Ana Delia Barrera Jiménez
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Al abordar la categoría texto desde dicho enfoque, se particularizará en
aquellos elementos que lo distinguen: concepto, dimensiones y tipología.
- Conceptualización
Los avances en relación con los estudios lingüísticos han conducido a
que la ciencia del texto haya pasado a ocupar un lugar relevante, en
tanto se encarga de ofrecer una nueva perspectiva de análisis, por lo
que da respuesta a problemas teóricos y metodológicos que la lingüística
tradicional no hubo de resolver. Su objeto de estudio es el texto, que
significa tejido, según su originario en latín. Alrededor de esta
categoría, diferentes puntos de vista han convenido, dando lugar a
importantes referentes como concepto, dimensiones y tipología, los
cuales permiten comprender la misma con más amplitud y profundidad.
No obstante la diversidad de criterios en torno a la conceptualización
de la categoría texto, la mayoría de los autores hacen énfasis en su
esencia comunicativa. Para Parra (1989), es la unidad comunicativa
fundamental y encuentro semiótico mediante el cual se intercambian los
significados; para Halliday (1986), es la unidad básica del proceso de
significación y según refiere Casado (1993), representa el nivel
individual del lenguaje en cuanto a manifestación concreta del habla en
general y de la lengua histórica.
En sentido amplio, el texto, para Roméu (2003), incluye todas las formas
de expresión que el hombre emplea para emitir significados y que
comprende los discursos orales o escritos, pinturas, esculturas,
películas o, simplemente, la forma como vestimos o vivimos, criterio
este que se asume como básico en el marco del presente trabajo. En su
sentido estrecho, constituye cualquier enunciado comunicativo coherente,
portador de un significado, que se expresa en un contexto determinado,
con una intención y una finalidad definidas, para lo cual el emisor se
vale de determinados medios comunicativos funcionales.
Opina dicha autora que todo texto es resultado de la integración de
múltiples saberes: lingüísticos, comunicativos, matemáticos, históricos,
geográficos, etc., lo que permite explicar su naturaleza
interdisciplinaria. Un individuo culto se conoce por su capacidad para
integrar múltiples saberes en los textos que comprende o produce. El
análisis de un texto por ello, debe implicar precisamente el “desmonte”
de esa “integración de múltiples saberes”.
El texto constituye “un enunciado comunicativo coherente, portador de un
significado, que cumple una determinada función comunicativa
(representativa, expresiva, artística) en un contexto determinado, que
se produce con una determinada intención comunicativa, una determinada
finalidad, que posibilita dar cumplimiento a ciertas tareas
comunicativas para lo cual el emisor se vale de diferentes
procedimientos comunicativos y escoge los medios lingüísticos más
adecuados para lograrlo.” (Roméu, 1996:1). En tanto Van Dijk (2000),
concibe al texto como una abstracción, un constructo teórico, que se
concreta o manifiesta mediante los discursos que el individuo produce en
diferentes situaciones y contextos.
Es necesario referir que, frecuentemente, diversos autores emplean los
términos texto y discurso indistintamente, en relación con una misma
realidad; sin embargo, a pesar de la gran relación entre ambos existe
diferencia y esta radica, según Sales (2007), en “la diferencia entre
lenguaje y lengua, el primero como capacidad común a los seres humanos
de comunicación mutua por medio de cualquier sistema de signos,
expresados en diversos códigos, aun aquellos que no se han concebido
específicamente para la comunicación, pero que en situaciones y
contextos determinados funcionan en este sentido. Y la segunda, como
sistema de signos lingüísticos depositados en la conciencia social que
se manifiesta en el discurso comunicativo de cada hablante mediante el
código verbal, mediante la palabra. De acuerdo con esta diferenciación,
se puede inferir que todo discurso constituye también un texto, pero no
todo texto puede constituir un discurso”. (Sales, 2007:101).
Otro elemento relevante y muy relacionado con las categorías texto y
discurso lo constituye el contexto, el cual incluye los elementos que se
interrelacionan en un acto comunicativo: situación, intención y
finalidad comunicativas, tarea comunicativa, estatus social de los
interlocutores, así como los factores espacio temporales y los propios
sujetos en calidad de miembros de categorías sociales, grupos
institucionales. La interrelación entre ellos depende básicamente de la
coherencia global y esta, a su vez, se manifiesta en una coherencia
semántica (interrelación y unidad de las ideas en lo que se significa),
formal (estructuras gramaticales y sintácticas oracionales y discursivas
que se utilizan para la expresión de ese significado) y pragmática
(depende, del contexto de significación. (Sales, 2007: 1001).
Como parte del texto es imprescindible la comprensión de sus
dimensiones.
Dimensiones
A saber de Roméu, (2003), se reconoce que la comprensión y producción de
discursos, además del dominio de los niveles en los que se estructuran,
exige también el dominio de las dimensiones que revelan los componentes
que entran en la urdimbre del texto: la sintaxis, la semántica y la
pragmática textual.
El proceso para entender el valor significativo (semántico) que aporta
una estructura lingüística cualquiera, considera esta autora, “no puede
ser resuelto solo por la sintaxis, independientemente de que se comience
por identificar a qué clase pertenece una palabra determinada; para ello
es necesario tener en cuenta los factores del contexto que están
determinando dicha significación. (Roméu, 2003:8)
Existen varios criterios acerca de cómo se establece la relación entre
estas dimensiones; algunos autores conceden una total autonomía a la
sintaxis, al considerar su capacidad para operar más velozmente que las
otras dos. Teniendo en cuenta los criterios de los autores que defienden
este punto de vista, la semántica y la pragmática, una vez que han
obtenido la información necesaria que la sintaxis les aporta, pueden
posteriormente desecharla, sin dejar de resaltar que "es la sintaxis la
reina suprema al comienzo del flujo del procesamiento". (Fodor, 1983).
Esta concepción establece que la dimensión sintáctica "se ejecuta
primero, aun cuando la semántica y el discurso puedan luego prevalecer".
(Graesser, 2000: 417).
Otros autores difieren de este parecer al considerar que los módulos o
dimensiones son altamente interactivos y defienden el criterio de que no
existe un orden obligatorio que exija comenzar por una dimensión para
luego transitar a otras. (Just y Carpenter, 1995; Hess y otros, 1995).
Desde el punto de vista de la psicología cognitiva, apunta la autora
referida, la comprensión no constituye un proceso de abajo hacia arriba.
Al respecto plantea Graesser (2000):"no se trata de que la sintaxis
comience o que la semántica se complete antes de que los procesos
discursivos se inicien. Más bien, análisis parciales evolucionan en
todos los niveles (y en todas las dimensiones) hasta alcanzar la
representación final". (Graesser, 2000: 434).
Ningún análisis - afirma Roméu- “sería psicológicamente aceptable si se
exige el análisis total en una dimensión antes de proceder a otra, o
sea, en el análisis se podrá transitar de una dimensión a otra, para
hacer evidente su interdependencia”. (Roméu, 2003:9).
El proceso de atribución de significados al texto y producción textual,
desencadenado a partir de esta dimensiones, favorece la calidad de dicho
proceso en el acto de aprendizaje, lo que reclama que didácticamente el
profesor dirija su atención a ellas, de modo que el alumno las tenga en
cuenta de forma natural, dentro del propio algoritmo de trabajo, al
resolver la tarea, independientemente del tipo de texto del que se
trate.
Tipología
Dada la complejidad del mundo de la diversidad textual resulta necesario
hacer referencia a los diferentes criterios de clasificación existentes
al respecto. De acuerdo con los llamados géneros se clasifican en:
narrativos, poéticos y dramáticos; según las líneas de composición en:
progresivos (expositivos), enumerativos (descriptivos) y asociativos
(dialogados).
La estilística funcional por su parte, se encarga de la clasificación de
los textos según la función comunicativa que le es esencial, lo que
implica comprender como punto de partida los conceptos de estilo (la
selección de los medios de expresión y su composición; Dubsky, 1975),
estilística (ciencia del estilo) y estilística funcional (estudia las
particularidades y regularidades del funcionamiento del idioma en
distintas variedades del habla, correspondientes a determinadas esferas
de la comunicación y actividades humanas, y analiza también la
estructura de los estilos funcionales, las normas de elección y
combinación de los medios idiomáticos.
Según los criterios estilísticos, la clasificación de los textos resulta
también diversa. Autores como Martín (1968); Dubsky (1975), Shishkova
(1989) y Popok (1989), entre otros, proponen los siguientes:
Martín: La estilística del investigador, la estilística del filósofo, la
oratoria (política, leída, ateneísta o académica), la carta (privadas,
comerciales, eruditas), el teatro, el periodismo, la noticia, crónicas
de información, interview y reportaje, artículo, el humorismo, la
traducción, la estilística lexicográfica, el guión de cine.
Dubsky: El método psicológico, el método estadístico, el método
funcional (conversacional o coloquial, de trabajo o profesional,
artístico o poético), la estilística comparada.
Shishkova y Popok: Estilo científico, oficial, publicista, literario y
estilo coloquial.
Teniendo en consideración los criterios anteriores y atendiendo a la
función comunicativa que le es esencial, Sales (2000) propone considerar
la clasificación de los textos como sigue:
I-Estilo funcional- coloquial:
- Conversación, discusión, debate, la carta familiar y privada, el
comentario oral informal.
II- Estilo funcional- profesional:
- Sub-estilo científico y científico popular: notas, resumen, ponencia,
informe, artículo, libros de textos.
- Sub-estilo oficial: acta, carta oficial y comercial, circular,
informe, hago constar, certificaciones, oratoria, notas.
- Sub-estilo publicista: noticia, crónica informativa, entrevista,
reportaje, artículo, comentario, avisos.
III- Estilo funcional artístico
- Narrativa, lírica, dramática (teatro y guión de cine), humorismo,
artículo de crítica artística.
No obstante la amplia gama de criterios existentes respecto a la
diversidad textual, es preciso asumir una clasificación determinada para
que se dé un trabajo homogéneo en este sentido. En este caso y según los
criterios que en la actualidad priman en la enseñanza, se asume la
siguiente clasificación, reformulada por Domínguez (2007).
1. Según su código: orales, escritos, icónicos, simbólicos y gráficos.
2. Según su forma elocutiva: dialogados, narrativos, descriptivos,
expositivos y argumentativos.
3. Según su función: informativos (referenciales o representativos),
expresivos, poéticos y apelativos
4. Según el estilo: coloquiales, oficiales (administrativos, jurídicos,
diplomáticos), publicitas
(políticos, periodísticos y publicísticos), literarios (líricos, épicos
y dramáticos) y científicos.
Vale destacar, y en ello se concuerda plenamente con Sales (2000), que
en la diversidad textual incide fundamentalmente el papel del docente al
escoger los textos de acuerdo con el grado y las características de sus
alumnos, de forma tal que esta rica gama de matices que aportan los
diferentes tipos de textos forme parte de su universo del saber.
En el contexto específico de formación de profesores, el trabajo con el
texto es elemental para estimular, desde los procesos de significación
que se producen en el PEA, la motivación de los alumnos, a partir de la
elaboración de tareas que así lo posibiliten, más allá de la clase de
lengua materna en sí misma. Para ello es esencial profundizar en
relación con el proceso de CCTAMA y sus particularidades en el 1er. año
de las carreras de Formación de Profesores para Preuniversitario.