En este capítulo nos abocaremos a analizar las causas profundas de la problemática social resultante de una estructura social caracterizada por la ausencia de una gestión estatal del desarrollo. Será el propio análisis de relación de capital, el que nos permita entender por qué bajo el subdesarrollo se crea de manera estructural una población excedente, y cómo ésta se convierte en un obstáculo para la democracia liberal.
El caso mexicano representa un caso paradigmático al confirmarse a lo largo de todo el siglo XX y el primer lustro del presente siglo, la existencia de una población excedente dentro de la acumulación capitalista. Su presencia bajo la vigencia del patrón de crecimiento relativo se desborda bajo la modalidad de crecimiento absoluto, convirtiéndose en un potencial foco de descontento social.
Su persistencia es un obstáculo para vigencia de la democracia liberal, por lo que las formas autoritarias en el ejercicio del poder político, así como la persistencia del corporativismo y el clientelismo político como formas de relación entre el Estado y la sociedad y entre ésta y el Estado, son los rasgos más trascendentes que explicarían las características que ha adoptado la dominación en México.
Por ello, a continuación nos abocaremos a definir el concepto excedentes de población y a dimensionar las formas y tendencias en las que éstos se han desdoblado en nuestro país, relacionando su presencia con las modalidades de crecimiento económico vigentes en el periodo estudiado y las características que han definido la gestión estatal del subdesarrollo, analizadas en el capítulo anterior.
Al no contar con estudios empíricos sobre esta categoría, ni mediciones dirigidas a cuantificar desde esta perspectiva teórica sus dimensiones, se busca encontrar indicadores generales que nos ayuden a capturar los rasgos más evidentes de su magnitud, así como las características de los procesos sociales que nos permitan dar cuenta de su presencia y desdoblamiento en la estructura socioeconómica.
Esta aproximación al tema nos permitirá orientar la discusión en torno a la problemática social que encierra el subdesarrollo y las tendencias que genera su impacto en el ámbito político.
El desarrollo de la relación capital-trabajo, al descansar en el desarrollo de la ciencia aplicada a la tecnología para el desarrollo de los procesos productivos, estructuralmente (es decir, necesariamente) tenderían a expulsar fuerza de trabajo a partir de la elevación de la composición orgánica de capital, si es que las empresas (particularmente los monopolios) no quieren ver una reducción en su tasa de ganancia.
Pero esto ocurre de manera muy diferente entre las distintas categorías de países. Los países desarrollados, al producir no sólo para su mercado sino para abastecer a todos aquellos pertenecientes a la periferia, no generan lo que Marx denominara un Ejército Industrial de Reserva, al menos no un número de desempleados suficiente para considerarlo como tal y con las características que él le atribuyera.
[…] si una sobrepoblación obrera es el producto necesario de la acumulación o del desarrollo de la riqueza sobre una base capitalista, esta sobrepoblación se convierte, a su vez, en palanca de la acumulación capitalista, e incluso en condición de existencia del modo capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva a disposición del capital, que le pertenece a éste tan absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas. Esa sobrepoblación crea, para las variables necesidades de valorización del capital, el material humano explotable y siempre disponible, independientemente de los límites del aumento real experimentado por la población. [Subrayado en el original].
De esta forma, en los países subdesarrollados no sólo existe un numeroso ejército industrial de reserva, sino una población absolutamente redundante para la producción. Esto genera una exclusión social estructural en los países subdesarrollados hacia la gran masa de desposeídos, que en la medida en que los vínculos de subordinación hacia el imperio se estrechan, tiende a aumentar. Esto se manifiesta en elevados niveles de migración, pobreza, violencia, inseguridad pública, actividades informales, etcétera, que son las repercusiones sociales más visibles de los estragos que genera la rapiña imperial.
Así, la exclusión social que se gesta en el proceso productivo, deviene en límites estructurales para la inclusión política. La democracia en este contexto, está permanentemente acechada por el fantasma de la ausencia de legitimación social, y se circunscribe a un conjunto de derechos y libertades consagrados en el ámbito jurídico pero que en la práctica son irrealizables, por los límites que el subdesarrollo y el imperialismo, dos caras de la misma moneda, representan.
Víctor Figueroa ha desarrollado el concepto población excedente para dar cuenta de esta realidad histórica, diferenciándolo del concepto población necesaria, en los siguientes términos:
[…] llamaremos población necesaria al sector constituido tanto por los trabajadores ocupados directamente en la valorización del capital como por el ejército de reserva. Limitaremos el concepto de este último a sus formas fluctuante y latente. Llamaremos población excedente al resto, esto es a la sobrepoblación en sentido estricto, y distinguiremos, por un lado, un excedente relativo, para referirnos a los trabajadores que desde fuera de la relación capital-trabajo asalariado realizan actividades que guardan algún vínculo con la acumulación, y, por otro, un excedente absoluto, donde se incluyen los trabajadores cuya actividad carece de vínculo con la valorización.
Este autor señala que el origen de la población excedente en América Latina resulta de su condición subdesarrollada, es decir, de la ausencia en la relación de capital de la división que separa al trabajo general del inmediato, lo que se traduce en una transferencia hacia los países desarrollados de la capacidad de la acumulación para generar empleo. Por tal razón, en el subdesarrollo se genera no sólo un ejército de reserva sino una población excedente, que se reproduce fuera del proceso de valorización del capital.
Esta situación repercute directamente en el proceso de acumulación, ya que bajo el subdesarrollo ésta consume más de lo que produce, y en el polo desarrollado produce más de lo que consume. La falta de producción en un polo tiende a satisfacerse con el exceso de producción en el otro. A su vez, esto impacta en la ocupación, ya que en el subdesarrollo se genera una población excedente, mientras en el polo desarrollado existe una insuficiencia del ejército de reserva. De esta forma, la población que no puede ocuparse en los países subdesarrollados tenderá a cubrir el déficit que se genera en el ejército de reserva de los países desarrollados, manifestándose en forma de flujos migratorios.
Se pueden adelantar algunos efectos sociales más generales a partir de la existencia de una población excedente en la región latinoamericana sobre la población necesaria: precarización del trabajo, flexibilidad laboral, salarios bajos, bajos niveles de bienestar, etc. Pero para toda la población que resulta excluida estructuralmente de los procesos productivos, la situación del desempleo tiende a desarrollar la disposición a hacerse para sí de algún oficio o de habilidades que le permitan sobrevivir. Dicha ocupación podrá guardar algún vínculo con la acumulación, o simplemente quedar fuera de la misma.
De acuerdo a lo anterior, estos trabajadores son “productores subsidiarios de bienes y servicios”. No producen plusvalor y no acumulan capital, y por lo tanto no son obreros ni capitalistas, pero se han logrado incrustar en la sociedad: aportan a los procesos generales de la acumulación; compiten con la organización capitalista de alguna actividad mientras hace posible la valorización de otros bienes; y llenan espacios que la acumulación no ha copado. Sin embargo, no son una condición para la existencia del modo de producción capitalista. El autor concluye haciendo una clasificación de la población excedente según el tipo actividad que realizan, la cual a continuación resumimos :
De esta forma, el concepto población excedente nos permite comprender la magnitud de un fenómeno que ha estado ausente, al menos en esta perspectiva, de los estudios sobre el desarrollo y la democracia. Esto nos permite comprender la dimensión social de nuestro tema de estudio, que enriquecerá sin duda su nivel explicativo. Porque es un hecho que la democracia aún en su mínima definición como participación electoral es un régimen de inclusión; lo cual históricamente -pero de manera mucho más profunda en el neoliberalismo- ha chocado con la pobreza estructural que de manera sistemática reproduce la región, ya que esta es una tendencia hacia a la exclusión de amplias capas de la población.
Por otra parte, la idea de ciudadanía en la democracia, hace referencia a por lo menos cuatro dimensiones en el individuo: autonomía, igualdad, sentimiento de eficacia y responsabilidad. En consecuencia, la exclusión social provoca un sentimiento de ineficacia personal para sobrevivir, de inseguridad ante la falta o precariedad del trabajo, a la represión, a los peligros de las ciudades azotadas por la violencia generalizada; la responsabilidad se identifica menos con la pertenencia a la nación que con la familia y el vecindario; la igualdad es negada en todos los órdenes de la vida.
Esto ha llevado a que dada la precariedad en las condiciones de vida, se privilegie el valor de la seguridad a la espera de la intervención de un agente externo, que dé solución a los propios problemas. Es por eso que el clientelismo político erosiona la ciudadanía en los países subdesarrollados, aunque esta afirmación no debiera circunscribirse exclusivamente a los más pobres. El clientelismo se registra también y en una escala mucho mayor en los niveles más altos las clases sociales y el poder.
Los derechos civiles y políticos pueden tener vigencia, pero sin un ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales, la democracia permanentemente se verá imposibilitada para la creación de consensos, y en ello una gestión estatal precaria del desarrollo es determinante, ya que tiende a excluir desde el seno de la producción material de forma estructural a amplios sectores de la población.
¿Cómo legitimar así la dominación política de la burguesía local? Esta disyuntiva es la que explicaría la recurrencia en los países subdesarrollados de regímenes autoritarios o totalitarios. Aquí la democracia liberal no ha logrado echar raíces precisamente porque el ejercicio de la ciudadanía se desenvuelve de manera precaria obstaculizando la creación de consensos, de ahí la recurrencia al ejercicio autoritario del poder.
La burguesía en el subdesarrollo no puede desplegar a largo plazo métodos pacíficos de dominación, precisamente porque los antagonismos de clase son más evidentes para los dominados, lo que no quiere decir que aquí la dominación “penda de un hilo”, sino que la forma democrática liberal del Estado no siempre es viable para ejercer dicha dominación.
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