Todo cambio en el patrón de crecimiento económico en el subdesarrollo es resultado de una crisis ocasionada por la caída de la tasa de ganancia en los países desarrollados, que repercute en la caída de los bienes de capital y bienes intermedios necesarios para la producción. Esta crisis entonces se proyecta, no sobre el crecimiento en general, sino sobre su patrón vigente, sea éste relativo o absoluto. Tal es el caso de México al inicio de la década de los ochenta.
La crisis capitalista en el desarrollo en los setenta representó el fin de una época de bonanza que se había caracterizado por una correlación de fuerzas favorable al trabajo y una revalorización constante de los salarios reales, misma que originó una pérdida de dinamismo en la innovación tecnológica y la productividad. Como resultado, cayó la tasa de ganancia en esos países y con ella la producción, con lo que se inició un proceso inflacionario y el desempleo se disparó. En este contexto, el gobierno de Estados Unidos da por finalizado el acuerdo Bretton Woods, lo que le permitió liberarse de sus obligaciones externas en oro y traducirlas en dólares, instituir el patrón dólar, y devaluar su moneda tratando de asignarle mayor competitividad a sus exportaciones. Con lo que se inaugura el señorío del sector financiero mundial.
La reestructuración capitalista a nivel mundial surge entonces como una necesidad histórica objetiva, cuya meta central será la recuperación de la tasa de ganancia. Dicha reestructuración fue institucionalizada a partir de la Cumbre de Tokio en 1978, donde los gobiernos del G-7 se inclinaron por aplicar de manera conjunta medidas económicas recesivas inspiradas en una visión monetarista, combinadas con acciones tendientes a acotar el Estado benefactor.
Las ideas que respaldarán la reestructuración capitalista estarán sustentadas, entre otros, en los fundamentos teóricos contenidos en las obras de Friedrich A. Von Hayek y de Milton y Rose Friedman , cuyo contenido dará origen a la ideología neoliberal. Estas ideas han tenido una amplia difusión en nuestro país, por lo que no es nuestra intención presentarlas en todo su despliegue en este trabajo, sino simplemente exponerlas en sus aspectos básicos aún a riesgo de simplificarlas en demasía.
Los autores señalados, al igual que los padres del liberalismo económico clásico, definen al hombre como un maximizador de recursos, que por medio de su conducta egoísta aporta al bienestar colectivo, y advierten que todo intento por reprimir su egoísmo es un ataque a la libertad. En consecuencia, no formulan ningún juicio de valor sobre la desigualdad entre los seres humanos, ya que afirman que esta condición ha sido generada por situaciones del pasado que determinan la ubicación de los hombres en la sociedad y sus posibilidades en ella, aunque reivindican el derecho de las personas a tener la oportunidad de elegir sobre su condición y el destino de sus vidas.
Para ellos, el Estado carece de las motivaciones que movilizan al individuo. Por lo tanto debe limitarse a resguardar el orden, así como a diseñar y hacer cumplir las normas que garanticen una conducta adecuada entre los integrantes de la sociedad. De transgredir estos límites, la intervención del Estado atentaría contra la libertad e introduciría distorsiones en el desenvolvimiento de las sociedades. Por ello, no es de sorprender que identifiquen la libertad económica con las posibilidades de la democracia, ya que para ellos la fortaleza de la libre competencia es la única protección de la sociedad frente al Estado.
Estos ideólogos del neoliberalismo coinciden en afirmar que los monopolios no son un problema para el libre mercado en tanto no se elimine el sistema de competencia, y por ello el Estado no debe intervenir en su formación. Sin embargo, los monopolios más indeseables serán los sindicatos, en tanto que con pretexto de revindicar la solidaridad entre sus miembros socavan la libertad individual, por lo que recomiendan al Estado retirar la legislación que los favorece. Finalmente, en el terreno del comercio exterior, apuestan por el librecambio como camino hacia el progreso de las naciones en sus relaciones entre sí, y en consecuencia, recomiendan eliminar los controles sobre el comercio que limitan la libertad de consumidores y productores.
Esta ideología, al igual que liberalismo clásico, pretende que los intereses de clase de la burguesía se identifiquen con los de la sociedad en su conjunto, desconociendo la existencia de la lucha de clases. Sin embargo, evidencian la total falta de objetividad en sus argumentaciones, cuando dirigen sus baterías contra el trabajo y los derechos alcanzados por éste a lo largo del siglo XX, a quien entienden como el principal obstáculo para alcanzar el progreso. El resultado de ello ha sido la gestación de un orden donde la correlación fuerzas entre clases sociales se ha inclinado hacia el capital.
En conclusión, como señala José Bell Lara: “El neoliberalismo se caracteriza por una visión individualista, utilitarista y ahistórica de la economía y la sociedad en su conjunto”. Ello por que su objetivo principal es crear las condiciones para la acumulación capitalista, no el progreso de las sociedades como reiteradamente se argumenta.
La reestructuración capitalista a nivel mundial estará vinculada irremediablemente desde su origen a los intereses del capital monopólico transnacional, cuyo objetivo será transformar la correlación de fuerzas alcanzada entre capital y trabajo durante el periodo de postguerra, por la vía de la misma crisis y la acción estatal para desarticular el Estado Benefactor. Los blancos de la contraofensiva serán el pleno empleo, la organización sindical y, lo que es más importante, la base técnica sobre la que habían descansado hasta entonces los procesos productivos.
Los Estados nacionales pasan a ser controlados o influidos por la oligarquía financiera , que aprovechando la relajación de los controles de cambio a que orilló la especulación con el dólar en los setenta, pasa a controlar el proceso de reestructuración capitalista conocido a partir de entonces con el nombre de globalización.
El programa impulsado desde entonces por los Estados en los países desarrollados y por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en los países subdesarrollados, se basó en la desregulación de la actividad económica; la privatización de las empresas públicas para abrir paso a su explotación por el capital privado; la libre movilidad internacional de los capitales; el debilitamiento del movimiento obrero organizado para permitir, en el corto plazo, la recuperación de la tasa de ganancia, y en el largo plazo, la voracidad del gran capital; y el desmantelamiento del Estado de Bienestar, limitando sus funciones a las de un estado policía, encargado de custodiar el orden, los derechos ciudadanos y del curso normal de la vida económica.
Todas estas transformaciones tienen como piedra de toque la revolución tecnológica que incubó el largo periodo de crecimiento económico durante la postguerra, y que en el contexto de la crisis capitalista reclamaba su implementación en los procesos productivos para recuperar la tasa de ganancia.
De acuerdo a Miguel Ángel Rivera, el epicentro de esta revolución tecnológica se encuentra en la fusión de la microelectrónica y la informática, que da lugar a una transformación programable de la máquina-herramienta y ocasiona el surgimiento de la manufactura flexible automatizada. Este proceso impactará principalmente en las ramas automotriz, aeronáutica, de máquinas-herramientas, relojería, electrodomésticos y de equipo de oficina.
Así mismo, esta revolución tecnológica impactará el ámbito de las telecomunicaciones con efectos notables en los procesos de trabajo tanto en el sector industrial como en el sector de servicios, orillando a una transformación igualmente importante en las formas de gestión empresarial y organización del trabajo a favor del capital y en detrimento de los trabajadores.
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