Raúl Osvaldo Quintana Suárez
El lamentable estado de la educación en Cuba, consecuencia de la falta de voluntad política de las autoridades oficiales, durante más de cuatro centurias de colonialismo, ocupación extranjera y república dependiente, se manifestó como legado aparentemente insoluble para el gobierno revolucionario que asumió el poder el primero de enero de 1959, tras el derrocamiento de la dictadura batistiana. La continuidad histórica de la heroica lucha de nuestro pueblo por de la conquista de su real independencia y soberanía, como proceso único enmarcado en diferentes contextos políticos, económicos e ideo-culturales, inicia con el triunfo revolucionario, un sendero inédito, en un país urgido de profundas transformaciones en todos los campos.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentaría la Revolución triunfante, es la falta de los maestros y profesores necesarios para acometer los principales proyectos educativos formulados en el Programa del Moncada y destinados a revertir la deplorable situación heredada de la república neocolonial. Los cambios inevitables para la consecución de tales fines, desde los años iniciales del triunfo revolucionario, no eran tan sólo de orden objetivo, sino que implicaba cambios de concepciones hasta entonces fuertemente arraigadas en la mente de los educadores, los cuadros encargados de acometerlas y aún del propio pueblo. En tales circunstancias se revela la significación del ideario educativo de Fidel Castro acerca de la formación del personal docente, prioritariamente la de maestros primarios y profesores de enseñanza media.
3.1.-La formación del personal docente en los primeros años del triunfo revolucionario (1959-1963).
Fidel Castro expresa su alta valoración del trabajo del maestro en su discurso en Ciudad Libertad, el 31 de diciembre de 1960 al expresar como…"…de las obras de la Revolución pocas tan emocionantes como ésta, pocas tan extraordinariamente espirituales como ésta, porque sin ésta, que es la primera piedra, no podría edificarse todo lo demás. Es decir: opresión convertida en educación, fuerza convertida en persuasión y en razón. Lápices donde había bayonetas, libros donde había tratados militares. Cuarenta mil niños hay ya en estos momentos estudiando en antiguos campamentos militares, y no queda ya una sola de las grandes fortalezas del país que no esté convertida en centro escolar"
(1).
Enfrentar la caótica problemática educacional en Cuba, representó una tarea, que necesariamente tenía que estar dirigida en tres direcciones fundamentales:
-----La instauración de una política educacional capaz de asumir la creación de un nuevo, funcional y dinámico sistema nacional de educación, con sus diversos subsistemas, que sustituyese al obsoleto entonces existente.
-----La urgente creación de miles de nuevas aulas, particularmente en los niveles de enseñanza primaria y media.
-----La perentoria formación de miles de nuevos maestros dispuestos a impartir la docencia en las regiones más apartadas del país; dar empleo a los casi 10 000 docentes, mayoritariamente residentes en zonas urbanas; así como transformar radicalmente las vías, modos y estilos en los centros de formación magisterial ya existentes.
Muchas eran las dificultades y los complejos problemas a resolver en la esfera educativa, herencia de la república neocolonial (ANEXO 3).
Prueba palpable de la diversidad de criterios educativos existentes en Cuba al triunfo de la Revolución lo constituyó el debate efectuado entre los días 9 al 23 de noviembre de 1959 en el antiguo hemiciclo del Capitolio Nacional, convocado por el MINED, acerca de cómo debía ser la reforma integral de la enseñanza, reflejo de los contrapuestos intereses clasistas entonces predominantes (2).
En la intervención del Dr. Armando Hart Dávalos, el 30 de noviembre de 1959, en Santiago de Cuba, cuyo contenido se conoce como “ Mensaje educacional al pueblo de Cuba ” y donde se precisan los fines y objetivos de nuestra política educacional a corto, mediano y largo plazo, aparece plasmado el ideal educativo de Fidel Castro en la época, ya expresado en su alegato político-jurídico “ La historia me absolverá ” en sus cartas desde presidio y en sus numerosas intervenciones públicas, en 1959, donde aborda la problemática educacional. En dicho mensaje se proclama que...“...sin una atención preferente a la educación del pueblo no podríamos esperar que se cumplieran los objetivos revolucionarios… ” (3).
Ya se denotan en lo que sería el primer documento programático educacional posterior al triunfo revolucionario, rasgos definitorios del ideario educativo de Fidel Castro, de especial significación como aspiraciones indispensables en los futuros proyectos de planes de formación del personal docente, tales como el derecho de todo el pueblo al acceso a la educación, propósito esencial de su creación; la prioridad dada a la investigación científica educativa, componente esencial del proceso de formación del personal docente; la importancia de lograr en la actuación de los maestros y profesores en formación, el papel rector de los valores, fundamentados en sólidos principios revolucionarios, como propiciar la auto-estima por su labor magisterial, lo que conllevaría a forjar modos de actuación basados en la ejemplaridad personal, profesional y social y su afán constante de autosuperación
Sin lugar a dudas, la necesidad cada vez más creciente de miles de nuevos maestros y profesores, particularmente en la enseñanza primaria y media, que posibilitaran el desarrollo de los ambiciosos planes educacionales concretados o en perspectiva, constituía una de las problemáticas a resolver por la Revolución con la mayor inmediatez.
Las altas exigencias morales, de auto superación profesional, de solidaridad humana y concientización política, que Fidel Castro reclama del maestro, como valiosa herencia del ideario educativo cubano más progresista, se corresponden a su vez con la oportunidad que sólo otorga una Revolución verdadera en el poder, de situar al ejercicio del magisterio en su sitial más elevado, en toda la historia de Cuba. A la par con ello, se le otorga a la formación del personal docente, un encargo social de privilegiada prioridad, por diversas que sean los contextos y modalidades en que esta tiene lugar.
Como expresase en la graduación de milicianos campesinos en San Julián, Pinar del Río, el 21 de agosto de 1960...“...nosotros no descansaremos hasta que no haya un maestro en todos y cada uno de los rincones de nuestra patria, para que enseñen a leer no sólo a los niños, sino para que enseñen a leer también a los adultos...” (4).
Su capacidad de aplicar sus concepciones al respecto, adaptadas al contexto de la época y a las posibilidades reales, y fundamentalmente, su confianza en los valores presentes en nuestro pueblo y muy particularmente en nuestros jóvenes, le permiten concebir desde 1960 la formación emergente de maestros primarios simultáneamente a la sistematización y perfeccionamiento de los cursos regulares, a cargo desde entonces de las escuelas formadoras de maestros primarios, continuadoras del trabajo meritorio de las antiguas escuelas normales, pero con objetivos educativo-formativos más exigentes, propios de una sociedad involucrada en profundas transformaciones revolucionarias.
La formación emergente o no regular del personal docente ya presente durante la colonia, la ocupación norteamericana e incluso durante la república mediatizada, se implementa ahora bajo la rectoría del ideario educativo de Fidel Castro con otras modalidades y formas, diferentes objetivos y fines, en respuesta a contrapuestos intereses y en diversos contextos históricos. En los marcos de esta investigación, se entiende como formación emergente o no regular del personal docente en la Cuba revolucionaria a la habilitación para ejercer la docencia, en un plazo relativamente breve, de personas aún sin título idóneo para ello y con la exigencia de poseer los conocimientos mínimos indispensables, con la aspiración de que el factor conciencia constituya la principal motivación. Esta tiene como finalidad el de hallar una solución a la necesidad impostergable de más personal docente para los diversos planes educacionales dada la insuficiencia de los cursos regulares para satisfacerla, complementándose con vías sistemáticas de superación, que posibilitan incluso la titulación universitaria y la combinación del estudio con la práctica laboral, que les debe conferir la idoneidad profesional requerida, a mediano y largo plazo.
La graduación del primer curso de maestros voluntarios, en agosto de 1960, motiva al dirigente revolucionario a proclamar el 9 de noviembre de 1960, que... “...ya tenemos mil maestros en las montañas dando clases, de los que pasaron por el curso en la Sierra Maestra...1 000 más pasando el curso; y en todos los rincones de las montañas de Cuba hay un maestro” (5).
Al respecto expresaba el Dr. Armando Hart Dávalos, Ministro de Educación, en el Seminario Internacional sobre Analfabetismo efectuado en La Habana, a inicios de junio de 1961, como...“…la Revolución siempre tuvo entre sus fundamentales preocupaciones la elevación del nivel cultural de las masas y podemos decir que en plena etapa insurreccional se emprende en la Sierra Maestra, en El Escambray y en las sierras de Baracoa y Guantánamo, la alfabetización entre los niños y campesinos en las zonas liberadas ” ( 6 )
Esas escuelas, atendidas por miembros del Ejército Rebelde o colaboradores civiles designados por este, no es sólo una continuación de la labor desarrollada por maestros cubanos patriotas en los campos de Cuba Libre, en las gestas independentistas de 1868 y 1895 sino el primer intento en toda la historia de nuestro país de sentar las bases para un futuro sistema educacional, bajo la concepción de llevar la enseñanza a los sectores tradicionalmente marginados en nuestra sociedad, particularmente los residentes en zonas montañosas. Al respecto cabe destacar la Orden Militar Nº 50 de 1958 dictada por el entonces Comandante Raúl Castro Ruz, jefe del llamado II Frente Oriental “Frank País” que permitió la instauración de un sistema de escuelas, que aunque limitado por las difíciles condiciones impuestas por la guerra, cumplió con efectividad su finalidad de llevar la educación a gran parte de los pobladores de la región.
Desde 1959, ya triunfante la Revolución, esas escuelas, ya creadas durante la lucha insurreccional, así como un número apreciable de otras nuevas, fueron atendidas por maestros, titulados o no, con mayor o menor preparación, pero una elevada conciencia del deber, supeditados inicialmente al Departamento de Instrucción del Ejército Rebelde y posteriormente, a partir de la creación del Instituto Nacional de Reforma Agraria, en 1959, por el Departamento de Asistencia Técnica, Material y Cultural al Campesinado, lo que permitió que en la etapa anterior a la Campaña Nacional de Alfabetización, aprendieran a leer y escribir unas 25 000 personas residentes en las zonas más apartadas del país.
Estas acciones educativas, que anteceden a la Campaña Nacional de Alfabetización, generalmente poco publicitadas, son posibles por la amplia participación de las masas, en particular de la juventud y por iniciativa de Fidel Castro, que concibe como alternativa posible la formación emergente de maestros primarios, siempre que fuese necesario. Pero ello no bastaba. Era necesaria la formación de maestros con una conciencia ético-política cualitativamente superior, que los convocase a ser capaces de trabajar en los más apartados lugares del país donde fuesen necesarios, lo que sirvió de fundamento a que en décadas posteriores se extendiese y consolidase el espíritu solidario e internacionalista de nuestro magisterio.
Para Fidel Castro... “.....lo primero que la Revolución se planteó fue llevar la enseñanza primaria a todos los lugares del país....Sólo había trabajo para 5 000 y se les pidió trabajar a mitad de sueldo y aumentando por año hasta llegar a $ 300. Se les dio trabajo a todos, pero no alcanzaban pues...no iban a lugares apartados. ¿Quiénes estudiaban en las escuelas de maestros? La gente de la ciudad, hijos de obreros o hijos de familias de clase media. Las Normales estaban en las ciudades” (7).
En apenas un lustro, posterior al triunfo revolucionario, ya se advertían, en líneas generales importantes logros educacionales, particularmente en lo referido a la formación del personal docente (ANEXO 4).
En comparecencia por TVC, en abril de 1961, el Comandante en Jefe razona cómo antes de la Revolución...“...el 75 % de la población urbana y semiurbana en Cuba carecía de centros de secundaria básica…”, abordando los cambios radicales necesarios en la formación de maestros y profesores (8).
Tales ideas se materializan mediante diversas propuestas de estudio realizadas por éste a los brigadistas participantes en la ya culminada Campaña Nacional de Alfabetización, en su discurso en la Plaza de la Revolución “José Martí”, el 22 de diciembre de l96l (9)
(Ver ANEXO 5.
La significación del ideario educativo de Fidel Castro respecto a la formación de maestros y profesores se evidencia en estos años iniciales del triunfo revolucionario y se fundamenta en su criterio, sostenido a lo largo de su trayectoria revolucionaria, de que...“...la Revolución le ha dado una importancia extraordinaria y especial a la formación de maestros y profesores...”...dado que...“...le presta más atención a la formación de esos cuadros educacionales que a ninguna otra cosa porque la Revolución considera que en la base de todo, de todo el esfuerzo revolucionario, ha de estar la educación, y que la función más importante de la Revolución es educar y que el trabajo más hermoso y más útil que puede desempeñar cualquier ciudadano en nuestro país es enseñar. Por eso la Revolución eleva el papel del maestro, la función del maestro. Naturalmente trata de elevar también las condiciones subjetivas del magisterio, la conciencia revolucionaria del magisterio” (10).
Para Fidel Castro en la formación de maestros y profesores, a quienes define como “cuadros educacionales”, debe estar presente, junto a los componentes instructivos, aquellos otros de carácter educativos, donde los valores desempeñan un papel trascendente, pues sólo un maestro poseedor de sólidas convicciones revolucionarias es capaz de formar en las mismas, a las nuevas generaciones. Asombra aún como en fecha tan temprana del proceso revolucionario ya éste concibe la función de la labor magisterial con tal grado de integralidad y le concede una importancia de tan singular relevancia en las grandes transformaciones sociales que tenían lugar en nuestro país.
Para éste...“...el deber de los revolucionarios no es sólo el estudio de la teoría. El deber de los revolucionarios no consiste en atiborrarse de conocimientos teóricos, olvidados de las realidades prácticas de la Revolución. El deber de los revolucionarios no consiste sólo en aprender y conocer y sentir la convicción de una concepción de la vida y de la historia y de la sociedad revolucionaria, sino también en la concepción de un camino, de una táctica, de una estrategia que lo conduzca al triunfo de esas ideas “ (11).
La experiencia acumulada en los años iniciales del proceso revolucionario respecto a las posibilidades de aplicación de diversas modalidades en la formación emergente del personal docente, dadas las peculiaridades del contexto histórico, unido a la gradual maduración de las ideas educativas de Fidel Castro, su principal inspirador y promotor, sentaron las bases para iniciar un salto cualitativo en la educación en Cuba.