esta apretada síntesis, podemos entender por qué a comienzos de los años setenta el desarrollo económico y la estabilidad no estaban reñidos con regímenes autoritarios de carácter nacionalista en mayor o menor modo. Esta relación “virtuosa” guardaba estrecha relación con su pretendida capacidad de propiciar condiciones de estabilidad política y capacidad de conducción política de los asuntos estatales, con relativa independencia de las presiones sociales en la toma y ejecución de soluciones, sin trastocar en lo fundamental los intereses más tradicionales.
La democracia entonces tenía que ver menos con derechos y libertades políticas, que con derechos sociales y económicos, o en todo caso, unos no se entendían sin los otros. Pero desde el pensamiento latinoamericano, las repuestas a la solución de los problemas del desarrollo, independientemente si se pensaban en términos de modernización o revolución estructural, estaban llenas de un contenido altamente transformador. Por eso la democracia no encontraba su sitio al margen de las soluciones al desarrollo. Incluso, se puede afirmar que formaba parte de la interpretación del subdesarrollo y su superación.
Prebish y la escuela cepalina, no buscaban superar los obstáculos a la democracia, sino los obstáculos y resistencias al desarrollo y al cambio social, sólo en este sentido, como ya vimos, se llegó a abordar la democracia como un tema integrante de su cuerpo teórico. Cuando Pablo González Casanova escribe La democracia en México , está analizando la democracia como producto inseparable de las condiciones de la estructura económico-social mexicana, no en sentido inverso. La articulación de la teoría de la dependencia, con exponentes como André Günder Frank, Teothonio Dos Santos, Ruy Mauro Marini u Octavio Ianni entre otros ; y el proceso de interpretación histórico del subdesarrollo latinoamericano con teóricos como Rodolfo Stavenhagen y Agustín Cueva , respondía a una misma cuestión: explicar el subdesarrollo para superarlo.
Bajo esta perspectiva, la democracia forma parte de una explicación más general, de carácter histórico, que intenta poner de manifiesto las causas profundas del subdesarrollo y la dependencia de los países de la región. La democracia no era un modelo a seguir, sino una construcción política propia, que no necesariamente debía coincidir con el ideal occidental. No había espacio para pensar la democracia como un fin en sí mismo.
En perspectiva, debemos decir que las aportaciones tanto de la teoría cepalina como de la teoría de la dependencia para la comprensión de la realidad latinoamericana son innegables. Sin embargo, la caja de Pandora que abrieron estas teorías de donde se desprendieron todo un conjunto de posibilidades y significados para superar los problemas de la región, no era un lugar sin límites. Sino un marco de contornos definidos por un conjunto de concepciones sobre nuestra realidad, que en ellas mismas encontró sus límites.
Es por eso que el pensamiento latinoamericano a pesar de sus importantes contribuciones a la comprensión de los problemas del desarrollo en la región, a finales de la década de los setenta eclipsó ante los cambios que se venían desarrollando en el sistema capitalista mundial. Era el tiempo del impulso del neoliberalismo a escala global y el cambio en la reorientación del modelo económico para la región.
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