Samuel Immanuel Brugger Jakob
La importancia del sector financiero en el desarrollo y crecimiento económico ha sido principalmente estudiada para proponer o imponer políticas de liberalización financieras. La hipótesis principal ha sido que estas reformas incrementarían tanto el ahorro como la inversión. Desde los primeros trabajos se teorizó sobre la importancia de las estructuras financieras para fomentar el desarrollo. La teoría financiera ortodoxa asevera que existe una relación positiva entre el sector financiero y el crecimiento económico, por lo que es necesario liberalizar y desregular dicho sector para evitar la represión financiera que inhibe el crecimiento económico. No obstante, el mercado bursátil no ha recibido gran atención en el debate sobre crecimiento y convergencia (Ortiz 2007b).
La posición teórica que favorece la liberación y desregulación de los mercados financieros está basada en los trabajos de Gurley y Shaw (1955 y 1960), Brainard y Tobin (1968), Goldsmtith (1969) y McKinnon (1973). Teóricamente, ya no hubo mucha evolución en este sentido, y los estudios posteriores son de índole econométrica proponiendo demostraciones. El argumento central es que el mercado financiero es esencial para el desarrollo de largo plazo. Su hipótesis es que un sector financiero reprimido no canaliza bien los ahorros, que los intermediarios financieros no pueden decidir de forma eficiente entre las alternativas existentes y que las empresas son desalentadas para que realicen inversiones y ello las hace muy inciertas, lo que da como resultado un crecimiento económico restringido.
De esta manera, al redactar el Consenso de Washington, John Williamson estimaba que la liberalización de los mercados financieros iba a traer beneficios para el crecimiento económico. Hay que recalcar que Williamson propuso crear políticas individuales de liberalizaciones. Sin embargo, el Banco Mundial, el FMI, el Departamento del Tesoro y la cúpula política neoliberal hicieron caso omiso e implementaron las políticas de forma mecánica. Las reformas de liberalización financiera consiguieron atraer una gran cantidad de capital financiero, pero éste era extremadamente volátil y generó recurrentes una crisis financieras.
Como ya se vio en la sección 2.3.1. el trabajo de Levine (1997) resume los puntos principales del porqué el sector financiero promueve el desarrollo. Un sector financiero desarrollado disminuye el riesgo mediante la negociación de activos no deseables, promueve la promoción de especialización corporativa al facilitar la compra de acciones de empresas eficientes, canaliza los ahorros a la inversión productiva, fomenta el seguimiento a los administradores para el ejercicio del control corporativo, permite la cobertura del riesgo mediante productos derivados y otros mecanismos para el control del riesgo, optimiza los rendimientos mediante la diversificación y unificación de riesgos creando portafolios según el nivel de aversión de riesgo de cada agente, y fomenta la divulgación y adquisición de la información necesaria para la asignación de recursos.
En este sentido, un sistema financiero reprimido inhibe el crecimiento ya que los mecanismos de ahorro son ineficientes, los intermediarios financieros no pueden canalizar de forma eficiente entre las alternativas y las empresas son desalentadas de llevar a cabo inversiones, porque la represión financiera reduce los rendimientos a las inversiones e incrementa su incertidumbre. Así, la disponibilidad creciente de instrumentos financieros y su creciente negociación incrementan el ahorro y la inversión en una economía y reducen los costos de transacción e información en beneficio de inversionistas, empresas y autoridades financieras, al fortalecer sus decisiones y optimizar la competitividad internacional de las empresas e instituciones nacionales, lo que a su vez promueve el desarrollo (Ortiz et al., 2007c).
Las voces que ponen en duda dichas afirmaciones son limitadas. Stiglitz (1985) –y posteriormente Capasso (2004)– argumenta que los mercados de capital en los países del Sur no generan los incentivos adecuados para la adquisición de la información bursátil y empresarial necesaria para la toma de decisiones. Es decir, que aunque se liberalice el sector financiero éste sigue siendo ineficiente, ya que la información asimétrica seguirá inhibiendo la inversión. Las políticas de tasas de interés se vuelven ineficientes y las decisiones de los bancos y empresas se vuelven igualmente ineficientes e incapaces de discriminar entre buenos y malos acreedores. Por su parte, Singh (1997) aduce que el crecimiento financiero puede no ser benéfico para el desarrollo económico debido a tres razones:
La volatilidad inherente y la arbitrariedad de los procesos de fijación de precios en los mercados emergentes;
El fuerte vínculo entre el mercado accionario y los mercados de divisas, particularmente cuando choques desfavorables exacerban la inestabilidad macroeconómica y limitan el crecimiento;
El crecimiento de los mercados accionarios tiende a debilitar las tradicionales relaciones entre la banca y la empresa.
3.2. Modelos de convergencia
Los primeros modelos de crecimiento y convergencia económico fueron creados por sir Roy F. Harrod (1939) y Evsey D. Domar (1946), para algunos de origen keynesiano clásico y para otros de origen pos-keynesianos, cuyos modelos corresponden a los de ajuste vía acervo de capital y utilizan los agregados económicos keynesianos (Altamirano et al., 2005).
Aunque si bien fueron los (pos)keynesianos los que comenzaron a modelar el desarrollo y la convergencia, se utiliza el modelo neoclásico desarrollado por Solow (1965) como punto de partida. Éste considera una función de producción agregada, es decir, una relación funcional compleja entre factores productivos y el producto agregado. Así, un aumento en la producción se debe a incrementos en las cantidades de los factores o a cambios en la tecnología para producir más con una misma cantidad de factores. Solow supuso una función de producción logarítmica homogénea y en la que existe una sustitución completa entre capital y trabajo. Argumenta con su modelo que los países pobres crecerán a tasas más altas que los países ricos, pero que los dos se orientan a un mismo estado de equilibrio o estado estacionario debido a tres factores (Altamirano et al., 2005):
1. La velocidad de crecimiento, al no estar en el equilibrio, depende inversamente del nivel de capital.
1 El capital rinde más donde es más escaso, por lo que el capital de los países ricos hacia los pobres (el principio marginalista).
2 En la medida en que los conocimientos se divulgan, los países pobres se acercan más rápido que los ricos.
En esta sección se desarrollarán los modelos de convergencia que se han desarrollado de esta propuesta.