Ulises Castro Álvarez
La globalización como proceso que trastoca todos los ámbitos tal como se ha señalado con anterioridad, implica una serie de relaciones dialécticas entre las que se encuentra la relación global-local.
Tal como señala Boisier (2005), existen dos posturas teóricas que contienen gran carga ideológica y que tratan de explicar esta relación desde la perspectiva económica. La primera referente a la desvalorización del territorio en el contexto global, al prevalecer el dominio de las grandes empresas trasnacionales, que se convierten en tomadoras de decisiones y determinan los territorios donde se desarrollarán o concentrarán ciertas actividades económicas que hacen posible la innovación como elemento clave en la competitividad necesaria para participar en el mercado global, convirtiendo al territorio como una variable dependiente en función del crecimiento innovador empresarial, en este grupo se encuentran autores como Froebel, Heinrichs y Kreye, Henderson y Castells, Amín y Robins.
La segunda postura, considera por el contrario, que el proceso de globalización origina una revalorización del territorio, incrementando la importancia de los lugares y las localidades, en tanto que conforman el entramado básico que hace posible la competitividad al establecer las condiciones para llevar a cabo la innovación y la aplicación de la alta tecnología, comparten esta postura autores como Piore y Sabel, Porter, Scott y Storper, Stöhr, Vázquez Barquero, Garofoli, Cuadrado Roura y otros especialistas, (Boisier, 2005).
De esta manera se establece la relación global-local, desde dos ópticas en las que por una parte se favorece la influencia de las grandes empresas en el rediseño de los lugares y las localidades, mediante la concentración y el gran tamaño y por otro, se favorece las micro, pequeñas y medianas empresas mediante la organización para la producción flexible que se refleja en el pequeño tamaño y la dispersión.
La globalización como proceso encierra como premisa la exigencia de poder llevar a cabo los procesos de producción funcional y territorialmente segmentados en la búsqueda racional de la optimización de beneficios, por tanto, la relación global-local se manifiesta en la medida en que la revalorización del territorio implica la revisión y análisis detallado de las condiciones que se pueden encontrar para tal efecto, siendo el territorio pieza fundamental en el éxito o fracaso de las iniciativas empresariales globales.
En este mismo tenor, retomando las ideas de Boisier, se establece que tanto lo local como lo global no pueden explicarse por sí mismos, sino que se encuentran en una relación dialéctica en la que para algunos, se abren nuevas oportunidades de inserción para los territorios con posibilidades de incorporarse a una dinámica inexorable como lo es la globalidad, con nuevas perspectivas para el crecimiento y el desarrollo, construyendo el silogismo “glocalización” que busca representar ampliamente la relación dialéctica global-local (piensa global, actúa local), mientras que para otros; por el contrario, la globalidad se convierte en la máxima integración de los mercados, sobre todo de los financieros que reexpresará el papel de las metrópolis y las periferias, marcando las disparidades entre los conglomerados sociales, (Merchand, 2007).
Desde la perspectiva cultural, la relación global-local se manifiesta en la pugna entre la alienación a la homologación de valores y actitudes que fomenta la globalización y la lucha por mantener la identidad con características particulares que le otorgan especificidad a los lugares.
Boisier manifiesta que nadie prefiere la pérdida de nacionalidad a cambio de una identidad de ciudadanía mundial o corporativa, hace explícito que ni siquiera se puede decir que la mayoría de los individuos son ciudadanos nacionales ya no hablar de ciudadanos internacionales, sino por el contrario, la mayoría de la población ejerce una ciudadanía cotidiana de lo local, nace, crece y fenece en un ámbito localista donde observa e influye en los factores que le benefician o le afectan, únicamente los individuos vinculados a los flujos de mercados integrados se desplazan y desarrollan todas sus actividades en un nivel más global.
La reafirmación de la identidad territorial como contraparte al desarraigo y homogeneización de procesos culturales, sociales y psicológicos que produce la globalización y la presencia de las nuevas tecnologías, hacen posible que los lugares encuentren nuevas oportunidades para construir la nueva geografía mundial. La variable del territorio es cada vez más importante por el nuevo significado que le otorga el proceso de globalización, emergen nuevos sistemas de gestión territorial local basados en conceptos tales como la urbanización difusa, geodiversidad e identidades territoriales para conformar el nuevo paradigma del Desarrollo Territorial en el que los modelos de desarrollo económico local y las nuevas propuestas de gobernabilidad territorial son vectores fundamentales. (Precedo, 2004).
En suma, la relación global-local es una interrelación permanente e indisoluble que condiciona la emergencia de estructuras en todos los ámbitos, económicas, sociales, políticas, culturales y ambientales.
La globalización se refleja como integración económica, social y cultural de las naciones basada en una creciente movilidad internacional de recursos y personas que provoca mayor interdependencia de sus economías, conformando una estructura global con independencia de las economías y sociedades nacionales pero con grandes efectos sobre éstas.
4. Turismo y Desarrollo.
Para entender la relación entre turismo y desarrollo, resulta conveniente revisar las dimensiones que encierran cada uno de estos fenómenos, los cuales en lo individual tienen características que los definen como complejos, lo que sin duda incrementa el nivel de complejidad cuando se analizan de manera conjunta.
En apartados anteriores se discutió el fenómeno del desarrollo y sus implicancias en el concepto que lo abstrae, dejando claro que en él intervienen múltiples factores de carácter económico y social que lo tipifican y permiten diferenciarlo de lo que puede considerarse únicamente como crecimiento, en este apartado al establecer la relación turismo y desarrollo se tratará de precisar hasta qué punto el turismo es un elemento que puede ser factor para promover el desarrollo, o bien, si solamente el fenómeno turístico promueve el crecimiento sin llegar a nuevos estadios en los que la sociedad alcance efectivamente su bienestar.