Viví hasta los 18 años en un poblado del sur del Estado de Veracruz: Acayucan. La colindancia con el istmo oaxaqueño era algo evidente, no sólo en el aspecto geográfico (a casi 2 horas de distancia, vía terrestre), sino también su influencia cultural. A pesar de no conocer físicamente el espacio, las costumbres de esta región se podían experimentar y visualizar constantemente. Cómo olvidar la regada de frutas de las tecas, el totopo y el camarón seco, los mangos verdes con chile en polvo, así como el nanche y otras frutas curtidas con alcohol, alimentos que eran promovidos con una exótica mezcla de español y la lengua zapoteca por mujeres con atuendos con bordados hermosos. Las festividades de varios días, el mezcal y la preocupación por que se exhibiera una sábana con manchas de sangre para constatar la virginidad de la desposada, eran costumbres conocidas por varios habitantes de la localidad. No faltaba la mezcla entre algún o alguna veracruzana con los "tecos" (adjetivo con el que nos referíamos comúnmente a los istmeños). También era común saber a cerca del poderío femenino que ellas representaban. Se presumía de un matriarcado casi mítico: "las tecas son malas", "era de esperarse que no quisiera, teca tenía que ser", "con ellas no se juega, las tecas son canijas"… Apenas son algunas de las frases que recuerdo alusivas a ellas.
Esos y otros detalles más, eran los referentes que construíamos muchos veracruzanos del sur, en torno a las mujeres oaxaqueñas. Era casi imposible no incomodarse o no permitir que surgiera una actitud de rechazo al respecto de ellos y ellas. Considerarlos como sucios, tercos y flojos, eran los adjetivos que los identificaban en tierras donde se definían los grupos de poder fronterizos (Veracruz y Oaxaca). Los tecos podían ser compañeros, más no amigos, no eran de fiar. En contraste, desde la infancia, el y la veracruzana del sureste, era educado (supongo que sigue siendo), para repudiar al ajeno, aquel que venía a "invadir nuestras tierras, cultura y mujeres": "Dale en su madre, ningún teco vendrá a fregarte y menos en tu tierra". Creo que el sentimiento era dual, admiración a su cultura y desprecio a otras actitudes, que ahora entiendo que no son rechazadas solamente por los veracruzanos, sino por los mismos oaxaqueños, especialmente la gente que habita los Valles Centrales.
Mi visión y sentir referente a Oaxaca cambió mucho a partir de mi visita a la capital de ese Estado, para el año de 1997. Un viaje de estudios organizado por la Facultad de Historia de la Universidad Veracruzana (U.V.), a la capital de Oaxaca, (Centro Histórico Patrimonio Humanidad), resultó ser un rico chapuzón al interior de una faceta de la tierra de Don Benito Juárez, que solamente tenía idea de ella por algunas lecturas. Me pareció un lugar hermoso, junto con los otros poblados y centros turísticos: Mitla, Hierve el Agua, Monte Alban, entre otros.
La iglesia de Santo Domingo, museos, un hotel cómodo y un par de noches de fiesta, fueron suficientes para quedar enamorado de esta tierra. Tenía 19 años y añoraba regresar a la primera oportunidad a lo que consideré una "tierra mágica". La guía de profesores y la compañía de amistades de la licenciatura, hicieron de este viaje algo maravilloso. Aunque no me percaté de las rutas de acceso ni del tipo de gente que allá habitaba ("amables y suertudos" por haber nacido en esta tierra, pensaba yo). Fueron apenas dos noches y tres días que se vivieron intensamente, visitando lo más llamativo de los Valles Centrales del Estado.
Cuando me llamaron, en Agosto de 2005, a efectuar una entrevista y evaluar la posibilidad de laborar en una universidad del Estado de Oaxaca, ya había tenido la oportunidad de visitar Juchitán, poblado del istmo de Oaxaca. Sólo fue un fin de semana, pero me bastó para que cambiara mi percepción de aquel poblado de tecos. Me agradó y expresé que con gusto lo volvería a visitar. Aunada mi experiencia previa de haber conocido la capital, la invitación a laborar en Oaxaca, me emocionaba, había leído generalidades, escuchado algunas cosas, pero no tenía experiencias más allá de tres días de estancia en aquel Estado. A principios de ese mismo año, intenté laborar en una telebachillerato en la Chinantla, otro poblado del sur del Estado de Veracruz que colindaba con Oaxaca. Tres días me fueron suficientes para darme cuenta que la vida en un pueblo con pocos servicios, diversión y con precios tan altos, no me llenarían. Oaxaca se asomaba cada vez más cerca, en mi vida.
Confieso que más que el lugar, la necesidad de tener un trabajo mejor remunerado y estable fueron las situaciones que me obligaron a moverme a la entrevista (más adelante, a establecerme). Renuncié a mi trabajo previo, una escuela privada que por malos manejos administrativos y demás, a un semestre de mi partida, acabó por clausurarse.
Partí por la media noche de un domingo del mes de agosto de 2005 rumbo a Oaxaca. Las lluvias estaban a la orden del día, huracanes y tormentas no se hacían esperar para aquellas fechas. Casi no dormí en el trayecto, emoción, expectativa y preocupaciones me abrazaban en el camino. El viaje se complicó cuando el chofer nos avisó que debido a los deslaves en la carretera, tomaría un atajo. Me preguntaba cuál era la magnitud del problema. Pensé que el inicio del viaje era malo, pero, ¿cómo podía estar tan descuidada una autopista federal?…etc.
A pesar de las inclemencias, llegué. La Terminal de Autobuses De Oriente (ADO) era pequeña, no entendía como siendo Oaxaca un sitio turístico tenía una infraestructura tan pobre en su terminal de autobuses de primera . Eran las 8 o 9 de la mañana. A pesar de que la secretaria de la Universidad me había sugerido lugares donde tenía que abordar mi siguiente transporte, pregunté inocentemente si salían corridas a Miahuatlán, a qué hora y cuánto costaba. La señorita que atendía sonrió, y me dijo que de ahí no salía nada para allá. Que preguntara a los taxistas, ellos me llevarían a la central de buses.
Los medios de transporte no me llamaban la atención para viajar, camionetas tipo suburban y camiones de segunda (y hasta tercera o cuarta calidad) eran las únicas vías de transporte. Mi desencanto por el Estado iniciaba o quizás se reiteraba. El precio del servicio de taxi me hizo pensar que la distancia era extrema. Mi referente al respecto era Xalapa, Veracruz, lugar donde es bastante barato el servicio. No me quedó de otra, tuve que pagar, aunque me quedó un sentimiento raro atravesado: me sentí asaltado con la cantidad de 35 pesos por apenas avanzar unas cuadras. La experiencia en el transporte no fue tan mala, aunque la claustrofobia estuvo apunto de apoderarse de mi. A pesar del cansancio, no dormí en el camino. Ocotlán y Ejutla de Crespo, entre otros pueblos, fueron las antesalas que me hacían pensar que el fin del trayecto no era malo. Aunque tanto el conductor del taxi, como el de la suburban se encargaron de desdibujar mi rostro de ilusión respecto de mi futura vida en Miahuatlán, en contraparte, mi corazón empezaba a latir de prisa y mis ganas de experimentar la vida en aquel lugar iban menguando.
Más que por defecto o efecto de la profesión (etnohistoria), interrogaba a las personas para saber a qué le tiraba laboral y socialmente. La poca información que pude obtener en la Internet al respecto del poblado fue muy básica. No existían los resultados del censo INEGI que se aplicó para 2005, así que para 2000, sabía que Miahuatlán vivían 35 mil almas. Los conductores me informaron que algunas de esas almas habían dejado de existir. No voy a negar, fueron diplomáticos con su informe y nociones referentes a la ciudad, pero los conflictos del poblado no se mantuvieron en secreto. "Miahuatlán pueblo violento", "donde matan de a gratis" o "una nueva sucursal donde la vida no vale nada", fueron las impresiones que pude reconstruir en mi cabeza después de la charla con ellos.
No hay plazo que no se cumpla, o, a cada santo le llega su día. Después de dos horas de camino llegué a la tierra donde posteriormente me enteraría que el General Díaz había librado una feroz batalla contra más de 2000 franceses (Díaz y su gente a penas y eran la mitad). No voy a negar que el paisaje me impresionó, al menos el cielo y los cerros que se apreciaban alrededor del camino eran muy bonitos. Por otra parte, la erosión de la tierra, era una antitesis de mí querida tierra veracruzana; inevitablemente pensé aun sin tener nada seguro el trabajo, me sería difícil vivir lejos de mi terruño. La carretera estaba bien cuidada, con sus leves variantes. Eso si, un montón de topes sin señalamientos, pero la astucia del chofer pudo más y, como dije al principio de este párrafo, con la ayuda de Dios, llegamos. Casi 11 horas de trayecto, desde Xalapa, hasta la tierra prometida: Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca.
Me despedí del chofer con un buen apretón de manos, mientras pude notar una mirada de compasión por parte de él. No le puse mucha atención, creo que aun tenía cierto optimismo sobre lo que me aguardaba en el lugar. Busqué un hotel, tenía que bañarme para dirigirme a la entrevista en la Universidad. Me hospedé en el hotel "Juan Manuel", ubicado en la zona centro del pueblo, 150 pesos el día, creo que el precio era aceptable. Recuerdo que la puerta del baño tenía un anuncio, decía algo sobre las dificultades de obtener agua en la región, favor de no gastarla. De todas formas no salía mucha. Nunca salió el agua caliente prometida. Tenía televisión por cable, bueno, al menos hay este servicio, me dije. Después de un baño fugaz (y frío), me fui a desayunar, huevos con chorizo, frijoles y café negro (o lo que para un xalapeño es agua de calcetín). Pido la cuenta: casi 40 pesos. Una vez más, asaltado por segunda vez en el mismo día. Nomás que acá me dolió más. A mi humilde juicio, creí que por ser un lugar tan pequeño, los precios serían menores, las cosas no coincidían dentro de mi pobre esquema de vida. El inicio a un sueño surrealista churrigueresco iniciaba.
Una hora después, estaba listo para la entrevista, llevaba listo mi C. V., una clase muestra y los sentidos afinados para "una charla académica de altura"; tenía audiencia con el Sr. Vicerrector de la Universidad de la Sierra Sur (UNSIS), me esperaba miles de cosas de dicho evento, sobre todo aquellas que tenían que ver con un alto nivel educativo, con grandes exigencias sobre investigación, en fin, todos los requerimientos que pensé, tendrían las autoridades con esos rangos. Mientras esperaba, en la pequeña antesala, veía por la ventana que daba hacía una de las rutas de acceso a la Universidad , en la parte de atrás del servicio de transporte urbano, unas frases mal pintadas: "Señor Gobernador, estamos hartos de tanta inseguridad", eso ya me dio una buena idea del tipo de lugar donde laboraría.
Las instalaciones de la Universidad de la Sierra Sur divergían enormemente con lo visualizado en la región. Edificios impecables, vigilancia policial, salas de cómputo con acceso a internet, mobiliario nuevo, jardines, laboratorios cubículos para profesores, biblioteca, salas de auto-acceso para el aprendizaje de la lengua inglesa, clínica, salones de clase, baños, entre otras áreas en perfectas condiciones donde profesores y alumnado, podían gozar preferencialmente. Considero que este resulta ser uno de los principales aciertos y características del Sistema de Universidades del Estado de Oaxaca: "una buena imagen".
Al fin me llegó la hora de la entrevista, el Sr. Vicerrector arribó, la charla que me esperaba, no. Me dio la impresión de notar un personaje nervioso, muy fijado en mi vestimenta, cuidadoso de "las formas", más que del fondo. Nunca cuestionó nada sobre mi quehacer profesional, lo que sabía hacer o incluso sobre un proyecto que tuviera en mente para que desarrollara. Pude visualizar desconfianza y reservas hacia mi persona. No me importó, yo quería el trabajo y ya.
Al mes siguiente me notificaron, por insistencia personal, que había decidido un supuesto cuerpo colegiado mi contratación, por seis meses. Me enteré más adelante, que había temor sobre mi contratación, mis colegas predecesores se habían metido en problemas, ya que cuestionaron la institución e intentado armar un sindicato, entre otras cosas . El estigma del científico social, el intelectual que cuestiona el sistema, estaba demasiado alojado en la mente y temores del jefe. Entré a laborar bajo sospecha, evaluado a cada rato, surgían molestias por reírme a carcajadas en los pasillos (ser "escandaloso"), no veían bien que vistiera con tenis, ropa sport, ni hacer "libre pensadores" a las y los alumnos, ni nada de "hacerlos razonar". Que tampoco se me ocurriera escribir opiniones ni críticas (de ningún tipo) en prensa, radio, artículos de investigación, entre otros. Desde luego, esta restringido investigar temas sobre "política", religión (en ocasiones se argumenta que "no se investiga religión, ya que la Universidad es laica"), "sexualidad y género " y obviamente, no se permite hablar mal del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Estos últimos, son aspectos que se recalcan al interior de citas a solas entre profesores y los dirigentes, sobre todo antes de asistir a los eventos académicos públicos (congresos, conferencias, etc.) dentro y fuera de la institución . Un par de años después, el mismo académico fue procesado por acoso sexual , en medio de un clima enrarecido, él fue reinstalado en la Universidad Tecnológica de la Mixteca (ahora como profesor-investigador), haciéndose notorio en el aire una frase que casi podía olerse: "aquí no pasó nada, todo mundo a trabajar". Quien le suplió, o sea el siguiente Vicerrector, daba la impresión de resumir su gestión en una de sus frases expresada durante la primera charla que tuve en la oficina de él, a inicios de su gestión: "a mi me mandaron para vigilar que las cosas estén bien".
Fueron más de cuatro años de servicio al interior de la institución descrita. Esta situación me obligó a asentarme en el poblado Miahuatlán de Porfirio Díaz, de Oaxaca, en el umbral de la Sierra Sur. Al mismo tiempo que laboré como docente en la UNSIS, desarrollé investigación de campo para efectuar la presente pesquisa. Mi experiencia laborando ocho horas diarias, de lunes a viernes en la universidad , así como el desarrollo y dirección proyectos de tesis a nivel licenciatura con temas perfilados al conocimiento de la historia, cultura, geografía, formas de gobierno, participación ciudadana, evaluación de programas de desarrollo económico y social, etc. , de la localidad y poblados aledaños; dicha dinámica me brindó una excelente oportunidad de enriquecer, desenvolver y afinar mi tesis doctoral, pero sobre todo, acercarme al conocimientos y análisis del ethos cultural de la región .
Con el paso del tiempo, maduré una idea, nada original, percatándome en carne propia, que las instituciones pueden llegar a parecerse a su entorno, los personajes pueden simbolizar las carencias y abundancias que emanan de su terruño . Tal parece que en los Estados del sureste mexicano, se agudizan los resultados de las secuelas del cacicazgo largamente arraigado, siendo un argumento y actitud utilizada tanto por políticos como por autoridades presumiblemente educativas, como el caso del Dr. Modesto Seara Vázquez, rector de esta institución. "Aquí no hay democracia" diría el catedrático de la UNAM Seara, al respecto del ambiente laboral y de enseñanza/aprendizaje de la UNSIS. "Lo que hay es disciplina", frases manifestadas jactanciosamente por el académico y amigo cercano del Gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz Ortiz .
Me fue inevitable cuestionarme qué tipo de seres humanos surgen o se construyen en un ambiente tan "rígido" como éste, supuestamente académico, con "una educación de alto nivel " entre otros adjetivos resultado de una discurso político desgastado e identificado por el priísmo anquilosado en las tierras oaxaqueñas. Pero si el asunto es difícil acá en la "universidad", con la elite que cuenta con las posibilidades de "educarse", qué sucede con aquellas personas que no cuentan con la menor posibilidad de concluir sus estudios formales básicos. ¿Y las mujeres?, ¿las y los infantes?, ¿homosexuales?, ¿indígenas?, ¿evangélicos/as o protestantes?, entre otras alternativas socioculturales que han sido marginadas/os por la clase política eminentemente patriarcal, carente de alternancia o cambio durante más de medio siglo, qué pasa, a dónde van, cómo subsisten.
Unos días previos al arribo de Miahuatlán, en el CIESAS-Unidad Golfo , tomé un curso con el Dr. Guillermo Nuñez Noriega sobre Teoría Queer: Reflexiones Críticas de las identidades sexuales y de género. Esta teoría, entre otras cosas, rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales como "homosexual", "heterosexual", "hombre" o "mujer", sostiene que estas clasificaciones esconden un número enorme de variaciones culturales, ninguna de las cuales sería más fundamental o natural que las otras. Era la primera vez que me enfrenté ante tal interpretación. Hubo muchas cosas que no me quedaron claras, no por la calidad de la facilitación del curso, si no más bien por el montón de dudas que me surgieron a partir de haberlo tomado, resultado obviamente de la ignorancia que profesaba al respecto de los tópicos expuestos .
Fue hasta ese momento, que pude vislumbrar más claramente que el mundo en que habito, ha sido diseñado, casi de manera exclusiva, para los hombres, a pesar de que en el mismo se cohabita con mujeres. Aprendí que a este fenómeno se le denomina androcentrismo: cuando el mundo o las cosas que rodean a las personas, se les apropia, define y construye a partir de vocablos, nociones o enfoques masculinos. Y aunque se me podría cuestionar mi carencia de sensibilidad ante lo que quizás las y los feministas determinan como algo más que evidente. O sea que vivimos en sociedades y culturas patriarcales; cuando se nace hombre, es algo, que sinceramente no se cuestiona, parece todo tan natural, el hecho de que sea tan sencillo moverse por la noche solo, o la no penalización de la virginidad, incluso dirigirse a las cosas en masculino, hablando en términos lingüísticos, a pesar de saber que hay mujeres en el grupo que nombras o te diriges. Por mencionar un ejemplo al respecto: los profesores debemos elaborar un examen para evaluar alumnos (cuando se sabe que hay también compañeras profesoras y mujeres como alumnas).
El trabajo que se muestra en este escrito, contiene buena parte de las dudas ya expuestas, siendo el escenario, los espacios ya comentados, coexistiendo actores y actrices sociales que suelen ser el reflejo del complejo enramado sociocultural ya citado; para efectuar buena parte de dicho ejercicio, consideré proponer un análisis sobre la génesis y la persistencia de una unión bautista misionera conformada por mujeres en un poblado de la región denominada Sierra Sur del Estado de Oaxaca. Investigación pertinente, que nos brinda el pretexto para disertar a cerca de la situación contemporánea de algunas mujeres que han decidido, por diversas circunstancias, creer y seguir con los preceptos de una variante del cristianismo evangélico fundamentalista, como es el caso de la Iglesia Bautista, en una región del país donde predomina el catolicismo, así como fluctuaciones migratorias diversas y complejas.
Esta indagación comienza a plantearse en diversos momentos y formas, debido a las dificultades de abordar un estudio en un poblado, pero más aun en una Iglesia, nada acostumbrada a ser investigada. La situación, que en ocasiones se convirtió en una especie de problema, se agudizó, al determinar la importancia del estudio sobre un sector poco analizado en el terreno del campo religioso nacional y estatal: las mujeres.
Originalmente, en los inicios de mis estudios doctorales, no tuve la intención de abordar una temática con las características aquí planteadas. De hecho, el enfoque teórico que recurro tan gustosamente, es aprendido empíricamente. Ignoraba la ubicación geográfica del espacio de estudio, así como la sociedad religiosa. Lo que leerán, no es más que un esfuerzo a partir de las posibilidades que tuve a la mano, sometidas a un proceso de adaptación y negociación entre lo que había y lo que podía hacer, aceptando los errores como algo completamente mío y los aciertos de todos y todas las y los involucrados.
Muchos de los apartados de esta tesis fueron socializándose en varios congresos organizados por la Asociación Latinoamericana de Estudios de Religión (ALER), la ENAH, algunos sobre género como el de la Red de Estudios de Género de la Región Sur Sureste (REGEN) de la ANUIES, entre otros espacios de difusión y discusión académica, así como de divulgación no especializada. También pude publicar mis escritos en revistas y libros electrónicos, memorias de congresos, entre otros medios de comunicación . A las personas que hicieron viable lo descrito, les agradezco la posibilidad de expresar mis resultados preliminares.
Son varias las alumnas de la Universidad de la Sierra Sur que me auxiliaron en el proceso de compilación de información. Desde las porras, pasando por la captura de datos, toma de fotos, entre otros detalles, que hicieron posible que esto pudiera cocinarse con "olor a mujer". Dany, Rudy, Celiflora, Bety…este logro, también es de ustedes.
También fueron varios las y los académicos que me proporcionaron su interés y ayuda en este largo y sinuoso camino. Entre las instituciones que me abrieron sus puertas y apoyos, directa e indirectamente, quiero mencionar al CIESAS e INAH de Oaxaca, el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO, el Instituto de la Mujer Oaxaqueña (IMO), así como la misma UNSIS, quienes dentro de sus seminarios de investigación y eventos académicos, me permitieron compartir e intercambiar ideas, que desde luego me nutrieron como persona y académico.
Pude acercarme a varias circunstancias planteadas en este trabajo, gracias a las pesquisas desarrolladas por mis tesistas. Ellas y ellos han sido, sin lugar a dudas mis mejores ojos y oídos, así como interlocutores, que me ayudaron a poder aterrizar mis hipótesis sobre un terreno desconocido. Sus resultados de investigación han resultado ser, a parte de una satisfacción personal, un tesoro invaluable, que ayudó a nivelar mis prejuicios, ignorancias, fobias y temores sobre las sociedades y culturas que me rodearon. Gracias Cecilia, Karel, Rosario, Marcelino, William, Angélica, Juanita y Elidia.
En una etapa de esta investigación , el Colegio Mexiquense y la fundación Henry Ford. México/EUA, me brindaron el apoyo y confianza, para ser parte de las y los beneficiados por las Becas Iberoamericanas de Apoyo para al Investigación sobe la Laicidad 2008, aspecto que me resulta importante recalcar, agradeciendo el distintivo hecho por parte de estas instituciones.
A pesar de los retos y sesgos que en algún momento se me han presentado por empeñarme a efectuar un trabajo de estas dimensiones o características y que toma en cuenta más a ellas que a ellos, con el riesgo del prejuicio genérico y religioso personal (ya que soy hombre y no tengo adscripción religiosa), espero poder contribuir al conocimiento de aquellas, que por su situación de género, credo, etnia, raza, entre otros aspectos, no han podido o querido ser escuchadas y beneficiadas por los gobiernos, academias, entre otros sistemas e instituciones que conforman el mundo globalizado de nuestros días, añorando contribuir en este sentido, a la misión de aspirar por sociedades mejores informadas, justas, plurales y donde las leyes así como las oportunidades de ejercer cualquier credo, no sean beneficios para las mayorías, si no, para todos y todas, en este, nuestro país…espero no fallarles.
Patzcuaro, Michoacán Febrero de 2011
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