Samuel Immanuel Brugger Jakob
Durante la Segunda Guerra Mundial, los países aliados crearon nuevas instituciones de gobernanza mundial. El primero de enero de 1942, en la Declaración de las Naciones Unidas se presentaron los fundamentos para ese gobierno global. El 22 de julio de 1944, durante la convención de la ONU en Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos, se formalizaron las instituciones que deberían dar estabilidad al Sistema Financiero Internacional (SFI): el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El Banco Mundial, conocido en sus inicios como Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo, se estableció con el fin de fomentar el desarrollo económico a largo plazo;entre sus tareas estaba el financiamiento de proyectos de infraestructura, como la construcción de carreteras y las mejoras al abastecimiento del agua. No obstante, su función principal fue encargarse de la reconstrucción de Europa y Japón.
El Fondo Monetario Internacional, por su parte, tenía y sigue teniendo como finalidad, según su Convenio Constitutivo, el fomento de la expansión y el crecimiento del comercio mundial, la estabilidad de los tipos de cambio, evitar las devaluaciones cambiarias competitivas y la corrección ordenada de los problemas de balanza de pagos de un país (FMI, 2004). El propósito final de la institución, sin embargo, debería ser evitar la repetición de las desastrosas medidas de política económica que contribuyeron a la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX.
América Latina no fue parte fundamental en la Segunda Guerra Mundial y, por tanto, tampoco en la toma de decisiones de la posguerra. El modelo desarrollado por la CEPAL –el modelo estructuralista o de sustitución de importaciones– fue la principal forma de industrializar a la región hasta su caída a principios de los años ochenta. Posteriormente se aplicó una serie de políticas neoliberales que provocaron más de un cuarto de siglo de crisis y que impidieron lograr un crecimiento sustancial.
1.2.1. El capitalismo de la posguerra y su gobernanza financiera: impacto en América Latina
El sistema global tanto político como económico se basa en un conjunto de instituciones y organismos creados a finales de la Segunda Guerra Mundial y que giraban alrededor de su instancia supranacional: las Naciones Unidas. Las instituciones creadas –Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial (antes BIRD), el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), etc.– fueron creadas para responder a las necesidades de aquella época y muchas de ellas no han reformado sus políticas desde entonces.
En 1943 se propusieron dos planes de reorganización monetaria-financiera internacional: el Plan White (Estados Unidos) y el Plan Keynes (Gran Bretaña). Ambos coincidían en que se necesitaba crear un sistema financiero mundial que procurara el crecimiento sostenido del comercio internacional, para lo cual era necesaria una moneda internacional, mantener los tipos de cambio fijos (para no desalentar el comercio y la inversión) y generar mecanismos que controlaran los movimientos de capital internacional. Las diferencias entre los dos proyectos fueron resueltas en la conferencia de Bretton Woods, donde se acordó la creación de las dos instituciones que serían la base para el nuevo sistema financiero mundial: el FMI y el BM.
El nuevo sistema se basó en el patrón oro. En él cada país fijaría la paridad de su moneda con respecto al oro o a otra moneda con paridad definida en éste. Los gobiernos estaban obligados a intervenir en los mercados de cambio en caso de que la cotización de la moneda se saliera del margen tolerado del 1% hacia ambos lados (Arenas, 2005). Las reservas de los bancos centrales las iban a constituir el oro y algunas monedas reserva, como el dólar y la libra esterlina, que serían convertibles en oro al precio fijo de 35 dólares la onza (Block, 1980; Arenas, 2005).
El FMI intentó solucionar los problemas de financiamiento temporales que presentaban los países en sus balanzas de pago. Los préstamos que ofrecían eran de corto plazo y con tipo de cambio fijo. También tenía las funciones de la reglamentación, es decir, estaba obligado a establecer leyes, normas y acuerdos para el funcionamiento del sistema financiero internacional, y por último, tenía la función de consulta para las relaciones monetarias internacionales conjuntas.
Como Estados Unidos fue el único país vencedor de la Segunda Guerra Mundial que no sufrió grandes daños materiales, la estabilización monetaria cayó en sus manos y asimismo asumió el papel de administrador monetario del mundo. La insuficiencia de liquidez del FMI y la confianza que se depositó en el dólar generó que Estados Unidos practicara una política deliberada de déficit en su balanza de pagos. Esto también provocó que Estados Unidos tuviese un veto de facto al poseer más del 17% de los votos, 2% por encima de lo necesario para poder vetar cualquier política relevante (Akyüz, 2008; Griesgraber et al., 2006; Hafianti et al., 2008).
Un primer desajuste especulativo en el SFI fue la evolución del eurodólar.33 Aunque en un principio fue relativamente poco importante, se convertiría en un factor crucial para el sistema financiero. En 1964 el mercado consistía de 17 mil millones de eurodólares, en 1968 alcanzó 20 mil millones y en 1970 eran ya 70 mil millones (Arenas, 2005).
Por último, la balanza de pagos de Estados Unidos comenzó a ser deficitaria, principalmente por la exportaciones de capital y por el excesivo gasto militar en el exterior, lo que superaba los excesos obtenidos en cuenta corriente. Esto provocó un “continuo drenaje” de oro hacia Europa occidental y una fuerte desconfianza en el futuro del dólar (Arenas, 2005). A partir de los años sesenta las reservas ya no eran suficientes para saldar las deudas de oro con el resto del mundo, lo que puso en peligro la convertibilidad del dólar en oro al precio de 35 dólares la onza.
América Latina, con excepción de las políticas de la Guerra Fría, quedó al margen del nuevo SFI. Desde los años treinta los países latinoamericanos optaron por un sistema económico basado en la sustitución de importaciones para industrializar la región.34 Con la creación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 1948, esta política se coordinó aún más. La integración cepalina correspondía a la época en que los economistas latinoamericanos evidenciaron que el desarrollo de la industria mediante la sustitución de importaciones que adoptó la burguesía nacional industrializadora, el desarrollo de la ciencia y la técnica, y el “desarrollo hacia adentro” no tenían la suficiente salida en los mercados nacionales y de que, por tanto, era evidente que se necesitaba una ampliación de los mercados para aspirar a niveles más elevados de producción y productividad. Además, se reconocía la imposibilidad de alcanzar el desarrollo sin llevar a cabo profundos cambios estructurales (Hernández, 2007).
Este sistema económico originó que América Latina jugara un rol secundario –en el mejor de los casos– en los mercados de capital. Por un lado, los bancos casi no prestaban a los países del Sur, actitud que cambió considerablemente con el incremento de precios de materias primas -en especifico el petróleo-en los años setenta, cuando la liquidez aumentó considerablemente: “[...] comenzaron a admitir más riesgos e, incluso, a presionar para que los países tomaran créditos. De este modo crearon las condiciones para el endeudamiento insustentable de muchos países y contribuyeron a generar las causas de las posteriores crisis financieras” (Sevares, 2007).