A continuación se expondrán parte de algunos datos históricos, geográficos, socioculturales, económicos, entre otros, que nos clarificaran el contexto espacial en el cual se inserta la unión femenil bautista misionera Otta G. Walters. Se hará énfasis en el poblado de Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca, debido a que en el mismo se asentó la iglesia que vio nacer dicha unión femenil, aunque se tomará en cuenta la región a la que pertenece: la Sierra Sur de Oaxaca. Enfatizaré este escrito resaltando espacialmente, el caso de la cabecera municipal.
En ocasiones me apoyaré en evidencia etnográfica para detallar algunos hechos, datos y etapas históricas. Lo aquí planteado, es el resultado de algunas lecturas de la historiografía y literatura diversa de la región, charlas informales y reflexiones personales, ejercicio iniciado desde el mes de septiembre de 2005 a finales del año 2008. Las fuentes de primera de mano (archivos históricos) no fueron consultadas o citadas en la presente, ya que la temporalidad de los documentos que me interesó enfatizar (segunda mitad del siglo XX y lo que va del presente) se encontraba desordenada, siendo casi imposible tener acceso a la misma . Este trabajo, es un esfuerzo por fusionar las técnicas etnohistóricas (etnografía, historia oral, entrevistas, entre otras), el análisis de la historiografía estatal y local, la hermenéutica, con algunos aportes teóricos y metodológicos de académicos nacionales, continentales y europeos.
Se procuró enfocar el escrito desde dos perspectivas: la de género y el de la historia social. El primero para visualizar y analizar las formas y contextos en que se construyen las relaciones entre hombres y mujeres en una sociedad compleja (multicultural, afectada por el sistema mundo). Considero importante, para este apartado, la perspectiva de la historia social, para redimir la voz y acciones de los grupos sociales generalmente marginados por la historia oficial.
Rescatar actores y actrices sociales, así como sus aportes en el proceso de revoluciones socioculturales de la región, resulta ser imperativo para los fines del presente escrito; esta necesidad se sustenta al seguir los esquemas de la obra: Historia del siglo XX, de Eric Hobsbawm (2006), quien me brinda un interesante ejemplo sobre las formas de construir historia social. No podemos olvidar que para el presente documento, resultan sugerentes los escritos y aportes teóricos de Carlos Aguirre (2003) y Josep Fontana (1999), quienes desde sus perspectivas y conjeturas críticas, me siguen recordando que la lucha de clases y yo le anexaría de los géneros humanos, siguen siendo el motor de la historia.
El orden cronológico de esta historia, sigue los pasos tradicionales occidentales: partimos de la ubicación geográfica del espacio estudiado, prosiguiendo con la etapa prehispánica (culturas mesoamericanas), pasando por el virreinato, el México independiente, siglo XX, hasta llegar a nuestros días. Complementamos el escrito con datos y estadísticas de la situación contemporánea del poblado. Esta propuesta se traza como resultado de mi formación académica y socio-cultural, misma que pretende facilitar la comprensión de una historia que aspira a los cánones de una cronología clásica, considerando que la presente, facilitara la lectura y asimilación de mis lectoras y lectores.
5.2 La Historia. Breve reflexión teórico/epistemológica
La palabra historia nos dice Aróstegui (2001:19), es objeto de usos anfibológicos de los cuales los más comunes suelen ser la aplicación a dos formas distintas: una, la realidad de lo histórico, otra, la disciplina que estudia la historia.
El asunto descrito se problematiza cuando es aplicada en otras disciplinas, o áreas del conocimiento, siendo que una sola palabra, historia, ha designado tradicionalmente dos cosas distintas: la historia como realidad en la que la humanidad está insertada y por otra parte, el conocimiento y registro de las situaciones y los sucesos que señalan y manifiestan esa inserción . El termino istorie que empleó el griego Heródoto (1999) como titulo de su obra, significaba justamente investigación. Por ende, etimológica y quizás espitemológicamente, una historia es una investigación. La misma palabra y el ejercicio de la redacción y pensamiento de la misma, ha sido dinámica. Adquiriendo, en este sentido, un significado más amplio y en más de una ocasión difuso.
La ciencia histórica tradicional ha llegado a aludir a esta incomoda anfibología estableciendo la conocida distinción entre historia como res gestae (cosas sucedidas) así como rerum gestarum (relación de las cosas sucedidas), distinción sobre la que llamó la atención por primera ocasión Hegel (1989:137): la palabra historia dice el filosofo, reúne en nuestra lengua en el sentido objetivo y el subjetivo: significa tanto historia rerum gestarum como las res gestae mismas, tanto la narración histórica como los hechos y acontecimientos.
Fue el pensamiento positivista el que estableció la necesidad de que las ciencias tuviesen un nombre propio distinto al de su campo de estudio. Tal necesidad parece obedecer a la idea típica del positivismo clásico de que primero se descubren los hechos y luego se construye la ciencia, o, lo que es lo mismo, que la ciencia busca, encuentra y relaciona entre si hechos. Existe una ciencia de algo si hay un hecho específico que la justifique, identifique y distinga. Toda ciencia debe tener un nombre inconfundible y de ahí que no se dudara en acudir a todo tipo de neologismos para dárselo. El positivismo buscó la definición de la historia en el descubrimiento, claro esta, de un supuesto hecho histórico. El problema terminológico viene, pues de antaño: la palabra historia designa, por decirlo de alguna forma, un conjunto ordenado de hechos históricos, pero designa también el proceso de las operaciones científicas que revelan y estudian tales hechos (Aróstegui, 2001: 21-22).
Desde un enfoque contemporáneo, podemos sugerir que el termino historia se aplica a los acontecimientos del pasado, al registro de esos acontecimientos, así como la cadena de hechos que constituyen un proceso temporal que comprende los acontecimientos del pasado, del presente y el futuro.
Aróstegui (2001:22), nos recuerda que cuando se habla de historia es evidente que no se habla de una realidad material tangible, sino una cualidad que tiene las cosas. Es desde la palabra misma que lo designa, que quiere decir investigar la historia. La palabra historia tiene, pues como se ha dicho, un doble significado al menos. Pero, a veces, se han introducido palabras o giros especiales para expresar sus diversos contenidos semánticos. Así ocurre con la clara distinción que hace el Alemán actual entre historie como realidad y geschichte como conocimiento de ella, a las que luego se añade la palabra historik como tratamiento de los problemas metodológicos.
Topolsky (1985) ha señalado que la palabra historia, aunque sea solo usada para designar la actividad cognoscitiva de lo histórico, encierra ya un doble significado: designa el proceso investigador, pero también el resultado de esa investigación como reconstrucción en forma de una serie de afirmaciones de los historiadores de los hechos pasados. En definitiva, Topolsky (1985:54-55) acaba distinguiendo tres significados de la palabra historia: los hechos pasados, las operaciones de investigaciones realizadas por un investigador y el resultado de dichas operaciones de investigación. En algunas lenguas, añade Topolsky , el conocimiento de los hechos del pasado ha sido designado con otra palabra, la de historiografía.
Es por ello, objeta Aróstegui (2001: 33), que la introducción teórico metodológica al conocimiento de la historia, o como manual introductorio a la práctica de investigación histórica, debe partir, en consecuencia, de dos supuestos básicos, expuestos a continuación:
• Primero: el esfuerzo teórico del historiador tiene que basarse y dirigirse al análisis suficiente de la naturaleza de la historia, de lo histórico. Y el tratamiento de ese tema tiene que integrarse inexcusablemente con el de qué conocimiento es posible de la historia. Además de reflexionar sobre la práctica historiográfica y producir estados de la cuestión, por lo que es ineludible repensar la idea misma de historia: es decir, hacer una reflexión sobre la teoría y no sólo sobre la praxis, por muy importante que esta sea.
• Segundo: la articulación de una buena práctica historiográfica tiene que estar siempre preocupada también de la reflexión sobre el método. En donde el método es una cuestión de preposiciones comprobables y de su comprobación efectiva, debe ser entendido como un procedimiento para la adquisición de conocimientos que no puede ser confundido con las técnicas cuyo aprendizaje es también ineludible, pero que a su vez son empleadas sistemáticamente.
Por otra parte el ser histórico, es ser en el tiempo, según ha establecido el pensamiento filosófico antiguo y moderno y tal como se sostiene hoy también por las posiciones más comunes en la ciencia, la natural y la social. El tiempo es, en consecuencia, una de las variables esenciales, sino la absolutamente esencial, entre las que integran la definición de la realidad histórica. El proceso que llamamos temporal es el que configura como especifica, incomparable con ninguna otra, la existencia humana. Solo el hombre, como ser autoreflexivo, lleva dentro de si el tiempo. Pero, en realidad, como si fuera una paradoja, el proceso temporal envuelve no sólo a los seres humanos, sino todo lo que existe. La humanidad participa dentro del tiempo de la naturaleza, pero hace también del tiempo una construcción propia. El tiempo es una variable, o como se ha dicho, una dimensión que configura lo histórico integrada en las realidades sociales. Es decir, lo integrado se dice porque no hay realidades sociales sin tiempo. La temporalidad es, sin embargo, una realidad tan imbricada en la mecánica psicológica y social, en el proceso de socialización de cualquier ser humano, que puede perfectamente aparecer como algo dado, indiferenciado, incluso innato. En efecto, el tiempo aparece como algo intuitivo cuya percepción, sin duda, progresa con la maduración psicológica (Aróstegui 2001:209).
Apoyado en lo citado en los párrafos anteriores, podemos argumentar, que la percepción inmediata de lo histórico que los seres humanos solemos tener es la referente a notar ciertos acontecimientos, en donde aparecen y desaparecen personas o instituciones, se producen situaciones nuevas y desaparecen otras que, por lo tanto, se nublan en el pasado. Por ello se puede decir que la historia es una atribución humana. Bien podríamos asegurar que todo lo que existe tiene historia, que la historia es una realidad objetiva y que existe con independencia de nuestra voluntad, es decir, como ontología y entidad; existe aunque no conozcamos su curso concreto.
5.3 Ubicación geográfica
Es obvio, nos indica Tetsuro Watsuji (2006:24), que la vida humana transcurre en el marco de unos territorios determinados, cuyo ambiente nos circunda, independientemente de nuestras preferencias. La vivencia del paisaje, forma parte de nuestra vida cotidiana. Suele describirse ese entorno natural como conjunto de fenómenos variados y se estudia el influjo que ejercen sobre el estilo de vida de las y los habitantes. A veces se pone el acento en las alteraciones biofisiológicas, otras veces se resaltan las actividades prácticas como, por ejemplo, la formación de una identidad o arraigo regional.
La descripción y análisis de los lugares o espacios donde se desarrollan investigaciones históricas, resultan ser una brújula de sumo interés, esta idea no es nueva, ya el Materialismo Histórico y la Escuela de Los Annales, habían hecho énfasis en la necesidad de comprender los hechos acontecidos en el tiempo, como reflejo de los territorios. No apuesto a que el lugar sea el factor determinante que pueda crear a las culturas, pero tampoco puedo negar las sugerencias que los paisajes hacen a las identidades, costumbres, creencias, entre otros factores que conforman a las sociedades. Propongo a continuación, un vistazo somero sobre aspectos geográficos del poblado donde se desarrolló la investigación.
El municipio de Miahuatlán de Porfirio Díaz, está ubicado en la Sierra Sur, una de las ocho regiones del Estado de Oaxaca. Dicha región está dividida en cuatro grandes distritos: Putla, Sola de Vega, Miahuatlán y Yautepec. El distrito Miahuatlán cuenta con 32 municipios, siendo Miahuatlán de Porfirio Díaz, la cabecera del mismo. A continuación un cuadro donde se incluyen los mapas que nos aclaran lo descrito:
La región de la Sierra Sur colinda por el norte con los Valles Centrales, la Sierra Norte y la Mixteca; al sur, con la región de a Costa; al Oeste, con el Estado de Guerrero y al este con el Istmo de Tehuantepec (Dalton, 2004: 33). Esta región está conformada por 70 municipios. Tanto demográfica, como geográficamente, tienden a diferir. Recordemos que el Estado de Oaxaca cuenta con sistemas de gobierno basados en los usos y costumbres identificados culturalmente con Mesoamérica, esto provoca una irregularidad, a diferencia de las poblaciones del resto del país, situación que les permite conformar municipios con población menor a 300 personas. Las etnias que habitan la Sierra Sur son amuzgos, mixtecos, triques chatinos, zapotecos y chontales. Miahuatlán, pese a encontrarse ubicado en la región mencionada, está asentado en un valle, sin negar el majestuoso paisaje que le rodea, sierra, neblina y ventisca fría y seca, pan de cada día de las y los pobladores.
Los municipios denominados de usos y costumbres, cuentan con reglas y requisitos para la participación ciudadana y el acceso al poder local que difieren con lo que establece la democracia liberal. La misma construcción de la ciudadanía tiene otras características. El procedimiento de votación también varía, existen prácticas que van desde el voto público en una asamblea general comunitaria, practicada en 418 municipios, hasta el voto secreto y en urnas, pasando por toda una gama de variantes. El régimen electoral de usos y costumbres se rige por principios colectivos de reciprocidad y servicio público para el acceso a los cargos de representación; y por mecanismos también colectivos de legitimación. Estos principios y mecanismos ponen en juego un sistema de reglas que operan en el nombramiento de los órganos de gobierno y en un marco de libertad son parte de este modelo ideal al que se le da el nombre de sistema de cargos pero adquiera una forma específica en cada localidad (Hernández, 2007).
La Sierra Sur se caracteriza por sus bosques, montañas, cuevas y ríos. Los bosques se extienden desde las serranías de Juquila y Jamiltepec, pasando por el Bule y Pluma Hidalgo, en Pochutla, y por Ozolotepec y los Loxicha, en Miahuatlán, hasta llegar a las serranías de Santa María Ecatepec, en Yautepec (Dalton, 2004: 33-24). Las rutas de acceso a las poblaciones en la actualidad, suelen estar pavimentadas, pero aun existen lugares con caminos sinuosos, rurales, con carencias y peligros relativos a los desgajamientos de cerros, como resultado de las temporadas de lluvia, entre otros fenómenos naturales. Por otra parte, es común observar espacios devastados por la tala inmoderada de áreas verdes.
Miahuatlán de Porfirio Díaz colinda con el Municipio de San Nicolás al NO y N, con Ejutla de Crespo al NO, Coatecas Altas al N, y NE con San Luís Amatlán a NE y E, con sitio de Xitlapehua. A los 16º 20´ 44" de longitud occidental del meridiano de Greenwich, con una altura media de 1,600 m. sobre el nivel del mar formada por pequeños llanos, lomas bajas, con la base plana, limitado por diferentes montañas que lo circunvalan y que solo le dan entrada por oriente y por el Noroeste (Rojas, 1992).
El clima de la región suele ser seco, aunque goza de temporadas de lluvias entre los meses de junio a septiembre. A pesar de esto, se ha podido notar que con el paso de los años, el temporal pluvial, ha disminuido, situación que provoca problemas con la obtención del vital líquido en el poblado, siendo escaso el mismo. Se cuenta con una temperatura promedio, entre los 17 y 24 °C.
Considero que asegurar que las culturas de la Sierra Sur, se encuentran determinadas o construidas por la naturaleza de su geografía, sería demasiado aventurado. Los cambios y persistencias al respecto de sus dinámicas socioculturales bien pueden ser exógenos y endógenos. El aislamiento casi natural de las comunidades, parte de los espacios en que se han erigido. La incursión violenta y bélica de los iberos a inicios del siglo XVI, provocó el repliegue de muchos indígenas a zonas donde existiera la posibilidad de que los invasores no incursionaran con facilidad. Tampoco podemos negar, que esta actitud, la de vivir en espacios tan agrestes, se registra desde antes de la llegada de los europeos. En esta región, no existen muchos valles o planicies donde las poblaciones hayan podido asentarse. Más bien, la improvisación y necesidades a lo largo de los siglos, también han determinado dicho proceso. Recordemos que las fuerzas españolas no fueron los primeros en invadir la región. La sierra sur ha sido habitada e invadida desde tiempos del México antiguo; mixtecos y mexicas, perturbaron a las comunidades zapotecas oriundas de la región, en antaño.
Las tradiciones y cosmovisiones de estos pueblos, llegaron a conservarse más o menos uniformes, hasta antes de las últimas tres décadas del siglo pasado. La agudeza de la crisis económica nacional de aquellos años, provoca la emigración masiva a los Estados Unidos de Norteamérica. Las y los habitantes de la sierra sur de Oaxaca, se anexan a este éxodo, que en un principio no llegó a ser masivo. Esta dinámica provocó y provoca, inevitablemente cambios en su sistema de pensamiento, costumbres, economía, entre otros aspectos, dando como resultado abrirse al mundo, que ahora denominamos globalizado.
Esto ha sido una arma de doble filo, que ha dado paso a la apertura paulatina de las y los pobladores de la región, a pensar en la necesidad de educarse en instituciones formales tales como la escuela primaria, secundaria, preparatoria y universidad, así como recurrir a las instituciones de salud. En la actualidad, la ciudadanía y gobiernos locales, se encuentran en una incipiente incursión al mundo de los apoyos de gobiernos federales y estatales, incluso organismos internacionales. Por otro lado, no se puede negar la polución heredada como resultado de los procesos mencionados, caminos, agua, entre otros aspectos, afectados por la comercialización de diversos productos, la falta de cultura de preservación del medio ambiente, ha provocado estragos en la región.
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