En este apartado nos abocaremos a explicar la forma en que el Estado influye en el funcionamiento de la estructura económica en tanto que es producto de relaciones sociales antagónicas que se gestan en el seno de la sociedad capitalista dentro de la producción, a partir de la relación capital-trabajo, para después analizar el caso mexicano.
De esta forma es necesario precisar cómo se desenvuelve la acción del Estado en la economía y con arreglo a qué objetivos lo hace, si es que se quiere comprender la forma en que su intervención tiene efectos en la organización y la forma que adopta la dominación política de la burguesía en contextos históricos determinados.
Para esto habría que empezar por precisar que las funciones económicas del Estado tienen como medio y objeto el desarrollo, por lo que habría que explicar lo que entendemos por este concepto y las condiciones en que ha logrado concretarse su realización material. Claro que rebasa por mucho los objetivos de este trabajo debatir en torno a las diferentes escuelas que han tratado este tema, por lo que nos limitaremos, dado que en el capítulo I se han desarrollado con mayor precisión algunas de las ideas centrales sobre el desarrollo desde el pensamiento latinoamericano, a contrastar dichas ideas con la valiosa aportación de Víctor Figueroa a su tratamiento.
Sin duda, la gran aportación a la comprensión del desarrollo por parte del pensamiento latinoamericano de las escuelas cepalina y de la dependencia, fue poner la atención en el análisis de la forma que éste se desenvuelve entre diferentes categorías de países, así como las relaciones desiguales que se producen entre ambos. En el caso de la teoría cepalina, la explicación partió de la ausencia de una industrialización importante en los países subdesarrollados, como la causante de la desigualdad en los términos del intercambio con los países más desarrollados, lo cual llevaba a una recurrencia en al déficit en la balanza de pagos. Sin embargo, la solución propuesta, que fue incentivar la industrialización a largo plazo, agravó aún más los problemas sociales y económicos que pretendió resolver.
El problema se originó en el diagnóstico del subdesarrollo, ya que si bien era cierto que la ausencia de industrialización era la manifestación de un problema estructural de las economías latinoamericanas, no se buscaron las respuestas a esa falta de industrialización en las relaciones sociales de producción, sino en las relaciones comerciales desiguales que prevalecían con los países desarrollados. La solución que se ofertó fue la construcción de un sector moderno a partir de un proceso de industrialización con sustitución de importaciones, sin embargo, como ya hemos visto la propia industrialización profundizó el subdesarrollo.
Por otra parte, la teoría de la dependencia tuvo el gran mérito de caracterizar la situación de nuestras formaciones sociales, a partir de su articulación en el sistema capitalista mundial, pero el problema es que buscó en los países desarrollados las causas de los problemas de los países menos favorecidos. La explicación se centró en las relaciones imperialistas de las que han sido presas las economías subdesarrolladas y las condiciones históricas en las que se han desarrollado éstas. Sin embargo, el análisis de las condiciones internas de las formaciones sociales periféricas, resultó de la articulación que guardaban en relación al centro, lo que limitó su nivel explicativo y por lo tanto la viabilidad de las soluciones para salir del atraso. Estas últimas se limitaron a proponer la expropiación de las empresas de los países desarrollados con el objetivo de romper con los vínculos de subordinación, pero la realidad demostró que ello no bastaba para alcanzar salir de la situación de atraso, como lo demostró el caso de Chile en el gobierno de Allende.
Creemos que en ambos cuerpos teóricos está ausente el análisis de la relación de capital dentro de los países que integran la región y la atención en el binomio fuerzas productivas y relaciones de producción, puesto que es el condicionamiento recíproco de unas y otras lo que hace a su evolución, y lo que permitiría definir lo que es el desarrollo de la relación de capital así como lo que debiéramos entender por subdesarrollo.
Al abordar de este modo el estudio de la realidad latinoamericana, estamos asumiendo una ruta explicativa dentro del marxismo, por lo que el análisis de la democracia entra dentro del esquema de la lucha de clases que el estudio de la relación de capital nos arroje. En tal sentido, es necesario redefinir lo que entendemos por desarrollo y en consecuencia, lo que entendemos por subdesarrollo.
Víctor Figueroa define el desarrollo en términos de la relación capital-trabajo asalariado, como la explotación del trabajo general por el capital, y en consecuencia, la separación del trabajo en general e inmediato. Por lo tanto, “[…] el subdesarrollo de la relación [capital-trabajo asalariado] sólo puede referirse a una situación donde el capital no ha organizado el trabajo general y, por tanto, no lo explota. El subdesarrollo, por ello, es una forma particular de la organización de la producción capitalista la cual no ha generado internamente las condiciones de la subsunción real del trabajo inmediato, sin que por ello deje de recurrir a esos métodos o renuncie a la gran industria. Produce la subsunción formal del trabajo inmediato a la manera de la gran industria, pero no con base a sus propios fundamentos.”
En otras palabras, mientras en los países desarrollados el capital ha logrado organizar el trabajo general (TG) y trabajo inmediato (TI), en los países subdesarrollados sólo se ha podido organizar este último. Esta situación es la que define la condición de subdesarrollo de las economías latinoamericanas ya que aquí la acumulación procede descansando en el trabajo general que se ejecuta en los países desarrollados. Por esa razón, el subdesarrollo es inconcebible sin el desarrollo, ya que toma el modo técnico de producción de los países desarrollados, dependiendo enteramente de éste para su funcionamiento. Es un modo técnico que el subdesarrollo no produce, pero del cual depende, es por eso que, en tanto organización social, es una forma contemporánea al desarrollo. Y esto es así porque el método propio de la acumulación pasó a ser el plusvalor relativo.
La manifestación más importante de lo anterior, es la tendencia al déficit en la balanza de pagos en los países subdesarrollados. En estos países, la acumulación se trunca, debido a que hacen compra (productos de TG+TI) sin venta (sólo productos de TI). La sustitución de procesos productivos no necesariamente resuelve el problema de la no-apropiación del T.G. por parte de los países subdesarrollados, sino que tiende a acentuar los desequilibrios en la balanza comercial, ya que los procesos productivos se renuevan constantemente y el proceso de transferencia de valor hacia los países desarrollados no se detiene, antes bien, se acentúa.
Siguiendo esta ruta teórica, la situación de subdesarrollo que priva en los países latinoamericanos la debemos abordar a partir de las situaciones históricas concretas en que se ha desarrollado la acumulación capitalista en la región, y ésta ha registrado las siguientes formas: “[…] crecimiento absoluto, cuando la orientación económica general favorece la producción de exportación, y crecimiento relativo, cuando esa orientación favorece la acumulación orientada al mercado interno […]”. En este sentido, es la crisis ocasionada por la caída en la tasa de ganancia en los países centrales lo que provoca las contradicciones inherentes a la acumulación en el subdesarrollo en su forma más extrema. Pero una que por sus propias dimensiones implique una reestructuración de la lucha de clases y por lo tanto se proyecte, no sobre el crecimiento en general, sino sobre su forma en vigencia. En cuanto las importaciones de bienes de capital y bienes intermedios caigan, los países subdesarrollados entrarán en crisis y con ella el cambio en el patrón de crecimiento económico vigente.
Ahora bien, hasta aquí hemos expuesto lo que es el desarrollo y subdesarrollo de la relación capital-trabajo entre diferentes categorías de países, pero no hemos precisado cuál es el papel del Estado dentro de todo ello. Por tanto, esta función es lo que Víctor Figuera ha denominado gestión estatal del desarrollo.
En polémica con autores como Nicos Poulantzas, Joachim Hirsch y Michel Aglietta, el autor critica las interpretaciones que dan cuenta de la actividad estatal como garantía para la reproducción del proceso económico-social capitalista, porque dejan fuera en su análisis el desarrollo de las fuerzas productivas, cuya manifestación principal es el incremento de la productividad.
En tales interpretaciones la función principal del Estado viene a ser reactiva a la caída inherente de la tasa de ganancia dentro del modo de producción capitalista, por lo que su intervención en la economía tiene por objeto la recuperación de la misma y con ello la reproducción de las relaciones sociales de producción. La principal crítica del autor es que estos análisis dan cuenta de un Estado que interviene en la economía pero fuera de ella, es decir, de un Estado que “no tiene injerencia en el desarrollo de … [las relaciones sociales de producción], por donde resulta que tampoco participa en el desarrollo de sus contradicciones y en el desencadenamiento de sus crisis.”
En realidad, el desarrollo está condicionado por el desarrollo de las fuerzas productivas y éstas a su vez tienen una tendencia a entrar en contradicción con las relaciones sociales de producción en cuyo seno se desenvuelven, esto en la medida que el progreso tecnológico desplaza fuerza de trabajo y provoca una caída cíclica y tendencial de la tasa de ganancia. De acuerdo a Figueroa, este es el movimiento al que está sujeto el modo de producción capitalista y es este movimiento el que determinará las funciones del Estado en la economía.
De tal forma que el desarrollo es resultado de las fuerzas objetivas y subjetivas de producción, es decir, de la expansión del poder humano y de su control sobre la naturaleza. En este sentido, desde la aparición de la gran industria y la separación del trabajo en general e inmediato, el desarrollo se convirtió en un proceso científicamente determinado, con la función de resolver los problemas generados en el proceso productivo. A partir de entonces la ciencia se organiza a través de asociaciones, fundaciones, universidades, etc. y con la segunda revolución tecnológica desarrollada en el s. XIX el desarrollo devino en revolución científica como proceso permanente.
Lo que se encargará de demostrar el autor es que la participación del Estado en la organización y desarrollo de la ciencia desde entonces y hasta la fecha corresponde a las necesidades de la producción capitalista, y dentro de los motivos del Estado para hacerlo destaca la seguridad nacional con arreglo al fortalecimiento económico de las naciones y al crecimiento de su poderío militar. Dicha participación se concreta en las siguientes actividades :
Pero además de la participación del Estado en la creación de progreso tecnológico para la industria privada, su intervención en la economía se relaciona con la aportación de medios colectivos de producción y consumo, mismos que deben ser provistos con arreglo al nivel de desarrollo que han alcanzado de conformidad con las exigencias de la acumulación capitalista. Esto es lo que en su conjunto Víctor Figueroa denomina gestión estatal del desarrollo.
Esta formulación ha sido ratificada en una investigación reciente que aborda las experiencias del desarrollo y su relación con marcos proteccionistas, tomando como ejemplos históricos los casos de tres países desarrollados, Estados Unidos, Alemania y Japón. En la investigación se concluye:
En la revisión de los tres casos expuestos, salta a la luz que las condiciones que hicieron posible la conquista del desarrollo y, por tanto, su manifestación en la participación industrial, tecnológica y comercial, están estrechamente ligadas con la ingerencia estatal, desplegada en forma generosa. El cobijo de fronteras fue un prerrequisito fundamental, e indiscutible, para lograr esta situación. La inteligencia desplegada por esta naciones, al no sólo resguardar productos finales –cuestión que permitió el auge de las manufacturas-, sino también en ocuparse de proteger a los bienes de capital internos –visto particularmente en los casos de Alemania e Inglaterra, donde este último llegó incluso a prohibir el uso de dichos bienes en sus colonias-, fue un elemento audaz para el impulso de la creación interna. De igual manera, se reconoce que el establecimiento de leyes sobre derechos de patentes, resultó en un estímulo adicional.
De la eficacia con que el Estado cumpla con su función de gestionar el desarrollo dependerá su éxito económico y su poderío militar, condicionantes para tener un papel protagónico en el comercio internacional. Pero estos procesos, si hemos de ser fieles a nuestras definiciones anteriores, no son homogéneos entre los distintos países y de hecho se reproducen de manera totalmente asimétrica, de tal forma que en aquellos países donde se ha logrado una gestión estatal del desarrollo exitosa podemos encontrar mejores condiciones económicas y sociales para la población, a diferencia de lo que ocurre en aquellos países donde tal gestión ha sido escasa, insuficiente o simplemente ha fracasado.
Si la diferencia entre desarrollo y subdesarrollo la hace una gestión estatal óptima o nula en la generación de progreso tecnológico y su aplicación a los procesos productivos, entonces las condiciones materiales en las cuales descansa la acumulación en los países ubicados en el polo subdesarrollado nos deben aportar la explicación sobre por qué en dichos países no se ha llevado a cabo una gestión originaria del desarrollo.
Como ya hemos visto, la acumulación en el subdesarrollo descansa en el trabajo general efectuado en los países más avanzados, y esto genera a su vez una dependencia del progreso generado en dichos países, lo que se traduce en una nula organización y explotación del trabajo general en el polo subdesarrollado.
Pero afirmar que en estos países se ha llevado una óptima gestión estatal del subdesarrollo, nos lleva a plantear que el Estado no tiene una conducta pasiva dentro de los procesos productivos, sino que lleva a cabo funciones vitales para que la acumulación se desenvuelva de manera subordinada a los centros desarrollados. Estas estrategias se pueden encontrar en la política económica y la inversión en educación, ciencia y tecnología, cuyo objetivo último fue orientar la economía para ser receptora de empresas extranjeras dispuestas a invertir en la economía, al menos hasta los ochentas. A partir de entonces las empresas extranjeras desplazan laboratorios tecnológicos a diferentes países para servir mejor a la acumulación capitalista, con lo que estos procesos se descentralizan, aunque de manera segmentada, dejando algunas de las tareas de desarrollo científico y tecnológico menos urgentes a los países subdesarrollados, con el objetivo de ahorrar los costos de fuerza de trabajo.
Recientemente los casos más exitosos en este sentido han sido Brasil e India en algunas áreas y por supuesto China. Pero el resto de los países latinoamericanos, incluido México, no ha podido insertarse en este nuevo esquema, ya que los porcentajes de inversión en ciencia y tecnología respecto al PIB ni siquiera han llegado al 1%, y cualquier país que tenga como proyecto alcanzar el desarrollo debe invertir al menos el 2% o el 3% de su PIB en estas tareas. Es por eso que afirmamos que en la región persiste un fuerte activismo estatal en sentido inverso a la gestión estatal del desarrollo.
Es este principio el que define las relaciones entre distintas categorías de países, y es lo que explica el imperialismo, tema sobre el que profundizaremos en el próximo apartado.
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