Las preocupaciones por estudiar la relación existente entre el desarrollo económico y la democracia, si bien no son nuevas en la ciencia política, sí han tomado un nuevo impulso en la primera década del siglo XXI.
Y no es casualidad que esto esté sucediendo, particularmente si observamos los cuestionamientos que se han hecho en los últimos años a las democracias desde los sectores más desprotegidos de la sociedad -particularmente en las naciones más atrasadas-, ante la incapacidad de este tipo de regímenes para lograr un mayor bienestar social para sus pueblos.
Uno de los principales señalamientos de un estudio realizado por el PNUD en 2004, es el desprestigio del Estado y las instituciones democráticas frente a la población en un contexto de elevados niveles de pobreza, de desigualdad social, de exclusión económica y social, de desprotección frente a la violencia y otros problemas sociales que afectan a grandes sectores de la población.
La población de la región no sólo está inconforme con los logros económicos que la democracia puede ofrecer en términos de bienestar social, sino que estaría dispuesta a legitimar un régimen autoritario que le resolviera sus necesidades materiales más inmediatas.
Esta afirmación pudiera dar cuenta de una relación lineal entre la necesidad de la elevación del desarrollo económico traducido en bienestar social y los problemas de la consolidación de la democracia en Latinoamérica, misma que los estudios empíricos han tratado de ratificar. Pero esto no ha sido nada sencillo.
Si tomamos a manera de ejemplo los datos del estudio El Mundo en 2007, publicado por el diario inglés The Economist y relacionamos las calificaciones que otorga a los regímenes políticos en el mundo con sus niveles de renta, observaremos que prácticamente todos los países desarrollados son democracias plenas, mientras la mayoría de los países mas subdesarrollados cuentan con regímenes autoritarios; pero los países con ingresos medios en su mayoría tienden a concentrarse en nebulosas categorías intermedias denominadas democracias plenas o regímenes híbridos.
Pero además, el problema aquí y en otros estudios similares es la renta per cápita como indicador de desarrollo, ya que dicho concepto arbitrariamente divide el valor monetario de los bienes totales producidos por los países en un año y los divide entre su número de habitantes, haciendo abstracción de la forma en que realmente se distribuyen entre los miembros de la sociedad. Lo que puede llevar a conclusiones equivocadas.
Sin embargo, el interés por analizar la relación entre desarrollo y democracia ha inquietado a diferentes corrientes de pensamiento, particularmente aquéllas que podemos identificar dentro de la teoría de la modernización. Desde que apareció la obra pionera de Seymur Martin Lipset, Algunos requisitos sociales de la democracia: Desarrollo Económico y Legitimidad política, se han desarrollado estudios cualitativos con metodologías cada vez más sofisticadas para dar cuenta de esta relación, contribuyendo de manera notable a la aportación de datos sobre este fenómeno. Sin embargo, cuando se ha pasado al plano explicativo se advierten serias contradicciones y deficiencias analíticas incluso entre enfoques similares. A más de cuarenta años de estudios sobre el tema, no parece haber una explicación lo suficientemente coherente, que haya pasado la prueba del tiempo.
Uno de los problemas explicativos más notorios surge, como se puede observar en el estudio citado anteriormente, cuando se pasa a analizar a naciones con renta media, particularmente en el caso de los países de América Latina , que parecen moverse en términos generales a contrapelo de las tendencias generales a nivel mundial. Desde este marco interpretativo, pareciera que en esta parte del planeta, en determinadas coyunturas históricas, a un importante incremento de la renta per cápita no ha correspondido un mayor grado de democratización de sus regímenes políticos, y en sentido opuesto, como se supone está ocurriendo actualmente, a un descenso de los niveles de ingresos no ha correspondido una “escalada” autoritaria, sino al contrario, un “auge” democrático.
Esto es así porque la historia demuestra que no existe una relación mecánica entre la renta per cápita y los niveles de democracia de un régimen político. Actualmente países como Venezuela, Bolivia y Ecuador se caracterizan por tener regímenes que han recibido críticas de diversas organizaciones internacionales por alejarse del paradigma de la democracia liberal, y sin embargo gozan de un enorme respaldo popular ratificado por la vía de las urnas, gracias a que lograron articular la movilización social en sus países contra la globalización neoliberal y constituir gobiernos con un amplio respaldo popular. Por otra parte, hay países como Colombia cuyos regímenes son caracterizados como democracias y viven una franca militarización al interior de sus fronteras, en un permanente conflicto social. Todo apunta a que hay que buscar en la lucha de clases, las claves para caracterizar los posibles vínculos entre desarrollo y democracia.
Por lo tanto, consideramos que las deficiencias interpretativas en las investigaciones sobre el tema se encuentran, no tanto en las sofisticadas metodologías utilizadas en la medición de las variables desarrollo y democracia, sino en la base común que a nivel teórico han compartido estos estudios. Es en la interpretación misma de los conceptos donde se debe empezar a buscar respuestas que nos permitan emprender nuevas rutas para el abordaje de este importante tema.
Así mismo, el diagnóstico atribuible a la teoría de la modernización en el tratamiento del tema es aplicable a los aportes de las teorías de origen latinoamericano -particularmente la teoría cepalina y la teoría de la dependencia-, aunque por razones distintas, ya que a pesar de sus originales contribuciones a la comprensión de los desafíos que encuentra el desarrollo económico en la región, estas contribuciones no elaboraron un cuerpo teórico igualmente amplio y profundo en el tratamiento de la democracia.
Desde esta perspectiva analítica la democracia no es un tema relevante, cuando mucho se encuentra subordinado a la problemática del desarrollo o la dependencia, ya que aquél era un periodo histórico en el que el principal desafío que se presentaba a los investigadores sociales y a los gobiernos de la región era explicar la realidad latinoamericana para establecer estrategias que le permitieran acceder a la modernidad. Por eso los temas predominantes entre las décadas de los años cincuenta y setenta son el desarrollo, el crecimiento económico, así como el análisis de los procesos de urbanización, secularización, e incorporación social de las capas poblacionales marginadas o excluidas. En este sentido, Lidia Girola afirma:
Algunos investigadores tenían como referente a los procesos europeos o estadounidenses, y se abocaron a estudiar la viabilidad del cambio estructural en América Latina. Otros asociaron los procesos de modernización con las imposiciones del capital internacional y las clases dominantes nativas. No obstante, en la mayoría de los casos a la modernización se la concibe como un cúmulo de procesos en curso, principalmente el de la industrialización, y a la modernidad como una etapa a alcanzar, si acaso en el futuro. Si algunos trabajos son relativamente optimistas, en la mayoría se reasaltan las falencias, los obstáculos, y se visualiza la situación como de carencia, tanto de las condiciones materiales como de las ‘espirituales’, para el logro de la meta propuesta.
En este capítulo revisaremos los desarrollos de los diferentes enfoques teóricos desde los cuales se ha abordado este tema, centrando nuestra atención en las aportaciones, las deficiencias y las omisiones de los mismos, para estar en condiciones de obtener una perspectiva general del estado del arte sobre esta problemática.
El objetivo es analizar la teoría y la práctica del desenvolvimiento económico y la democracia en los países latinoamericanos, para reconstruir dialécticamente las condiciones materiales concretas desde las que se han formulado las explicaciones de esta relación, apuntando críticamente las limitaciones analíticas a las que se ha enfrentado.
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